viernes, 27 de enero de 2012

El tiempo de Juan Ramón Jiménez ( y V)

La presencia de Zenobia es esencial en los momentos en que el poeta penetra en los motivos más graves de su pesar y le llevan a preguntarse por tantas cosas que no poseen una respuesta evidente.

Por eso escribirá en un momento, “qué bien está ella con sus vestidos de noche, qué joven está, es, qué espíritu tiene tan permanente. Los colores que van mejor con el suyo, de noche, son el negro o el gris con verde, con plata; de día lo blanco. Tiene el buen gusto de no pintarse; sólo, por la noche, un lijerísimo acento; y cómo le saca este toque de suave rosa y el sofoco de la excitación el verde especial, íntimo, secreto, de sus ojos” (pp. 92 y 93).

Los ejemplos anteriores son elocuentes de la manera en que está escrito el poema. La vida del poeta se llena de personajes que justifican, precisamente, esa vida que está en continua comunión con la obra. El poeta se enamoraba de las chicas de su pueblo cuando tenía 15 años, y lo dice en la página 76, y también recuerda que cuando se encontraba mal se iba a las montañas de la sierra de Madrid. Después regresaba “a mi casa agrandado de montaña” (pag. 78).

Todo ello no impedía que hubiera un espacio para el chico epiléptico de su Moguer natal que se pasaba la semana comiendo, descansando y leyendo el periódico. Son pequeños ejemplos de que España estaba dentro de él, aunque se encontrara tan lejos. “Desde que estoy en América, esta luna eterna, que desde niño ha sido tanto para mí (la novia, la hermana, la madre, de mi romántica adolescencia, la mujer desnuda de mi juventud, el desierto de yeso que la astronomía luego me definió) me trae en su superficie la vista de España” (pag. 83).

En la página 92 se lee: “Ahora llevamos los dos una vida muy fundida en lo mejor, trabajamos, paseamos, guisamos, oímos música, viajamos, leemos juntos”. En el poema Tiempo se percibe la forma de un monólogo interior que avanza gracias a la utilización de las pequeñas cosas de la vida, como si se escuchara la conversación cotidiana del poeta con los sujetos y los objetos que le rodean, tanto en ese momento (se mezclan los comentarios sobre la política con los de la sociedad en torno a 1940), como en otros instantes esenciales de su vida.

Por tal motivo algunos detalles que se aprecian en el poema son la muerte de su madre, la forma de arreglarse de Zenobia, el repaso a cartas y libros de amigos, las tareas que el matrimonio llevaba a cabo cada día, las críticas literarias que recibe y sus ideas sobre literatura, arte, filosofía, música, etcétera.

Esta obra está dominada por un trasfondo moral y ético tan evidente que demuestra que al poeta nunca dejó de “importarle” España, algo que se intensificó con el exilio. Cada recuerdo chocaba en su presente como una ola y le llegaba hasta el último “poro de mi totalidad saturándome de su sustancia condensada. Un recuerdo, otro, otro, con un ritmo lento y constante”.

jueves, 26 de enero de 2012

La tertulia de Este Oeste

Ayer tuvimos a Ana Contreras en la tertulia. Ella es profesora de dirección escénica de la Resad.
Nos habló de John Dee, Shakespeare, la Tempestad y la literturatura hermética. Resultó interesantísimo, y, en mi caso la constación de que no sé casi nada. En 2010 Ana escribió un interesane artículo al respecto en ADE Teatro, la revista de los directores de escena. Como... soy incapaz de poner aquí el artículo, adjunto el link de un breve resumen que Ana publicó en un periódico digital.

http://www.diagonalperiodico.net/Las-tempestades-de-John-Dee.html

Espero que disfruteis.

sábado, 21 de enero de 2012

El tiempo de Juan Ramón Jiménez (IV)

El poeta profundo y lírico encuentra a su dios deseante y deseado en el trabajo, continuo y constante, y sobre todo en el amor. El amor y dios se pueden concentrar en el beso que se da a la persona amada.

“Cuando besamos a nuestra mujer en la boca besamos en ella la boca de dios, todo el universo visible e invisible, y el amor es el único camino de la eternidad y de dios. En realidad yo creo que no hay otra eternidad que el amor, y si sentimos la muerte como un defecto es porque nos quedamos sin acción de amor, porque nuestra boca ya no puede ponerse en contacto voluntario y dinámico con la boca del mundo” (pag. 114).

