jueves, 31 de octubre de 2019

"El genio sin barba".

Hoy quiero hablar del hombre de la fotografía, que también está conmigo en las fotos de abajo.

Se llama Santiago Martínez Sáenz, es arquitecto y pintor, y toda su vida ha sido profesor de dibujo en la Escuela de Arquitectura de Madrid. En más de una ocasión he contado que lo conocí hace muchos años (cerca ya de 20) en la comida de los premios de literatura y pintura de una universidad. Nos caímos bien en el acto, le invité a la tertulia que en esa época hacía en esa universidad con alumnos, y al poco tiempo le pedí que se ocupara de ella cuando yo no pudiera estar. Y lo ha cumplido. Este martes pasado no pudo acercarse a la tertulia porque le operaron de unas vértebras en la columna. Cuando fui a visitarlo al hospital me sorprendió verlo sin barba; había tenido que afeitársela por primera vez en cincuenta años para evitar problemas con la anestesia. Cuando iba en taxi al Café Gijón, me envió la primera foto y me dijo que la utilizara para excusarse por no poder asistir y para dar un abrazo a los tertulianos y a los amigos de esta red social. 

Además de no aceptar nunca cargos académicos, políticos y similares, que pueden desviarles de su camino creativo, los genios son muy seductores, apasionados, de humor cambiante, imprevisibles, divertidos, arrebatadores, unos tipos diferentes que van arrollando por donde pisan. 

Santiago es de los pocos artistas geniales de verdad que conozco.



miércoles, 30 de octubre de 2019

"A una vida de cine, una tertulia de cine".

Ayer tuvimos una tertulia bailada en el "Café Gijón". La iniciamos Almudena Mestre y yo con unos pasos de baile, mientras Juan Bautista sacaba la foto a los tertulianos (nos visitaron Matilde Tricarico, Rosalia Gutiérrez Valencia, una amiga suya y la filóloga Vio Leluá, hija de la poeta tinerfeña Candelaria Villavicencio). La siguió Javier Del Prado con una anécdota de cuando era pequeño e iba con sus amigos al cine de verano de su pueblo, Alcobendas, a las afueras de Madrid. Parece ser que llevaban una bolsa con lagartijas y las soltaban cuando empezaba la película; es de suponer cómo bailaban los angustiados espectadores. Y la terminó Antonio Infantes hablándonos de la historia de la carta que utilizó Unamuno en su famoso discurso en la Universidad de Salamanca, y que él conoce de primera mano. Amenábar se sirvió de este hecho para terminar su película de una manera redonda. Por supuesto que hablamos bastante de "Joker" y su baile en las escaleras, así como de "Lo que arde" y "Un día de lluvia en Nueva York". También nuestra Pilar Benito tuvo unas palabras entrañables de lo que para ella significa la tertulia.

Y es que si en "Casablanca" se decía que todos iban al bar de Rick, ahora se podría decir que todos vamos al "Café Gijón". Y una vez más vuelve a sonar esta música:

https://www.youtube.com/watch?v=d22CiKMPpaY




martes, 29 de octubre de 2019

"Tertulia de cine en el Café Gijón".

Tertulia de cine en el "Café Gijón" a las 18.30 en el Paseo de Recoletos 21 de Madrid.

Cortázar se refirió en su Poética al cuento como una especie de fotografía y a la novela como una película. Siempre me ha gustado esta comparación. El arte del siglo XX fue el del cine y la mayoría de los escritores estamos influidos por él. Por ese motivo vamos a hablar de cine en la tertulia, de las últimas películas que hayamos visto los tertulianos y nos hayan interesado. En mi caso, puedo abrir el fuego refiriéndome a la perturbadora "Joker", la necesaria "Mientras dure la guerra", la posmoderna "Lo que arde" y la tan entretenida como deliciosa "Un día de lluvia en Nueva York". Tengo mucho interés en ver "Parásitos", la película del coreano Bong Joon-ho, que ganó la última Palma de Oro del Festival de Cannes, pero todavía no me ha dado tiempo. En las fotografías se encuentran los directores de las películas que he citado, Amenábar, Laxe y Allen, con los actores principales. En el caso de "Joker" la película es Joaquin Phoenix.

Indudablemente, en esta vida siempre hay que hacer lo que a uno le gusta. Ya que siempre me dicen que llevo una vida de cine, lo mejor será empezar el día bailando un tango, otra vez el "Libertango" de Piazzola, interpretado al cello por Yo-Yo Ma, que me parece que le va de perlas a la banda sonora de mi vida:

https://www.youtube.com/watch?v=WpEpS1FX5ic




"Deibes y una reseña mía de El hereje".


