martes, 31 de octubre de 2017

"Don Juan y la bohemia".



ESCENA 1ª. Gabriel Relham y bohemios, en una vieja buhardilla de la Calle Atocha de Madrid. 

Una chimenea que languidece, una escalera que sube a alguna parte, un mueble medio roto, mesas con botellas, cuadernos, cuartillas y varios ordenadores. Gabriel Relham lleva un vaquero azul desgastado y una camisa negra de algodón de Future Casual. Rodolfo y Marcello están vestidos por Cerruti, con chaquetones de corte militar y doble trabilla, camisas coloniales y zapatos bicolores. Mimí lleva un vestido de Nina Pomellato, sandalias de Valentino y collar de Chanel, y Mussetta uno de J + G con volantes, pendientes de plumas de Carmina Rotger y sandalias de Hugo Boss. 

Me viene a la memoria el Che gelida manina, pero ella no me responde con simplicitá; clava sus labios en mis orejas y las desgarra hasta que la sangre nubla las butacas. La música corre desbocada y nubla mis sentidos. Cierro los ojos. Mis entrañas penetran en sus sueños de cartón y se desvanecen las cien mil vírgenes. A intervalos, como asustados, escucho unos silbidos. Fijo mis ojos en el escenario. Mimí enlaza con sus dedos mi pelo, lo besa y susurra algunas palabras que no consigo entender.

Dejo de escribir. Levanto la tapa y cojo la foto de Elvira. (Alguien escribió sobre la sensibilidad pervertida y me ofreció la coartada para añorar lo que antes debo destruir).

Musetta se acerca desde su lugar preferido del Café Momus. Me pide que baile con ella, pero soy incapaz de dar dos pasos seguidos. Marcello, que acaba de atarse los cordones de los zapatos al fondo del escenario, me sustituye sonriente. Rodolfo apaga las luces, coge a Mimí de la mano y se escapa con ella. Es otro momento imprescindible, el del ruidoso desfile militar, y un nuevo estado de ánimo que abre las puertas de la fantasía, con el corazón desbloqueado, toc, toc. Estamos en invierno y somos pobres, aunque no hayamos cambiado mucho desde entonces. Ahora el dúo es patético y tanto Mimí como Rodolfo se pierden por el borde de la página. La orquesta se rebela con sus deseos de posteridad.

Si yo fuera príncipe absoluto necesitaría conocer los asuntos de los idiotas que aparecieran por mi reino

Rataplán. Rataplán.

Toc. Toc.

(Se apaga esa parte del escenario y se enciende la otra).
Teatro real

ESCENA 2ª. Gabriel Relham, Elvira, Luis, Alfredo y Ruth. 

En el Teatro Real, unas horas antes. Gabriel Relham, Luis y Alfredo visten de esmoquin. Elvira lleva un top de MakusHuemer y medias de Custo, y Ruth una chaqueta con cremalleras y shorts de Jil Sanders.   

– ¡Este hombre sigue increíble a pesar de la edad! -exclamó Elvira Gómez, la ex mujer de Relham.
– Ella tampoco ha estado mal… -dijo Luis Erquiaga, amante actual de Elvira.
– ¡Francamente geniales! -dijeron a dúo Ruth Méndez y Alfredo Carrizo, la pareja de empresarios que había sacado a Relham del anonimato.
– Con esa música uno es capaz de enamorarse, aunque sólo sea de sí mismo -dijo Relham.
– ¿Decías? -dijo Alfredo.
– Gabriel pensaba con la bragueta abierta… -acudió Elvira en su ayuda.
– Tenemos que montar alguna ópera -dijo Alfredo a su mujer-. Desde luego Bellini o Donizetti… Estoy harto de experimentos vanguardistas. Es esa manía de insistir en la perversión de la realidad.
– O te encuentras un retrete en medio del escenario -le dio Luis la razón.
– Será por lo de los emigrantes que se ríen de su patria -dijo Relham, sujetándose las gafas con la mano.
– Prefiero cualquier obra tuya -dijo Elvira.
–Y nosotros lo celebramos… -volvieron Ruth y Alfredo haciendo como que se miraban, como que se besaban con la mirada, como que se querían, como que todavía se querían.
         
