"El pensamiento del hombre quiere anclar, dejar marca; el de la mujer siente placer en el propio proceso de pensar y de extenderse, es decir, no es tanto la procreación del pensamiento, sino el placer del acto creativo".
Con estas frases de Olga Amarís Duarte, a partir del pensamiento de Hanna Arendt, quise que se iniciara la primera tertulia on line del Café Gijón de ayer por la tarde sobre el libro "Una poética del exilio: Hanna Arendt y María Zambrano". Olga, que es doctora en Filosofía, habló desde Munich, y los demás estábamos en muchos lugares de este mundo, desde Estados Unidos, como la catedrática Mercedes Juliá, hasta Argentina, como el escritor Antonio Tello, e Italia, como la poeta Mirta Amanda Barbonetti, y España. Subrayo este hecho porque hablamos de las tres etapas que definen de alguna forma al que tiene que abandonar su lugar de nacimiento, el desarraigo, el destierro y el exilio "stricto sensu". Algo que es singular en el caso de la mujer. Su exilio siempre ha sido distinto (de ahí las frases del principio) pues nunca se ha descrito con detalle, por el pudor para contar su propia historia, el exilio de su mismo cuerpo, el hecho de que la guerra tenga rostro de mujer, a partir de la ética del cuidado, tan femenino, o porque la mujer siempre ha debido separar entre lo político y la familia, y tenido que escribir cuando los niños duermen. De todo esto hablamos entre Mercedes Juliá y Javier Del Prado (en su caso a partir del "desterrado" Juan Ramón Jiménez y el papel de su mujer Zenobia Camprubí), Antonio Tello y Mariwan Shall, desde sus propios "destierros", y de la misma manera mi ex alumna Ruth Gonzalez Montero, Almudena Mestre, Peter Redwhite y Miguel Ángel Yusta, entre otros.
Yo no me pude quedar hasta el final ya que tenía que estar en una fiesta sorpresa por el 70 cumpleaños de uno de mis amigos íntimos, de los que te van acompañando a lo largo de la vida. Pero mientras iba en el taxi hasta la otra punta de Madrid pensé que el mundo no se detiene. Necesitamos conocer nuestra historia, todo eso que convierte el pasado en presente e incluso en futuro, como dice Eliot al principio de sus "Cuatro Cuartetos", y por eso creo que nuestros jóvenes ya ven el mundo de otra manera, sin fronteras ni barreras, afortunadamente.
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