domingo, 30 de mayo de 2021

"Descripción de una mujer enamorada".

"Esa noche su sangre se transformó en energía femenina y masculina, una especie de vino que se bebieron la luna y el sol, y eliminó las arrugas de su rostro y de su vientre. Desconocía cuánto tiempo había estado tumbada, desnuda, sin dejar de sudar. El camisón, arrugado y sucio, se había caído al suelo. Su cabeza giraba como una noria sin control, pero aun así encendió la radio. Había dormido toda la tarde y toda la noche. Se tomó una aspirina y un café, y se encontró mejor. El rostro de Sergio se hinchaba en su mente como un gigantesco neumático de automóvil, y hasta oía su vasto e inmenso deseo de aplastar el universo con su fuerza. Había sangre en la sábana. Se llevó la mano a la frente, y no sintió las décimas de fiebre que demolían las paredes de su conciencia. Trató de calmarse con un segundo café, y después buscó sin éxito un paquete de cigarrillos. De lo más hondo de su corazón salió una sonrisa dirigida a las manchas fugaces, como su regla interminable; era una sonrisa enferma, a un paso del delirio. O se había vuelto loca, y veía visiones, o la sinrazón cegaba sus pupilas con los rasgos de ese crío. Se encerró en el cuarto de baño. Tocaba su cuerpo, pero no le pertenecía, intentaba limpiarlo, pero nuevas carcajadas se desplomaban en las esquinas de su garganta. Se vistió, y se sentó otra vez en la cama. Las paredes de la habitación se le caían encima. No podía permanecer más tiempo allí dentro, no tenía ningún sentido, tenía que fumar y pensar. Necesitaba explicarse qué había ocurrido con su cuerpo y, más que nada, con su mente (con el deseo de su mente). Se dirigió al restaurante de Princesa. Las calles estaban vacías; los barrenderos las limpiaban con cuidado, como si fueran suyas, confiriendo a su trabajo una dignidad manifiesta. Por los arcos de Moncloa se movía un camión del Ayuntamiento tratando de quitar con alocados chorros de agua la grasa de los coches. Tuvo que esperar unos minutos sentada en un banco hasta que abrieran el restaurante. Después de empujar la puerta de cristal, se dirigió como una autómata hacia la máquina de tabaco. La cafetera aún no estaba preparada, y apuró dos vasos de agua para apaciguar el resquemor de su garganta. Unos minutos después se bebió un café solo de un trago, y comenzó a fumar casi temblando. Por fin, empezó a encontrarse mejor. ¿Qué es lo que tenía que hacer, se preguntó mirando a la calle, volver a la librería y declararle su amor? Sergio no era más que un ególatra cuyo único afán consistía en mantener vivo su mundo. ¿Acaso podía considerarse una de sus amigas? ¿Qué podía aportarle a esas alturas de su vida? ¿No sería para él un sucedáneo de su padre, o de esa madre de la que le daba miedo hablar? Entonces, ¿por qué le había besado y acariciado? Era deseo, por supuesto, todavía podía despertar deseo en un hombre... La librería era el centro del mundo para un grupo de personas, y empezaba a serlo para ella por culpa de un muchacho de veintitantos años. Todo ello saltando de una casilla a otra en el juego. Sergio Barrios, Miguel Ángel Andés, Raúl Torres, Albertina Duarte, María José Castillo, Pepe Utrera, Elena Estrada, Dominic Yanes, Magda Rubio, Anselmo Xiles (...) ¿En qué casilla de la rayuela colocarían Oliveira, o Cortázar, ese interés por recuperar la alegría? ¿Ella también podría ser feliz por encima de todo? Ser feliz con la pasión agitando sus sentidos. Pero, ¿qué sabía ella de Sergio? Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estoqueada en mitad del patio... ¡Estoqueada en mitad del patio! Como si ella tuviera derecho a reprocharle nada a nadie, ni siquiera a Cortázar. Podía repetir la edad de los filósofos griegos. Sócrates había vivido sesenta años, Aristóteles lo había hecho sesenta y tres, Anaxágoras setenta y dos, Pitágoras ochenta o noventa, Platón ochenta y uno, Diógenes noventa, Demócrito cien o ciento nueve... Su inocencia se perdía en un día interminable en compañía de un crío (...)

