domingo, 31 de octubre de 2021

"Las costumbres del ciervo".

En el verano de 2016 conocí en Béjar a la profesora de Geografía e Historia Yolanda Gonzalez Lopez, en una visita al estudio del pintor Antonio Zaballos, donde me quedé a dormir, rodeado de cuadros. Un tiempo después Yolanda me regaló un disco de jazz de uno de los grandes amores de su vida, muerto de cáncer demasiado joven, el madrileño Larry Martin, batería de una banda de jazz (aparece en la fotografía junto a la cantante Yoio Cuesta), la "Larry Martin Band". Yolanda me habló de él con gran admiración, de la cantante y de los otros miembros. Yo los recordaba de haberlos visto actuar en 2013 en el "Café Central" de la Plaza del Ángel, donde he escrito páginas de mis novelas y al que van a escuchar jazz los personajes de "Las mentiras inexactas", mi novela que transcurre a un paso de allí, en la librería de la Plaza de Santa Ana. El jazz me gusta tanto como la música clásica, pero por encima de todo admiro a las personas que no olvidan a aquellos que les han hecho vibrar en la vida y valoran su esfuerzo por construir un mundo mejor, más hermoso y humano. Hace unos días Lakmé Calleja Trelis, una reciente amiga de esta red social que vive en Alcoy (Alicante), y ya es tertuliana del Café Gijón, aludió en un comentario a lo mucho que le gustaba también el jazz y a su admiración por el batería Larry Martin. Lo había conocido en el "Café Central", quien sabe si el mismo día que yo, y había vuelto a verlo durante una actuación en Campello, en la llamada Huerta de Alicante. Luego siguió de cerca su enfermedad. Tras leerlo, llamé por teléfono a Yolanda y le dije que las casualidades de este mundo resultan sorprendentes. 
 
Los ciervos están ya despiertos desde las primeras luces del día, cuando el mundo todavía duerme, y después salen al atardecer por las dehesas y los bosques cuando los rayos de sol se pierden en el horizonte. En eso me recuerdan a algunos escritores. Escuché esta canción mientras conducía por una carretera secundaria. Tan solo estábamos la Naturaleza, la música, el asfalto, el sol en su ocaso y yo.
 
Y a lo lejos me pareció distinguir a un ciervo en medio del campo, que me miraba:
 

sábado, 30 de octubre de 2021

"Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación", dije ayer a mis alumnos en la Universidad.

Ayer escribí un post sobre la bondad, la amistad, el jazz y un jersey de Olot, y hoy voy a hacerlo sobre el humor. El domingo pasado me fui a dar un paseo por Guadalix de la Sierra, un pequeño pueblo del norte de la provincia de Madrid. Siempre que voy me detengo unos minutos frente al Ayuntamiento, y vuelvo a imaginar a Pepe Isbert y Manolo Morán interpretando la inolvidable escena de "Bienvenido, Míster Marshall" (1953), de Berlanga, que también escribió el guion junto a Bardem y Miguel Mihura. El creador de "Tres sombreros de copa", "Sublime decisión" y "Ninette y un señor de Murcia", redactó la segunda versión de esta divertidísima historia. Y yo ayer tenía ganas de reírme con mis alumnos, como en realidad todos los días, porque si no lo hiciera como profesor me dedicaría a otra cosa, así que les puse esta escena de Youtube para hablarles de la España de aquel momento. Les extrañó que fuera en blanco y negro, pero ahí estoy yo, para explicarles algunas cosas:

Anoche volví a ver la película. A pesar de que en esa época existía la censura, no le afectó demasiado. Mihura, Berlanga y Bardem eran sumamente inteligentes. Por supuesto que la película tiene bastante mala uva y que habla de una España pobre y atrasada, pero lo hace con humor, dulzura e inteligencia.
 
Tener sentido del humor (y del amor) es ser sumamente inteligente, y a mí me apetece tomarme el primer café de esta mañana de lluvia tan agradable cantando en Guadalix de la Sierra, digo en Villar del Río, uno de esos lugares mágicos de los sueños, de la inteligencia y el humor:
 

viernes, 29 de octubre de 2021

"El jersey de Olot y una terraza de Nueva York".

