martes, 31 de agosto de 2021

"31 de agosto de 2021: un escritor debe intentar cambiar el mundo o dedicarse a otra cosa".

He elegido esta frase para título porque a mi modo de ver resume maravillosamente la obra "Poeta en Madrid" de Justo Sotelo.

Compuesta por seis capítulos y tan solo ciento cinco páginas en las que el autor nos relata la vida de un personaje que de manera sublime ha creado. Un escritor llamado Gabriel Relham que evoluciona a lo largo de la obra con tensiones y multitud de sentimientos: "La sentimentalidad, amigo mío, tu gran fracaso y tu inmensa necesidad". "Gabriel Relham es un donjuán encantador, seductor, inteligente, apasionado, pero distante".
 
Aplaudo el arte y la creatividad de Justo Sotelo para escribir una novela a modo de escenas teatrales y en la que no faltan otras disciplinas como la música y la poesía. Siempre que leo subrayo y en esta ocasión he subrayado en todas las páginas porque son numerosas las reflexiones para el lector: "¿Literatura? Quizá la literatura pueda servirme de consuelo". "¿Literatura que respirar para vivir?" "No dejo de escucharlo aunque no sea capaz de escuchar el motivo, ese final, las ganas de trascender y lograr la inmortalidad con una progresión apabullante".
 
Se trata de una obra innovadora en el panorama literario actual y preparada para ser representada en un escenario. Y antes de bajar el telón creo ver al autor: "Si Gabriel Relham ha alcanzado o no sus propósitos, eso solo lo dirá el tiempo. Y esta dócil y humilde ficción no tendrá sino la inconsciencia de un sueño".
 
Os recomiendo su lectura por su novedad literaria y porque es tan apasionante como sus personajes. ¡Leedla!"
 
(Texto y fotografía: Azucena López-Cano Medina).
 
El mes de agosto comenzó con mi poeta madrileño viajando hasta el mar en el artículo del profesor y escritor Javier Morales, y se despide de nuevo en el mar, en la mano de la profesora manchega Azucena López-Cano Medina, que ha leído la novela en la Bahía de Cádiz, en el Puerto de Santa María. La fotografía está sacada en la playa de Valdelagrana, donde se ve Cádiz al fondo con el Puente de la Constitución de 1812. Y ya que en esta novela aparece Taganana, uno de esos pueblos blancos del norte de Tenerife, en el macizo de Anaga, que convertí en uno de mis paraísos con playas peligrosas y acogedoras a la vez, como la de nudistas de Benijo que tanto me gusta y donde he tomado el fresco tan a gusto, y con el restaurante Casa África donde he comido tantas veces pulpo frito con papas arrugas y mojo picón, qué mejor que regalar a Azucena esta música y el mar de Tenerife (en este caso Buenavista del Norte, con el mar de una de mis poetas preferidas, Candelaria Villavicencio) mientras me tomo el primer café de la mañana:
 
¡Cómo no voy a ser un escritor feliz!
 

 
 
 

lunes, 30 de agosto de 2021

"Cantares en 2021".

Ayer subía una pequeña montaña para llegar al pueblo medieval de la fotografía, que tiene un arco romano de finales del siglo I, y hacia donde siempre me desvío para tomar algo si paso cerca, cuando en Radio Clásica se inició un programa basado en los poemas de viaje. El espacio terminó con una canción de Serrat de 1969 que escuché por primera vez cuando era muy pequeño en un disco de vinilo que nos regalaron mis padres a mi hermano y a mí, y que aún anda por casa y miro con cariño cuando lo veo. Está compuesta con estrofas de los "Proverbios y Cantares" de Antonio Machado, de su libro "Campos de Castilla". "Caminante, no hay camino: se hace camino al andar / Al andar se hace camino y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar / Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar”. Todo eso, aunque había sido escrito en 1912, volvía a estar vigente en 1969, cuando a España la definían las palabras como libertad, esperanza y modernidad. Serrat añadió algunos versos suyos que hablaban desde el futuro para rememorar el exilio y la muerte del poeta y rescatarlo así del olvido franquista: "Murió el poeta lejos del hogar / le cubre el polvo de un país vecino / Al alejarse le vieron llorar / Caminante no hay camino, se hace camino al andar / Golpe a golpe, verso a verso / Golpe a golpe, verso a verso". 
 
