martes, 28 de diciembre de 2021

"Wendy".

"La niña apretó su mano, forcejeó hasta soltarse y echó a correr por el bulevar en dirección a la estatua.
 
Se detuvo frente al escarabajo, una figura de bronce de varios metros de altura, donde las parejas de enamorados marcaban sus nombres, y la miró con asombro. De una de sus patas colgaba el cuerpo mutilado de una muñeca. Tenía la cara triste y sucia, su ropa estaba rasgada e incluso parecía manchada de sangre reciente.
 
Mientras apretaba el botón de su cámara digital para hacer la foto a su hija, su vida pasó en un instante frente a ella.
 
Entonces supo que nunca podría crecer porque se lo impediría la literatura".
 
("Wendy", Cuentos de los viernes, 2015, Bartleby, Madrid, p. 46).
Ayer la pareja de poetas sonrientes de la primera fotografía, Oskar Rodrigañez Flores y Pilar S. Tarduchy, compartieron en esta red el cuento y la foto, junto a Preciosa Nogueira, la directora del Club de cine de la Librería Bravo, de Fuenlabrada, que me invitó justo antes de iniciarse esta pandemia para hablar de cine. Me hacía ilusión ir a Fuenlabrada porque allí vive la cuidadora de mi hijo de pequeño. Y como estas casualidades me hacen tanta gracia, he buscado ahora las dos fotos que me inspiraron el microrrelato, un Peter Pan de mi hijo de aquella época y una escultura situada en la Rambla de Santa Cruz de Tenerife, la "Mujer-botella" o "Gran insecto", de Joan Miró. Como dice el narrador del cuento, en esta vida todo es literatura, además de música y cine, como lo es una de las películas favoritas de mi hijo cuando le cuidaba Juani:
 
¿He dicho alguna vez que sé lo que hay al final del arcoíris?
 



 

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