domingo, 31 de octubre de 2021

"Las costumbres del ciervo".

En el verano de 2016 conocí en Béjar a la profesora de Geografía e Historia Yolanda Gonzalez Lopez, en una visita al estudio del pintor Antonio Zaballos, donde me quedé a dormir, rodeado de cuadros. Un tiempo después Yolanda me regaló un disco de jazz de uno de los grandes amores de su vida, muerto de cáncer demasiado joven, el madrileño Larry Martin, batería de una banda de jazz (aparece en la fotografía junto a la cantante Yoio Cuesta), la "Larry Martin Band". Yolanda me habló de él con gran admiración, de la cantante y de los otros miembros. Yo los recordaba de haberlos visto actuar en 2013 en el "Café Central" de la Plaza del Ángel, donde he escrito páginas de mis novelas y al que van a escuchar jazz los personajes de "Las mentiras inexactas", mi novela que transcurre a un paso de allí, en la librería de la Plaza de Santa Ana. El jazz me gusta tanto como la música clásica, pero por encima de todo admiro a las personas que no olvidan a aquellos que les han hecho vibrar en la vida y valoran su esfuerzo por construir un mundo mejor, más hermoso y humano. Hace unos días Lakmé Calleja Trelis, una reciente amiga de esta red social que vive en Alcoy (Alicante), y ya es tertuliana del Café Gijón, aludió en un comentario a lo mucho que le gustaba también el jazz y a su admiración por el batería Larry Martin. Lo había conocido en el "Café Central", quien sabe si el mismo día que yo, y había vuelto a verlo durante una actuación en Campello, en la llamada Huerta de Alicante. Luego siguió de cerca su enfermedad. Tras leerlo, llamé por teléfono a Yolanda y le dije que las casualidades de este mundo resultan sorprendentes. 
 
Los ciervos están ya despiertos desde las primeras luces del día, cuando el mundo todavía duerme, y después salen al atardecer por las dehesas y los bosques cuando los rayos de sol se pierden en el horizonte. En eso me recuerdan a algunos escritores. Escuché esta canción mientras conducía por una carretera secundaria. Tan solo estábamos la Naturaleza, la música, el asfalto, el sol en su ocaso y yo.
 
Y a lo lejos me pareció distinguir a un ciervo en medio del campo, que me miraba:
 

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