El sábado pasado se estrenó en la Seminci (Festival de Cine de Valladolid) un documental sobre la vida y la obra de Miguel Delibes, que emitió anoche RTVE en la 2.

Tengo cariño a ese festival entre otras cosas porque hace años formé parte del tribunal de la tesis doctoral de una profesora de la UVa (Universidad de Valladolid) sobre la Seminci. Una alerta de Google acaba de recordarme la reseña que escribí sobre la última novela publicada por Delibes, "El hereje" (Destino, 1998), que había olvidado después de tantos años. Lo que me ha sorprendido, mientras me tomaba el primer café de la mañana, es que se encuentra entre los fondos del archivo de la Fundación Miguel Delibes, y se puede descargar pinchando encima:

http://fondomigueldelibes.fundacionmigueldelibes.es/index.php/rese-literaria-de-el-hereje-en-5

La reseña empieza con el concierto Emperador de Beethoven y termina con el quinteto "La trucha" de Schubert. Esta es una versión mítica de Jacqueline Du Pré y su grupo de amigos, Daniel Barenboim, Itzhak Perlman, Pinchas Zukerman y Zubin Mehta (a partir del minuto 15, ya que antes son los ensayos):

https://www.youtube.com/watch?v=ZZdXoER96is
 
 
 
 

domingo, 27 de octubre de 2019

"Me gusta vivir una hora más".

Ayer paseaba por un muelle y me encontré con una sirena que cantaba una canción de amor sentada en una escultura. Pensé en Homero y Picasso, en mis paseos por su museo de París, en el Hôtel Salé del barrio de Le Maráis, casi más en el café de la terraza interior que en el propio museo. ¿Por qué será que me gustan tanto los cafés y restaurantes de los museos, sentarme a una mesa para mirar a la gente y hasta ponerme a escribir? De improviso aquella bella mujer con forma de pez dejó de cantar y se puso a escuchar a un violoncelista que estaba enfrente. Como yo me había situado detrás de ella, pude viajar unos minutos desde las islas griegas de mi imaginación a la Argentina del "Hombre de la esquina rosada", de Borges. Me parece que me perdí por el camino, y Ulises me dio por desaparecido, pero reconozco que no me importó gran cosa.

Borges y la Lujanera tampoco dijeron nada.

Es lo que tiene la libertad de pensamiento, que es como decir la libertad de tu forma de vivir.

https://www.youtube.com/watch?v=7MYFeW1t_Bw

sábado, 26 de octubre de 2019

"La piel de mariposa".

Algunas personas tienen la piel tan frágil como las alas de una mariposa. El más mínimo roce, como caminar y comer, les provoca heridas, ampollas, el desprendimiento de la piel y muchísimo dolor. Según los datos de DEBRA Internacional (www.pieldemariposa.es), se estima que la incidencia de la enfermedad es de 15-19 nacidos afectados por cada millón de nacimientos. En España hay unas 500 personas con la enfermedad.
Susi Corrales-Suko es una amiga de esta red social que ha escrito un libro especial y me lo ha enviado. Susi nació en 1976, es licenciada en Historia y estudia el Grado de Lengua y Literatura Españolas. En realidad ha escrito su libro en colaboración con su hija de cuatro años y medio. Un día, hablando con ella, le dijo que iba a escribir un libro con sus historias y Abril le contestó que le parecía muy bien, pero que “el dinero” tenía que ser para otros niños que no tuvieran tanta suerte como ella, como los niños con la piel de mariposa.

—Mamá, ¿cómo se tutila este libro?
—Se dice titula.
—Pues eso, que cómo se llama.


—Y digo yo, si ya no creces, ¿por qué sigues cumpliendo años?

Ataque de rebeldía.
—Mamá, me voy a quedar despierta hasta que me duerma, que lo sepas.


—Mamá, si me vuelves a hablar de la vacuna para la gripe... me tapo los oídos para siempre.

El otro día, Abril me vio un poco seria. En realidad, estaba pensativa; nada importante, pero ella me notó rara.
—Mami, ¿qué te pasa?, ¿por qué tienes esa cara tan triste?
—Nada, Abril. No te preocupes, estoy pensando, nada más.
—Ah, ya sé. Estás seria porque no haces travesuras como yo. Si las hicieras estarías más contenta.


El libro comienza con una canción de Silvio Rodríguez, porque el mundo está mucho más allá de nuestro ventana:
https://www.youtube.com/watch?v=V4BZq0RDo8I

"Amanece un nuevo día".