Ese amor también se dirige a la madre, que el poeta recuerda constantemente a lo largo de las páginas de “Tiempo”. “Mi madre viva, de quien yo lo aprendí todo, hablaba como toda España. Y España toda me habla ahora a mí, desde lejos, como mi madre lejana. Mi madre muerta desde dentro de España, enterrada, es abono de la vida eterna e interna de España. Su muerte viva” (pag. 84).

JRJ no puede dejar de pensar en esa matriz donde estuvo nueve meses, y en la forma en que murió su madre. “Qué palabras tan sencillas, tan profundas y tan justas las de sus últimos días. Parecía que dejaba un paraíso para entrar en otro” (pag. 97).

El hecho de que el poema sea un monólogo interior no impide que posea características propias, como el propio JRJ reconoce desde su inicio. Su monólogo seguía la estela de los de Dujardin, Joyce, Perse, Eliot y Pound, pero a diferencia de los de estos, el suyo, además de sucesivo, es lúcido y coherente.

“Lo único que le falta es argumento. Es como sería un poema de poemas sin enlace lójico. Mi monólogo es la ocurrencia permanente desechada por falta de tiempo y lugar durante todo el día, una conciencia vigilante y separadora al marjen de la voluntad de elección. Es una verdadera fuga, una rapsodia constante…” (pag. 74).

Su monólogo es un largo diálogo consigo mismo donde afloran todos sus fantasmas del pasado, unos fantasmas que toman cuerpo y le visitan en los momentos más insospechados del día y de la noche. La política impregna buena parte de sus páginas, y pone de manifiesto el compromiso ético del poeta, sobre todo con los progresistas del momento.

De alguna forma intenta mantenerse neutral, criticando tanto a la derecha como a la izquierda, aunque cuando tiene que elegir una forma de pensar se inclina hacia la izquierda. Así, en las páginas 87 y 88 escribirá lo siguiente: “Qué bello el heroísmo del hombre cultivado y sereno, qué feo el del hombre bruto y revuelto. Bruto revuelto que deja morir de cárcel a Julián Besteiro, el ecuánime, que caza al hombre honrado y sensitivo que se refujia por necesidad en otro país y lo ahorca o lo fusila, como los dictadores de España, los vengativos a este bueno y honrado Cipriano Rivas Cherif, entre otros que no conocí personalmente. Qué bien se portó Rivas con nosotros en aquel agosto de 1936. Gracias a su buen ánimo jeneroso y a la libre comprensión y noble dilijencia de Manuel Azaña, pudimos salir al aire más libre, entonces, del mundo”.

La tertulia del Café Ruiz

La tertulia de ayer con Javier Lostalé, para presentar su antología "Rosa y tormenta", tuvo una altura considerable. Qué tipo más bueno, inteligente y buen escritor.

Os comento que vamos a cambiar de sitio la tertulia, a ver qué tal sale. Cada vez es más ruidoso hacerla en el Ruiz, y además Santiago lo pasa mal con sus problemas del oído. Así que él mismo nos ha busc...ado un sitio que está al lado, en concreto en la calle Manuela Malasaña 9 (los que cogéis el metro en Bilbao pasais por la puerta siempre). Es un café y bar que se llama "Este Oeste". Los dueños son unos jóvenes curdos con gran afán cultural. Los viernes también tienen una tertulia de filosofía. Bueno, si os parece bien, el próximo Miércoles vamos allí (con la consumición habitual nos cierran el sitio sólo para nosotros), a la misma hora, a las 18.30.

Y os adelanto que uno de estos miércoles Ana, nuestra profe de la RESAD, nos hablará de Shakespeare, la Tempestad y la literatura hermética.

Y vivan los libros (aunque sean electrónicos).

viernes, 13 de enero de 2012

El tiempo de Juan Ramón Jiménez (III)

La música era una compañera inseparable de Juan Ramón Jiménez. Admiraba a Toscanini y Bruno Walter como directores, y a Mahler, Brahms y Bruckner como compositores. "No ha de estar la cabeza dentro de la partitura sino la partitura dentro de la cabeza" (pag. 78).

La última frase antecede a su aspiración de que Walter dirigiera la orquesta Sinfónica de New York, ya que su altura como director era incuestionable. “No es el volcán de Toscanini con la nieve arriba sino una mezcla entera de nieve y fuego; quema como el yelo y da escalofrío como el fuego. Stokowski todo es llama esterna, Koussevitski un maestro de la dicción, dignidad y hermosura; Mitropoulos es el santo soberbio; hace sonar los instrumentos con timbres excepcionales, pero su educación profesional le hace componer esos programas colosales (Brahms, Mahler, Bruckner, Ricardo Strauss en un solo concierto), montañas de técnica ilustre y, a veces, májica, que él levanta y ordena en perspectivas maravillosas, sobrecojedoras y abrumantes”.

