miércoles, 15 de diciembre de 2021

"En la vida nunca se sabe".

"Síndrome de Estocolmo" es el cuento con el que se abre el último libro de relatos de Emma Prieto, "Mecánica terrestre", y con el que abrimos ayer por la tarde la tertulia del Café Gijón. Este cuento nos ofrece varias señales de lo que es el espléndido libro de la escritora madrileña que creció en Las Palmas y que me cae estupendamente porque es maestra de niños con necesidades especiales, lo que de alguna forma atraviesa las hojas de su literatura. En un mundo en el que siempre nos quejamos de todo, admiro a las personas que dan ejemplo, al menos a mí, como escritoras y como educadoras. Esto fue lo primero que dije ayer para presentarla y luego leí las primeras frases de este cuento que analizamos con detalle entre todos los tertulianos:
 
"Síndrome de Estocolmo".
 
                   Siempre ocurre lo mismo: no vemos romperse las cosas,
                   las vemos rotas. Tal vez si supiéramos que están a punto
                   de romperse, podríamos hacer algo por evitarlo.
                   (Laura Ferrero)
 
"Dentro del ojo, del mío, vive una hormiga. Cómo pudo colarse ahí es algo que ignoro. Puede que me la dejara él de recuerdo -de sobra sabe que no soy de joyas- o que entrara por sus propios medios. Pero, ¿cuándo? Por la noche mientas duermo tengo los ojos cerrados y durante el día lo habría notado, digo yo. Lo cierto es que lo pasa de lo más bien, la condenada. Desfila sin parar de izquierda a derecha y de arriba abajo (evitando el peligro de las comisuras) y eso que hablamos de unas dimensiones reducidas. Pues ella se las apaña de miedo. No entiendo qué puede andar buscando. Si comida, compañía o matar el aburrimiento. A ciertas horas la noto tantear con lo que imagino sus antenas (las dobla, las endereza, juguetea con ellas). Parece que los vasos sanguíneos no le van (ni sombra de derrame) pero paladea, eso sí, mi eyeliner con fruición y apaga su sed con las gotas de Cusicrom forte que me pongo para la alergia todas las mañanas. En serio, puedo sentir cómo succiona. Y por sed no creo que sea, anda que no soy yo llorona ni nada, cualquier cosa hace que se me salten las lágrimas, así como en surtidor, que para ella debe ser como vivir una inundación. ¿Dónde se agarrará mientras le llueve de esa manera? Menuda habilidad. El caso es que no se cansa. La que me canso soy yo. Vivir con una hormiga en el ojo acaba resultando agotador. No te deja pensar en nada que no sea sus tres pares de patas rascándote la esclerótica, posándose una y otra vez, tamborileando con destreza de pianista consumada sobre tu nervio óptico..." (pp. 11 y 12).
 
Como he dicho hablaron prácticamente todos los tertulianos, desde una nueva integrante, la gran lectora Luisa Máñez, hasta el escritor y editor Pepo Paz, pasando por Mariola Satorre, Matilde Tricarico, María José Muñoz Spínola, Mariwan Shall, María Rodríguez Velasco, Juan Tena, Isabel Montero o Antonio Tello, sobre el conocimiento y el sentido literario de los cuentos, el "pacto de ficción" que se establece entre el escritor y el lector, la soledad de los personajes de Emma, sobre todo los femeninos, el sentido del humor y la ironía de los relatos, etc., hasta llegar a la alargada sombra de Eloy Tizón sobre el libro y su idea del "poscuento". Emma Prieto sigue la idea del poeta en el sentido de que ninguna noche se avergüenza de la oscuridad. Y así actúa su lenguaje, desde lo irónico a lo poético, desde la soledad al surrealismo. 
 
Como en la vida, con la escritura de Emma Prieto nunca se sabe. Y esa es una de las cualidades que yo valoro.
 



 

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