("Las mentiras inexactas", 2012, Izana, Madrid, pp. 106-109).
(Nora Acosta es una profesora de literatura de la Complutense que tiene cincuenta y tantos años, y se enamora de su alumno Sergio Barrios, un joven librero de la plaza Santa Ana, en el centro de Madrid).
 
La fotografía es de la presentación en las Cuevas de Sésamo, pues fue el escenario en que pensé para crear la librería, y corrió a cargo del crítico del Cultural del ABC Juan Ángel Juristo y mi profesora Fanny Rubio, de "poesía contemporánea" en la Complutense. Allí empecé mis tertulias. Era el más joven, y a mi lado estaban Antonio Zaballos, Miguel Ángel Andés, Pepe Utrera, Manolo, el pianista, y otros amigos. Ya he contado alguna vez que siempre que me veía bajar las escaleras de la cueva, Manolo interpretaba dos canciones para mí. 
 

sábado, 29 de mayo de 2021

"Leer es sexy".

A veces me dicen que soy un escritor sexy, lo que siempre me saca una sonrisa de incredulidad; la última vez ha sido el otro día en esta red social. Y ahora me apetece escribir un poco sobre ello. Lo sexy nace en la sugerencia, en la posibilidad. Aquello que nos atrae física y sexualmente crece en la ausencia parcial, en lo que no se ve, pero se intuye que está en alguna parte. El problema es que lo que cada uno entiende que es "seductor" para los demás a menudo es irreal, una fantasía motivada por la época en la que vivimos. A uno le hace o no sexy su propia autoestima, el que te importe un comino lo que los demás piensen de ti. Es algo más psicológica que físico, creo, y no tiene que ver con la edad ni con la ropa que te pongas. La moda cambia continuamente, pero no sucede lo mismo con la valoración que cada cual hace de sí mismo. Ayer escuché en alguna parte que Kurosawa, el más grande director de cine japonés del siglo XX, intentó suicidarse porque la crítica había menospreciado una de sus películas.
 
Mientras me tomo un café y observo esa fotografía, me vienen a la cabeza cuatro películas muy hermosas y muy literarias. Ver cine, cierto tipo de cine, como leer cierto tipo de literatura, es bastante sexy:
De "Martin H" (1997), de Adolfo Aristarain:
 
De "El lado oscuro del corazón" (1992), de Eliseo Subiela:
 
De "Lo importante es amar" (1975), de Andrzej Zulawski:
 
Y falta la banda sonora a este post, la de "Deseando amar" (2000), de Wong Kar-wai:
 

 

viernes, 28 de mayo de 2021

"Reseña de Efi Cubero sobre Poeta en Madrid".

"La única resurrección es la belleza".

La resonancia y la repercusión de cualquier obra artística no solo se mide por las reseñas que se hacen de ella, y por el medio donde se publican, sino por la calidad de las personas que las escriben. Las que está originando mi última novela, "Poeta en Madrid", después de su aparición el pasado febrero, justifican las palabras anteriores. Ha vuelto a suceder con la de la ensayista, poeta e historiadora de arte Efi Cubero (Granja de Torrehermosa, Bajadoz, 1949), publicada el miércoles en MadridPress. En ella Efi usa la frase sobre la belleza y la resurrección con la que he titulado este post:
 
 
Ahora vuelvo a leerla y me detengo en estas frases tan inteligentes como bien significativas: "Es, desde ese “significante libre alejado del falso significado” (al que aludía Roland Barthes), fuera de una condición represiva, donde esta escritura se adentra mediante el placer del lenguaje y su verdad, al diversificar el argumento entre la concepción literaria de tiempos simultáneos, haciendo partícipes a los lectores en tácticas de desmarcamientos y huidas y ofrecer una trama, no unificada e indudablemente compleja, mediante hipótesis y ausencias o frente a la omisión, deliberada a veces, del personaje principal, Gabriel Relham" (...) O esto otro: "Como Javier Del Prado Biezma considero a Justo Sotelo, sobre todo, poeta. Hay gran carga de profundidad en los variados recursos que emplea en esa dialéctica de las correlaciones, con diálogos agudos, pensamientos existenciales que ahondan en las incertidumbres de nuestro tiempo, correspondencias, desencanto, pasión contenida hacia lo que hace vibrar la vida en esa cuerda intensa de las tonalidades". 
 