Al terminar la canción pensé lo mismo que ahora, cuando me tomo el primer café de esta bonita mañana de verano. No puedo vivir sin conjugar las palabras libertad y progreso, sabiendo que todos los caminos me conducen a ti cada vez que escribo.
 

 

"Martin Eden (2019)".

Es esta necesidad de sentirme vivo y feliz cada día, de ser parte de mi época e intentar ir más allá. Mi tesis sobre Murakami comenzaba diciendo que la literatura contribuye a captar y asimilar las ideas de cada momento histórico. El artista que trasciende su historia es el que percibe lo que todavía no está resuelto en la mentalidad de su época, y lo brinda a la sociedad para que lo transforme en el estilo de su tiempo. La mentalidad o espíritu de una época no son solo las ideas puras de los científicos o filósofos, sino también la fantasía, la imaginación y la sentimentalidad ética. Este es un período donde se ha arrumbado la idea de frontera, ya sea política, económica, social o cultural, y quizá por ello triunfan las narraciones auto-anulantes y auto-reveladoras (la metaficción en general), las narraciones “ich” y las novelas llenas de mundos imposibles no autentificables. Ya no se cree, además, en los dioses que dirigen los destinos desde su mundo sobrenatural.

Ayer vi una de las mejores películas europeas de los últimos años, y que ejemplifica todo esto. Pietro Marcello (Caserta, Italia, 1976) se basa en la novela semi autobiográfica de Jack London (el conocido autor de "Colmillo blanco" y "La llamada de lo salvaje"), una historia de iniciación o "bildungsroman", para elaborar una película distinta, absolutamente posmoderna y actual, donde se rompe el tiempo, y el personaje se pasea por el siglo XX vistiendo de forma anacrónica, escuchando diferentes músicas y reflexionando sobre el oficio del escritor en una época que está dominada por los extremos, desde el comunismo al individualismo y el anarquismo. El director italiano traslada del Oakland original de London al Nápoles de principios del siglo XX la historia del marinero Martin Eden quien, tras rescatar a un muchacho de unos matones, se gana la simpatía de una familia burguesa. Martin (Luca Marinelli) se siente fascinado por los Orsini, sobre todo por la hermosa hija Elena (Jessica Cressy), a pesar de la diferencia cultural. La primera conversación entre los dos es sobre Baudelaire, y él no sabe qué decir porque casi es analbafeto. Este joven de clase obrera acostumbrado al trabajo físico se sumerge en un proceso de autoaprendizaje a través de los libros. Martin no solo adquiere una vasta cultura literaria de forma autodidacta, sino que aprende además el arte de la escritura hasta convertirse en un autor famoso.
 
Jack London (San Francisco, 1876-Glen Ellen, 1916) es uno de los primeros escritores modernos en ser utilizado descaradamente por la industria cultural de su época con el fin de vender cuantos más libros mejor y ser famoso, hasta hacerle entrar en una depresión, lo que refleja la segunda parte de la película, que me recuerda al cine decadente de Visconti, ya que otras partes me conducen al cine de Rossellini, Bresson y Tarkovski. En la fotografía están el director y el actor, y como me han dicho tantas veces que parezco un actor italiano, no me importaría estar también en esa foto. 
 
Este es un tráiler de la película:
 
Ahora me tomo el primer café de esta mañana de verano y pienso que me gustan el cine y la literatura que me hacen "pensar" en mi tiempo y en lo que soy.
 

 

"El paraíso existe, y Einstein y Hawking saben dónde está".

Además de Wagner, mis veranos de la adolescencia también fueron los veranos de Nietzsche, aunque aún no hubiera leído ni entendido "Ecce homo", "El nacimiento de la tragedia" y "Así habló Zaratustra". Desde luego fueron los veranos de "2001: Una odisea del espacio", de Kubrick, que vi por primera vez a los 9 años, vestido con un traje de terciopelo, un lacito y un sombrero, y no entendí nada, salvo que me encontraba ante algo diferente a lo que se veía en la España de la época. Tampoco había leído aún las dos epopeyas de Homero, ni la de Leopold Bloom durante un día a través de las calles de Dublín y que acabé leyendo cada tarde de otro mes de agosto como este en la cafetería del Trinity College. Wagner creó la obra de arte total con su Tetralogía y Nietzsche fue su amigo. En su Zaratustra alude a los tres estadios de la evolución, el hombre primitivo, el hombre de nuestros días y el superhombre (la famosa metáfora del camello, el león y el niño). Estas ideas las retomarán Kubrick y Clarke para escribir el guión de "2001" en el hotel donde se reunían algunos de los escritores de la Generación Beat. Y todos aquellos jóvenes que leían a Kerouac y Burroughs son los que acudieron en masa para ver la película, ese viaje a las estrellas a través del LSD. Es el viaje a la Luna y a Júpiter en busca del conocimiento, la mayor Odisea del cine (en la literatura del siglo XX es la de Joyce) comenzaba con la mítica música de Richard Strauss, tan wagneriana. Después seguiría con otro Strauss y su Danubio Azul, Ligeti y Khachaturian. El viaje nos llevará al "niño de las estrellas", al cine total como obra de arte, que a lo mejor surge en una cabaña perdida en la sierra como la de la foto, podrían decir Einstein y Hawking.
 