Entre las varias tramas o subtramas de esta novela una hace referencia al padre del protagonista, Teo Abad, que está obsesionado con volar el Valle de los Caídos. No voy a desvelar ahora si ocurre o no al final de la novela, aunque es verdad que estuve varios meses dando vueltas y más vueltas a las últimas páginas, y escribí varios finales. Solo me apetece decir que Teo no cree que la solución sea volar nada, ni para olvidar esa guerra ni para olvidar ninguna guerra. Es consciente de que hay personas que se sienten los amos del Universo, quizá porque algún Dios justiciero les ha otorgado el poder de hacerlo. Y con su actitud cambian la vida de mucha gente, de una o dos generaciones de personas. Sin embargo, el tiempo pone a cada cual en su sitio.

La foto y las manos son de la escritora y profesora Emma Prieto Rubio. La he encontrado en Internet. Me siento orgulloso de haber escrito la novela, por todos los que perdieron aquella guerra, por todos los que pierden todas las guerras.

También sé que hoy va a hacer un bonito día.




jueves, 24 de octubre de 2019

"Lo que arde", de Oliver Laxe.

Los árboles sacuden la mirada de los espectadores tras ser arrancados de sus raíces por unas máquinas que no tienen escrúpulos, un incendio arrasa Galicia, un caballo corre ciego por la pantalla tras el incendio, las vacas nos miran a los ojos como si quisieran preguntarnos qué estamos haciendo con el Planeta, se escucha el "Cum Dederit" de Vivaldi: https://www.youtube.com/watch?v=GFoT6UUNLZc

Algunos dicen que Oliver Laxe es la esperanza del cine español, una mezcla de Víctor Erice y José Luis Guerin. Tiene 37 años, nació en París, adonde emigraron sus padres desde Galicia, y él considera que esas son sus raíces (cuarta foto). Estudió cine en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y Andréi Tarkovski es el director que más le conmueve. También dice que no le interesan las series de televisión, suele perder el móvil y su cine busca lo esencial. En su opinión el cine debe ser espiritual, si quiere serlo de verdad. Ha rodado tres películas, las tres premiadas en Cannes, "Todos vosotros sois capitanes" (2010), "Mimosas" (2016), ambas en Marruecos (segunda y tercera fotografías), y la que acaba de estrenarse en España, "Lo que arde", en la aldea de sus padres, y que yo vi el lunes pasado en los Golem en una sala aborrotada. Para rodar las escenas del incendio, Laxe y su equipo se hicieron bomberos y los intérpretes además no son profesionales, algo que aumenta la magia de la película. Supongo que este cine se verá en pocas salas, y eso se perderán la cultura y la sensiblidad de este país. Laxe es un tipo que sabe lo que hace utilizando el cine como una moderna expresión artística, algo que sigo sin encontrar en la literatura.

Este es el tráiler de la película:
https://www.youtube.com/watch?v=KWdlRdCzD-w

Y este es un video con Benedicta, la madre protagonista de la película, una reivindicación de la mujer rural gallega:
https://www.youtube.com/watch?v=Hi0yo596QA4




miércoles, 23 de octubre de 2019

"Tertulia íntima en el Café Gijón".

La tarde de ayer en Madrid tuvo frío, lluvia y viento. El calor se encontraba en la cripta del Café Gijón y las diferentes interpretaciones que hicimos los tertulianos del cuento "Casa tomada", de Cortázar.

Hablamos de la lectura textual que permite que con cada nueva lectura los hermanos, Irene y el narrador, vuelvan a sentirse amenezados en la vieja casa familiar (sería la visión efectuada desde la pragmática como parte de la semiótica). De la añoranza de una literatura europea por el narrador, que se puede rastrear en las influencias de escritores como Plinio, Maupassant, Chateaubriand y Poe, entre otros, sobre Cortázar. De la peculiar relación de los hermanos, desde la posibilidad del incesto a la expulsión del Paraíso como si fueran Adán y Eva. Tampoco nos olvidamos de la visión peronista del asunto, de la clasificación del cuento dentro del realismo, el realismo mágico o la literatura fantástica e incluso de la idea de la "espacialización del tiempo". 

No, dentro del Café Gijón no hacía frío.



martes, 22 de octubre de 2019

"Un cuento de Cortázar en la tertulia de hoy en el Café Gijón".

Para la tertulia de esta tarde a las 18.30 en el "Café Gijón" había invitado a Julio Cortázar, pero me ha dicho que le viene mal viajar desde Montparnase hasta Madrid.