Me tomo el primer café de la mañana mientras escucho, una vez más, la música que Efi recomienda al final de su reseña. Comparto una foto de ella y otra de Mahler y mía, en la que parece que nos estuviéramos mirando, como si quisiéramos decirnos algo a pesar del siglo exacto que nos separa:
 

"Leyendo a Iván Cabrera Cartaya en la hierba del Campus".

Una de las cosas que más me gustan de la Universidad es la hierba, y "espero que no se me malinterprete", digo siempre a mis alumnos cuando les digo esto y otras cosas parecidas. Ayer estuve leyendo un volumen de cuentos, "Vigilia en Velora" (2020), del escritor de Tenerife Iván Cabrera Cartaya (1980), editado por la Fundación Caja Canarias. Se nota que es licenciado en filología hispánica y clásica, porque el lenguaje no tiene secretos para él. En sus 40 años de vida le ha dado tiempo a leer con detalle a Rulfo (algo que se observa en los ocho cuentos de su libro, y más que nada en los dos primeros, "Santa Teresa" y "Velora"), así como a Borges, Bioi Casares, García Márquez (en los cuentos citados y en los demás también encuentro la "Crónica de una muerte anunciada") y a los grandes autores de la literatura norteamericana. 
 
De regreso a casa, escucho esta música:
 
Y vuelvo a sentir la atmósfera que impregna las páginas del libro de Iván. No sé porqué he visto a Bach y al contrapunto entre ellas. Tal vez sean las sensaciones oníricas de la Santa María de Onetti, aquel mundo irreal que a veces me ha recordado a las primitivas ciudades coloniales y otras a Santa Cruz de Tenerife, La Laguna o Tacoronte con esa especie de la mística de la literatura abandonada, algo que se perdió con la vieja historia de los guanches o los mayas, camino de una inmensa necesidad de ficción, con los borrachos dormidos en las tabernas y los jóvenes letraheridos. Antes que narrador Iván es poeta o lo es su forma de mirar. 
 
O lo es la forma en la que yo leo y miro la vida y le pongo música, tras advertir que una pequeña hoja se me ha quedado pegada a la camiseta negra mientras me tomo el primer café de la mañana. 
 
En realidad todas mis camisetas son negras y todas llevan música, a veces de guitarra:
 

miércoles, 26 de mayo de 2021

"El aleteo de una mariposa".

Hoy me ha despertado, literalmente, el vuelo de una mariposa que se había metido en la habitación. Como vivo en un ático casi todos los días me despierta el canto de los pájaros, algo como esto:
 
Y en seguida la mariposa me ha recordado que ayer la tertulia del Café Gijón se fue a Santiago de Chile, con mi antiguo alumno David Blanco (segunda foto), y a Algarrobo, una localidad de la costa de aquel país, desde donde nos habló de la editorial Mago el escritor y editor Máximo González García (tercera foto), hasta que se le fue la conexión. Ambos nos hablaron de la importancia de la poesía para el pueblo chileno, quizá porque están separados del mundo por el muro de las montañas y de pasadas dictaduras. Ahora quieren una nueva Constitución y continuar escribiendo versos a su pasado y a su futuro. David leyó un poema de Vicente Aleixandre para empezar la tertulia, "Para quién escribo", de su libro "En un vasto dominio" (1962) y luego nos recitó poemas de los chilenos Jose Maria Memet y María Ramírez Delgado.
 
Ahora, mientras me tomo un café, la mariposa me recuerda que los chilenos no necesitan leer los libros de historia, sino sus libros de literatura. La mariposa también me comenta que algo así nos ocurre a los demás habitantes de este mundo. El tiempo pasa, pasan los sistemas económicos y políticos, pasan las horas y los días y la lluvia, y queda la poesía.
 
"Para quién escribo"

I

¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista
o simplemente el curioso.

No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote
enfadado, ni siquiera para su alzado índice
admonitorio entre las tristes ondas de música.

Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora
(entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los
impertinentes).

Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que
corre por la calle como si fuera a abrir las puertas
a la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza
chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma,
le rodea y le deslíe suavemente en sus luces.

Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de
mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).

Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi
ventura, viviendo en el mundo.

Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida,
paridora de muchas vidas, y manos cansadas.

Escribo para el enamorado; para el que pasó con su
angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que
al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando
preguntó y no le oyeron.

Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo
escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los
pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin
oírme, está mi palabra.