Ahora me tomo el primer café de esta mañana de verano y escucho el principio del Zaratustra de Strauss y vuelvo a tener 9 años (como en la metáfora de Nietzsche) y a vestir un traje de terciopelo, un lacito y un sombrero:
 

viernes, 27 de agosto de 2021

"La rosa".

Esta mañana paseaba por Madrid y me he encontrado una rosa en un pequeño jardín al lado de un portal. Ya se sabe que mi ciudad es la más bonita del mundo.
 
Le falta una canción, quizá a la sombra de un león. 
 
¿Me la cantas otras vez?
 

jueves, 26 de agosto de 2021

"La vida es un cruce de caminos".

El otro día, después de hacerme esa fotografía al lado de casa con las señales de tráfico que iban en varias direcciones, me vino una película a la cabeza sobre otro tipo de cruce de caminos. Recuerdo que me marcó de pequeño cuando la vi en televisión. Durante años fue una película de Henry Fonda, hasta que entendí que en realidad lo era de John Ford, una de sus muchas obras maestras. Y todavía tuvieron que pasar varios años hasta leer la novela original. Ante la persistente sequía y la presión de los bancos, los Joad, una familia de granjeros de la Oklahoma empobrecida de los años treinta que pronto me recordaría a las familias de William Faulkner, emprenden un éxodo a través de la carretera 66 para buscar trabajo y una vida digna en California. Si dejan atrás los campos asolados por el polvo, en el camino tan solo encuentran penuria, hambre, hostilidad en los pueblos por los que pasan. No obstante, ni las advertencias de los que regresan, pobres y desengañados, ni la muerte y la progresiva desintegración de la familia, bastan para que olviden su empeño. En su afán de supervivencia, conservan la entereza y la dignidad frente a la miseria moral de quienes se aprovechan de la miseria real. Tal vez haya que huir del infierno para descubrir que no existe la tierra prometida. En una época de crisis, los más desfavorecidos son los primeros estafados. El patriarca de los Joad sabe que debe vender muchas de sus pertenencias a precio más bajo del que las compró. ¿De quién es la culpa? La escena, magistral en la película de Ford, también lo es en el episodio V del libro de Steinbeck. La depuración de responsabilidades, una constante en cualquier crisis económica (ya sea en la del crack del 29 o las crisis de los 70 y 2008), pasa por las dos fases que describe "Las uvas de la ira". En principio no se quiere reconocer, ya que se piensa que la culpa es de los demás; pero al final los culpables son deshumanizados y desplazados por la abstracta figura de los Bancos o los Mercados. La necesidad de trabajar facilita la precariedad en la contratación laboral. Otro de los momentos de pura literatura es la advertencia que reciben los Joad a mitad de camino ante esa promesa de “trabajo seguro” en la meta de su viaje. Un desconocido describe cómo el patrón va a ofrecer un número de plazas determinado, pero ante el exceso de mano de obra, al final buscará a los más hambrientos y les ofrecerá el sueldo más miserable posible. Los jornaleros, acuciados por la necesidad y confiando en que tendrán un trabajo fijo que no llegará, aceptarán. En el siglo XXI esto lo llamo en la Universidad pasar del proletariado al precariado. Y si te atreves a criticar la situación, como ocurre en esta historia, te llamarán "agitador" e incluso tendrás a los agentes de la ley en tu contra, que llegarán a mentir sobre los destrozos de mobiliario, tenencia de armas y heridas graves a los ciudadanos. Lo más curioso es que ahora los "enemigos" ya no son el empresario, el mercado o el banco, sino otro tipo como tú que te puede "quitar" el trabajo a cambio de un sueldo miserable.
 