Aun así me ha enviado su voz leyendo uno de sus cuentos más famosos e interesantes, "Casa tomada", con sus múltiples lecturas, y que forma parte de su libro "Bestiario" (1951), aunque había sido publicado con anterioridad en una revista que dirigía Borges.

Me tomo un café y escucho de nuevo este cuento donde sobresalen esas erres tan francesas de Cortázar:

https://www.youtube.com/watch?v=uGGOv3t3BMo
 
 

lunes, 21 de octubre de 2019

"Un feliz día de lluvia en Madrid y Nueva York".

En su última película estrenada Woody Allen nos cuenta que el mundo está lleno de aprovechados que utilizan a los demás, pero que no son felices. De personas que se dejan utilizar por los demás para lograr sus fines, pero que tampoco son felices. Y de algunas otras personas a quienes no les importa mojarse bajo la lluvia. Estas últimas son las que van a darse una vuelta por el MOMA por el simple placer de sentirse rodeadas de arte, las que tocan al piano canciones que suenan a jazz de vinilo y las que pasean en coches de caballos por el Central Park. Woody Allen morirá siendo un genio, y es uno de los pocos cineastas contemporáneos (y artistas en general) que admiro. Cada año tengo una cita con su cine, lo que ocurrirá hasta que se retire de viejo, como me sucedió con el director portugués Manuel de Oliveira, con un cine tan diferente. Sentía que no volviera a estrenar más películas, pero afortunadamente ayer llovió todo el día sobre Madrid y el cine estaba lleno de gente.

En Madrid queremos mucho a Woody Allen.

domingo, 20 de octubre de 2019

"Presencia ausente o ausencia presente de Dios en La muerte lenta (1995) de Justo Sotelo: una aproximación semiótica".




Patrick Toumba Haman

Universidad de Maroua, Camerún

 

           
Dios, en todas las literaturas en general, se manifiesta a través de varias figuras y reviste de muchos atributos. Puede evocar un deseo, una espera, una esperanza o simplemente orientar la conducta de un personaje o constituirse en el árbitro, si se atiende a su carácter omnisciente. Dios es manifestación y silencio a la vez. A veces no se le nombra de manera directa. En la literatura española contemporánea, reflejo de la época posmoderna en la que encaja el texto que nos proponemos analizar, sigue algo presente la imagen de Dios a pesar del interés cada vez menos importante que se le dan. En palabras de Juan Rubio (2013), ‘Evidentemente no está [Dios] presente como en las obras del Padre Coloma. […] Dios está presente en la novela contemporánea, pero está con su silencio’ (Lo que decía ayer José Miguel Espinosa Sarmiento, cuando hablaba de Rafael Matesanz Martín según quien el siglo XX es un triste siglo del Dios silenciado, por el fuerte crecimiento del ateísmo). Este estado de cosas se debe entonces a que la postmodernidad es la crítica de la modernidad que es, a su vez, la crítica del cristianismo tradicional. 
 

     La presente reflexión se centra en la primera novela de Justo Sotelo, La muerte lenta (1995), con la finalidad de entender cómo se puede leer este ente supremo en el recorrido, los deseos y esperas del protagonista intradiegético. En este sentido, demostraremos cómo se manifiesta Dios, partiendo de la función titulógica, en relación con el corpus, y sobre todo a través de la presencia constante del número tres, cifra harto significativa a la hora de captar el sentido de Dios en la doctrina cristiana. Es de notar que no se tratará de llevar a cabo un estudio sistemático sobre Dios, por el carácter difícilmente asequible de los textos postmodernos, por lo que solo nos detendremos en lo que nos parezcan las huellas de la lectura de la presencia de este ser supremo.  
 
Señalemos de pasada que el narrador está preocupado por su salvación ya que cree en Dios (‘yo tenía un año y aún no creía en Dios’), y su salvación parece estar supeditada a los recuerdos que tiene de su amigo, nacido un 25 de diciembre, cuando apunta: ‘Tú serías para mí el mismísimo Jesucristo’ (Sotelo, 1995: 15). Son constantes los diálogos entre ambos personajes, a modo de soliloquio. ‘Te fuiste, pero no pude olvidarte, jamás podré’ (Sotelo, 1995: 35). 
 
El trabajo se basa en la semiótica como método de análisis e interpretación del texto, que es la novela que nos interesa aquí. El método semiótico como el apropiado aquí no solo por su transdisciplinariedad, sino también y sobre todo porque se basa la comunicación en el signo como construcción real de la inteligencia, y específicamente en el símbolo convencional, la cifra tres, que puede entonces tratarse desde varias miradas científicas. Esta comunicación no es del todo puramente religiosa ni tiene la intención de serlo ya que me apoyo en el mencionado corpus literario, pero de vez en cuando aludiremos a algún hecho bíblico para mostrar las huellas de la presencia de Dios en el texto a analizar. Se divide en tres apartados: primero, la justificación del título de la comunicación y segundo la búsqueda de la presencia de Dios a través de la cifra tres y el lenguaje. Por fin, si me da tiempo, intentaré hacer una lectura social de la obra de Justo Sotelo.         