II

Pero escribo también para el asesino. Para el que con
los ojos cerrados se arrojó sobre un pecho y comió
muerte y se alimentó, y se levantó enloquecido.

Para el que se irguió como torre de indignación, y se
desplomó sobre el mundo.

Y para las mujeres muertas y para los niños muertos,
y para los hombres agonizantes.

Y para el que sigilosamente abrió las llaves del gas y la
ciudad entera pereció, y amaneció un montón de cadáveres.

Y para la muchacha inocente, con su sonrisa, su corazón,
su tierna medalla, y por allí pasó un ejército de
depredadores.

Y para el ejército de depredadores, que en una galopada final fue a hundirse en las aguas.

Y para esas aguas, para el mar infinito.

Oh, no para el infinito. Para el finito mar, con su limitación
casi humana, como un pecho vivido.

(Un niño ahora entra, un niño se baña, y el mar, el
corazón del mar, está en ese pulso).

Y para la mirada final, para la limitadísima Mirada Final,
en cuyo seno alguien duerme.

Todos duermen. El asesino y el injusticiado, el regulador
y el naciente, el finado y el húmedo, el seco
de voluntad y el híspido como torre.

Para el amenazador y el amenazado, para el bueno y el
triste, para la voz sin materia
y para toda la materia del mundo.

Para ti, hombre sin deificación que, sin quererlas mirar,
estás leyendo estas letras.

Para ti y todo lo que en ti vive,
yo estoy escribiendo".
 




 

martes, 25 de mayo de 2021

"Esta tarde la tertulia del Café Gijón se va a Chile".

Desde que empezó la pandemia ya hemos estado en aquel país en varias ocasiones. Ahora lo haremos de la mano de mi ex alumno el escritor David Blanco. Nos va a presentar a Máximo G. Sáez, que es escritor y director de la Editorial Mago, de poesía. Le pediré que nos hable de su propia obra, así como del panorama de la poesía actual en Chile y Latinoamérica y de las dificultades por las que atraviesan las editoriales independientes. Me gustaría que habláramos de dos de los libros estrella de la editorial, la "Antología de poesía chilena" (2016), que reunió a todos los autores en la Sociedad de Escritores de Chile. Y, anteriormente, los "Manifiestos" de Vicente Huidobro, en 2009. 
 
El nombre de Huidobro suele venirme a la cabeza al lado de los de Gabriela Mistral (a la que dedicamos una tertulia), Pablo Neruda y Pablo de Rokha. Admito que tengo debilidad por la gente diferente. Los "Manifiestos" se publicaron el año 1925 en París, y recogían la posición del poeta chileno respecto de las vanguardias de Europa, y hacían referencia a su propia posición en el universo artístico, sobre todo con el llamado "creacionismo". Es un texto fundamental para entender su estética y la misma tradición poética latinoamericana. Aquellos movimientos buscaban romper con el pasado. Huidobro lo sabía y así se esforzó por distanciarse de la Naturaleza para crear mundos nuevos inexistentes en el mundo objetivo.
Este es uno de esos manifiestos:
 
"La Poesía".
 
(Fragmento de una conferencia leída en el Ateneo de Madrid, el año 1921).
 
"Aparte de la significación gramatical del lenguaje, hay otra, una significación mágica, que es la única que nos interesa. Uno es el lenguaje objetivo que sirve para nombrar las cosas del mundo sin sacarlas fuera de su calidad de inventario; el otro rompe esa norma convencional y en él las palabras pierden su representación estricta para adquirir otra más profunda y como rodeada de un aura luminosa que debe elevar al lector del plano habitual y envolverlo en una atmósfera encantada.
 
En todas las cosas hay una palabra interna, una palabra latente y que está debajo de la palabra que las designa. Esa es la palabra que debe descubrir el poeta.
 
La poesía es el vocablo virgen de todo prejuicio; el verbo creado y creador, la palabra recién nacida. Ella se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en denominar las cosas, sino en no alejarse del alba.
 
Su vocabulario es infinito porque ella no cree en la certeza de todas sus posibles combinaciones. Y su rol es convertir las probabilidades en certeza. Su valor está marcado por la distancia que va de lo que vemos a lo que imaginamos. Para ella no hay pasado ni futuro.
 
El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris, y el que quiera negarme este derecho o limitar el campo de mis visiones debe ser considerado un simple inepto.
 