En el texto se producen varias interrupciones de este tipo. En la página 84, por ejemplo, el poema se llena con la alabanza a la sinfonía Heroica de Beethoven interpretada por Walter. La marcha fúnebre (el segundo movimiento) siempre le había parecido larga y monótona, pero en esa ocasión su interpretación fue muy distinta.

Gracias a los conciertos de la radio, JRJ podía recibir el alimento necesario para seguir “sintiendo” esas sensaciones imprescindibles para su vida cotidiana. Algo parecido le ocurrirá con la interpretación de la Octava de Bruckner por parte del mismo director (pag, 93). “Hora grande de música, también, como la de naturaleza de esta mañana, diferente; diferente como esta música de otra. Y qué lirismo, qué sonido el de la orquesta con Bruno Walter”.

La música, la pintura y la poesía… se hacían para el deleite, como el amor. Pero, lógicamente, la lectura es esencial, algo normal en un hombre que estaba solo casi todo el tiempo. “Tiempo” es un diálogo (monólogo) con otros escritores, como Lorca y Machado, pero también con Ortega, Azorín, Guillén, Salinas, Alberti...
Los comentarios sobre poetas y las circunstancias de las ediciones de sus libros, e incluso de la vida ordinaria, son constantes, y se desparraman casi de la misma forma que las alusiones a los conciertos de música clásica. Aun así, JRJ no habla sólo de autores españoles, por supuesto; en sus páginas también existe espacio para Shelley, Keats, Rilke y Pound, por citar sólo algunos pocos.

“La poesía es amor. Yo estoy enamorado de ella y tengo que verla naturalmente femenina. Así la han visto todos los artistas ´enamorados´ de su arte: Leonardo, Botticelli, Rafael, Mozart, Chopin, etc.” (pag. 112). Y acto seguido compara la belleza de la naturaleza con la de la gran ciudad, donde pueden encontrarse los nombres que dan sentido al Arte de la humanidad. “Cuánto paisaje fuera de la llamada naturaleza. Suele decirse que una gran ciudad no tiene paisaje natural. Pues ¿y su humanidad, su paisaje humano carnal y espiritual? Qué paisaje humano el de New York, qué campo zoolójico humano de todos los tiempos y países del mundo”.

Lo interesante es que esta visión del arte se mezcla con la de “su” dios “panteísta”, que sigue la estela del krausismo también citado: “Si existe un dios verdadero y distinto de los conocidos, sospechados o inventados ¡qué angustia la suya estar esperando que el paisaje humano lo encuentre! Porque el otro, donde el hombre lo busca en soledad, no le importa a dios. Y qué luz ésta del desierto o el monte sin humanidad, que no le importa a dios” (pag.112).

Las implicaciones pedagógicas de la filosofía krausista obligan a poner en contacto directo al alumno con la naturaleza y con cualquier objeto de conocimiento, y fijar un gradualismo desde los gérmenes de cada disciplina de conocimiento hasta la conexión de los niveles superiores.

(continuará)

jueves, 12 de enero de 2012

Curso intensivo de creación y crítica literarias

Este es un curso intensivo que voy a impartir en Abril (tras la Semana Santa) sobre creación y crítica literarias en el Ateneo 1º de Mayo (en el edificio de los sindicatos, frente al Museo del Prado).

A lo mejor a alguno le apetece encerrarse conmigo durante 3 fines de semana seguidos, jeje, como en la primera novela de Marsé.

Lo que voy a aplicar, básicamente, es la metodología de mi tesis sobre Murakami, pero en relación con cualquier obra literaria.

Apunto el link (también hay otros muchos cursos, sobre música, poesía, teatro, dibujo, cocina).

http://www.ateneocultural1mayo.org/index.php?option=com_k2&view=itemlist&layout=category&task=category&id=16&Itemid=109&limitstart=13.

lunes, 9 de enero de 2012

"Tertulia del Café Ruiz"

El Miércoles 18 de Enero Javier Lostalé nos va a presentar la antología que le acaba de publicar la editorial Cálamo: "Rosa y tormenta". Es una selección de toda su obra que no podemos perdernos.

Apunto un link sobre la obra y Javier.

http://panopliadelibros.blogspot.com/2011/11/novedad-calamo.html

viernes, 6 de enero de 2012

El tiempo de Juan Ramón Jiménez (II)

En "Tiempo" se observa la influencia de Leibniz y sus "Opúsculos filosóficos", y de una gran abundancia de metaliteratura que bebe en la fuente de Eliot y sus "Cuatro cuartetos" (el primero de ellos se publicó en torno a 1936 y JRJ lo conocía). Sobre todo es fácil aproximarse a aquellos versos: "El tiempo presente y el tiempo pasado / quizá estén ambos presentes en el tiempo futuro / y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado".