Durante años he estado hablando del jersey deshilachado que me compré en una tienda gay de Sitges. El otro día me tomé un café y unas tostadas con aceite y tomate en Majadadonda en compañía de Silvia López, la chica de Girona que me invitó una vez a una cena en Olot, en la Garrotxa. Hacía dos años que Silvia y yo no nos veíamos, desde antes de la pandemia, y por eso me regaló un jersey de lana hecho en Olot, así que me va a terminar gustando la ropa catalana. Ya iré contando la historia del jersey cuando le ocurran cosas; a mi vida siempre le ocurren cosas divertidas e interesantes, sin que yo apenas mueva un dedo. Por ejemplo, recuerdo que paseando por la Girona medieval Silvia me habló del músico de jazz Peter Cincotti, y yo le dediqué uno de mis cuentos.
 
"Cincotti".
 
"Sotelo quiere que le cuente algo bonito que me haya sucedido mientras él escribía su libro. Le queda poco para terminarlo y quiere poner algo mío.
 
Le digo que suelo cantar y bailar mientras me tomo el primer café de la mañana. Él se ríe y mueve la cabeza en señal de aprobación. También le digo que el baile más hermoso de este año ha sido con una persona especial, diferente, en un hermoso jardín, al atardecer, como si estuviéramos en una de las terrazas de esos edificios de Nueva York que parece que rozan el cielo, quién sabe si dentro de una película de Woody Allen. Sé que a él le gustan tanto Manhattan como el director de “Annie Hall”, así que lo digo suponiendo que va a incluirlo en su libro.
 
Ella me descubrió a Cincotti mientras bailábamos, uno de los pocos cantantes blancos de jazz que podría compararse a un cantante negro. Además, me permitió confirmar la máxima de mi vida, que no es otra que hacer las cosas sin esperar nada a cambio, ni poder, ni dinero, ni amor, ni sexo, ni popularidad. Los dos sabemos que la bondad es el arma más poderosa del mundo.
 
Le digo todo eso y me responde que soy un romántico empedernido.
 
No sé".
 
("Cincotti", "Cuentos de los otros", 2017, Bartleby, p. 57).
 
Esta es una de sus canciones que más me gustan de este músico, en una terraza de Nueva York. Además poco después yo también me di una vuelta por una de esas terrazas:
 

jueves, 28 de octubre de 2021

"L.O.V.E."

Hace unos días la escritora y música leonesa Marta Muñiz Rueda me dedicó una romántica canción de Sinatra. Aseguró que siempre le recordaba a mí, y que me quedaba como anillo al dedo, como el guante a Gilda o la pajarita a Cary Grant. A lo mejor la creo, porque Marta es una persona sincera y honesta, delicada y sensible, y nada exagerada en sus juicios.

Mientras me tomo el primer café de esta bonita mañana de otoño, me siento en el banco de una fotografía que me hice antes de la pandemia en una calle del centro de Santa Cruz de Tenerife, y en la que me sobran algunos kilos, sonrío a la cámara y dejo cantar a Sinatra. Y ahora me voy a clase porque ya se sabe que ser escritor no da de comer.
 
Aunque da mucho A.M.O.R.:
 

miércoles, 27 de octubre de 2021

"La niña escribienta".

Luisa Ballesteros Rosas, escritora y profesora de la CY Cergy París Université, nació en un pueblecito de Colombia, en Boadita, donde creció con una absoluta libertad, rodeada de naturaleza. En aquel pequeño pueblo fundado hacia 1600 daban mucha importancia a la educación y a la cultura. Su abuelo descendía de una familia de los fundadores de Boadita, y en su primera novela, "Cuando el llanto no llega", Luisa habla de ello y regala a su protagonista sus aventuras de infancia, incluidas sus sensaciones y vivencias cuando se quedó huérfana de madre a la edad de cinco años. A pesar de no ser muy consciente de lo que representaba aquella ausencia, llevará con ella recuerdos imborrables. Al principio, se comportará como cualquier otra niña, sin parar de jugar, pero de pronto entrará en una especie de mutismo, y únicamente volverá a hablar cuando empiece a ir a la escuela. Un día, después de realizar correctamente los ejercicos de lengua, se dirigirá corriendo a su padre para enseñárselos. El padre estaba charlando en ese momento con uno de sus obreros, y este, después de ver los ejercicios de Luisa, exclamó: "¡La niña Luisa va a ser escribienta!"

