domingo, 31 de marzo de 2019

"El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor".

Leer a García Márquez es morir después de los 100 años.
Y hacerlo de amor.

(Escuchando la sonata de violín de César Franck, una de las obras favoritas del protagonista de la novela que ayer releí mientras las gaviotas volaban de un sitio para otro. Siempre que leo a García Márquez pienso que existen pocos escritores que dominen el castellano como él, algo similar a lo que le ocurría a Jacqueline du Pré con el cello:

https://www.youtube.com/watch?v=3XwCFE2aHbE)

sábado, 30 de marzo de 2019

"La paz".

Es el equilibrio interior, algo anterior a la palabra, a la propia existencia de la belleza y la luz. La paz no te la dan el poder, el dinero y la fama, ni siquiera el amor. 

Quizá tenga que ver con la ensimismada contemplación del propio interior, como este amanecer sobre el mar que observo ahora mismo, mientras me tomo un café y alguien canta una canción: 

viernes, 29 de marzo de 2019

"Los derechos de los animales en serio", de José Luis Rey.

"Para los amantes de los animales".

Jose Luis Rey (Madrid, 1977) es un amigo y compañero de la Facultad, un ser humano sensible e idealista, con una gran preparación intelectual. Licenciado en Derecho y ADE, se hizo doctor con Premio Extraordinario en la Universidad Carlos lll.

Acaba de publicar un libro sobre los derechos de los animales y ayer tuvo la gentileza de acercarse a la puerta de mi aula para entregármelo al terminar mi clase. Por la tarde hice varios viajes en Metro y leí la mitad del libro casi de manera ensimismada. (Ya he contado en alguna ocasión que el Metro es un lugar estupendo para leer. En ese lugar leí en su día los primeros tomos de "En busca del tiempo perdido". Es una de las ventajas de ser madrileño). José Luis defiende que los animales son miembros de la comunidad moral al estar dotados de moral como estructura y moral como contenido, y son capaces de aprender y obedecer (o desobedecer) ciertas reglas. En la base de su argumento se encuentran las "Lecciones de ética" de Kant y un libro esencial, "Zoopolis" (2011), escrito por Donaldson y Kymlicka. También hay que citar los análisis de Peces Barba, Nussbaum, Singe o Regan. 

Por mi parte tengo muy claro que los animales no son objetos, sino sujetos sintientes, y que el Derecho privado debe terminar admitiéndolo. También que me gusta aprender de personas como José Luis, al que he invitado a la tertulia del "Café Gijón" para que nos hable más adelante del libro. En 2012 escribí una recensión para una revista de otro de sus libros, "La democracia amenazada".
El mundo sería más libre, más igualitario y más justo si los seres humanos respetáramos los derechos morales y jurídicos de los animales.

Y si estudiáramos más.

jueves, 28 de marzo de 2019

"Ensoñaciones literarias", de Àngels Santa.

Estas ensoñaciones son artículos breves sobre literatura que conforman el último libro de Àngels Santa Bañeres, catedrática de literatura francesa de la Universidad de Lleida, que ha tenido la amabilidad de enviarme. Ángels sabe que para pasármelo bien unas horas me basta con un buen libro, una manzanilla caliente y un bolígrafo. A veces aparecen bolígrafos olvidados en los bolsillos de mis trajes o las chaquetas, y es cuando recuerdo un libro que debo releer.

Porque los libros también quieren que volvamos a ellos.

Àngels Santa me ha hecho recordar a muchos autores que he ido leyendo a lo largo de mi vida, la mayoría franceses, desde Molière, Lamartine o Hugo, hasta Yourcenar, Beauvoir o Lévy, pasando por Romain Roland, el autor de "Jean Christophe", uno de los libros más hermosos que he leído. La autora ha publicado estos artículos a lo largo de los años hasta hoy en periódicos como Diario de Lérida, La Mañana, Segre y Ressó de Ponent, hablando del amor y el deseo en la literatura, pero sin olvidar su relación con la muerte. La feminidad también ocupa un lugar privilegiado en sus textos. Al final se refiere incluso al cine. Y lo hace con una prosa clara y sencilla, pero a la vez profunda, nada periodística, sabiendo siempre de lo que habla.

Me gustan las mentes bien amuebladas.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Primavera en la tertulia del "Café Gijón".

Tener como invitado a Luis Alberto de Cuenca en la tertulia del "Café Gijón" para hablarnos de sus haikus (publicados por "Los Libros del Mississippi") te permite hacerlo también de Homero, Catulo, Aristóteles, Horacio, Virgilio, Kayyam, Cervantes, Shakespeare, e incluso de la literatura contemporánea, la que hoy sigue existiendo gracias a las redes sociales. Y de poesía lírica y épica, y de la propia narratividad que se observa en su obra.

¿Falta ese componente narrativo en la poesía española, y sobra tal vez el lírico?

Es lo que tiene ser licenciado y doctor en Filología Clásica, formar parte de la cultura de este país desde hace muchos años y mantener una humildad y una generosidad que solo poseen las grandes personas. 

Y lo mejor es que recita sus poemas con una perfecta dicción y persuasión. Lo demás lo ponen mis amigos que acuden cada martes a la tertulia.





martes, 26 de marzo de 2019

"Las mentiras inexactas".