Rataplán.

Toc, toc.
         
(Nuevo cambio de luces).

ESCENA 3ª. Gabriel Relham y Don Juan. 

En la vieja buhardilla. Don Juan lleva un pantalón de judo de Exte y una camisa con estampados de figuras geométricas bajo los copos de nieve artificial.
        
Me quito la chaqueta y luego lanzo la pajarita sobre la glasharmónica. Instintivamente voy rompiendo las hambrientas bocas de cristal.
– ¡Deberías arrepentirte! -exclama Don Juan-. No puedes destrozar las cosas que te dan de comer…
– No soporto a Mozart, ya lo sabes.
– Yo tampoco, qué te has creído, pero yo no le debo nada, como tampoco te lo debo a ti… Así que tranquilízate, procura arreglar ese cacharro y vuelve a ponerte la pajarita. Tus amigos no tardarán en llegar.
– Es cuestión de un poco de práctica o buena voluntad. No vale de nada ser rico si no se es capaz de aparentarlo.
– Deja que me ría. Soy el mejor personaje que has creado. Me debes la vida. Podría acabar contigo en cualquier momento. Así que ten cuidado con lo que dices y lo que sientes. Yo también nací en febrero, una madrugada de tiros y vocerío, de orejas como radios y reyes como salvadores.
– Ya conoces esa manía que tengo de instalar una ventana en el pecho de cada hombre para conocer sus secretos.
– No creas que no te entiendo. A mí también me hubiera gustado nacer desde el huevo, en un día con pelos y señales y una casa parecida a la tuya, quizá en invierno, casi en primavera, pero reconozco mis limitaciones. La luz, la leche, el sueño, el llanto. La noche y el día, el amor y el aburrimiento. La costumbre.
Rataplán. Rataplán.

(Luces).
Don Juan Dalí

ESCENA 4ª. Gabriel Relham, Elvira, Luis, Alfredo, Ruth, Gaspar y Petronio.

En el Teatro Fausto, unos meses antes. Los cinco hombres visten trajes negros de lino de Francisco Valiente. Elvira lleva una chaqueta de piel y una minifalda de Costume Nacional, y Ruth un vestido dorado con cuello sideral y tejido metálico de Jeremy Scott.

Gabriel Relham sonreía satisfecho a medida que caía el telón; se cerraba de esa forma el primer acto de su obra: “La verdadera historia de Don Juan encadenado”.

Algunos espectadores ya comenzaban a mostrar su sorpresa ante una comedia dramática -así es como la había calificado el propio creador en una entrevista publicada en El Nuevo Madrid-, cuyo argumento giraba en torno a problemas trasnochados: que si la dicotomía entre el bien y el mal, la disolución de la familia o el amor entre padres e hijos. Otros habían abandonado la sala, “para no volver”, se les había escuchado antes de salir.

Elvira Gómez se acercó a Relham; se la veía preocupada.