Con los años se instaló en París, en 1980, y la conocimos ayer, en la tertulia del Café Gijón, como escritora, como profesora, como mujer que habla de otras mujeres escritoras. Nos contó sus primeros años en París, en el Liberty Hotel, de cómo debía trabajar cuidando a una niña. Nos habló de su entrada en la Sorbona, en cómo fue subiendo la escalera de la enseñanza y la investigación. Nuestra psicóloga y escritora Elena Gayán nos sirvió de cicerone y yo disfruté con Luisa, con su serenidad, sus conocimientos y su sencillez, con los poemas que se recitaron al final (en las fotos está Luisa en París, Elena en Mallorca, Mariola en México y 31 personas escuchando hablar de la vida y la literatura). María José Muñoz Spínola recitó el poema "Día de invierno", que en este pequeño video de Youtube lee la propia Luisa:
 
 
Es lo que tiene la literatura, su carácter maravillosamente evocador de otros mundos, y es lo que tiene la tertulia de literatura del Café Gijón.
 




 

martes, 26 de octubre de 2021

"La tertulia del Café Gijón de esta tarde se va a París".

En esta maravillosa ciudad vive la escritora Luisa Ballesteros Rosas (Boyacá, Colombia), y según mi madre era donde tenía que haber vivido yo, en una ciudad donde se valoran la cultura y los libros (al menos te metes en sus cafés y aún se ve a la gente leyendo). Sea como fuere, allí es donde Luisa realizó sus estudios superiores, en concreto en la Universidad de la Sorbonne. Después del Máster de Literatura latinoamericana y el Doctorado de Estudios ibéricos y latinoamericanos, obtuvo el título posdoctoral HDR. Es Profesora de Literatura y Civilización de América Latina en la CY Cergy Paris Université, donde ha dirigido el Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos. Por otra parte ha publicado un gran número de artículos y ensayos como "La femme écrivain dans la société latino-américaine" (1994), "Las escritoras y la historia de América Latina" (2017) e "Historia de Iberoamérica en las obras de sus escritoras y el conjunto de su obra" (Premio Virginia Woolf 2018) (está con él en la primera foto, y con el premio en la segunda).
 
Y junto a ello es autora de los libros de poemas bilingües "Pluma de colibrí / Plume de colibri" (1997), "Memoria del olvido / Mémoire de l’oubli" (2001), "Diamante de la noche / Diamant de la nuit" (2003) y "Al otro lado del sueño / De l’autre côté du rêve" (2011); la antología poética de su obra "Pies de sombra" (2007) y la novela "Cuando el llanto no llega" (2017).
 
De todo esto hablaremos a las 18.30 h. tras la presentación de su amiga y tertuliana mallorquina Elena Gayán. Han estado juntas hace solo unas semanas en el Instituto Cervantes de París (en la tercera foto) hablando de literatura.
 
Por cierto, Elena Gayan me invitó al Cervantes de París hace un año, pero empezó la pandemia y no fui. De todas formas, como soy muy caprichoso, a lo mejor tampoco hubiera ido. En realidad a París solo me apetece ir para pasear por sus calles "Midnight in París":
 
 



 

lunes, 25 de octubre de 2021

"Pilar S. Tarduchy, una de las tertulianas del Café Gijón, entre las afectadas por el "aceite de colza".

Pilar y su pareja, Oskar Rodrigañez Florez, aparecieron en mi vida hace varios años y, como entre otras muchas cosas son poetas, se integraron en la tertulia presencial del Café Gijón. En la primera foto que he compartido, ella se encuentra en el centro durante la visita a la tertulia de la joven novelista argentina Florencia del Campo. Los dos están en la segunda foto, a mi lado, cuando una tarde antes de la pandemia me fui a la Librería Bravo de Fuenlabrada para hablar en su Cinefórum de una película que me gusta mucho, "El nadador", interpretada por Burt Lancaster, según el cuento de John Cheever. La directora de este grupo es Patricia Nogueira, también víctima de ese aceite, amiga de ellos y de mi amiga Rosalía del Val, que me la presentó. La tercera foto se refiere a una plaquete de poesía y que ellos publican y para la que me pidieron que escribiera un prólogo, que también publiqué en el Diario Progresista dirigido por mi amigo Antonio Carmona (a ver si ahora que es vicepresidente de Iberdrola nos baja un poco la luz).

