martes, 8 de octubre de 2019

"Joker".

Ya sé que es ficción, pero es una buena y en ocasiones muy buena ficción. 

Aristóteles hablaba de la coherencia y la credibilidad como los dos factores fundamentales de una tragedia. Esta película se basa en un personaje de la serie Batman, y sería la típica película sobre los "orígenes" de alguien si no estuviera protagonizada por Joaquin Phoenix, capaz de convertir en creíble cualquier papel, incluso el de un enfermo mental al que todo se le tuerce en la vida. Hace unos meses le vi en "Los hermanos Sisters", una monumental película francesa del Oeste. Sin embargo, lo que me ha hecho escribir este post es otra cosa, de esas que siempre miramos de lado, pero que tal vez tengan un significado interesante. El otro día la gente aplaudió al acabar la película de Amenábar sobre Unamuno, y ayer también lo hizo al terminar la de "Joker". La diferencia es que en esta última había más jóvenes que en la otra. Supongo que si hubiera dicho a los jóvenes que me contaran cosas de Unamuno, apenas habrían sabido hacerlo, lo mismo que con los mayores respecto de Joker. Y así se mezcla la ficción con la realidad, siempre desde la propia ficción. Y también lo hacen las distintas generaciones. "Joker" es una película de esta época, violenta, dura, con personas en el paro y ratas que corren por las calles. En realidad, pensándolo bien, aquella época de los años treinta no era muy diferente.

En fin, cosas mías mientras me tomo el primer café de la mañana y abro un ojo y después otro.

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