sábado, 22 de mayo de 2021

"El río y el poeta".

Ayer estuve paseando por la orilla del Manzanares a su paso por mi ciudad. Me detuve un rato sobre el puente de la fotografía, y en ese momento pasó por encima de mí una cabina del teleférico. Supongo que hubo un tiempo en el que las parejas se subían en Rosales y se dirigían al corazón de la Casa de Campo para hacer el amor con sus cuerpos o tan solo para hacerse el amor con las palabras. Entonces pensé en un poeta valenciano que había muerto unas horas antes, un poeta homosexual, nostálgico y casi aristócrata. Para Francisco Brines el placer que origina la lectura poética es comparable al del amor físico, con la sutil diferencia de que este se dirige a la carne (siempre la misma, aunque los cuerpos sean distintos) y aquella a dos cosas que existen a pesar de que no se vean, el conocimento y la sensibilidad, que siempre están cambiando, como el agua del río que yo veía en ese momento. La emoción en el acto físico del amor es idéntica a sí misma en cada una de sus realizaciones; no existe variedad, ni la queremos. En el acto poético el proceder es distinto, y la grandeza de su emoción tiene que ver con la variedad. Nuestra percepción y goce del mundo varían con cada relectura porque el conocimiento y la sensibilidad ya no son los mismos.

"Con quién haré el amor".
"En este vaso de ginebra bebo
los tapiados minutos de la noche,
la aridez de la música, y el ácido
deseo de la carne. Sólo existe,
donde el hielo se ausenta, cristalino
licor y miedo de la soledad.
Esta noche no habrá la mercenaria
compañía, ni gestos de aparente
calor en un tibio deseo. Lejos
está mi casa hoy, llegaré a ella
en la desierta luz de madrugada,
desnudaré mi cuerpo, y en las sombras
he de yacer con el estéril tiempo.
 
Vuelve la hora feliz. Y es que no hay nada
sino la luz que cae en la ciudad
antes de irse la tarde,
el silencio en la casa y, sin pasado
ni tampoco futuro, yo.
Mi carne, que ha vivido en el tiempo
y lo sabe en cenizas, no ha ardido aún
hasta la consunción de la propia ceniza,
y estoy en paz con todo lo que olvido
y agradezco olvidar.
En paz también con todo lo que amé
y que quiero olvidado.
 
Volvió la hora feliz.
Que arribe al menos
al puerto iluminado de la noche".
 
(Del libro "Aún no", 1971, "Poesía Completa 1960-1997". Tusquets, 1997).
 

 

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