Este es el prólogo, que me resistí a escribir porque no soy poeta y no me quiero meter donde no me llaman. Pilar y Oskar me tuvieron que "sobornar" una mañana en el Café Comercial con un café con leche y unos churros para que lo hiciera:
 
Este martes pasado seis componentes de la plataforma "Síndrome Tóxico-Seguimos Viviendo", en la que se reúnen los afectados por esta enfermedad de la colza, se encerraron en el Museo del Prado durante una hora con el fin de que el Gobierno los reciba y sobre todo los escuche. "Hemos llamado, mandado cartas, correos, y no hay forma. Somos víctimas de segunda", dijo una de las afectadas. Hace años cobraron una indemnización que utilizaron para adaptar sus viviendas y para poder vivir y pagar parte del tratamiento que necesitan, pero no es suficiente. "Queremos que se nos reconozca como víctimas", sentencian.
 
Solo quería decirlo.
 



 

sábado, 23 de octubre de 2021

"De actores y escritores, en la presentación de Mecánica terrestre, de Emma Prieto".

Las terrazas del barrio de Malasaña estaban llenas de gente. Como en Madrid hablamos alto y siempre nos estamos riendo, aquello se veía y se escuchaba animado. Cerca de la Plaza del Dos de Mayo se encuentra la librería "Ciento volando", y en el sótano de ese lugar el escritor Eloy Tizón presentó ayer por la tarde "Mecánica terrestre" (Eolas), el último libro de relatos de Emma Prieto. Mientras la gente saludaba en la calle a la escritora, yo me apoyé en la fachada de la librería con la suela del zapato sobre la pared. Emma se fijó en mí, y no se acercó a saludarme, a pesar de que ya nos conocemos desde hace varios años y asiste a la tertulia del Café Gijón. Poco después me dijo que es vergonzosa y no me había reconocido. Incluso le dio la sensación de que yo era un actor que iba a otro tipo de acto, y no a la presentación de un libro. Nos reímos y en seguida me dedicó su libro (tercera foto). En mi blog he hablado de sus dos últimos libros, "Radiografía de ausencias" y "Escamas en la piel", y de este último afirmé que me recordaba a Kafka y Calvino. "Mecánica terrestre" no lo he leído, como es lógico, pero ella me ha prometido hablarnos de él en una tertulia. Su literatura es sorprendentemente interesante y depurada, y, en estos tiempos en los que a veces creo que ya lo he leído todo, me aporta nuevas ideas y un lenguaje fresco e irónico, a la vez que fantástico, que encuentro próximo a lo "real maravilloso", como diría Carpentier. 
 
Ya que mucha gente me llama actor (digamos actor literario), quizá por los vaqueros rotos que llevaba ayer por la tarde, las gafas de sol y la bufanda, tengo música para cada momento de mi vida, como si viviera las escenas del cine de Woody Allen, Eric Rohmer o Bertrand Tavernier. Algunas de las imágenes de Emma Rubio me recuerdan a los textos de Haruki Murakami, y por eso me tomo el primer café de esta bella mañana de otoño escuchando el leitmotiv de una de las novelas del japonés. 
 
Decir Liszt es decir belleza, como decir Emma Prieto:
 

viernes, 22 de octubre de 2021

"Una breve reflexión sobre el futuro de la literatura a propósito de la última tertulia del Café Gijón".

Si hago tertulias después de 25 años es porque me gusta continuar aprendiendo, de los tertulianos, de los escritores invitados y de los temas que discutimos en ellas. Es el mismo motivo que me animó a estudiar la carrera de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada siendo ya catedrático de Economía o escribir la tesis sobre Haruki Murakami para hacerme doctor. He contado en alguna ocasión que la primera pregunta que hice -tras pisar la Facultad de Filología de la Complutense- al profesor de Teoría de la Literatura, Ángel García Galiano, fue hacia dónde iba la literatura en un siglo XXI en el que ya se había escrito todo, la misma pregunta que repetí, después de realizar dos másteres de literatura, en la última clase del catedrático Antonio Garrido.