El poeta hace cambiar de vida a las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos de lo innombrado, tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos, y todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados.
 
El valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla. Esto es lo que el vulgo no puede comprender porque no quiere aceptar que el poeta trate de expresar sólo lo inexpresable. Lo otro queda para los vecinos de la ciudad. El lector corriente no se da cuenta de que el mundo rebasa fuera del valor de las palabras, que queda siempre un más allá de la vista humana, un campo inmenso lejos de las fórmulas del tráfico diario.
 
La Poesía es un desafío a la Razón, el único desafío que la razón puede aceptar, pues una crea su realidad en el mundo que ES y la otra en el que ESTÁ SIENDO.
 
La Poesía está antes del principio del hombre y después del fin del hombre. Ella es el lenguaje del Paraíso y el lenguaje del Juicio Final, ella ordeña las ubres de la eternidad, ella es intangible como el tabú del cielo.
 
La Poesía es el lenguaje de la Creación. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación, son poetas. Las células del poeta están amasadas en el primer dolor y guardan el ritmo del primer espasmo. En la garganta del poeta el universo busca su voz, una voz inmortal.
 
El poeta representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación. El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderme.
 
El poeta conoce el eco de los llamados de las cosas a las palabras, ve los lazos sutiles que se tienden las cosas entre sí, oye las voces secretas que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias inconmensurables. Hace darse la mano a vocablos enemigos desde el principio del mundo, los agrupa y los obliga a marchar en su rebaño por rebeldes que sean, descubre las alusiones más misteriosas del verbo y las condensa en un plano superior, las entreteje en su discurso, en donde lo arbitrario pasa a tomar un rol encantatorio. Allí todo cobra nueva fuerza y así puede penetrar en la carne y dar fiebre al alma. Allí coge ese temblor ardiente de la palabra interna que abre el cerebro del lector y le da alas y lo transporta a un plano superior, lo eleva de rango. Entonces se apoderan del alma la fascinación misteriosa y la tremenda majestad.
 
Las palabras tienen un genio recóndito, un pasado mágico que sólo el poeta sabe descubrir, porque él siempre vuelve a la fuente.
 
El lenguaje se convierte en un ceremonial de conjuro y se presenta en la luminosidad de su desnudez inicial ajena a todo vestuario convencional fijado de antemano.
 
Toda poesía válida tiende al último límite de la imaginación. Y no sólo de la imaginación, sino del espíritu mismo, porque la poesía no es otra cosa que el último horizonte, que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda. Al llegar a ese lindero final el encadenamiento habitual de los fenómenos rompe su lógica, y al otro lado, en donde empiezan las tierras del poeta, la cadena se rehace en una lógica nueva.
 
El poeta os tiende la mano para conduciros más allá del último horizonte, más arriba de la punta de la pirámide, en ese campo que se extiende más allá de lo verdadero y lo falso, más allá de la vida y de la muerte, más allá del espacio y del tiempo, más allá de la razón y la fantasía, más allá del espíritu y la materia.
 
Allí ha plantado el árbol de sus ojos y desde allí contempla el mundo, desde allí os habla y os descubre los secretos del mundo.
 
Hay en su garganta un incendio inextinguible.
 
Hay además ese balanceo de mar entre dos estrellas.
 
Y hay ese Fiat Lux que lleva clavado en su lengua".
 

 

lunes, 24 de mayo de 2021

"Retrato".

Ayer me encontré un bonito retrato que me hizo el escritor Ramón Serrano Balasch (Barcelona, 1933) en esta red social, al que añadió esta fotografía.
 
"Poeta en todas partes (para Justo Sotelo)".
 
"Un buen prosista escribiendo poesía.
Un buen poeta narrando de la vida.
Un gran personaje
en la ópera de las calles.
 
Sabe aspirar el aire,
decir lo justo y necesario,
pausar en un silencio grave,
teclear el sentimiento,
dibujar la escena con la música
y mover la batuta
escribiendo con ella cada palabra.
 
Innecesario señalar su nombre:
el ritmo le delata".
 
(Ramón Serrano, 23 mayo 2021).
 
Así que le agradezco este acto cariñoso y me tomo el primer café de la mañana escuchando una canción clásica que es puro rhythm and blues:
 


sábado, 22 de mayo de 2021

"El río y el poeta".