"Ayer caminando por la Gran Vía de Madrid entré en la Casa del Libro y me encontré esta maravilla de libro.

Felicidades Justo Sotelo".

Esto es lo que escribió el otro día por aquí María Victoria Huertas, una de mis amigas tertulianas desde hace tiempo. Supongo que es el poder de la literatura, esa cosa que, como el amor y como dijo Cortázar en "Rayuela", nos puede dejar estaqueados en mitad del patio.

Por cierto, cada vez que recuerdo "Rayuela" no puedo evitar que me salga una sonrisa y casi un suspiro. Junto a "El idiota", "El filo de la navaja", "Cien años de soledad", las "Cartas" de Rilke, "Arias tristes" y alguno más, es uno de los libros que más veces he regalado en mi vida, con cualquier excusa. Todavía recuerdo la primera vez que lo leí, siendo apenas un adolescente. Son esos momentos inolvidables de la vida, cuando pasas de jugar con tus amigos a la rayuela que has dibujado con una tiza en la calle a entrar en la Literatura, que has escrito también con una tiza en una de las pizarras de la Universidad o en una página en blanco.

Después de todo la vida, como en la rayuela, consiste en ganarse el cielo (de unos ojos).

lunes, 25 de marzo de 2019

"Tertulia del 26 de marzo".

Mañana nos acompañará en la tertulia del "Café Gijón" el escritor, profesor e investigador Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950).

Es miembro del CSIC y la Real Academia de la Historia. Licenciado y doctor en Filología Clásica por la Universidad Autónoma de Madrid, fue director de la Biblioteca Nacional entre 1996 y 2000, y presidió su Patronato entre los años 2015 y 2018. En 1989 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión del anónimo "Cantar de Valtario" (siglo X) y el año 2015 recibió el Premio Nacional de Poesía por "Cuaderno de vacaciones".

Ya nos acompañó en la tertulia hace un par de años.

Su último libro publicado son los "Haikus completos", por parte de "Los Libros del Mississippi", editorial que dirige Antonio Benicio Huerga. En él se reúnen por primera vez todos los haikus que ha escrito, desde 1972 hasta 2018. Algunos de ellos son inéditos.

"La primavera en Castilla".

Cuando empieza la primavera, los pueblos castellanos todavía huelen a madera quemada en las chimeneas.

Me sumerjo en el humo de la plaza y observo cómo se divierten los jóvenes y bailan los viejos. Otros beben en la barra de los bares o pasean por los caminos llenos de flores mientras yo resuelvo ecuaciones de matemáticas. En esa plaza José Luis Garci escribió algunos de sus guiones. Eran tiempos en los que en España todavía había que aprobar asignaturas. Ahora suena una vieja canción de Nino Bravo en un disco que no terminamos de olvidar. Es la vida en primavera y ya no hay asignaturas pendientes.

https://youtu.be/3hf4c9y-Bhc



viernes, 22 de marzo de 2019

"Ya que acaba de llegar la primavera".

Mientras me tomo el primer café de la mañana, me viene a la cabeza una película inmensamente moderna, y eso que es de 1931. La Primavera, con mayúsculas, necesita un ramo de violetas, un rostro como ese y que nos mire Chaplin.


Porque luego está el final de la película. Siempre he pensado que en toda la historia del cine no hay un final como ese. Es cuando por fin podemos ver las cosas con claridad. Ya no nos mira Chaplin, sino que somos nosotros los que le miramos a él. De esa forma podemos ver la verdad, la poesía de la vida, la música, el arte, la literatura, el amor. 

En definitiva, podemos ver la Primavera:

https://www.youtube.com/watch?v=4EhyUN_OKIc



jueves, 21 de marzo de 2019

"À bout de souffle" o una breve reflexión sobre la técnica artística.

Un travelling recorre los Campos Elíseos de París como un enunciado moral (en la fotografía).

Los planos se rompen desde el principio de manera longitudinal, no existe sonido directo a pesar de que se rueda con cámara en mano, el monólogo interior lo llena todo y lo mismo ocurre con la mirada del autor y el narrador, que actúan como una especie de monólogo interior, como ya había ocurrido años atrás en la literatura y el arte. La cámara se detiene en cosas que no tienen que ver, aparentemente, con la acción, coches que pasan, carteles de cine en las paredes, diálogos anodinos entre los personajes, policías que no lo parecen. En realidad no hay acción. Tampoco puede olvidarse que la chica y el propio director de la película son los que terminan denunciando al protagonista a la policía. Los personajes repiten una frase de la novela de William Faukner "Las palmeras salvajes", "entre el dolor y la nada, prefiero el dolor".

(En la última tertulia se suscitó un debate sobre el concepto de estructura en una novela. Yo defendí lo que llevo años defendiendo: la literatura se está quedando muy antigua, sobre todo técnicamente).

Quizá el secreto sea vivir y escribir "à bout de souffle".

miércoles, 20 de marzo de 2019

"Yo te he querido mucho, pero no sé quién eres".

El poeta José Hierro convirtió estas palabras en unos versos. Las escuchó, por lo visto, en boca de la mujer de Dámaso Alonso, mientras estaba de visita en su casa. Y tales versos son la idea inicial de "Sinfonía de Praga", la novela del escritor leonés Demetrio Fernández de la que hablamos ayer por la tarde en la tertulia del "Café Gijón", aunque esta vez en su taberna, ya que la cripta estaba ocupada.