– Tu obra está pasada de moda -dijo escéptica.
– Así es como veo las cosas -se encogió él de hombros-. Y dime qué significa pasado de moda. ¿De qué moda? ¿De la que todavía no ha llegado?
– Ya no quedan patos salvajes a los que ajustar las cuentas.
– A la mayoría de los espectadores parece gustarles.
– Estás perdiendo las ganas, querido, la fuerza de tus primeras obras, que nos dejaba a todos con la boca abierta, o al menos con ganas de pensar. Aquí ya sabemos que ese tipo (ese cursi de Don Juan, que para más inri has encadenado a un título absurdo) va a regresar a su casa, después de su escapada nocturna, algo que puede sonrojar al espectador más ingenuo.
– Es una forma como otra cualquiera de arrepentirse de sus pecados.
– ¿Quieres que consiga una virgen en una casa de putas de postín, es eso lo que te preocupa?
– Quizá me haya expresado mal, o quizá seas tú la que se equivoque. La sociedad es más conservadora de lo que crees. Don Juan sabe que su mujer y sus hijos, incluso sus amigos, le van a buscar por todas partes, porque sabe que le necesitan, que en estos tiempos triunfa la soledad forzada.
– ¿Me hablas de un Otelo negro y bruto con ganas de sangre más que de amor?
– Un escritor debe intentar cambiar el mundo, o si no dedicarse a otra cosa. Antes estaba cansado de decírtelo, tal vez porque era más joven.
– Eso era lo que me decías para que me enamorara de ti. Y lo mejor es que entonces conseguiste convencerme.
– ¿De lo primero o de lo segundo?
– Por lo de la mano izquierda más cerca del corazón, a eso me refiero.
Elvira Gómez no pudo seguir con sus peticiones, pues la interrumpió Alfredo Carrizo, el dueño del teatro.
– Bien, hijo mío, bien…, has conseguido alejar a esos progres que se las dan de intelectuales. ¡Sencillamente genial! ¡Là ci darem la mano!, aunque esté helada.
Elvira no pudo evitar una sonrisa.
 – Será mejor que pasemos al bar -dijo ella-, Ruth nos espera. ¿Vamos entonces?
Ninguno de los tres se percató de que Petronio, el actor que interpretaba al protagonista de la obra, besaba a Ruth entre decenas de cabezas. Poco después el actor se retiraba a su camerino con los ojos bañados en lágrimas.
– ¡Interesante obra, sí señor, muy interesante! -exclamó Ruth antes de besar a Relham en la boca-. Progresas con rapidez.
DON JUAN (que ha permanecido sentado en una butaca, sin moverse. Su ropa está sucia).- Señores del jurado, déjenme explicarles… ¡Esperen antes de pronunciarse! ¡Un momento! ¿Regresar a la vida de siempre? Esa es la pregunta, estoy seguro, pero ¿para qué? ¿Para seguir con el mismo aburrimiento, con las preocupaciones de siempre, con las muestras de cariño hacia esos hijos que ni me conocen ni creo que quieran hacerlo? El mismo trabajo y las mismas películas y los mismos libros y conciertos y fines de semana y vacaciones y bodas y bautizos. Regresar, volver. Hermosas palabras, y el beso y la boda y el nacimiento y el bautismo.
– Todavía no comprendo cómo has tenido valor para separarte de él -Ruth apenas susurraba al oído a Elvira en el palco-. Gabriel es un estupendo escritor.
– Quizá porque sus historias de ficción le interesan más que yo.
– Luis Erquiaga está disponible para servirte de acompañante, ¿me equivoco?
– Tú nunca te equivocas, ya lo sé.
– Recuerda que conocí a Gabriel antes que tú, que me lo llevé a la cama antes que tú, que escribió para mí mucho antes de que tú lo atontaras con tu falsa cultura de los suplementos dominicales de los periódicos.
– Y que lo dejaste antes que yo. Lo recuerdo perfectamente, y más desde que decidí imitarte.
– Me hubiera gustado no hacerlo, pero estoy casada con uno de los hombres más ricos de este país. Gabriel y yo solo podíamos ser amantes. 

(Luces).
mujer desnuda

ESCENA 5ª. Gabriel Relham y bohemios.

En la buhardilla. Colline y Schaunard también están vestidos por Cerruti, aunque en lugar de chaquetones llevan abrigos de paño envejecido. 

COLLINE.- Hoy es sin duda el día anterior de mañana y el día posterior de ayer. Estuvimos, no estamos, ni somos, salvo cuando no creemos ser.
SCHAUNARD.- ¡Ilumina, Driade, las esquinas de este reino y que el silencio y la oscuridad despejen el camino a la música!
RODOLFO.- Los blancos pechos de una mujer no necesitan saber idiomas. ¡Rindamos culto a la belleza! La vida no es otra cosa que su infructuosa búsqueda.
MARCELLO.- ¡Arrumbad con vuestra savia la sangre yerta del arte viciado y moribundo! ¡Viva la menstruación incansable!

(Luces: los personajes empiezan a hablar entre ellos). 