De esto hablamos en la tertulia del Café Gijón del martes pasado. Y no me refiero a la vigencia de la obra de Borges, al que considero el mayor narrador en castellano del siglo pasado, sino más bien a la interpretación que ofrecimos a su relato "Jardín de senderos que se bifurcan", que dio nombre a los cuentos que se integraron en 1944 en el libro "Ficciones". De este cuento, y algunos otros, me examiné al estudiar la carrera de literatura, lo leí con mis alumnos cuando la tertulia era un taller de literatura y entraba dentro de su currículum, y lo he vuelto a releer ahora para esta tertulia. Lo que aún no tengo claro es si es un relato de literatura fantástica que luego influye en la física cuántica o es al revés, y en el que está presente la paradoja del gato de Schrödinger, del año 1935, un experimento mental para refutar la interpretación indeterminista de Copenhague a partir de la ecuación sobre la mecánica cuántica, apoyada, de alguna manera, por el propio Albert Einstein, que también defendía el determinismo. ¿Cómo es realmente la realidad cuando no interactuamos con ella? ¿En qué medida nuestra interacción con la realidad la modifica? En 1927 Heisenberg había enunciado su "principio de incertidumbre", y el fin del determinismo con el "principio de superposición", es decir, un sistema cuántico forma parte de todos sus estados posibles si no es observado. A ello nos referimos, brevemente, Peter y yo en la tertulia, pues la literatura actual debería ser consciente de que las variables de la vida no son deterministas (como podrían considerar los novelistas del siglo XIX, incluso tantos del XX), sino aleatorias. Borges era consciente de ello y en su relato muere un tipo que se llama Albert para que pueda ser bombardeada la ciudad del mismo nombre. ¿Pensaba a lo mejor en Albert Einstein, se preguntó María José Muñoz Spínola, nuestra arquitecta, al final de la conversación que comenzó con unas palabras de la escritora Almudena Mestre, siguió con un espléndido relato escrito (y leído) sobre el cuento de Borges por la actriz María Rodríguez Velasco y el análisis profundo del profesor Javier del Prado Biezma? Después intervinieron otros tertulianos, sobre todo desde México y Argentina. Lo cierto es que la biblioteca de Borges se encontraba llena de libros científicos, lo que me lleva a pensar que tengo que seguir estudiando las "teorías de las catásfrofes y del caos" de la física moderna si pretendo que mis novelas continúen reflejando el curioso mundo en el que vivo. Obviamente, yo no escribo para ganar dinero ni para salir en la TV. Estudiar te permite relativarlo todo, y sobre todo contextualizarlo y sé de sobra el papel que ha ocupado y ocupa un escritor a lo largo de la historia. Por cierto, ayer pregunté a mis alumnos de 2º curso si conocían al gato de Schrödinger y me lo explicaron a la perfección; para que luego digan algunos que la juventud no se encuentra bien preparada (varios de ellos fueron a la Feria del Libro del Retiro para llevarse mi última novela).
 
Ahora me tomo el primer café de esta preciosa mañana de otoño, el "espín" se dispara en mi mente y, a pesar de saber que la rotación de mi cerebro tan solo es mental, es posible que, mientras termino el café, todavía no lo haya empezado a beber. Es entonces cuando aparece Mozart en mi cabeza, tan vivo como Borges. No sé por qué me recuerda a la reciente música fractal. Y ahora me voy a clase paseando tan ricamente, y escuchándola.
 
Dicen que hay otras maneras de vivir, pero yo no las conozco:
 

jueves, 21 de octubre de 2021

"Cómo te atreves a volver".

Ayer por la tarde me encontré en la terraza de un bar a ocho de las alumnas que aparecen en esta fotografía (yo estoy sentado en el suelo, en el centro). Fue de las últimas fotos que nos hicimos antes de que comenzara la pandemia. Ahora sin mascarilla de nuevo, me dijeron que este año terminan la carrera. Aquella misma mañana su clase había elegido, casualmente, a los mejores profesores de esos cinco años, y yo estaba entre ellos. Como ya no son alumnas mías (nunca soy amigo de mis alumnos ni por supuesto hablo de mi vida privada con ellos, pero me gusta serlo de mis ex alumnos), les dije que también ellas estaban entre las alumnas más inteligentes y guapas a las que he dado clase.
 
Ya sé que esta mañana tenía que ponerme serio y hablar de Borges y la última tertulia on line del Café Gijón, pero la verdad es que soy bastante poco serio. Por eso, y como siempre, lo que me pongo es un traje, una sonrisa y unas gotas de colonia, como Marilyn, y me voy a la facultad caminando y escuchando con los auriculares a un grupo de jóvenes que gustó mucho a mis alumnos hace unos años. Es la vida y yo formo parte, de alguna forma, de la vida de más de 15.000 alumnos a lo largo de la mía.
 