Me gustó todo. 

Las palabras de Almudena sobre Praga, convertida en un personaje más de la novela, las intervenciones de los otros tertulianos, como Zhivka, Catalina, Sol, Javier, Antonio, Santiago, Ángeles y Carmen, también las de los amigos del autor y la del propio Demetrio Fernández. Todas las tertulias tienen un elevado nivel intelectual, y ayer volvió a ocurrir. Es agradable escuchar a un escritor defender una novela de más de 500 páginas, además de hacerlo de otro libro anexo que resume su propia "Poética" sobre el arte de escribir novelas en este siglo XXI, casi como hizo Lope con el teatro unos cuantos siglos atrás. Estos temas siempre me han interesado y por eso me encanta discutir y debatir sobre ellos, que es lo que hicimos.

Y, ahora que lo pienso, al final me fui sin pagar mi manzanilla. Esto también es literatura, supongo.


martes, 19 de marzo de 2019

En el Día del Padre.

Tu bicicleta, papá, en la que me enseñaste. El jardín de tu retiro, la palmera, el castillo, tu nieto, tu hijo... allí donde estés.


"Sinfonía de Praga".

Esta tarde hablaremos en el Café Gijón de la novela "Sinfonía de Praga", del escritor leonés Demetrio Fernández González, que a veces nos acompaña en la tertulia.

Demetrio Fernández trabajó como Agregado de Educación en la Embajada de España en Praga, y en ese lugar conoció a uno de mis ex alumnos que más aprecio, que también fue tertuliano hace más de 20 años, antes de hacerse diplomático (estas casualidades son parte del encanto de la vida). Almudena Mestre presentará la novela. A continuación recojo un link (texto y audio) sobre la presentación del libro el 2018 en el Instituto Cervantes de Praga, la ciudad donde transcurre la trama, en dos momentos distintos de la apasionante historia europea del siglo XX:

https://www.radio.cz/es/rubrica/cultura/sinfonia-de-praga-una-novela-que-propone-una-lectura-moderna-distinta

(La tertulia será como siempre a las 18.30 en el Paseo de Recoletos 21 de Madrid).
 
 

lunes, 18 de marzo de 2019

"El arcoíris de los soñadores, de los pintores, de los poetas, de las obras de teatro".

Al despertar esta mañana he mirado hacia afuera y he visto el arcoíris como si fuera un puente entre los hechos y los sentimientos, entre las ciudades y las cosas. Hay un paraíso fuera de nosotros (una isla, sin duda) y otro que ocupa nuestro interior. Y he recordado que el otro día el filósofo y profesor Rubén Muñoz Martínez comentó por aquí que lo que se parecía a París era mi mirada, cuando escribí que ciertos lugares de Madrid se parecen a París. Después el músico y filólogo Dani Sanz dijo: "Justo, recuerda la frase del Talmud: "No vemos las cosas como son, las vemos como somos". ¡Tú eres París entonces! ¡La ciudad luz!" 

Anoche pusieron en la 1 la película "La la land". Hacia el final, el personaje que interpreta Emma Stone canta una canción en una audición sobre una tía que tenía en París. La canción va dedicada a todos los soñadores, esos tontos sin remedio. Porque en realidad es necesario un poco de locura para ver la vida con otros colores (quizá los del arcoíris). "Así que traigan a los rebeldes, los pintores, los poetas y las obras de teatro".

https://www.youtube.com/watch?v=mZKK8pNExNg

El arcoíris abandona mi retina y llega hasta mi cerebro. Entonces imagino que las cosas no existen como tales, en sí mismas, sino en la forma en que las vemos. 

En que las somos.

domingo, 17 de marzo de 2019

Amanece.

Amanece. 

Me quito las gafas delante del mar y este deja de mirarme. Es entonces cuando empiezo a preguntarle cosas. No hay respuestas, solo preguntas.

El mar sabe que el mundo cabe dentro de mi mente y que con ella puedo lograr lo que me proponga.

sábado, 16 de marzo de 2019

viernes, 15 de marzo de 2019

Con mis alumnos.

Ayer no teníamos nada especial que celebrar, ni cumpleaños ni nada por el estilo. No obstante, me hice esta fotografía al terminar la clase con otro de mis grupos de alumnos, de la Carrera de ADE y Relaciones Internacionales, unos chicos preparados e inteligentes.

En realidad lo que celebrábamos es la vida, los meses que pasamos juntos. Nos llevamos muy bien y por eso siempre estamos sonriendo, al llegar al aula, al empezar y acabar la clase, en cualquier momento de esta, aunque estemos analizando situaciones económicas de cierta complejidad, como el Modelo IS-LM, con las variables fundamentales de la renta o producción y el tipo de interés nominal.

Como en toda relación humana (y la de la Universidad resulta esencial en la vida de las personas), se trata de llegar al punto medio, a ese "mesotés" aristotélico donde radica la virtud.

Y ser felices.

El libro de Almudena Mestre sobre mi obra literaria.

(Si para esto sirve la literatura, bienvenida sea. Gracias José Félix, gracias Almudena).

EL ENSAYO.

"Siempre que hablo de jazz, me sale una voz pareja." (Julio Cortázar)

(Post dedicado a Cristina, mi nieta, que hoy cumple sus primeros cinco años de vida).