MARCELLO (da brochazos sin parar en un lienzo). ¿Qué sería la vida sin constancia? Desde luego más cómoda, pero el arte…
RODOLFO.- Te olvidas de la inspiración.
MARCELLO.- ¿Eso lo dice un poeta muerto de hambre? Los míos son egipcios, espero que te enteres de una vez.
RODOLFO.- Creía que eran iraquíes.
SCHAUNARD.- Esos soldados no llevan armas…
MARCELLO.- Mis soldados no saben luchar.
COLLINE.- ¡Bonus mentis est virtus!
RODOLFO.- Prefiero un buen polvo. No son buenos tiempos para las guerras.
SCHAUNARD Y COLLINE (luego se les une Marcello).- ¡Tarará! ¡Tarará! Ta, ta, ta. ¡Tarará! ¡Tarará! (se ponen a bailar).
RODOLFO.- Nos faltan mujeres, es cierto.
COLLINE.- Ya dijo Montesquieu que no es de caballeros beber solos.

Rodolfo se acerca al mueble desvencijado; abre una de sus puertas, que cae al suelo; toma una botella de vino.

MARCELLO.- ¡Ahí está, ya lo veo, ahí tenéis el Mar Rojo, la única y posible representación de un mar muerto!
COLLINE.- A quien veo es a Gabriel, haciendo el primo, es decir, intentando escribir su novela.
RODOLFO.- Y lo tiene difícil.
MARCELLO.- Aún no ha encontrado el verdadero amor.
SCHAUNARD.- El amor…
LOS CUATRO.- Brindemos por el amor, todos para él y él para todos.
MARCELLO.- Dios creó la luz el primer día, casi nada más abrir los ojos, pero también los planetas, y los animales y las plantas, y al hombre y a la mujer.
SCHAUNARD.- El segundo día descansó, pues estas cosas hay que tomárselas con calma.
COLLINE.- Beethoven, Mahler, Shakespeare y Cervantes nacieron el tercero.
RODOLFO.- Y el amor lo hizo el cuarto día…
RELHAM.- Definir el amor, buena idea, sí, por qué no, tal vez sentirlo, sí, quizás tengáis razón, desear el deseo. A lo mejor todo esto no es otra cosa que un parque de Luxemburgo, algún personaje de novela o de teatro. Y esa necesidad de crear, que es casi más fuerte que la belleza de la página completa. Don Juan, la música, el sexo, los remordimientos y la culpa. El recuerdo de Elvira, su foto, esa realidad que tengo que destruir para no olvidarla. Deletreo su rostro, las facciones de su rostro. El rostro de Elvira. Las facciones. Mi alma. Deletreo mi alma.

(Luces. Cae el telón).

El libro de la vida.

El libro de la vida es tan hermoso que nunca se termina de escribir ni de leer.

domingo, 29 de octubre de 2017

"Lágrimas en la lluvia".

Vivimos una época de tal celeridad que todo se convierte en pasado casi sin darnos cuenta. 

El otro día una región española se hizo republicana durante un rato. Después se convocaron elecciones en ese lugar, de lo que se hablará hasta que haya elecciones en otra parte. Los turistas recorren el mundo sin bajarse del avión; por fin se ha realizado el sueño del aguerrido turista con dinero. Las personas conocen, fácilmente, a otras personas a través de Facebook, Twitter, Meetic, eDarling, etcétera, y se enamoran para toda la vida, hasta que vuelvan a enamorarse para toda la vida. Las noticias de los telediarios se vuelven viejas de un día para otro y algo similar le ocurre al cine. Como me dijo una vez una alumna, "a mí me gusta mucho el cine antiguo, sobre todo el que se hace desde el año 2000".

Es una época apasionante, desde luego, muy diferente de las anteriores, a caballo entre la tercera y la cuarta revolución industrial, como suelo explicar a mis alumnos. Y por eso me interesa analizarla, escribir sobre ella y, sin duda, disfrutarla, entre otras cosas porque es la mía.