"Las uvas de la ira" subvierte el llamado "sueño americano" y es un claro ejemplo de para qué pueden servir también la literatura y el cine.
 
El cine es Ford:
 

miércoles, 25 de agosto de 2021

"El tabaco y los libros".

El otro día, en pleno mes de agosto, abrió una hermosa librería en el centro de Madrid. Ayer leí en el periódico una entrevista a su dueña, la librera y escritora argentina Andrea Stefanoni que ya tuvo otra en Buenos Aires, Ateneo Grand Splendid. Curiosamente, la ha llamado "Mistral", la escritora chilena a la que dedicamos una tertulia on line del Café Gijón desde Chile con la profesora Magda Sepúlveda Eriz, que es especialista en su obra. Mientras desayunaba en uno de los Cafés de Madrid que parecen de París (se me ocurre compararlos a "Les Deux Magots", que le gustaba a Cortázar, y el "Café de Flore", al que solían ir Sartre y Beauvoir, ambos en la calle Saint-Germain des Prés), saqué una fotografía de la página del periódico, y al verla hace un rato me he encontrado con dos chicas que leían junto a mí. Me trasladé a París en un instante y empecé a escribir este post. En París siempre me quedo en el Barrio Latino, en esa rive gauche que una antigua novia que tuve de joven decía que también teníamos en Madrid, en la acera izquierda de Recoletos y a la espalda del Gijón, precisamente, pues la acera derecha, del barrio de Salamanca, es menos bohemia.
 
Quizá tenga razón Stefanoni y desaparezca antes el tabaco que los libros, como los cafés de París:
 
 

 

martes, 24 de agosto de 2021

"Las actrices y el cine de Bergman".

Como estoy escribiendo cada día una página del libro que relaciona el cine con la literatura (y con la música y hasta mi propia vida), me apetece compartir esta mañana de verano el último post escrito por una actriz y amiga, María Rodríguez Velasco.
 
"Si entras por mi ventana, recuerda que soy todas las mujeres que no fui. Mi piel huele a ellas, mis hombros sostienen sus voces. No renuncio a ninguna. Me eligieron.
 
Y tú, que me miras con la incredulidad instalada en las retinas, apartas mi pelo, como si con un beso pudieras borrar las estelas de mi cuello".
 
Después de leer el breve y poético texto de María y apartar su pelo de la foto, me fijé en las actrices de detrás. Entonces comenté que no estaba mal que eligiera a Harriet Andersson, Liv Ullmann (ambas amantes de Bergman) y Diane Keaton para mimetizarse en ellas. Me respondió con su habitual y proverbial educación que no se trataba de Harriet, sino de Bibi, que también lo amó, así como la mayoría de las actrices que participaron en sus películas. Reconocí este error y me puse a pensar en el cine de Bergman, "Fresas salvajes" (1957), que es mi película preferida, "El séptimo sello" (1957), "El manantial de la doncella" (1960), "Gritos y susurros" (1972), que es la película que me vino a la cabeza tras leer el post de María, "Secretos de un matrimonio" (1974), que tendría su continuación un cuarto de siglo después con "Saraband" (2003) o "Fanny y Alexander" (1982). El cine de Bergman es una mezcla del teatro de Strindberg e Ibsen en busca del significado del alma y la conciencia del ser humano. Es la lucha entre la fe y la ciencia, entre el bien y el mal, entre la fidelidad y la infidelidad. Es una forma de ir contra la frase que el profesor Isak Borg dice en "Fresas salvajes", "las conversaciones de hoy solo se basan en criticar el comportamiento del prójimo".
 
Tras abandonar el cine y el teatro, en los últimos años de su vida se dedicó por entero a la literatura. Por casa andan su trilogía familiar y "Las mejores intenciones". Con estos libros y todas sus películas aprendí que lo esencial en esta vida es crear una obra, no criticar a los demás. Es absurdo perder el tiempo si lo que se dice y y lo que se escribe no te sirve para crecer.
 
Al igual que le ocurre a Woody Allen (Diane Keaton fue una de sus musas), Bergman es parte de mi siglo XX.
 

 

lunes, 23 de agosto de 2021

"Intercambio de regalos".