Recientemente me llegó por correo el obsequio de Almudena Mestre, mi gran amiga de Madrid. El paquete contenía su último ensayo en forma de tesis “LENGUAJE Y FICCIONALIDAD A RITMO DE JAZZ” con el subtítulo “La obra literaria de Justo Sotelo”, editada por Huerga y Fierro. No es la primera obra que me envía. Antes fue un documentado libro descriptivo de un lugar muy entrañable para ella “El Capricho de Madrid”. Jardines en los que inspirarse para recitar sus hermosos poemas del viejo y nuevo Madrid.

La conocí, cómo no, durante la travesía de mi trasplante en el Toma Jamón de Majadahonda acompañada de su marido cuando me vinieron a visitar para apoyarme con sus palabras. Al protagonista de su ensayo Justo Sotelo Navalpotro lo conocí por casualidad en un vuelo Tenerife-Madrid en el que charlamos de lo humano y lo divino como no podía ser menos con un escritor de su enjundia, profundo conocedor de la naturaleza humana. Coincidimos mucho después en una presentación de su libro “Los Cuentos de los Viernes” en la Librería de Mujeres de Santa Cruz de Tenerife.
Repaso de una trayectoria, temáticas diversas, estructuras de su lenguaje rico en ingenio e imaginación, repaso de los sucesos de encuentros inesperados, estados mentales y poderosos quiebros entre el poder y el erotismo. A través de códigos establecidos en su lenguaje se van desbrozando las modalidades narrativas de un autor en el que convergen lo extraordinario y lo cotidiano en una sucesión de auténticas creaciones de ficciones novedosas envueltas ciertamente en un aroma jazzistico que envuelve imágenes siempre enriquecedoras.

Me ha cogido en el preciso momento en el que intento desarrollar un acercamiento a una época romántica en el siglo XIX desde las distancias que delimitan mi Isla y la hacen infinitamente lírica y costumbrista.

Victorina Bridoux (1835-1862) la dama romántica de Tenerife, cuyo libro póstumo “Lágrimas y flores” me sedujo desde el principio, editado por su marido, me sirvió de lectura en los Jardines del Capricho durante mis días de recuperación. Se fraguó casi desde allí un proyecto de inmersión en una figura femenina que por su escasa trayectoria vital, su vida especialmente romántica y el hecho de ser la primera mujer autora de un libro de poemas completamente resuelto en un compendio de versos íntimos y desbordantes me hizo amar la Poesía con mayúsculas. Ella fue la conductora de una sucesión de voces femeninas que en medio de una población sesgada por la rutina y la desidia elevó su voz juvenil para describir el estado de ánimo y el sentir de su alma con el impudor de los que tratan de trascender en la vida.

Nada que ver mi intento con los excelentes trazos que dejó la grande y longeva María Rosa Alonso(1909_2011) con su ensayo “En Tenerife, una poetisa. Victoria Bridoux Mazzini” que me sirvió de guía y aún me sirve de acicate para acercarme al personaje profundizando en su obra.

Almudena Mestre es de esas personas que ayudan en la enfermedad y en el andar por los caminos de la humilde creación de un arquitecto metido a hombre de letras. Un ser maravillosamente sincero y amable que, hecha a sí misma, trabaja incansable en su formación antes de dar cada paso. Personas así estimulan. Y ambos, autora y biografiado, me enseñan caminos que yo solo he de recorrer en muy escaso tiempo.

Gracias a ellos, gracias a Victorina con sus escasos veintisiete años, comprendo lo que puede dar de sí esta experiencia a la que me aferro con toda mi alma después de acumular todo lo que he podido aprender y contar todo lo que podido encontrar.

José Félix Sáenz-Marrero Fernández.

26/2/2019 (te espero en las próximas páginas, Cristina).


Literatura de mujeres.

La tertulia en el "Café Gijón" fue comprometida, debatida y, sobre todo, divertida.

Empezamos la conversación hablando de si existe realmente una literatura de mujeres y acabamos haciéndolo de varias de las mujeres directoras del cine español, como Coixet, Bollaín y Querejeta. Y si también ellas hacían películas de mujeres o no. Entre medias María Victoria nos habló de magia, Javier utilizó la tecnología para alumbrar un poema en papel, no para leerlo en el móvil, María Antonia comentó su último libro, que se iniciaba con una frase de Woolf, Cristina nos llamó machistas a unos cuantos, yo me dejé la poca voz que me quedaba, Peter nos contó las experiencias de su padre, profesor de filosofía, con sus jóvenes alumnos lectores, Mariwan citó unas frases de Nietzsche, Santiago, Almudena, Eduardo, Juanjo, Isabel, Antonio y las tres Cármenes dijeron también cosas oportunas y salieron por allí los nombres de Sand, Austen, las hermanas Brönte y Hugo.

Lo más interesante de todo esto es que no llegamos a ninguna conclusión, por supuesto. Mientras les hacía las fotografías y escuchaba dialogar a mis amigos con tanta pasión, cortándose unos a otros y llevándose la contraria, pensaba que el secreto de estas tertulias basadas en "el arte por el arte" es la capacidad que tienen algunas personas para involucrarse en los asuntos que no sirven para nada, y por eso son los más importantes.