I- DE LA JUSTIFICACIÓN DEL TÍTULO DE ESTA COMUNICACIÓN Y DE LA FUNCIÓN TITULÓGICA DEL CORPUS ANALIZADO

¿Por qué el título de la presente comunicación, ‘Presencia ausente o ausencia presente de Dios en La muerte lenta…? ‘Presencia ausente’ porque existen signos textuales que dan cuenta de su presencia poco significativa que en realidad no se ve sino a través de una operación de análisis e interpretación. Desde otro ángulo, ‘ausencia presente’ porque a pesar de su silencio, se intuye su presencia. El vocablo que nos une aquí, ‘Dios’, viene muy pocas veces en toda la novela, una decena de veces, exactamente doce veces (p.15 dos veces, p. 36, 46, 47, 50 dos veces, 71, 105, 107, 132 y 141), cifra también muy significativa en relación al tema de Dios. A pesar de esta poca presencia, podemos hacer una lectura de la misma en la obra. Primero, el narrador cree en Dios, como es observable entre el ‘yo tenía un año y aún no creía en Dios’ (15) y el ‘Salomé [novia de su amigo Enrique y nombre tan significativo] no pudo hablar más conmigo, a ella también había que enseñarle a creer en Dios’ (132). Del mismo modo, el lector se da cuenta del sometimiento del propio narrador casi siempre que él habla de Dios, a través de esta fórmula constante y repetitiva que aparece tres veces: ‘como Dios manda’ (15, 47, 71).   
 
Tras recorrer esta misma novela, no aparece de manera nítida la presencia de Dios, según ya queda señalado. Esta dificultad de aprehenderla es también y sobre todo lo que motiva esta reflexión, ya que, como en palabras de otro narrador de Sotelo (2017: 128), ‘Considero que es más importante lo que no se dice que lo que se dice’. En cualquier caso, que sea la presencia ausente o la ausencia presente de Dios, que es esencialmente imagen, espíritu, luz y amor, cualquier lector preparado de La muerte lenta se percataría de modo rápido del carácter fluido y transparente de este ente supremo en esta novela, de Sotelo, que se inscribe dentro de una dinámica universal. A lo mejor, para entender el carácter etéreo de Dios, conviene recurrir a la opinión del crítico postmoderno Zygmunt Bauman (2002) según quien Dios está relegado al pasado, y que se ha hecho líquido en la posmodernidad. La propia presencia indirecta de Dios en el título de la novela, La muerte lenta, tiene entonces que ver en parte con el que donde no haya muerte, poco se hablaría de Dios, porque en varios casos Dios suele entrar en las vidas de los seres humanos cuando se ponen a pensar en el final, el más allá. 
 
¿Por qué una aproximación semiótica? Porque la reflexión se centra en el lenguaje, complejo por su esencia como ya queda señalado. También y sobre todo porque el signo que analizamos se inscribe dentro de la postmodernidad que, en palabras de Vattimo (2004), marca el ‘ocaso de Occidente’ donde ya no existe la Verdad sino verdades o donde a falta de grandes relatos, nos encontramos, en términos del narrador de La muerte lenta, con ‘la falta de grandes pensadores en la actualidad’ (Sotelo, 1995: 66). En este sentido, los resultados a los que llegaremos solo serían una verdad y una mirada entre tantas otras. Ya que, como afirma Todorov (1993: 256), ‘La obra de arte no es más que conexiones’.  
  
