domingo, 13 de octubre de 2019

"Cuentos de los viernes" en una fotografía del mar de Málaga.

El otro día Joaquin Martín Santaella publicó en su muro de Facebook una fotografía preciosa, paseando, supongo, por una playa de Málagra con uno de mis libros de cuentos en la mano.

Joaquín fue Director Médico en un Instituto Nacional de Gestión Sanitaria en Melilla, y no nos conocemos personalmente. Si por un lado la fotografía es bella, también lo es que en ella se vea un libro editado en papel. Por otra parte, es el segundo de mis libros que lee Joaquín, después del ensayo que publiqué sobre Haruki Murakami. La impresión que saco mientras me tomo el primer café de la mañana es que la literatura también sirve para unir a las personas. Ser médico es una de las cosas más gratificantes que existen, tanto como, en mi caso, ser profesor. Y entre ambos la literatura sirve como pegamento, la que quise experimentar en ese libro de cuentos únicamente con dos personajes, un hombre y una mujer, él y y ella, que se funden en uno solo porque el tiempo desaparece y todo se convierte en espacio. Es la técnica que yo defiendo para la literatura actual, la de la espacialización del tiempo.

Ese elemento próximo a la metafísica es el mar que estoy viendo ahora, un mar sencillamente furioso con una luna tímidamente amarilla, algo así como el origen del hombre, él y y ella.

 

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