¿O es que la literatura y el cine sirven para algo, y sentarse un martes para hablar de ello en un café?


Tertulia del 12 de marzo.

"Mujeres escritoras" como tema de conversación en la tertulia del "Café Gijón".

A partir del artículo que compartí en las redes sociales el viernes pasado en relación a la "habitación propia" de la escritora británica Virginia Woolf, donde se habla de algunas escritoras de su época y anteriores, he pensado que quizá fuera interesante que los tertulianos establecieran un paralelismo con la situación actual.

Estos días he releído "La señora Dalloway", una de las obras maestras de la literatura del siglo XX, y mientras lo hacía me preguntaba si las jóvenes de esta época que pretenden ser buenas escritoras la han estudiado y usado como punto de arranque para sus propias obras. La edición que he tenido en las manos es la de Lumen, de 2002, y lleva un prólogo de Vargas Llosa, que también convendría leer. Como dice en la fotografía que he puesto, "solo las ficciones fracadas reproducen lo real: las logradas lo aniquilan y transfiguran".

Es el aire a primera hora de la mañana.




jueves, 14 de marzo de 2019

Maquillaje.

"Me parece que la literatura está en todas partes o, dicho de otra manera, esta vida es una película".

Me gustan los Cafés que son una especie de representación y resumen del mundo, ese bazar de las sorpresas donde puedes tomarte un cortado, leer la prensa, escuchar música, escribir esa novela que aún no has terminado de vivir y comprarte un vaquero, una chaqueta, un sombrero o un foulard francés. 

Y escuchar las sirenas de los barcos.

Lo que nunca he comprado en estos sitios es colonia. El único perfume que he usado toda mi vida sobre la piel es la libertad.
De todas formas siempre nos podemos maquillar, ¿no?

https://www.youtube.com/watch?v=ragCF0saWJY

Estudio de Almudena Mestre sobre Haruki Murakami y Justo Sotelo.

El análisis comparativo desde la semántica del texto entre los pozos y pasadizos de dos novelas posmodernas: “Las mentiras inexactas” (2012) de Justo Sotelo y “La muerte del comendador” (2018) de Haruki Murakami.


domingo, 10 de marzo de 2019

"Carnaval".

Siempre me ha gustado el Carnaval, en la misma medida en que me gusta la libertad y me aparto del poder.

En su momento estudié al gran teórico ruso Mijaíl Bajtín y entendí algunas cosas, que él aplicó a la obra de Dostoyevski, como la "familiarización", la "excentricidad" (que permite que los aspectos subliminales de la naturaleza humana se manifiesten y expresen de manera "sensorialmente concreta"), las "disparidades carnavalescas", los "rebajamientos" y "obscenidades" en la profanación característica de las conductas más naturales y festivas del hombre. Así hay acciones específicas que a los ojos de Bajtín dan cuenta del tipo de percepción del mundo carnavalesco de Dostoyevski. Entre ellas destaca la coronación y destronamiento del rey, ritual representado en la celebración y que en su expresión literaria crea la imagen de los cambios y transformaciones a las que un hombre libre como el héroe de Dostoyevski siempre puede aspirar.

He estado en muchas fiestas de Carnaval en mi vida y por eso algunos de mis personajes tenían que conocerse en ellas. Esto ocurre por ejemplo con los protagonistas de "La paz de febrero". Luis Seone cuenta la historia de la novela en primera persona, y en la página 33 dice que Natividad Duarte y él se conocieron en el baile de Carnaval del Círculo de Bellas Artes, y ya no se separaron. Ella llevaba una camisa semi transparente y un pantalón de seda con diversas figuras geométricas estampadas en él, y se había cubierto el rostro con un antifaz con la forma del violoncello femenino de Man Ray. En ese momento Diego "El Cigala" y Bebo Valdés interpretaban las canciones de su último disco, "Lágrimas negras". Si lo dice Luis será verdad; no se lo voy a discutir. Yo no soy el narrador de esa historia que se inicia en Madrid cuando la gran manifestación contra la Guerra de Irak. Es cierto que me llamo Justo Sotelo, lo mismo que el tipo que firma el libro.

Solo sé que voy a escribir este post, subir las fotografías del desfile final de ayer (el Coso) en un lugar que se parece al Paraíso, tomarme un café y escuchar este disco, que es el leitmotiv musical de la novela, junto a "Dido y Eneas", de Purcell, la primera ópera inglesa de la historia:

https://www.youtube.com/watch?v=kb_TDpOlDEQ



sábado, 9 de marzo de 2019

"Es el lado místico de la soledad".

 
Amanece lentamente, paseo por la orilla del mar mientras leo un pasaje de "Las olas" de Virginia Woolf y siento que la música de Arvo Pärt se apodera de mis sentidos. 

"Permitidme que alce mi canción de gloria. Bendita sea la soledad. Dejadme solo. Dejad que me quite y arroje lejos este velo del ser, esta nube que cambia al más leve soplo del aliento, noche y día, y toda la noche y todo el día. Mientras estaba aquí sentado, he cambiado. He visto cómo el cielo cambiaba. He visto cómo las nubes cubrían las estrellas, cómo liberaban las estrellas, cómo volvían a cubrirlas. Ahora ya no observo el cambio de las estrellas. Ahora nadie me ve y he dejado de cambiar. Bendita sea la soledad que ha quitado la presión de los ojos, la invitación del cuerpo y toda necesidad de mentiras y frases". 