Aunque quizá lo importante sea otra cosa, siempre es otra cosa. Como se dice en la película de Ridley Scott de 1982, "Blade Runner" -en uno de los finales más bellos y famosos de la historia del cine-, los seres humanos no somos más que lágrimas en la lluvia, incluidos los que aspiran a ser seres humanos. Esa frase la incluyó por su cuenta el replicante Roy Batty que interpreta Rutger Hauer, un tipo francamente inteligente, de esos actores que leen. Sus palabras estaban inspiradas en "El barco ebrio", de Arthur Rimbaud.

En el fondo quizá sea maravilloso ser solo "lágrimas en la lluvia", sobre todo si esas lágrimas saben amar y ser amadas. 

Lo esencial es que las palomas blancas sigan volando en libertad:

https://www.youtube.com/watch?v=qKpMFMiRkBI

sábado, 28 de octubre de 2017

Un día Huxley y Beethoven se unieron en mi mente para siempre.

"Contrapunto" (1928) del escritor inglés Aldous Huxley es una de las novelas de mi vida, más que su famoso "Un mundo feliz" (1932). Se abre con una obra de Bach y se cierra con "Las variaciones Diabelli" (1823) de Beethoven. Técnicamente, son obras similares. Huxley siguió en parte las ideas de "Los monederos falsos" (1825), de André Gide -otra novela absolutamente genial que me dejó sentado en la silla durante varias semanas-, sobre el uso del multiperspectivismo y el contrapunto musical, con la alternancia de acciones que avanzan en paralelo. Beethoven escribió sus 33 variaciones en Do mayor a partir de un vals de Diabelli, pero pronto la obra se convirtió en otra cosa, de gran complejidad.

Huxley es el "novelista pensador" que observa la separación paulatina entre la razón y la irracionalidad, la sensualidad y el espíritu. La trama no es fácil de resumir debido a la enorme cantidad de personajes y situaciones. Todo sucede en una velada entre artistas, intelectuales y burgueses ingleses, con historias, tiempos y espacios que se cruzan como en una fuga. Es esencial el hecho de que los personajes se caractericen por las palabras que dicen sobre sí mismos o los demás. 

Nietzsche se refirió en su momento a “los contornos erosionados” como derivación de las novelas y libros de poemas del siglo XIX. La literatura hasta Joyce se situaba en contornos cerrados de la realidad y la verdad, con unas coordenadas del espacio y el tiempo tradicionales (a la poesía le ocurría algo similar, sobre todo porque siempre ha sido mucho más conservadora). Ahora los contornos empiezan a erosionarse a causa del caos de la vida, donde no pueden obviarse los descubrimientos científicos del momento. Esto sucederá también con todos los grandes escritores de la época, Gide, Dos Passos, Eliot, Woolf, Pound y Faulkner, por ejemplo.

Huxley también aplicó en "Contrapunto" esa idea de erosión, de estructura abierta, de fuga, como en las variaciones que he mencionado, la última obra maestra de Beethoven para el piano, una de las obras que más me habrá acompañado de joven cuando empezaba a estudiar, junto a las "Variaciones Golberg" (1741) de Bach.

Esta versión es francamente hermosa:

https://www.youtube.com/watch?v=pAI4-9yc6kA



viernes, 27 de octubre de 2017

Hermanos en el mundo.

En el mundo somos algo más de 7000 millones de personas. Alrededor de 1000 millones viven con 1 $ al día y 2000 lo hacen con 2 $.

Estoy seguro de que a muchas de ellas no les hubiera importado nacer en la región más pobre de España o de Europa. 

Como dijo uno de los intelectuales que admiro y ha influido en mi formación humanista, el economista indio y premio Nobel Amartya Sen, la democracia es el mejor sistema para eliminar el hambre en el mundo. Desde este punto de vista las fronteras, los nacionalismos y los independentismos no tienen ningún sentido.

Algún día me gustaría mirar a los ojos a la persona más pobre del mundo y que me considerara su hermano.

jueves, 26 de octubre de 2017

"Me too".

