viernes, 22 de octubre de 2021

"Una breve reflexión sobre el futuro de la literatura a propósito de la última tertulia del Café Gijón".

Si hago tertulias después de 25 años es porque me gusta continuar aprendiendo, de los tertulianos, de los escritores invitados y de los temas que discutimos en ellas. Es el mismo motivo que me animó a estudiar la carrera de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada siendo ya catedrático de Economía o escribir la tesis sobre Haruki Murakami para hacerme doctor. He contado en alguna ocasión que la primera pregunta que hice -tras pisar la Facultad de Filología de la Complutense- al profesor de Teoría de la Literatura, Ángel García Galiano, fue hacia dónde iba la literatura en un siglo XXI en el que ya se había escrito todo, la misma pregunta que repetí, después de realizar dos másteres de literatura, en la última clase del catedrático Antonio Garrido.

De esto hablamos en la tertulia del Café Gijón del martes pasado. Y no me refiero a la vigencia de la obra de Borges, al que considero el mayor narrador en castellano del siglo pasado, sino más bien a la interpretación que ofrecimos a su relato "Jardín de senderos que se bifurcan", que dio nombre a los cuentos que se integraron en 1944 en el libro "Ficciones". De este cuento, y algunos otros, me examiné al estudiar la carrera de literatura, lo leí con mis alumnos cuando la tertulia era un taller de literatura y entraba dentro de su currículum, y lo he vuelto a releer ahora para esta tertulia. Lo que aún no tengo claro es si es un relato de literatura fantástica que luego influye en la física cuántica o es al revés, y en el que está presente la paradoja del gato de Schrödinger, del año 1935, un experimento mental para refutar la interpretación indeterminista de Copenhague a partir de la ecuación sobre la mecánica cuántica, apoyada, de alguna manera, por el propio Albert Einstein, que también defendía el determinismo. ¿Cómo es realmente la realidad cuando no interactuamos con ella? ¿En qué medida nuestra interacción con la realidad la modifica? En 1927 Heisenberg había enunciado su "principio de incertidumbre", y el fin del determinismo con el "principio de superposición", es decir, un sistema cuántico forma parte de todos sus estados posibles si no es observado. A ello nos referimos, brevemente, Peter y yo en la tertulia, pues la literatura actual debería ser consciente de que las variables de la vida no son deterministas (como podrían considerar los novelistas del siglo XIX, incluso tantos del XX), sino aleatorias. Borges era consciente de ello y en su relato muere un tipo que se llama Albert para que pueda ser bombardeada la ciudad del mismo nombre. ¿Pensaba a lo mejor en Albert Einstein, se preguntó María José Muñoz Spínola, nuestra arquitecta, al final de la conversación que comenzó con unas palabras de la escritora Almudena Mestre, siguió con un espléndido relato escrito (y leído) sobre el cuento de Borges por la actriz María Rodríguez Velasco y el análisis profundo del profesor Javier del Prado Biezma? Después intervinieron otros tertulianos, sobre todo desde México y Argentina. Lo cierto es que la biblioteca de Borges se encontraba llena de libros científicos, lo que me lleva a pensar que tengo que seguir estudiando las "teorías de las catásfrofes y del caos" de la física moderna si pretendo que mis novelas continúen reflejando el curioso mundo en el que vivo. Obviamente, yo no escribo para ganar dinero ni para salir en la TV. Estudiar te permite relativarlo todo, y sobre todo contextualizarlo y sé de sobra el papel que ha ocupado y ocupa un escritor a lo largo de la historia. Por cierto, ayer pregunté a mis alumnos de 2º curso si conocían al gato de Schrödinger y me lo explicaron a la perfección; para que luego digan algunos que la juventud no se encuentra bien preparada (varios de ellos fueron a la Feria del Libro del Retiro para llevarse mi última novela).
 
Ahora me tomo el primer café de esta preciosa mañana de otoño, el "espín" se dispara en mi mente y, a pesar de saber que la rotación de mi cerebro tan solo es mental, es posible que, mientras termino el café, todavía no lo haya empezado a beber. Es entonces cuando aparece Mozart en mi cabeza, tan vivo como Borges. No sé por qué me recuerda a la reciente música fractal. Y ahora me voy a clase paseando tan ricamente, y escuchándola.
 
Dicen que hay otras maneras de vivir, pero yo no las conozco:
 

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