También se constata la influencia de una obra aún más transgresora de Eliot, La tierra baldía, así como de otros poetas mayores del siglo XX como Rilke y Pound, sin olvidar elementos esenciales de los grandes simbolistas franceses que JRJ conocía a la perfección.

Con todo ello, si “Espacio” es la estrofa, “Tiempo” es el párrafo, un párrafo que está estructurado en siete fragmentos, lo que podría indicar que el poeta se basó en el conocido número pitagórico y en la explicación de la mitología cristiana sobre la creación del mundo. Igualmente podría argumentarse (como hace Mercedes Juliá en su edición, introducción y notas sobre el poema, de 2001, editorial Seix Barral, pp. 36 y 37) que JRJ buscaba dividir su producción literaria en siete etapas: tiempo primero 1898-1906, tiempo segundo 1907-1910, tiempo tercero 1911-1915, tiempo cuarto 1916-1924, tiempo quinto 1925-1936, tiempo sexto 1937-1944 y tiempo séptimo y último 1945-1958. Según Juliá, esa división se encontraría en un proyecto de libro del poeta que se titularía, precisamente, “Tiempos”.

Los motivos del poema se pueden resumir en el sueño y la ensoñación, los conciertos de música clásica que escuchaba en la radio, la lectura de libros y cartas de amigos, y la omnipresencia de “dios”, algo que nunca dejó de estar presente en toda su obra, pero que adquiere un valor diferente, más profundo, en su última etapa, sobre todo a partir de “La estación total”.

En primer lugar, el sueño le sirve como “leitmotiv” creador, un motivo circular con el que empieza y termina el poema. Así, tras la cita de Heráclito sobre el valor simbólico que posee cada persona, el Fragmento 1 arranca así: “Mis sueños de la noche, lijerezas, profundidades o solamente pesadillas, suelen ser como mi ideal cine interior abstracto: planos, colores, luces, posiciones de tiempo y espacio que, a mi despertar no me parecían sucesos, hechos, asuntos, pero que lo fueron plenamente en el sueño, tanto o más que las ocurrencias de la vigilia” (pag. 73).

Y casi al final del poema se recupera esta idea (pag. 117): “Yo tenía dos vidas, la de mi trabajo completo del día y la de mi ocio completo de la noche. Una dorada con sombras que frecuentaban la luz, y otra negra con luces que abrían la sombras”.

Se ve que el poeta necesitaba esas dos vidas, ya que una alimentaba a la otra, y viceversa. JRJ era consciente de la generación de experiencias “mágicas” durante la noche que servirían para la construcción de sus mundos posibles al día siguiente, como si los mundos de la creación siguieran una especie de sucesión de hechos ocurridos por “generación espontánea”, con pensamientos obsesivos, asociaciones automáticas, ensueños fantásticos y manifestaciones del fluir de la conciencia.

(Publicado en el Diario Progresista el 6 de Enero de 2012)

martes, 3 de enero de 2012

Palabras para Julia

A veces me reconcilio con el género humano, como con este poema de José A. Goytisolo, "Palabras para Julia".

http://www.rtve.es/television/20111017/palabras-para-julia-ja-goytisolo-mitad-invisible/468957.shtml

domingo, 1 de enero de 2012

El tiempo de Juan Ramón Jiménez (I)

A los quince o dieciséis años siempre llevaba un libro de Juan Ramón Jiménez (JRJ) en la mano, y muchos años después lo sigo llevando. (Ya sé que existen las tabletas, los libros electrónicos y toda esa parafernalia, que espero que nadie me regale durante estos días). Por eso me apetece terminar el año (y comenzarlo) hablando de nuestro gran poeta en este periódico. Al principio me interesaban sus “arias tristes”, y ahora su “tiempo” y su “espacio”, en busca de un dios deseado y deseante que es tan distinto del habitual.

Para Juan Ramón Jiménez la vida se encontraba unida a la obra. Si la suya fue una obra en marcha, su vida también se basó en la misma idea, en busca de la eternidad. La sustancia del poeta tiende hacia la eternidad, mientras que su vida está perfectamente enraizada con la historia. Si en “Espacio” unas palabras atraen a las otras, como en una escritura automática, en “Tiempo” son los propios sucesos cotidianos los que dan sentido a la poesía. Para JRJ los dioses no tendrían “más sustancia” que la que tuvo el propio poeta, pero de alguna forma las personas no pueden despegar los pies del suelo, de esos pequeños acontecimientos de cada día que marcan su destino y le obligan a aceptarlo.