Ayer estuve paseando por la orilla del Manzanares a su paso por mi ciudad. Me detuve un rato sobre el puente de la fotografía, y en ese momento pasó por encima de mí una cabina del teleférico. Supongo que hubo un tiempo en el que las parejas se subían en Rosales y se dirigían al corazón de la Casa de Campo para hacer el amor con sus cuerpos o tan solo para hacerse el amor con las palabras. Entonces pensé en un poeta valenciano que había muerto unas horas antes, un poeta homosexual, nostálgico y casi aristócrata. Para Francisco Brines el placer que origina la lectura poética es comparable al del amor físico, con la sutil diferencia de que este se dirige a la carne (siempre la misma, aunque los cuerpos sean distintos) y aquella a dos cosas que existen a pesar de que no se vean, el conocimento y la sensibilidad, que siempre están cambiando, como el agua del río que yo veía en ese momento. La emoción en el acto físico del amor es idéntica a sí misma en cada una de sus realizaciones; no existe variedad, ni la queremos. En el acto poético el proceder es distinto, y la grandeza de su emoción tiene que ver con la variedad. Nuestra percepción y goce del mundo varían con cada relectura porque el conocimiento y la sensibilidad ya no son los mismos.

"Con quién haré el amor".
"En este vaso de ginebra bebo
los tapiados minutos de la noche,
la aridez de la música, y el ácido
deseo de la carne. Sólo existe,
donde el hielo se ausenta, cristalino
licor y miedo de la soledad.
Esta noche no habrá la mercenaria
compañía, ni gestos de aparente
calor en un tibio deseo. Lejos
está mi casa hoy, llegaré a ella
en la desierta luz de madrugada,
desnudaré mi cuerpo, y en las sombras
he de yacer con el estéril tiempo.
 
Vuelve la hora feliz. Y es que no hay nada
sino la luz que cae en la ciudad
antes de irse la tarde,
el silencio en la casa y, sin pasado
ni tampoco futuro, yo.
Mi carne, que ha vivido en el tiempo
y lo sabe en cenizas, no ha ardido aún
hasta la consunción de la propia ceniza,
y estoy en paz con todo lo que olvido
y agradezco olvidar.
En paz también con todo lo que amé
y que quiero olvidado.
 
Volvió la hora feliz.
Que arribe al menos
al puerto iluminado de la noche".
 
(Del libro "Aún no", 1971, "Poesía Completa 1960-1997". Tusquets, 1997).
 

 

viernes, 21 de mayo de 2021

"Los colores de la literatura y la música".

Goethe escribió el año 1810 su "Teoría de los colores" con la idea de describir las sombras coloreadas, la refracción, el acromatismo, el hipercromatismo. El autor de "Werther" y "Fausto" no compartía la "teoría" de Newton sobre el espectro visible que dividía en siete colores, rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta, después de basar su idea en el experimento de la descomposición de la luz blanca. Goethe observó por su parte que, con una mayor apertura del haz de luz, se perdía el espectro, y se manifestaban un borde de color rojizo-amarillo y otro de color azul-cian, con blanco entre ellos. 
 
La escritora madrileña María Jesús Mena publicó en 2020 un libro de relatos con el título de "Relatos monocromáticos", buscando el significado simbólico y simbiótico de las imágenes (fotos, cuadros) a partir del color de cada una. Tras "encuadrar" el texto de manera metaliteraria, clasificó los capítulos en blanco, digital o analógico, escala acromática, gradaciones, negro, fotogramas y el fundido en negro. Ayer por la tarde acabé de leer este libro, justo en la puerta principal de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, dentro del coche y con la ventana bajada, por lo que también pude escuchar a un grupo de alumnos hablando de Rubén Darío, Pardo Bazán, José Martí y García Márquez. Mena posee un lenguaje pulcro y sencillo, delicado, como sospecho que es su mirada dirigida hacia el mundo. Seguro que también se hubiera detenido a escuchar unos instantes la conversación de aquellos jóvenes enamorados para siempre de la literatura, para después contarlo (Sampedro nos dijo en una tertulia que él solía hacerlo a menudo), lo que le permitiría describir aquella historia que comienza en Madrid y termina en Sarajevo, las eternas dificultades de comunicación entre las parejas o con uno mismo, el retrato que puede hacerse de cada mujer del mundo o quién sabe si de la misma mujer y el propio acto creativo, por supuesto, del que se habla en casi todas las páginas del libro. 
 