El profesor y escritor Javier Morales se llevó de vacaciones, el 1 de agosto, varios libros, entre los que estaba mi "Poeta en Madrid", y lo contó en la revista el Asombrario donde colabora:
 
Hace unos días me dijo que mi novela le había gustado mucho. Se lo agradecí, mientras pensaba que el placer es doble porque en su lista hay libros excelentes. Por eso, en correspondencia, le regalo la música que estoy escuchando esta preciosa mañana de verano. Es el último regalo de Johannes Brahms a Clara Vieck, viuda de Robert Schumann, de la que estuvo enamorado toda su vida sin que fuera correspondido, lo que no significa que ella no le quisiera. Schumann murió con 37 años y Clara cuidó, sola, de sus ocho hijos. Brahms tenía entonces 23. Durante los 40 años siguientes, hasta su muerte, ella continuó siendo una excelente concertista de piano, mientras que ambos no dejaron de escribirse cartas.
 
El último piano de Brahms es una de las maneras que conozco de aprehender la belleza:
 

sábado, 21 de agosto de 2021

"Están los que hacen la guerra y estáis los que hacéis el amor".

Escribió una amiga ayer por aquí, y tras leer esta alusión a la mítica frase jipi de los sesenta, me puse a pensar un rato en ella. Siempre se ha dicho que hacer el amor es bueno para la salud, tanto la física como la mental, y yo añadiría que incluso la espiritual. Desde luego me parece agradable y divertido y un buen sustitutivo del gimnasio, un curioso lugar donde el sudor no tiene nada que ver con el de dos pieles que se aman. La verdad es que las chicas que he conocido a lo largo de mi vida siempre me han sonreído nada más conocerme y han querido pasear conmigo hasta sentarse en un banco del parque y tomar una horchata. Después terminábamos sentados en una de esas sillas de las terracitas de los cafés de París viendo pasar a la gente, sonriendo y besándose.
 
El otro día otra amiga me dijo que vivo en una burbuja.
 
Ahora me tomo el primer café de esta bonita mañana y escucho a Ella Fitzgerald y Louis Armstrong.
 
Aún es tiempo de verano, están las palmeras y estas tú sacándome la fotografía: 
 
 

 
 
 

viernes, 20 de agosto de 2021

"Deborah".

Me sé la historia de dos niños a los que les gustaban los pasteles, y se querían. Me la contó Justo Sotelo, un escritor de Madrid al que le gusta mucho la música, y también los pasteles.
 
"Érase una vez en América".
 
"El niño lo observaba con los ojos de par en par mientras el hombre lo envolvía.
 
Lo miraba de la misma forma que a su madre cuando le daba las buenas noches, con la cara risueña de las caricias interminables a su perro Barba, como cuando aquella chica le dijo que le gustaba un poco y accedería a quitarse la ropa si le regalaba un pastel de nata. 
 
Ella le esperaba enfrente de la calle, sentada en el bordillo.
 
¿Lo has traído, le preguntó con una voz dulce? Sí, es el merengue que tú querías.
 
Echaron a andar cogidos de la mano. Antes de subir a la casa de ella, se detuvieron para escuchar a un músico callejero que tocaba la flauta. Les gustó tanto la melodía que se sentaron en el suelo a escucharla. Ninguno de los dos sabía que era la música de una película, ni quién era Morricone, solo que el tiempo parecía haberse detenido sin ninguna justificación. En el instante en que sonaba “Amapola” decidieron comerse el pastel allí mismo y pensaron que no sería mala idea acercarse a comprar otro.
 
Se levantaron, echaron a correr, entraron risueños en la panadería, pidieron que les envolvieran otro pastel y regresaron al lugar de la música.
 
Tardaron tres años en subir a la habitación de ella".
 
("Cuentos de los otros", 2017, Bartleby, p. 50).
 
Esta es la canción que te regalé ayer al mediodía y ahora vuelvo a escuchar mientras apuro el café. Solo te pido que sigas mirándome con esos ojos, con esa mirada:
 

jueves, 19 de agosto de 2021

"No se escribe para contar la vida sino para transformarla".

Es una fotografía con casi todos mis libros de literatura que me ha enviado Ángeles Vázquez Martínez, una encantadora amiga de esta red social natural de El Ronquillo, Sevilla, y que vive en Camas. Tan solo faltan las dos primeras novelas que publiqué, "La muerte lenta" y "La paz de febrero", y el ensayo sobre la obra de Manuel Rico, que publicó la Universidad Complutense.
 