"Todo poder es débil a menos que permanezca unido". La moraleja de la fábula de Esopo "El viejo y sus hijos" fue entendida por varias actrices como la herramienta más eficaz para destapar los abusos sexuales. Y lo mismo han pensado muchas mujeres en el Parlamento Europeo.

Aún existen demasiados hombres "cazadores" y demasiadas mujeres "que se dejan cazar" o manipular. Supongo que también se producen los casos a la inversa. Todo es siempre cuestión de dinero y poder.

Evidentemente, yo también lo digo, "me too".

(El cuadro es la famosísima "La libertad guiando al pueblo" (1830). Eugène Delacroix. Museo del Louvre).
 
 

miércoles, 25 de octubre de 2017

"El que siempre se queja".

El que siempre se queja es alguien que, por extensión, se queja siempre de todo.

Se queja del mal tiempo que hace, del pésimo estado de las carreteras, del cambio de hora, de lo sucios que están los parques, del ruido que hace el hijo del vecino cuando toca el piano, de lo vulgar que es la televisión y de que ya no se hagan películas como las de antes. 

Se queja de lo que tarda el camarero en servirle el desayuno o la comida o el postre, de los retrasos de los aviones, trenes y autobuses, de lo feo que es el apartamento que ha alquilado frente al mar, incluso de que el mar no tenga olas.

Se queja de la llegada de emigrantes a su país, que van a quitar el trabajo a sus hijos, aunque no los tenga, y de la conspiración universal de las empresas capitalistas que han originado el cambio climático y la inminente destrucción del planeta. 

Se queja de lo nefastas que son las redes sociales y de que apenas nadie lea libros en su país, sobre todo los suyos, si es escritor.
Se queja de que sus amigos y vecinos no tengan como mínimo 8 apellidos de antigüedad en el pueblo de sus amores, como tiene él, ya que su familia proviene directamente del linaje del Cid o de la mano incorrupta de Santa Teresa. 

En realidad lo que busca el que siempre se queja es que le hagan un poco de caso y lo quieran. Por eso siempre que me encuentro con alguien que se queja de todo, alargo la mano y busco una flor para regalársela, a riesgo de que me responda que no huele a nada. Hace poco regaló una docena de rosas bellísimas a la chica que le gustaba, pero a pesar de todo ella lo rechazó (y se fue conmigo).

martes, 24 de octubre de 2017

Elliott Murphy en la tertulia de hoy.

En la tertulia de esta tarde se hablará del cantante de rock y escritor Eliott Murphy.

El pasado julio la editorial Izana presentó en la FNAC de Callao su último libro de relatos, "Historias de París", que tradujo uno de nuestros tertulianos, Peter Redwhite. Hoy Peter hablará del libro a las 18,30 (en el café "Anthony´s Place, Sandoval 16, al lado del metro de Bilbao).

Murphy nació en 1949 en Long Island, Nueva York, pero vive en París desde 1989. Para él la literatura es su religión y la música su adicción, y por eso ha cantado con Springsteen por medio mundo. Entre sus autores preferidos están Scott Fitzgerald, Steinbeck y Kerouac.

Dejo por aquí una de sus canciones, "Tell me". Me parece preciosa:

https://www.youtube.com/watch?v=2Q2a0WAYaxw


lunes, 23 de octubre de 2017

"Los gallinazos sin plumas", de Julio Ramón Ribeyro.

Anoche me dormí releyendo "Los gallinazos sin plumas", un cuento de Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), el escritor peruano que se encuentra entre mis autores favoritos. 

Si Vargas Llosa no hubiera escrito el año 1962 "La ciudad y los perros" (lo hizo en Madrid, por cierto, en un bar que está cerca del Retiro"), "La casa verde", en 1965, y, por supuesto, su obra maestra absoluta, "Conversación en la Catedral", en 1969, diría que es el escritor peruano que más aprecio, junto a César Vallejo.