Según las herramientas narratológicas, se puede acceder a la significación profunda de una novela a partir de sus coordenadas estructurantes (espacio, tiempo, personajes…), del análisis anomástico de la misma (la antroponimia, la toponimia…) o de su título. A primera vista, el título de la novela que analizamos, La muerte lenta, puede hacer referencia a la muerte de Cristo, por la pasión, lenta por los sufrimientos del Hijo del Hombre, si se supone que según las creencias del cristianismo ha muerto antes de resucitar. Además, en este artículo asimilamos a Jesús con Dios, enfocándonos en sus dichos y actos ya que según parece, él fue más que un simple hombre. Sólo por limitarnos en unos pocos detalles, la Sagrada Biblia (2012) deja transparentar que Jesús afirmó ser Dios o ser igual a Dios (Colosenses 2, 9). Él declaró tener el poder de Dios. Tuvo el poder de perdonar pecados (Marcos 2, 5-7) o de  levantar a las personas de entre los muertos (Juan 5, 25-29). Operó muchos milagros invirtiendo así las leyes de la naturaleza. Vivió una vida sin pecado… Para reforzar esta idea de asimilación de ambas entidades, nos apoyamos en Julia Kristeva (1986: 62) según quien ‘este Dios, como para acercarse más al lugar del hombre que lo invoca, es un “señor Jesucristo, el Hijo único de Dios”. Engendrado por Dios, comparte su esencia, le es “consustancial”, lo que queda especificado por la distinción “engendrado y no creado”, ya que la criatura, en tanto creada, no podría ser idéntica al Creador’. 
 
La cifra tres está presente en toda la vida de Jesús. Y existen también muchas relaciones entre la propia muerte, lenta, de Jesús y el número tres, cifra en la que nos detendremos luego: se colocó a Jesús en la cruz en la tercera hora del día, murió a la hora novena, la oscuridad cubrió la tierra durante tres horas, resucitó al tercer día o tres mujeres, María, María Magdalena y Salomé acudieron a su sepultura. En este caso, La muerte lenta, título de la obra por el que se puede leer a Jesús, es un trampolín que nos conduce a Dios ya que como el misterio de la trinidad, está constituido este título (La muerte lenta) de tres palabras. De la misma forma, a modo de paralelismo, aparece Jesús, como se ha visto en el título de la novela de Sotelo, como parte fragmentada y constituyente de la Trinidad de la que está formado Dios y en definitiva como la propia metáfora de Dios.                 

II- DEL SIGNIFICADO DEL NÚMERO TRES EN LA MUERTE LENTA

Fundamentalmente, el número tres es lo que da sentido a nuestra reflexión en el marco de esta comunicación. Es, en gran medida, lo que nos lleva a deducir la presencia de Dios en la novela que analizamos. De modo general, se ha estudiado el número tres en muchos ámbitos de las ciencias. Es sin duda uno de los números con mayor significación y determinación en nuestras vidas y creencias. Para Platón, el número tres simboliza la imagen del Ser Supremo en sus tres personalidades (Material, Espiritual e Intelectual) y en Aristóteles determina la Unidad del Hombre y contiene en sí al Principio, al Medio y al Fin. 
 
De los estudios llevados a cabo en la Biblia, el número tres aparece más de 450 veces. Es el primero de los cuatro números espiritualmente perfectos (los tres otros son el 7, 10 y 12). El número tres es entonces lo que nos lleva a acercar esta reflexión a la imagen de Dios, a la presencia ausente o ausencia presente de Dios en la novela analizada. Porque el propio Dios es Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), Dios como ser ‘tres’, no, trascendente es el que es, el que era y el que ha de ser. 
 
Una de las mayores preocupaciones del narrador de La muerte lenta es su salvación. Esta pasa por el pasado o la memoria, realidad que busca constantemente. Pero esta salvación se lee a través del número tres que está muy presente en la novela, si por analogía se supone que Jesús murió a los treinta y tres años para resucitar al tercer día de su muerte-. Aparece el número tres desde el íncipit, cuando apunta el narrador que tiene poco más de treinta años, edad que se asimilaría con la de Jesús a su muerte: ‘Hay tres cadáveres en mi vida: mi juventud, Van Gogh y Enrique Espejo’ (1995: 13). Si en realidad lo que denomina cadáveres lo son por situarse ya en su pasado, es importante mencionar que siguen obsesionando al narrador hasta el punto de condicionar sus vivencias. Está preso de su pasado, de lo que simboliza su personalidad artística y su apego a su confidente Enrique. Conforme nos adentramos en la novela, hay una sensación de que el número tres ocupa un sitio de interés en la estructura de la novela que va presentando el narrador, como son el círculo familiar de su amigo Enrique así como el entorno del banco donde trabaja. Por ejemplo, dirigiéndose indirectamente a su amigo, dice: ‘Ya estaba en tu casa tu hermano Antonio, tres años mayor que tú; después vendría, en cabal consonancia, tu hermano Ángel, tres años menor que tú’ (16-17). Además, como menciona el narrador, el padre de Enrique ‘nació ansiosamente a la vida con más de treinta años’ (1995: 17). 
 