Estos últimos días estoy reflexionando sobre el proceso de creación literaria, recordando cosas que sé de Borges y Cervantes, con el fin de continuar escribiendo páginas, día tras día, de mi siguiente libro. Acabo de tomarme el primer café de la mañana con una magdalena y me ha venido a la cabeza el nombre de Proust. Ha nacido en mí la "memoria involuntaria", no solo porque he recordado la conferencia que di sobre Proust y Joyce en una ciudad donde solo había estado una vez, sino porque se han transformado en apenas unos instantes mi lenguaje y mis recuerdos. Es el grado cero de la escritura al que se refirió Barthes, la percepción de que como escritor soy capaz de inventar el mundo y como lector Proust y Joyce me inventan a mí. Y por eso apuro la taza de café y Molloy me dice que quiere escuchar conmigo la frase musical de Vinteuil, por el camino de Swann, de la literatura que queda y nos hace.
 
Sí quiero, me dice, y sonríe:
 

miércoles, 18 de agosto de 2021

"Flor de jazmín".

A veces leo poemas en esta red social que me piden que los relea, hasta dos, tres y cuatro veces. Es cuando el espíritu se desprende del cuerpo y puedo situarlos en la tradición de la lírica universal, en este caso con ciertas resonancias de Rilke y Juan Ramón Jiménez que conectan con un Absoluto que trasciende cualquier límite. Nos acercamos casi al "silencio de oro", así como al sol, la espiritualidad y la pasión del Mediterráneo. Gabriela Amorós está en la fotografía, nació en Santa Pola (Alicante) y ha publicado dos libros de poemas, "La fragua cero" (2014) y "El estuario rojo" (2017). Para el primero escribí el prólogo, un ensayo de Teoría de la Literatura de contenido lógico-simbólico, como su obra.

"como al jazmín
me han condenado a hablar por amor
pero ambos hablamos por hablar,
por amor precisamente blanqueamos
silencio.
.
una diminuta flor de jazmín
puede callar tanto
blanco
para caber en la flor
.
que día a día
se le va cayendo el alma encima
muda
enamorada y blanca,
tan apretada
una flor no resiste.
.
al escribir me siento más viva
abierta
quizá perdurable,
pienso que todo cabe en el papel
.
pero bajo su inabarcable amor
el papel
un silencio blanco
.
y el jazmín y yo
inclinados
abrazados
nos vamos muriendo".
.
© Gabriela Amoros Seller.
 
Como no sé respirar sin música, mientras me tomo el primer café de esta mañana de verano, escucho una canción que fue elegida la mejor del pop español. Va por el padre de la poeta:
 

martes, 17 de agosto de 2021

"Atravesando el espejo del Quijote".

¿Soy yo el de la foto, que se ha escapado de una película de Woody Allen, o mi rostro pertenece al personaje de una novela intercalada en el Quijote, me pregunto mientras me tomo el primer café de esta agradable mañana de verano?
 
Desde el mismo origen de las palabras, la literatura no ha dejado de citarse a sí misma, como también le ha ocurrido al cine. El otro día pensé en ello mientras recorría la casa donde nació Cervantes y me sacaban la foto en el Cuarto de las Damas, del piso de arriba. Veo el rostro de un tipo que escribe novelas varios siglos después de que naciera el concepto gracias a escritores como el propio Cervantes. El discurso narrativo y cinematográfico está sometido a cierto juego especular por la manipulación de las convenciones de la ficción. Las obras se convierten en polifonías textuales al resonar nuevas voces. En el Quijote está la intertextualidad y se dan cita la ficción implícita en la práctica narrativa, la ficción explícita o metaficción (la poética neoaristotélica que nace en el Renacimiento), las ficciones internas o creaciones imaginarias en boca de otros (historias incrustadas), la autoficción y las ficciones con don Quijote y Sancho. Los capítulos dedicados a los duques han dado lugar a novelas y ensayos sobre su propia identidad, como "El diario de la duquesa" (1983) de Robin Chapman. Al convertir la mimesis en un concepto estético flexible, en el Quijote se admiten como verosímiles las modalidades tanto de lo posible como de lo imposible siempre que sean aceptables para el lector, sin romper el decoro técnico que pedía Aristóteles. Frente a la tradición mimética que desaparece en determinadas épocas, se puede reivindicar que los textos de la literatura contengan mundos imposibles que contradigan las leyes lógicas o naturales. El poder de persuasión del escritor es una capacidad que depende de que el lector acepte la ilusión de autonomía de la historia y los personajes respecto del mundo real.
 