Dos niños huérfanos, Efraín y Enrique, son explotados por don Santos, su abuelo. Quiere que consigan, diariamente, latas o alimentos podridos para su cerdo Pascual. El cuento tiene una temática social, como es obvio, pero no cae en la demagogia. El abuelo representa a la sociedad de consumo del capitalismo salvaje y los hermanos a todos los pobres explotados del mundo. Es una metáfora de la América del Sur en esa época, con un lenguaje que oscila entre las narraciones de Maupassant y Borges, expresivo y lleno de metáforas. 

El cuento de Ribeyro da título a su primer libro, que escribió en París el año 1958, adonde había ido para redactar una tesis en literatura francesa en la Sorbona. Vivió en el Barrio Latino, como dios manda. También lo hizo en Barcelona, Madrid, Amberes, Berlín y Hamburgo.

En fin, literatura, como diría Cortázar.

domingo, 22 de octubre de 2017

La mirada de Julio Cortázar.

"Justo, cómo me recuerda tu mirada a Julio Cortázar. Algún día te explicaré el porqué".

Abro Facebook y leo estas dos frases que escribió ayer por aquí el filósofo sevillano Rubén Muñoz Martínez. Rubén ha publicado "Apuntes para una Poética del Arte", recientemente. A ambos nos interesa todo lo relativo a la filosofía y la estética del arte y la literatura.

Los retos intelectuales son lo que más me han motivado toda mi vida; si no los encuentro me aburro tarde o temprano. Así que he estado dando vueltas a ese comentario de Rubén mientras me tomaba un café. Como cualquier escritor de su época que se precie, valoro una serie de libros por encima de casi todos: "En busca del tiempo", "Tristram Shandy", "Ulises", "El ruido y la furia", la "Comedia", la segunda parte del "Quijote", "La Odisea", "La tierra baldía", "Rayuela", por supuesto. Admiro también los cuentos de Cortázar -de los que tuve que examinarme en su día-, sobre todo "Continuidad de los parques", "Las babas del diablo" y "El perseguidor".

Nuestras ideas son progresistas, claro, básicamente porque nos dio por leer desde pequeños. Y por supuesto ambos adoramos París, la única ciudad del mundo donde la lluvia sobre la claraboya se puede convertir en literatura. Y nos apasiona el jazz. 

"Y la maga estaba llorando, Guy había desaparecido, Etienne se iba detrás de Perico, y de Gregorovirus, Wong y Ronald miraban un disco que giraba lentamente, treinta y tres revoluciones y media por minuto, ni una más ni una menos, y en esas revoluciones Oscar's Blues, claro que por el mismo Oscar al piano, un tal Oscar Peterson, un tal pianista con algo de tigre y felpa, un tal pianista triste y gordo, un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura" (p. 95 de Rayuela. Ed. Sudamericana).

Estoy seguro de que a Cortázar le encantaría este video de Oscar Peterson, como a mí:

https://www.youtube.com/watch?v=xdd5pn1xs7M

(En la foto Julio Cortázar y Carol Dunlop, una pareja de película, a pesar de los más de 30 años de diferencia).

sábado, 21 de octubre de 2017

"Ser o no excéntrico".

Leo la siguiente frase en el libro de memorias "Juventud", de J. M. Coetzee, uno de los escritores contemporáneos que me interesan: "Tener un aspecto excéntrico resulta de alguna forma distinguido" (Mondadori, 2002, p. 11). El resto del libro es una especie de "Retrato del artista adolescente", de Joyce, con un lenguaje menos arriesgado.

Dejo el libro y me lanzo a la piscina. 

Mientras nado de espaldas y veo el sol en lo más alto, inmutable, pienso en la primera vez que me llamaron "excéntrico" en mi vida. Tenía quince años, en lugar de los diecinueve de Coetzee. Unos compañeros de clase quedaron para ir al cine, luego a cenar y a ver si conocían chicas. Yo les dije que no iba. Mi mejor amigo de entonces intentó convencerme. Me apetece escuchar y entender "El anillo de los Nibelungos", la tetralogía de Wagner, insistí. (Ya me interesaba la mitología como explicación del origen del ser humano; con los años terminé escribiendo una tesis sobre ese tema con la excusa de Haruki Murakami, Mircea Eliade y James Frazer, entre otros). Los compañeros me escucharon y dijeron, casi al unísono, que no quería ir con ellos porque era un excéntrico.