Existen más referencias textuales donde está presente la cifra tres: ‘como dicen que no existen dos sin tres, quiero referirme en ese momento, si me sigues escuchando, a la tercera idea que nos quiso transmitir el excesivo’ (32); ‘Los tres sentíamos pero yo sentía más, porque sentía la música dentro de mí y porque no la sabía explicar’ (37); ‘En dos o tres meses me había cambiado el aspecto físico’ (45); ‘Realmente en Rosa tampoco pude apreciar a una mujer –Tenía tres años más que yo– (49); ‘A través de la Universidad recibí dos o tres propuestas de empleo que me hicieron perder mi ya escasa inocencia (49); ‘¿se sitúa el treinta por ciento la tarifa impositiva del impuesto de sociedades? (50); ‘Como apoderado, durante tres años, de la oficina bancaria me sentía enormemente feliz’ (54); ‘pero me convertí de la noche a la mañana en la segunda persona más relevante del equipo que coordinaba la tercera parte de oficinas –quince en concreto– del Banco en Madrid’ (61); ‘Algunos sábados quedaba con dos o tres compañeros de la facultad para tomar unas copas’ (63); ‘a pesar de su edad [Leonor], sólo había conocido, y de refilón, a tres hombres’ (74); ‘Una hora antes de que el destartalado tren de cercanías rompiera mis oídos, y los de tres o cuatro personas más, me encontraba…’ (75); ‘Y la última resaca se llenó de este tiempo inexistente, del tuyo, de las treinta monedas y del mío, sobre todo del mío’ (86); etc. Si la importancia de Enrique para el narrador está suficientemente demostrada, cabe recordar que Antonio también le facilita el contacto con el pasado, una vez que llega al lugar de la adolescencia, alquilándole espacios para recapacitarse. Y en última instancia, el nombre Ángel es harto significativo y corre pareja con la idea de la salvación a la que hemos aludido anteriormente. 
 
Por lo que se refiere al banco donde trabaja, el narrador introduce la figura de tres mujeres empleadas, Susana, Irene y Marga a las que presenta como mujeres que quieren convencerle a que abandone a su propia esposa, Leonor y se case con ellas (88). También en el medio profesional, el narrador, para buscar una solución en relación a una oferta pública de adquisición de acciones, recurre a los servicios de una joven estudiante, Carmina quien piensa poder solicitar el apoyo de otra compañera de clase y dice entonces: ‘quizás entre los tres…’ (116). De este trío, es decir, el narrador, Carmina y Rosa María, esta última, Rosa María, es tres años mayor que el narrador. Además, el mismo narrador, al aludir al momento en que se le propone a Arturo Rey introducirle en el instituto, precisa que la mujer de este está embarazada de tres meses (73). 
 
Según indicamos anteriormente, la novela está plagada de referencias textuales, de citas de autores y en una de ellas, que es de Adriano y Yourcenar, leemos: ‘Como todo el mundo solo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, la observación de los hombres y los libros’ (142). Para terminar, hacia el final del texto, cuando en el soliloquio, el narrador se dirige a Enrique diciéndole que Figueroa ha escrito tres artículos en los que le denuncia por su involucración en el tráfico de estupefacientes (149).  
 
Como el íncipit, ‘Hay tres cadáveres en mi vida’ (13), también aparece el número tres en el éxcipit, cuando pregunta el narrador: ‘¿De qué me sirven ya las treinta monedas?’ (155), palabras que recuerdan la traición de Jesús por Judas, asimilable en la obra con el propio narrador protagonista. Ambas oraciones dejan transparentar un tono de desesperanza del narrador por un pasado que se le escapa y que, en definitiva, no ha conseguido conciliar. 
 
Otro rasgo, quizá de menor importancia, por el que se puede captar las huellas de Dios se sitúa a nivel del lenguaje. Como sabemos, por la influencia de la nueva novela hispanoamericana muchos cambios se operaron en la novela española a partir de la década de los 50 del pasado siglo. Uno de estos cambios es observable a nivel del acto de narrar. Como bien subraya Gutiérrez Carbajo (2013: 262), ‘Junto a la primera y a la tercera persona narrativa, se introduce también el uso de la segunda, ensayado magistralmente por Michel Butor y Carlos Fuentes entre otros’. En La muerte lenta, el narrador, además de la primera persona, utiliza mucho la segunda persona para dirigirse a su amigo Enrique a quien considera su Jesucristo. Con él, físicamente ausente, entabla un diálogo como uno entablaría un diálogo con Dios en una plegaria. A lo largo de las páginas que constituyen la novela, el narrador utiliza entonces el ‘tú’, aunque sabe que no va a recibir ninguna respuesta directa por parte de su interlocutor que no existe sino en sus innumerables e indelebles recuerdos.  
     