“Espacio” está formado por tres fragmentos: “Sucesión 1”, “Cantada” y “Sucesión 2”; los dos primeros fueron compuestos en los años 1941 y 1942, y el tercero finalizado en 1954. Este poema no fue producto sólo de una inspiración momentánea, sino de una vida volcada en la poesía y en la propia vida. Y la otra cara de la moneda fue “Tiempo”, escrito también en 1941, con un JRJ que intentaba recuperar su ritmo vital. “Espacio” y “Tiempo” son textos gemelos y complementarios,  dos libros que nacen uno al lado del otro y constituyen las primeras manifestaciones de la escritura no discursiva del poeta tras su exilio.

El poeta busca la sustancia de su vida, asimilando con pesar el acontecimiento de la Guerra Civil, su salida de España y su precario estado físico del momento, que le lleva a pasar por el Hospital de la Universidad de Miami. Todo ello se plasma en la subjetividad de “Espacio” y la objetividad de “Tiempo”. Si en su primera época, JRJ supo reflejar en su poesía lo que podría denominarse como un éxtasis de amor, y en la segunda una avidez de eternidad, la tercera supuso la materialización de la necesidad de una verdadera conciencia interior, pero nunca dentro de su torre de marfil, como tantas veces se ha dicho.

Tradicionalmente, JRJ ha sido el maldito de la posguerra. Los franquistas no lo citaban por republicano (sus ideas estaban próximas al krausismo), mientras que los poetas sociales nunca entendieron su compromiso, ya que no existió una buena relación entre él y la Generación del 27.

No obstante, si se profundiza en la huella que dejó en la poesía española del siglo XX, se observa que su matriz se encuentra en la obra de Machado, Lorca y Cernuda, pero también en poetas sociales como Hierro y Blas de Otero; incluso Valente lo reconoce como uno de sus pilares.

En su obra se combinan la música, la pintura y la poesía, siguiendo la idea de que el poeta es un artista y no un “contador” de cosas. Su voluntad de escribir una palabra desnuda se inicia, sobre todo, a partir del “Diario de un poeta recién casado” (1917), que es una forma de combinar la vida interior con la exterior, así como la prosa con la poesía, algo que en cierta forma anticipa la dualidad que representan “Espacio” y “Tiempo”.

 (continuará)

(Publicado en el Diario Progresista el 30 de Diciembre de 2011)

Don Juan sabía escuchar a las mujeres

¿"Don Juan" sigue vivo y habitando entre nosotros? Es posible que sea una pregunta pertinente en una época de prisas, adelantos tecnológicos y gente que camina por la calle con los oídos tapados, escuchando su música favorita. Y tampoco hay mucho que añadir cuando se trata de hablar sobre la forma de conducir, sobre todo en las ciudades.

Es como si todo el mundo se empeñara en llegar en seguida a alguna parte, para luego no hacer nada, poco más que trabajar… La falta de comunicación, en un tiempo estructurado sobre la base del dominio de Internet, es uno de los rasgos significativos más curiosos de esta época.

Una de las cosas buenas de don Juan es que sabía escuchar. Y aquí pueden incluirse tanto al burlador de Tirso, como a los personajes racionalistas de Molière y Mozart- que ya empezaban a ser más donjuanes que burladores-, o a los grandes románticos que transitan por las obras de Lord Byron, el Duque de Rivas, Zorrilla, Clarín y el mismísimo Torrente Ballester.

El análisis de cada uno de los donjuanes mencionados llevaría a escribir decenas de artículos y libros, y no es este el lugar para hacerlo. Sin embargo, sí puede apuntarse el hecho de que uno de los motivos por los que don Juan siempre tenía éxito con las mujeres es porque sabía escucharlas. En realidad, don Juan tenía éxito con todo el mundo, porque sabía escuchar (e interpretar) los desvelos, contratiempos, desamores, ansias, ambiciones y necesidades de todo el mundo.

Don Juan sabía lo que debía dar a cada cual en cualquier momento, por eso su mito no puede morir, e incluso se acrecienta con el tiempo. Ahí radica uno de los aspectos esenciales de su éxito con las mujeres, y ahí está uno de los errores de la mayoría de los hombres. Mucha gente piensa que las cosas se conquistan con dinero, con sexo, con cultura y hasta con operaciones de cirugía estética, pero están terriblemente equivocados.