Por cierto, la canción no va por nadie. Estar siempre entre chicos de 20 años es lo que tiene:
 

miércoles, 20 de octubre de 2021

"El olor y la música de 10 años de paz".

Cerca de mi facultad hay un pequeño parque, rodeado de colegios mayores de alumnos de la Complutense y la Politécnica. Cada vez que paso caminando por allí, me quedo mirando unos instantes los árboles. En los últimos días me ha llegado con insistencia el olor de unas hermosas flores blancas y rosas que me obligan a detenerme, y aspirarlo. Mañana escribiré algo sobre la apasionante tertulia del Café Gijón que tuvimos ayer sobre Borges. El año 2006 necesité escribir una novela pidiendo también "paz" y puse esa palabra en el título. 
 
Ahora me tomo el primer café de esta hermosa mañana de otoño y escucho una música que llenó mis oídos cuando era pequeño. Me da igual que me llamen ingenuo o extravagante, como ya me decían siendo un adolescente porque llevaba un libro en la mano o me pasaba el día hablando de Beethoven, Mozart o Chopin.
 
Por todos los soñadores de este mundo, por el olor y la música de la paz:
 

"Borges, en la tertulia on line del Café Gijón".

Esta tarde vamos a hablar de uno de los cuentos más importantes del siglo XX. En los últimos 25 años he hecho tertulias en todas las universidades donde he dado clase y en varios cafés. A veces con invitados relevantes; otras analizando el hecho y el proceso creativo (por ejemplo narratológico, sobre el autor, el narrador, el cronotopo, los personajes y el discurso), y en tercer lugar leyendo y analizando novelas, libros de poemas y cuentos. Hoy será este caso. Podría decirse que "El jardín de senderos que se bifurcan" es una mezcla entre la literatura y la Física cuántica, ya que Borges era un escritor atento y sabía que en sus textos se tenía que hablar de los últimos avances científicos. 
 
Dejo el cuento por aquí por si alguien de esta red social lo quiere leer:
 

lunes, 18 de octubre de 2021

"La literatura Möet Chandon".

No voy a hablar de los premios Planeta, sino de que ayer me pasé parte de la tarde leyendo a Emily Dickinson y escuchando una obra del norteamericano John Adams (Massachusetts, 1947). Tampoco tendría mucho que decir de los premios que concede una empresa privada que asegura dedicarse a la literatura, ya que nunca he leído nada premiado por ella. La vida es muy corta; la pasamos tomando decisiones y a mí me gusta el Möet Chandon.
 
"Harmonium" (1981) parte de tres poemas, uno del poeta inglés del XVII John Donne y dos de Emily Dickinson, la poeta norteamericana del XIX. Es interesante comprobar cómo se pueden unir tres siglos tan distintos gracias a la música, algo que comprobé el otro día con Lope de Vega y Bach:
 
 
Esta obra comenzó con una imagen sencilla en la mente de Adams, la de un único tono como si palpitara. Es una especie de viaje que te eleva y te arrastra, como queda patente en "Negative Love", de Donne. Los cambios en la armonía, que suelen ser una articulación de compás a compás en la música tonal (al menos en Occidente), ahora son otra cosa, una especie de ambigüedad a lo largo de un tiempo tan prolongado que apenas adviertes que se han producido esos cambios. El efecto sorpresa y la tensión emocional lo provocan los poemas de Dickinson. 
 
Estos son los 3 poemas:
 
"Negative Love" ("Amor negativo"), de John Donne (1572-1631).
 
"I never stoop'd so low, as they
Which on an eye, cheek, lip, can prey;
Seldom to them which soar no higher
Than virtue, or the mind to admire.
For sense and understanding may
Know what gives fuel to their fire;
My love, though silly, is more brave;
For may I miss, whene'er I crave,
If I know yet what I would have.
If that be simply perfectest,
Which can by no way be express'd
But negatives, my love is so.
To all, which all love, I say no.
If any who deciphers best,
What we know not—ourselves—can know,
Let him teach me that nothing. This
As yet my ease and comfort is,
Though I speed not, I cannot miss".
 