No me importaría haber sido un personaje del Quijote o de una obra de teatro de Lope de Vega.
 
Ni por supuesto haber sido el rubio de esta película y pasear por la ciudad mientras apuro el café en un local bohemio de una de sus dos islas.
 
¿Te acuerdas de nuestro último paseo por allí?
 

lunes, 16 de agosto de 2021

"Cuando la ficción crea la realidad".

Borges escribió un relato, "Tema del traidor y el héroe" ("Ficciones", 1944), que releí ayer tras ver la película "La verdadera historia de la banda de Kelly" (2019), del australiano Justin Kurzel, basada en la novela del escritor también australiano Peter Carey, publicada con el mismo título el año 2000. El libro de Borges está formado por dos partes, "El jardín de senderos que se bifurcan" y "Artificios", donde se incluye el cuento que he mencionado. Es uno de los libros más importantes de la literatura universal del siglo XX.

Ned Kelly (1854-1880) es el "bushranger" (bandido) más famoso de Australia y casi una gloria nacional, del estilo de las de Billy el Niño o Robin Hood, y los propios australianos no se ponen de acuerdo en si fue un héroe o villano. Su padre era irlandés, al igual que muchos de los personajes de la novela y la película. La historia de Borges se sitúa en la Irlanda real de 1824, y en ella un tal Ryan nos habla de su abuelo, Fergus Kilpatrick, que se convierte en un héroe después de ser asesinado. Ryan alude a la conocida muerte de Julio César y a varios párrafos de Macbeth para aportar verosimilitud al hecho real. Luego sabremos que Kilpatrick fue un traidor ya que escenificó su muerte para convertirse en héroe, Por tanto la obra de Shakespeare se utiliza como elemento esencial para constatar la realidad, y no al revés. De la misma forma, desde el principio de la novela de Carey, dividida en legajos encontrados (como ocurre con el Quijote y otros libros) Kelly nos cuenta su historia en primera persona, desde que se convierte en bandido cuando era un niño hasta su muerte frente a un ejército de policías, y lo mismo pasa con la película de Kurzel, que se puede considerar un neo-western punk que oscila entre lo terrible, casi el terror, y la poesía más desatada. Es ese concepto de Seudo Longinos que tanto me gusta, sobre lo sublime, lo siniestro y lo bello. Carey y Kurzel se inventan personajes para volver a contar la realidad de la leyenda de Kelly.
 
Hoy ya me he tomado dos cafés cuando escucho la música con la que termina la película, que casi parece de los Sex Pistols, y pienso que, a pesar de la banalidad que a veces quiere inundarlo todo, en este mundo estilo Instagram, siguen interesándome algunas cosas:
 

domingo, 15 de agosto de 2021

"Pío Baroja y el Café Viena".

El otro día pasé por delante de la Antigua Facultad de Medicina de la calle Atocha, construida a finales del siglo XV. En ese momento recordé a Andrés Hurtado, el protagonista de la novela de Baroja "El árbol de la ciencia", que estudió allí. Ya en casa estuve hojeando un viejo ejemplar de la novela, con esos diálogos entre un racionalista Hurtado y un idealista doctor Iturrioz. El protagonista de mi novela "Vivir es ver pasar" se llama César por otro personaje de Pío Baroja, "César o nada". Si siempre digo que, en cierta medida, aprendí a escribir siendo adolescente leyendo a Galdós, también debo decirlo de Baroja (filosóficamente me influyeron mucho Ortega y Unamuno en aquella época). En su día tuve en mi tertulia literaria a su sobrino Julio Caro Baroja hablando de Antropología (también visité su casa de la calle Alfonso XII, ese trozo de Madrid que ha sido declarado hace unas semanas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), y aproveché para decirle que la obra de su tío es inmensa y su lectura me enseñó muchas cosas en ese momento de mi vida. En realidad, somos los que leemos o más bien lo que hemos leído desde niños. Además, tras casarme en los Jerónimos celebré la boda en el Café Viena de la calle Luisa Fernanda, al lado del Templo de Debod. Este Café fue fundado hace 90 años y allí escribió Baroja algunas de sus novelas, lo mismo que en la trastienda de los Viena Capellanes de las calles Misericordia y Ruiz de Alarcón. La música de aquella cena la puso un piano de cola.
 