"Los ángeles" es la 4ª Sinfonía del compositor estonio:

https://www.youtube.com/watch?v=2DJUN2M3D-E





jueves, 7 de marzo de 2019

"Virginia Woolf y la independencia de la mujer".



"Como mujer, no tengo patria. Como mujer, no quiero patria. Como mujer, mi patria es el mundo entero"  (Virginia Woolf). 

La mujer por fin es independiente, y se ha liberado de las trabas económicas, culturales y sexuales a las que ha estado sometida casi secularmente, al menos en el mundo occidental. En ese sentido, puede decirse que la mujer ha sido la gran “revolucionaria” de los siglos XX y XXI gracias al trabajo de un sinfín de mujeres que se han dejado la piel durante años para lograr un futuro mejor.

Uno de los ensayos más lúcidos que se han escrito sobre la independencia de la mujer es “Un cuarto propio”, de Virginia Woolf (o “Una habitación propia”, en otras traducciones). La escritora inglesa escribió su estudio en el mejor momento de su actividad creativa, tras escribir “La señora Dalloway” en 1925, “Al faro” en 1927 y “Orlando” en 1928, y antes de publicar “Las olas” en 1931. El estudio se corresponde con dos conferencias dadas en octubre de 1928 en la Sociedad Literaria de Newham y la Odtaa de Gritón, y con el paso del tiempo se ha convertido en una declaración de intenciones por parte de su autora sobre lo que entendía por la relación entre las mujeres y la literatura.


Las mujeres de su época (salvo las excepciones como las integrantes del grupo de “Bloomsbury” al que pertenecía) habían vivido atrapadas en el interior de los asfixiantes contextos económico, político y social construidos por los hombres. Para preparar sus conferencias, Virginia Woolf se sentó a mirar el tranquilo fluir de un río y llegó a la conclusión de que la mujer necesitaba disponer de dinero, es decir, de independencia económica, que era como decir de un cuarto propio para escribir.


Virginia Woolf se inventa una estructura que intenta mezclar la narración con el ensayo, utilizando personajes y lugares concretos. Nos encontramos en Oxbridge y “el yo narrador” se llama Mary Neton o Mary Seton o Mary Carmichael. El arranque del capítulo 1 son los estudios de Charles Lamb, a quien Virginia admiraba profundamente. Y en seguida aparece la idea de la “biblioteca”, con libros de Milton, Tackeray, etcétera, y hacia ella se dirige la protagonista. El primer problema con el que se encuentra en ese lugar repleto de libros es que no puede entrar una mujer, salvo que vaya acompañada por un “felow” o disponga de una carta de presentación. De pronto, ve un gato sin cola a través de la ventana; le parece que, como le ocurre a ella misma, el animal también se está interrogando sobre el sentido del universo. Como en una suerte de epifanía, sale de la habitación donde ha estado escribiendo y viaja hacia el pasado, a un tiempo anterior a la guerra, cuando la gente cantaba feliz mientras charlaba, y citaba versos de escritores como Tennyson y Rossetti. Siguiendo a estos poetas, las cosas que cantan hombres y mujeres son muy distintas, aunque sean igualmente bellas. Los hombres hablan de su destino, su futuro, su camino, mientras que las mujeres lo hacen sobre todo de amor, de un sentimiento que les va a procurar la felicidad. Pasado el tiempo, la protagonista cantará los dos tipos de poemas mientras camina en dirección a Ferham o Headingley.

Tras la guerra, se rompió la ilusión por seguir recitando versos, y los hombres y mujeres empezaron a verse feos. Ese es el momento que elige la protagonista para iniciar una cena frugal en casa de una amiga. Surge una conversación sobre lo difícil que es recaudar dinero para crear colegios femeninos, por oposición a lo fácil que es en el caso de los colegios para varones. Se emiten reproches a la mala educación que ellas han recibido de sus madres, que no les han enseñado, precisamente, a ganar dinero. Se podrían haber conformado con una pequeña herencia, que les hubiera permitido cambiar de tema de conversación para empezar a hacerlo de biología, matemáticas, arqueología, física... Pero no, sus madres no les habían educado para tener esas conversaciones, sino para parir cuantos más hijos mejor, esperar el regreso al hogar del marido y “creerse” felices con esa vida ordenada.

En el capítulo 2 nos trasladamos a Londres, al interior de una habitación como tantas de la época. Vemos un papel encima de la mesa que dice: “Las mujeres y la novela”. Es entonces cuando la protagonista de la historia se pregunta sobre el efecto de la pobreza, lo que le lleva a equiparar a la mujer con el pobre. También se hace otra pregunta: ¿cuáles son las condiciones para crear arte? Las respuestas a las interrogaciones las busca en el British Museum, y hacia allí se dirige.


Ya en la biblioteca de la institución se pregunta por qué tantos libros hablan de mujeres, pero no están escritos por mujeres, sino por hombres, algunos inteligentes, pero otros... Y nos encontramos ante una paradoja: las mujeres no escriben libros sobre hombres. Acto seguido hace una lista sobre cómo vemos los hombres (escritores) a las mujeres. ¿Es verdad que las mujeres tienen cerebro, y carácter? Las mujeres eran sacrificadas, por ejemplo, en ciertas culturas, eran más débiles que los hombres, más atractivas también, por qué... Goethe honró a las mujeres, Mussolini en cambio las despreció.