III- DE LA CLAVE INTERPRETATIVA DE LA MUERTE LENTA

Este tercer apartado,  que sirve de conclusión de esta comunicación, se interesa por el mensaje subyacente que se puede leer en La muerte lenta.  Se trata de la clave interpretativa del texto analizado ya que como señala Eco (1992: 29), interpretar supone fidelidad y libertad. Por lo tanto, mediante esta operación queremos buscar en el texto lo que quería decir el autor  y a la vez lo que dice el propio texto, independientemente de las intenciones de su autor. ¿Cómo captar el sentido profundo del número tres en la novela analizada? Tal interrogación es la que sustenta este último apartado. En efecto, no vamos a perder de vista el que la novela es, en parte, el reflejo de la personalidad de su autor. Incluso, a veces, como opina Ezquerro, el texto es capaz de producir más sentido de lo esperado por su conceptor. Por otra parte, afirma Ernesto Sábato (2014: 88) que ‘la literatura de hoy no se propone la belleza como fin (…). Más bien es un intento de ahondar en el sentido general de la existencia, una dolorosa tentativa de llegar hasta el fondo del misterio’. En los análisis previos, hemos llegado a la conclusión según la cual La muerte lenta está muy relacionada con la salvación de su protagonista, de ahí la fuerte presencia del número tres, símbolo de Dios, en el misterio de la trinidad, tema complejo. Ya que en palabras de Pérez B. (2012: 132), ‘Expresar el pensamiento que la posmodernidad posee sobre Dios, no es una cuestión del todo sencilla’. Además, como ya se ha señalado, una de las mayores características de los textos postmodernos- y de la propia postmodernidad- es su ambigüedad y sus contradicciones. Ello resulta del que el fin de la modernidad, acentuado por la crisis postestructuralista, ‘aboga por el relativismo e, incluso, por la destrucción del significado: nos enseña que no es posible fijar un significado único, estable y central en los textos, que la palabra escrita está inmersa en un proceso pragmático que anula la posibilidad de comprensión única y la inserta en un juego indefinido de semiosis, en la polisemia inestable e indefinida’ (Lozano Mijares, 2007: 81). A la luz de los hechos analizados anteriormente, llegamos a deducir que del texto de Sotelo, se puede sacar fundamentalmente la lectura de la moral.   
 
De entrada, al presentar el panorama social de Occidente a finales del siglo XX, dice Gilles Lipovetsky (1994: 208): ‘Las grandes proclamas moralistas se borran, la ética resurge, la religión de la obligación se vacía más que nunca de su esencia, el «suplemento de alma» está a la orden del día: «El siglo XXI será ético o no será»’. A través del número tres, del que está obsesionado el protagonista de la obra analizada, símbolo muy en relación con la imagen de Dios, se lee en filigrana cierta denuncia del amor desordenado, propio a los protagonistas de nuestro autor, y un ideal a la vuelta a los valores cristianos y al pasado, propia a la postmodernidad, a imagen de su protagonista obsesionado por su propia juventud. El hecho de que haya quedado desconocido el nombre del narrador protagonista puede significar que podría ser el comportamiento de cada uno de nosotros aquí, lo que critica sin duda Justo Sotelo quien estará abogando por una vida sexual más responsable del hombre posmoderno. La desordenada vida del protagonista es un trampolín para acceder a este ideal. La muerte lenta, título de la obra y polo opuesto de lo que sería ‘La vida rápida’, entonces relacionable con el carácter donjuanesco e insaciable del protagonista, presto a ir de flor en flor, lo que no sería sin consecuencias para la sociedad.
 
A partir del elevado grado de ocurrencias del número tres, en La muerte lenta, símbolo de la perfección en la Biblia, se puede captar las preocupaciones de Justo Sotelo en una sociedad en que aparentemente, van desapareciendo los valores tradicionales de la moral cristiana. De esta manera, Sotelo plasma los hechos de manera fría, mira la realidad presente desde cierta distancia y la critica mediante cierta ironía. Recurre al pasado, a través de sus personajes propensos a la nostalgia y muy volcados hacia los recuerdos de su infancia. Por lo que la obra aboga indirectamente por la vuelta a esta moral cristiana. Esto se lee a través del comportamiento donjuanesco del protagonista que presenta Sotelo para que cualquier lector pueda percibir la urgencia de una educación sentimental. Por las fluctuaciones entre presencia ausente o ausencia presente de Dios, como se ha observado, La muerte lenta representa a la vez el símbolo de la ausencia del Dios de la Ilustración y el fracaso de la modernidad, así como un ideal de la vuelta a los valores morales premodernos.