"Jamás me arrodillé, como aquellos
que adoran un ojo, mejillas, labios;
rara vez hasta aquellos que no se remontan
para admirar la virtud o la mente;
pues sentido e inteligencia pueden
reconocer aquello que alimenta su fuego.
Mi amor, aunque ignorante, es más audaz,
mi fracaso está en el suspiro
si he de saber qué es lo que deseo.
Si es simplemente lo perfecto
lo que no puede expresarse
sino con negativos, así entonces es mi amor;
al Todo que todos aman digo no.
Si alguien puede descifrar
aquello que desconocemos
entonces a nosotros conocer puede,
que él me enseñe esa Nada.
Es este, por ahora, mi alivio y consuelo,
aun cuando no halle progreso, fallar no puedo".
 
"Because I could not stop for Death" ("Porque no pude detenerme ante la Muerte"), de Emily Dickinson (1830-1886).
 
"Because I could not stop for Death
Because I could not stop for Death -
He kindly stopped for me -
The Carriage held but just Ourselves -
And Immortality.
We slowly drove - He knew no haste
And I had put away
My labor and my leisure too,
For His Civility -
We passed the School, where Children strove
At Recess - in the Ring -
We passed the Fields of Gazing Grain -
We passed the Setting Sun -
Or rather - He passed Us -
The Dews drew quivering and Chill -
For only Gossamer, my Gown -
My Tippet - only Tulle -
We paused before a House that seemed
A Swelling of the Ground -
The Roof was scarcely visible -
The Cornice - in the Ground -
Since then - 'tis Centuries - and yet
Feels shorter than the Day
I first surmised the Horses' Heads
Were toward Eternity".
 
"Porque no pude detenerme ante la muerte
 Porque no pude detenerme ante la muerte,
amablemente ella se detuvo ante mí;
el carruaje solo nos encerraba a nosotros
y a la inmortalidad.
Condujimos lentamente, ella no sabe de apuros;
y por su cortesía debí abandonar
mis labores e incluso
mis ratos de ocio.
Pasamos por la escuela donde jugaban los niños
Sus lecciones apenas concluidas;
pasamos frente a los campos de pastoreo
y ante el sol que se ponía,
Nos detuvimos ante una casa que parecía
una hinchazón de la tierra;
su techo, solo visible,
su cornisa, apenas un montículo.
Desde entonces han pasado siglos;
pero cada uno parece más corto
que el día en que anuncié por vez primera
que las cabezas de los caballos
apuntaban hacia la eternidad".
 
"Wild Nights" ("Noches salvajes"), de Emily Dickinson.
 
"Wild Nights
Wild Nights – Wild Nights!
Were I with thee
Wild Nights should be
Our luxury!
Futile – the Winds –
To a Heart in port –
Done with the Compass –
Done with the Chart!
Rowing in Eden –
Ah, the Sea!
Might I but moor – Tonight –
In Thee!"
 
"Noches Salvajes
¡Noches Salvajes - noches Salvajes!
¡Si yo estuviera contigo
Las noches Salvajes serían
Nuestro lujo!
¡Fútiles - los vientos -
Para un Corazón en puerto -
Que ha terminado con la Brújula -
Que ha terminado con la Carta de Marear!
Remando hacia el Edén -
¡Ah - el Mar!
¡Si yo pudiera tan sólo amarrar - esta noche -
En ti!"
 



 

"De Lope de Vega a Bach".

Lope de Vega murió en Madrid, donde nació, cincuenta años antes de que naciera Bach en Eisenach. Aun así, paseando por Madrid un sábado de otoño se puede convertir el tiempo en un instante. En el corazón del Barrio de las Letras de Madrid vivieron Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo. Todos ellos tienen su calle, unas cerca de las otras. Yo también viví al lado y a veces vuelvo por allí, como ayer, para pasear lentamente porque nunca tengo prisa para llegar a ninguna parte, salvo al interior de mí mismo, entrando en el jardín de la casa de Lope de Vega, como si lograra atravesar el tiempo y aparecer en el siglo XVI. Y en el jardín me encontré con una puerta cerrada. Tal vez Lope de Vega escondía tras esta puerta el secreto de su arte literario, ese que cambió el teatro desde la Poética de Aristóteles, el que enamoró a tantas mujeres e hizo morir de envidia a los mejores escritores de su tiempo, tras escribir sonetos como este: 
 
"Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe".
 