Los hombres consideran inferiores a las mujeres, pero es para representar mejor su superioridad, algo básico para los que tienen el poder. Si es posible demostrar que la mitad de la población es inferior a ti, es que tú tienes más poder, y te sientes más alto, guapo y maravilloso. La grandeza de tipos como Napoleón y Mussolini viene dada por esa percepción de superioridad sobre los demás.

Virginia Woolf efectúa en su “cuarto propio” un repaso histórico al papel de la mujer escritora a través de la literatura, así como de su participación como personaje, histórico o de ficción. Siempre ha habido mujeres importantes: Clitemnestra, Medea, Desdémona..., y no sólo en el teatro, sino también en la novela: las mujeres descritas por Proust y Balzac. Sin embargo, ¿la mujer ha sido tratada igual fuera de la literatura? 

Si lo gatos sin cola no van al cielo, se dice la narradora del ensayo de Virginia Woolf, las mujeres que vivieron en el tiempo de Shakespeare, tampoco pudieron escribir como lo hizo él. ¿Si Shakespeare hubiera tenido una hermana llamada Judith, habría podido escribir las obras de su hermano?

Shakespeare aprendió latín en la escuela secundaria, y tuvo la fortuna de leer a Virgilio, Ovidio, Horacio, y estudiar gramática y lógica. Vivió una juventud aventurera, y se fue a Londres en busca de fortuna después de tener un hijo. Le gustaba el teatro, eso estaba claro. Fue actor, autor, tuvo éxito, y se convirtió en el amo del mundo. ¿Qué hubiera podido hacer su hermana? Sus padres la querrían, faltaría más, pero pensarían en casarla con el hijo de un rico comerciante de la localidad. Como Judith estaría enamorada de la “musicalidad” de las palabras, se marcharía de su casa (pudo haberlo hecho, sin duda), iría también a Londres, querría trabajar en el teatro, pero nadie la contrataría. Lo más que podría lograr sería quedarse preñada de un autor, un actor o un director. Y moriría sin pena ni gloria.
 
Cualquier mujer “artista” en el siglo XVI se hubiera vuelto loca de vivir algo parecido, o incluso se habría suicidado, aunque es posible que también les ocurriera a muchos hombres. A todo ello habría que añadir el sentido de la castidad que tenían que guardar las mujeres en esa época (y en la propia época que le tocó vivir a Virginia Woolf, incluso años después en la época de Franco en España, por hacer otras comparaciones).

  
Llegamos a uno de los puntos clave del estudio de Virginia Woolf: escribir una obra genial es una proeza de gran dificultad. Todo está en contra de ello: los perros ladran, la gente grita, hay que ganar dinero, la salud falla cuando menos se espera. El mundo no te pide que realices ninguna obra, y tampoco una obra maestra. Si sale, es un milagro. En el caso de la mujer (no el de Carlyle, Keats, Flaubert, asegura Virginia Woolf) estaríamos ante un doble milagro. Ya no sería: “escribe si quieres, que a mí me da igual”, dirigiéndose al hombre, sino “¿escribir, para qué?”, dirigido a las mujeres.

Poco después nos detenemos (ya en el capítulo 4) en mujeres escritoras que sacaron a la luz el “odio” al poder del hombre, porque tal vez no pudieron hacer otra cosa, como le ocurrió a Lady Winchilsea. ¿Y qué decir de la amiga de Lamb, Margaret of Newcastle, que escribió sobre su situación de intelectual marginada, antes de caer en los brazos de la locura? Así llegamos hasta Behn, un pilar fundamental en esta historia sobre los derechos de las mujeres, una mujer de clase media que se tuvo que ganar la vida con su ingenio, y trabajar con los hombres de igual a igual. Demostró que podía ganarse la vida escribiendo, quizá porque, después de todo, el dinero dignifica lo que es frívolo si no está pagado.

Jane Austen, las hermanas Brontë y George Eliot fueron mujeres que abrieron el camino a otras muchas, algo similar a lo que ocurrió siglos atrás con los hombres que se dedicaban al arte. La primera de las autoras citadas por Woolf, por ejemplo, escribió sin odio, sin amargura, sin temor, sin protestas, sin sermones, y algo similar le ocurrió a su modo a Charlotte Brontë, otra mujer que tampoco quiso ser encorsetada en su época.

A través de este razonamiento, llegamos a una primera conclusión: las mujeres escriben como escriben las mujeres, no como lo hacen los hombres.


En el capítulo 5, la autora llega a la estantería de los autores vivos. A esa altura del tiempo, las mujeres ya escribían de todo, y usaban la literatura como un arte (casi autobiográfico) que terminaría convirtiéndose en un medio de expresión. Ahora el planteamiento tiene que ser más severo con las propias escritoras que empezaban a dominar tantos terrenos intelectuales. ¿Por qué las mujeres escritoras creaban heroínas demasiado simples, alejadas de complejidades sentimentales? Es evidente que Virginia Woolf no pretendía caer en la “tonta” y gratuita alabanza de su sexo. Sin embargo, tras mostrarse dura con las escritoras, se pregunta qué ha quedado de tantas mujeres que siempre se han comportado como buenas esposas y buenas madres. Los escritores en general deberían admitir que es más interesante profundizar en el alma de los personajes, ya sean hombres o mujeres, que en el de alguien como Napoleón, por decir algo.


Una segunda conclusión interesante para las mujeres escritoras es que deben escribir olvidándose de que son mujeres, intentando llenar las páginas de esa cualidad sexual que solo se logra cuando el sexo se ha convertido en algo inconsciente de sí mismo.


En el último capítulo del ensayo nos situamos en el 26 de octubre de 1928, un día en que Londres no piensa precisamente en escribir novelas, ya sean de hombres o mujeres, y tampoco en los escritos de Shakespeare. La protagonista reconoce el esfuerzo que ha hecho en los dos últimos días para separar un sexo de otro, con su influencia sobre la “unidad de la mente”. Lo ideal es que los sexos cooperen. ¿La mente tiene también dos sexos, se pregunta, que se corresponden con los dos sexos del cuerpo que necesitan estar unidos para lograr la satisfacción y la felicidad?

  
Este razonamiento le lleva a una tercera conclusión, y es que lo ideal es que existan escritores “andróginos”. Coleridge argumentó que las grandes mentes eran andróginas, y ese tipo de escritores son los que apasionan a Virginia Woolf: Shakespeare, Sterne, Keats, el propio Coleridge. La mujer es ser mujer con algo de hombre, y el hombre es hombre con algo de mujer.


Y de aquí saltamos a la cuarta conclusión: lo que hay que hacer es leer y escribir cuantos más libros mejor. Los libros nos sirven para entender el mundo, y da igual que los hayan escrito una mujer o un hombre.

Virginia Woolf fue una mujer contestataria, llena de contradicciones y ambigüedades, propias de su forma de ser, pero también de su educación y el momento que le tocó vivir, siempre en lucha entre el “deber ser” como mujer y el “querer ser”. Una sensibilidad que volvía al útero materno cada vez que se ponía a escribir, un regreso a la infancia que le servía para encontrarse consigo misma, con sus fantasmas y fantasías, sin dejar de sentir el complejo de Electra, incluso de Edipo, como si Egisto y Clitemnestra, o Layo y Yocasta, siguieran dictando sus sentimientos. “Yo soy una sensibilidad cuando me pongo a escribir”, escribió, y nos dijo mucho más con esa frase que lo que puedan argumentar sus biógrafos a lo largo de cientos de páginas.

Hace unos años viví una anécdota personal. Era la manifestación que se hizo en Madrid contra la guerra de Irak. Habíamos quedado varios amigos junto a la fuente de Cibeles. Allí había personas de todo tipo, de todas las razas, edades y sexos. La hermana de un amigo se puso a hablar de los cambios que estaba experimentando la mujer española en los últimos tiempos y yo le recomendé la lectura de los libros de Virginia Woolf. La sensibilidad de esta escritora podía cuadrar perfectamente con la suya, y le regalé un libro que llevaba como un tesoro en el bolsillo de mi gabardina: "Una habitación propia". Dos semanas después supe que aquella mujer hermosa, sensible y culta se había separado de su marido. Durante la noche de la manifestación contra una guerra injusta y gratuita había devorado el libro de Virginia Woolf; por supuesto que llevaba un tiempo cuestionándose una relación que no funcionaba y que la lectura de un libro no puede impulsar, por sí sola, ninguna medida que permita cambiar de raíz la vida de una persona.

El regreso a la realidad supone siempre un empobrecimiento brutal: la comprobación de que somos menos de lo que soñamos. Vivir la vida que uno no vive es fuente de ansiedad, un desajuste con la existencia que puede tornarse en rebeldía. Salir de uno mismo, ser otro, aunque sea ilusoriamente, es una manera de ser menos esclavo y de experimentar los riesgos de la libertad.

Tras una de sus recaídas “mentales”, Virginia escribió que la sangre estaba volviendo de nuevo a su cerebro; era un sentimiento extraño, como si una parte de ella estuviera regresando a la vida. Todas las voces que solía escuchar, que le decían que hiciera todo tipo de locuras, se habían ido.

La literatura de Virginia Woolf se ha convertido en clásica no porque todo el mundo confiese releerla, lo que podría querer decir que nunca se la ha leído por primera vez, sino porque sus libros reflejan la forma de vivir (y escribir) de muchas personas medio siglo después de su despedida de este mundo. No conozco a nadie que no haya vuelto a leer a Virginia Woolf después de haberla leído por primera vez. Solo es difícil lo estimulante, y yo estoy convencido – casi persuadido de ello – de que "Al faro", "La señora Dalloway" y "Las olas" son algunos de los libros más estimulantes de mi vida.

En el grupo de Bloomsbury todos sabían que solo dos personas podían ser consideradas completamente geniales: John Maynard Keynes y Virginia Woolf. El sobrino de esta – Quentin Bell – escribió del primero que era increíblemente inteligente, tenía una naturaleza sensual, afectuosa, volátil y optimista, que podía resultar muy atractiva. Fue el personaje más grande que Virginia llegó a conocer nunca íntimamente. Yo estoy convencido de que a Keynes le ocurrió lo mismo respecto a Woolf, a pesar de que en los últimos años de su vida renegara hasta cierto punto de la visión del mundo que había aprendido de G. E. Moore.