Newton vio la luz blanca compuesta de distintos colores y Goethe vio únicamente el color, como resultante de la interacción de la luz y la oscuridad. Esta última teoría, más experimental y fisiológica que física, no fue bien recibida por la física moderna, que ha definido la oscuridad como una ausencia de luz, a partir de Newton y Huygens. Goethe confirió una significación más simbólica a los colores, como hace María Jesús Mena en sus relatos.
 
En las primeras páginas de su libro se escucha esta música, y creo que es un buen momnto para tomarme el primer café y volver a escucharla:
 

jueves, 20 de mayo de 2021

"Un batido de vainilla en el Palace, Proust y Beethoven".

"He tratado de descubrir la esencia de la bohemia más progresista que aflora en cada escena para regalarnos el misterio de la creación literaria con sus miserias, mezquindades y placeres. Circunstancias diversas envueltas en glamour de un Madrid literario, poético y musical. Ese proceso creativo transforma la realidad para convertirla en una historia individual que pueda cautivar al mundo".
 
 
He tenido que pedir disculpas a la autora de esas palabras y de una nueva reseña sobre mi novela "Poeta en Madrid", la escritora Teresa Sánchez, porque las publicó a primeros de abril, en Instagram, y me he tomado unas vacaciones de casi dos meses en esa red social (a punto estuve de hacerlo en esta otra). Aun así, he remarcado tales palabras porque me definen (Teresa participa en la tertulia del Gijón siempre que puede). Hablar de "bohemia progresista" dice bastante de mi forma de entender el mundo; también me convence eso otro del "glamour de un Madrid literario, poético y musical", y su alusión al carácter universal de la novela. Y ya que Beethoven es uno de los personajes y Teresa lo cita en su texto, me tomo un café y escucho una de sus sonatas, la 29, que pude escuchar en directo por última vez en el Ateneo antes de que empezara la pandemia, tras tomarme un batido de vainilla en la cafetería de la rotonda del Hotel Palace, que es uno de los sitios más glamurosos de mi querido Madrid, con la cúpula acristalada desde donde puedo trasladarme a los salones de té de Proust mientras alguien toca al piano la sonata de Vinteuil. Proust utiliza la frase musical para describir cómo evolucionan los sentimientos de Swann por Odette y perfilar una auténtica teoría de la experiencia estética que se completa con otras reflexiones sobre las demás disciplinas artísticas. Únicamente cinco notas se pueden combinar infinitamente (por ahí están las escalas pentatónicas, que desde los sakuras de Japón a los blues de Texas llevan usándose siglos), en busca de una ductilidad semántica, que depende no de la frase en sí sino de quien la escucha. 
 
La versión de Valentina Lisitsa de la sonata 29 de Beethoven que seguro que Proust conocía de memoria es espléndida. Y el segundo movimiento es como si se derritiera en mis oídos como el batido de vainilla en los labios:
 

 
 

miércoles, 19 de mayo de 2021

"La foto mágica y una canción de Battiato".

Ayer por la tarde estuve y no estuve en la tertulia del Café Gijón, lo que se convirtió en una especie de metáfora sobre el significado de la tertulia con el cuento de Cortázar y la película de Antonioni. Tenía que acabar de impartir un máster a lo largo de muchas horas, y en un descanso cambié de aula y ordenador (es la fascinación de las nuevas tecnologías), saludé a los tertulianos, me referí al tema que fusiona la realidad con la ficción (intelectualmente siempre me ha interesado este asunto, y por eso quería que se hablara de él en la tertulia), me fui al Oriente Medio (el máster era sobre Geopolítica internacional) y regresé al final. Entretanto los tertulianos ya habían analizado el cuento de Cortázar "Las babas del diablo" y la película de Antonioni, "Blow up", basada en este cuento. María José Muñoz Spínola aludió al origen real del cuento, una fotografía del chileno Sergio Larraín, que trabajaba para la Agencia Magnum de Cappa y Cartier Bresson, de la catedral de Notre Dame, donde, al revelar la foto, encontró al fondo, casi imperceptibles, a una pareja haciendo el amor. Este hecho inspiró a Cortázar, que en su cuento cambió el acto sexual por un asesinato, con el objeto de reflejar en el texto lo que está y lo que no está, tanto en la vida como en la literatura. En estos días he estado leyendo algunas cosas sobre Larraín y eso es lo que conté en la tertulia cuando me incorporé. El padre de Larraín fue un arquitecto importante en Chile, pero a él le fascinó el mundo de la fotografía. Vendió dos fotos al Museo de Arte Moderno de Nueva York y allí empezó su mundo artístico. La foto que he puesto se conoce como "la foto mágica". Una chica se acerca a nosotros y otra, que parece la misma muchacha, se aleja por unas escaleras, pero tres años después, como si por bajar esos escalones también pasaran los años. Larraín se refirió en algún libro a que lo esencial era fotografiar el aire que estaba circulando cuando se sacaba la fotografía, es decir, captar el milagro de la vida. Después del éxito de "Blow up" y algún año más trabajando para la Magnum, Larraín se volvió a Chile y casi dejó de trabajar. Se dedicó al misticismo y se pasaba las horas viendo cómo corría un río cerca de su casa en el campo. Creo que lo que consiguió, al fin, con sus fotografías fue captar su propia respiración. 
 