Luego siguió el paseo, el desayuno en el Café que antes se llamaba Cervantes -un restaurante que aparece en mi novela "Las mentiras inexactas"-, atravesar la calle de la Bolsa, un lugar importante en una de mis novelas favoritas de Galdós, "Lo prohibido", y llegar a la Plaza de la Paja y el jardín romántico del Palacio de Anglona. Antes me había llamado una música de órgano que salía de la iglesia de San Pedro el Viejo, una de las más antiguas de Madrid.
 
El tiempo solo existe si yo quiero.
 


 

sábado, 16 de octubre de 2021

"Eva, los libros y Leólo".

Ayer, en un descanso entre mis clases, desayuné en la cafetería de la Facultad de Filología de la Complutense, donde he pasado ratos muy agradables a lo largo de mi vida. Al salir me pasé por la librería (que ha vuelto a abrir), y, después de echar un vistazo a las mesas, me encontré con una sorpresa, el ensayo "Literatura y edición", de Eva Ariza Trinidad, recién publicado, una defensa del mundo de las editoriales en estos tiempos.

Leí más de la mitad del libro en la terraza, envuelto en la suavidad de la tarde. En la página 27 se dice: "Los senderos de la edición son casi tantos como las materias, temas y tipos de libros imaginables. El libro, dice Borges, es el más singular de los instrumentos que son obra del hombre, porque es una extensión perdurable de la imaginación y la memoria, y, de los distintos conceptos del libro que se desarrollan en la historia, solo el libro como objeto de lo artístico se convierte en el odre de los textos literarios". 
 
Eva es profesora de Teoría de la Literatura en la Complutense, y en su momento fuimos amigos íntimos. Hace años que no nos vemos, pero recuerdo su cabeza impresionante y bien amueblada. De muy joven fue modelo, ayudada por su belleza y su más de 1.80. Cuando se cansó de ese mundo, se hizo maestra y después estudió, como yo, la carrera de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. No contenta con todo ello se embarcó en la carrera de Bellas Artes. Le gustaba leerme los análisis literarios que escribía, como uno en el que aplicaba el "Ut pictura poesis" de Horacio al cine y la literatura, en concreto a la película "Leólo" (1992), de Jean-Claude Lauzon, una de las más transgresoras y poéticas que he visto. Esta película es poesía filmada, ante la miseria, la realidad y la locura. Léolo vive en un barrio marginal de Montreal, y se inventa una identidad propia para escapar de la locura que padece su padre y buena parte de su familia. Sueña con un tomate fecundado por un italiano, que acaba dentro del cuerpo de su madre, y él volverá a nacer. Leólo escribe todo lo que se le ocurre, y convierte a los miembros de su familia en personajes de ficción.
 
Este es un tráiler de la película:
 
Eva me tuvo colgado al teléfono varias horas leyéndome su trabajo sobre Leólo, entusiasmada.
 



 

"Un diario poético del confinamiento".

Ayer el cartero dejó en el buzón de casa el último libro de poemas de la artista Adriana Davidova. Nacida en Sofía (Bulgaria), Adriana es escritora, actriz, directora y guionista de cine, además de hija de una poeta admirable, Zhivka Baltadzhieva, de la que he presentado algún libro y que también es vecina mía. A veces me los encuentro por la calle, a Zhivka, a Adriana, al marido de esta, Liberto Rabal, el nieto de Paco Rabal, del que volví a ver hace unos días "Los santos inocentes", dirigida por Mario Camus, un estimable director de cine que ha fallecido recientemente y del que yo siempre recordaré "La colmena" y también "Los pájaros de Baden Baden", una película tan imperfecta como fascinante, y que se basa en un relato de Ignacio Aldecoa. Me puse a leer a Aldecoa después de ver esta película. Yo era joven, y la película romántica y libertaria. Ahora me tengo que ir a clase y no voy a hablar del libro de Adriana porque no lo he leído, salvo algunos poemas sueltos sobre un mundo roto y desgarrado por la pandemia, pero más adelante nos acompañará en la tertulia del Café Gijón, como en otras ocasiones (la última, en la tercera foto).

Me iré caminando lenta y tranquilamente a clase, pensando en lo que voy a contar a mis alumnos, ya sin mascarilla, y escuchando en los auriculares la música de Antón García Abril para la película de Camus, del estilo de Francis Lai o Claude Lelouch, muy de la época, de aquella época.
 
Es la vida, tan parecida al cine y la literatura, al menos la mía, como los pájaros de Baden Baden: