El
valor esencial de la "educación" para lograr el desarrollo de los
pueblos y dos de mis "Cuentos de los otros" en la tertulia de ayer por
la tarde en el "Café Gijón".
Concha Torres Galán nos habló de su viaje "antropológico" a Tanzania, de la tribu que procede de los bosquimanos, de cómo cazan con arco y flechas que fabrican ellos, se cubren con las pieles de los monos babuinos, se curan con plantas medicinales cuyas propiedades conocen muy bien, encienden el fuego mediante frotamiento, no quieren cambiar nada, y por mucho que varias ONGs y el Gobierno intenten ayudarles se niegan, viven en la zona del Lago Eyasi, aunque son nómadas, no matan a las hienas porque no entierran a sus muertos, sino que los depositan en un árbol para que se los coman las hienas. Les enseñaron un árbol cuya savia usan para quitar el picor de los mosquitos y las quemaduras. El grupo iba con un guía local que hablaba su lengua, mataron a una paloma delante de ellos con una flecha y para rematarla le pegaron un mordisco en el cuello. Concha nos dijo que compró algo de artesanía que hacen ellos y lo que más le impactó fue que el guía local le explicó que el dinero que sacan se lo gastan los hombres en alcohol y marihuana que alguien les proporciona.
A partir de estos aspectos, yo quise derivar la conversación hacia los problemas económicos y sobre todo educativos de la mayoría de los países más pobres del mundo. Insistí en el hecho de que cuando la educación se convierta en lo que los economistas llamamos "capital humano", estos países saldrán realmente de la pobreza. Y como nuestra tertulia es de literatura, leí a los tertulianos (esta vez incluso había alguna alumna mía) dos de mis cuentos que escribí en África, "La isla de Bioko" y "Una leyenda". El segundo me dio pie para hablar de teoría de la literatura y la "espacialización" del tiempo.
"Una leyenda".
"El caballo quedó atrás, solo, desvalido, con el vientre destrozado por el filo de los cuchillos y el último alarido escondido en su garganta.
Y luego el mar, las viejas sirenas que ya no deseaban enamorar a los marineros derrotados. Su atractivo se había perdido en la historia y la literatura, y ya solo buscaban permanecer quietas, escondidas en sus casas.
Por eso cuando el barco llegó a tierra y cuando él la vio y ella lo miró y siguieron mirándose y paseando por el palacio y el bosque sin puertas de entrada y salida, como si bailaran la danza de una ópera barroca que alguien inventaría siglos después, y cuando él le hizo el amor y ella le hizo el amor y sus gritos resonaron en el único mundo donde ellos podían encontrarse y reconocerse, y él le dijo que debía continuar su camino y ella le dijo que se moriría si él se marchaba. Cuando empezó el mito sin que ellos se dieran cuenta.
Por eso yo llegué a Túnez en busca de una leyenda.
Y terminé en el desierto mirando las estrellas, a tu lado, amándonos y contándonos historias de fantasmas, de batallas míticas y viejas sirenas, porque teníamos tanto que decirnos y que recordar".
Concha Torres Galán nos habló de su viaje "antropológico" a Tanzania, de la tribu que procede de los bosquimanos, de cómo cazan con arco y flechas que fabrican ellos, se cubren con las pieles de los monos babuinos, se curan con plantas medicinales cuyas propiedades conocen muy bien, encienden el fuego mediante frotamiento, no quieren cambiar nada, y por mucho que varias ONGs y el Gobierno intenten ayudarles se niegan, viven en la zona del Lago Eyasi, aunque son nómadas, no matan a las hienas porque no entierran a sus muertos, sino que los depositan en un árbol para que se los coman las hienas. Les enseñaron un árbol cuya savia usan para quitar el picor de los mosquitos y las quemaduras. El grupo iba con un guía local que hablaba su lengua, mataron a una paloma delante de ellos con una flecha y para rematarla le pegaron un mordisco en el cuello. Concha nos dijo que compró algo de artesanía que hacen ellos y lo que más le impactó fue que el guía local le explicó que el dinero que sacan se lo gastan los hombres en alcohol y marihuana que alguien les proporciona.
A partir de estos aspectos, yo quise derivar la conversación hacia los problemas económicos y sobre todo educativos de la mayoría de los países más pobres del mundo. Insistí en el hecho de que cuando la educación se convierta en lo que los economistas llamamos "capital humano", estos países saldrán realmente de la pobreza. Y como nuestra tertulia es de literatura, leí a los tertulianos (esta vez incluso había alguna alumna mía) dos de mis cuentos que escribí en África, "La isla de Bioko" y "Una leyenda". El segundo me dio pie para hablar de teoría de la literatura y la "espacialización" del tiempo.
"Una leyenda".
"El caballo quedó atrás, solo, desvalido, con el vientre destrozado por el filo de los cuchillos y el último alarido escondido en su garganta.
Y luego el mar, las viejas sirenas que ya no deseaban enamorar a los marineros derrotados. Su atractivo se había perdido en la historia y la literatura, y ya solo buscaban permanecer quietas, escondidas en sus casas.
Por eso cuando el barco llegó a tierra y cuando él la vio y ella lo miró y siguieron mirándose y paseando por el palacio y el bosque sin puertas de entrada y salida, como si bailaran la danza de una ópera barroca que alguien inventaría siglos después, y cuando él le hizo el amor y ella le hizo el amor y sus gritos resonaron en el único mundo donde ellos podían encontrarse y reconocerse, y él le dijo que debía continuar su camino y ella le dijo que se moriría si él se marchaba. Cuando empezó el mito sin que ellos se dieran cuenta.
Por eso yo llegué a Túnez en busca de una leyenda.
Y terminé en el desierto mirando las estrellas, a tu lado, amándonos y contándonos historias de fantasmas, de batallas míticas y viejas sirenas, porque teníamos tanto que decirnos y que recordar".
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