Como es domingo y estamos en verano, qué mejor que tomarme el primer café de la mañana marchándome a Viena unos minutos para escuchar el vals "Voces de primavera", de Johann Strauss II, con Battle y Karajan:
  
 



 
 

sábado, 14 de agosto de 2021

"Marcello, come here".

El otro día estaba leyendo EL PAÍS en la terracita del Café Comercial cuando en la página 24 me encontré una fotografía de una chica en la Fontana di Trevi. En seguida me vino a la cabeza la bella melodía de Nino Rota que acompaña a Marcello Mastroianni a lo largo de la película de Fellini. Y luego están Anita Ekberg y Anouk Aimée:

Suelo desayunar a veces en este sitio, ya que no está lejos de casa. Aquí pasé muchas tardes estudiando con mis amigos y resolviendo problemas de Matemáticas. La Facultad estaba cerca, en el centro de Madrid, y siempre que salíamos de un examen nos íbamos a los cines de Fuencarral. En el quisco de la Plaza de Bilbao he comprado películas (recuerdo algunas de Woody Allen), además del periódico. Fellini quiso hacer una película como una escultura de Picasso, que le permitiera romper la historia en pedazos, para juntarlos después. Era una nueva moral, donde la libertad no tenía límites y el pecado había sido desterrado. Y la fuente. "Marcello, come here. Hurry up". La primera mujer de la creación, la madre, la hermana, la amante, la amiga, el ángel y el demonio. En aquella fuente, donde Marcello desea tocarla como si la diva fuera una imagen inaccesible, deja de correr el agua. Ocurre de repente, en medio del silencio, y llega el amanecer, como ahora.
 
Dicen que hoy va a ser el día más caluroso del año. 
 
Ahora me tomo el primer café y regreso al cine Azul de la Gran Vía donde vi esta película por primera vez. Luego volveré al Café donde yo resolvía problemas de Matemáticas y empezaba a convertirme en escritor.
 



 
 
 

jueves, 12 de agosto de 2021

Esta es la entrevista en Youtube que me hicieron ayer en la radio de Tenerife.

Dentro del apartado literario "Guajara", los entrevistadores Isidro y Remi Pérez Brito me recibieron con afecto y cariño, y me pidieron que hablara de mi novela "Poeta en Madrid". Yo estuve a gusto con ellos durante media hora analizando los lenguajes literario y musical que apliqué en su escritura, desde la música de Puccini, Beethoven y Mahler, hasta la Poética de Aristóteles con sus conceptos sobre la coherencia, la verosimilitud y el decoro.
 
Al final terminé hablando de lo que busca todo creador, es decir, de la rosa, del nombre de la rosa. 
 

miércoles, 11 de agosto de 2021

"Vuelve la entrevista de todos los veranos, como Verano azul".

A las 11.30 hablaré de mi novela "Poeta en Madrid" en una radio del Norte de Tenerife (10.30 en la isla).

La entrevista se podrá ver en directo por Facebook y Youtube en la página de "Radio Realejos" o escuchar en el 107. FM y pinchando aquí:
 
He estado varias veces en esta radio con los hermanos Brito, Remi e Isidro, al pie del Teide y frente al oceano Atlántico, y dentro de un rato volveré a hacerlo, aunque sea en la distancia. La fotografía que he puesto se refiere a otra que me hicieron en 2016 y está subida en Youtube, como otras entrevistas.
Ahora me tomo el primer café de la mañana y escucho un aria de Puccini con la voz de Plácido Domingo. En "Poeta en Madrid" aparece Taganana, uno de los sitios que más me gustan de la isla de Tenerife, y esta música la escuché la primera vez que estuve allí, subiendo las montañas de Anaga:
 

"Tomando el aperitivo con dos portentos intelectuales en Casa Manolo, el Café más literario de Argüelles".

Como a Javier Del Prado le gustan tanto las plantas (como a tantos profesores de filología que he tenido en la Facultad) y yo solo sé que el campo está lleno de árboles y bichitos, le dije que llevara un geranio para celebrarlo. Todas las plantas son geranios para mí y de eso entiendo algo más; aun así compro muchos geranios cada año en un vivero que está cerca de casa y todos se acaban muriendo. De la arquitecta María José Muñoz Spínola únicamente puedo decir que se pone a hablar y Javier y yo cerramos la boca (cosa harto difícil) y la miramos embelesados. 
 
En fin, literatura y vermú.