Ahora me tomo el primer café de la mañana, escribo este pequeño texto y escucho una canción de otro místico que falleció ayer, que también supo capturar el presente:
 

 

martes, 18 de mayo de 2021

"Cortázar y Antonioni en la tertulia del Café Gijón"

La tertulia de esta tarde la dedicaremos a dialogar sobre uno de los cuentos más importantes y representativos de Cortázar, "Las babas del diablo", que forma parte de "Las armas secretas" (1959), junto al que da título al libro, "Cartas de mamá", "Los buenos servicios" y "El perseguidor" (un relato al que dedicamos una tertulia presencial a principios del año pasado en la cripta del Café Gijón y que es un antecedente de "Rayuela", uno de los libros de mi vida y que más habré regalado). A Michelangelo Antonioni le sirvió de argumento para su magnífica película "Blow up" (1966), un icono pop de su tiempo y que está considerada la mejor película sobre el sentido artístico de la fotografía, lo que nos permitirá hablar del cuento y la película.
 
Esta es la película completa:
 
Esto es el arte.
 



 

lunes, 17 de mayo de 2021

"Un viaje por Rumanía".

"Me recuerdas a un escritor al que admiro mucho, Panait Istrati, que solía llevar al lector de la mano en sus viajes literarios, y lo convertía en testigo de su vida. Justo, viajar contigo es como viajar con un "peregrino" del corazón". 

Me dijo ayer por aquí la escritora rumana Diana Kofszynsky. 

Panait Istrati nació en Braila, ciudad portuaria del Danubio, en 1884. Hijo natural de una lavandera rumana y un contrabandista griego, tan solo asistió a la escuela durante cuatro años y llevó a cabo todo tipo de trabajos para ganarse la vida. Su espíritu aventurero le llevó a viajar hasta Oriente Medio en 1906 sin dinero y pasaporte. El año 1921, tras instalarse en Francia, y desesperado por la tuberculosis, la pobreza y la muerte de su madre, intentó suicidarse. Lo hallaron agonizante con una carta dirigida al escritor Romain Rolland, quien le ayudaría a convertirse en el "Gorki de los Balcanes". Invitado en 1927 a la Unión Soviética, su crítica feroz a las colectivizaciones le costó el rechazo de los intelectuales franceses, por lo que decidió volver a Rumanía, donde murió en 1935. Sus obras más conocidas son "Kyra Kyralina" y "El tío Anghel" . Como señala Claudio Magris en "El Danubio", Panait Istrati es el poeta de la promiscuidad y de la ambivalencia de Oriente. 

Seguro que Istrati escucharía la música de Georg Enescu (Liveni, 1881-París, 1955), el más célebre compositor de Rumanía. Me tomo el primer café de esta mañana escuchando su "Rapsodia Rumana nº 1" en una espléndida versión de Antal Dorati y la Orquesta Sinfónica de Londres mientras aprovecho para darme una vuelta por el país de Diana buscando el parecido entre Istrati y yo. Está claro que me gusta que mis amigos me aporten nuevas ideas para la reflexión, además de decirme lo guapo que soy y lo bien que escribo:  

https://www.youtube.com/watch?v=DdgRjFSR_oM