Salgo de la piscina. 

Me tumbo en la hamaca. Coetzee dice que en el invierno de Ciudad del Cabo llueve durante semanas seguidas. Aquí el sol continúa en lo alto y solo hay unas gotas de agua sobre el libro.

viernes, 20 de octubre de 2017

Bailando sobre las aceras.

"I fall in love".

Siempre me ha gustado caminar dos metros por encima de las aceras de la Gran Vía de Madrid, la Rambla de Barcelona, Oxford Street en Londres o los Campos Elíseos de París.

Es una sensación entre intelectual y espiritual.

Termino bailando, ahí, en el aire, como en "La la land", aunque solo me haya tomado un par de cafés y aún sea incapaz de ver la luz del sol, quizá porque esa luz a veces es algo interior, que se ve o no, que se siente o no, que se murmura o no.

Y está Andrea Motis. 

¿Bailamos?

https://www.youtube.com/watch?v=bo8og3xw-Ys

jueves, 19 de octubre de 2017

Un ideal.

Es algo así como vivir en armonía con el mundo. 

Acostarse cada noche sin deber favores a nadie porque has conseguido las cosas por ti mismo. 

Mantener el principio inalterable de la libertad.

(Y tener una flor entre las manos).

miércoles, 18 de octubre de 2017

"Descripción de una mujer enamorada".

"Esa noche su sangre se transformó en energía femenina y masculina, una especie de vino que se bebieron la luna y el sol, y eliminó las arrugas de su rostro y de su vientre. Desconocía cuánto tiempo había estado tumbada, desnuda, sin dejar de sudar. El camisón, arrugado y sucio, se había caído al suelo. Su cabeza giraba como una noria sin control, pero aun así encendió la radio. Había dormido toda la tarde y toda la noche. Se tomó una aspirina y un café, y se encontró mejor. El rostro de Sergio se hinchaba en su mente como un gigantesco neumático de automóvil, y hasta oía su vasto e inmenso deseo de aplastar el universo con su fuerza. Había sangre en la sábana. Se llevó la mano a la frente, y no sintió las décimas de fiebre que demolían las paredes de su conciencia. Trató de calmarse con un segundo café, y después buscó sin éxito un paquete de cigarrillos. De lo más hondo de su corazón salió una sonrisa dirigida a las manchas fugaces, como su regla interminable; era una sonrisa enferma, a un paso del delirio. O se había vuelto loca, y veía visiones, o la sinrazón cegaba sus pupilas con los rasgos de ese crío. Se encerró en el cuarto de baño. Tocaba su cuerpo, pero no le pertenecía, intentaba limpiarlo, pero nuevas carcajadas se desplomaban en las esquinas de su garganta. Se vistió, y se sentó otra vez en la cama. Las paredes de la habitación se le caían encima. No podía permanecer más tiempo allí dentro, no tenía ningún sentido, tenía que fumar y pensar. Necesitaba explicarse qué había ocurrido con su cuerpo y, más que nada, con su mente (con el deseo de su mente). Se dirigió al restaurante de Princesa. Las calles estaban vacías; los barrenderos las limpiaban con cuidado, como si fueran suyas, confiriendo a su trabajo una dignidad manifiesta. Por los arcos de Moncloa se movía un camión del Ayuntamiento tratando de quitar con alocados chorros de agua la grasa de los coches. Tuvo que esperar unos minutos sentada en un banco hasta que abrieran el restaurante. Después de empujar la puerta de cristal, se dirigió como una autómata hacia la máquina de tabaco. La cafetera aún no estaba preparada, y apuró dos vasos de agua para apaciguar el resquemor de su garganta. Unos minutos después se bebió un café solo de un trago, y comenzó a fumar casi temblando. Por fin, empezó a encontrarse mejor. ¿Qué es lo que tenía que hacer, se preguntó mirando a la calle, volver a la librería y declararle su amor? Sergio no era más que un ególatra cuyo único afán consistía en mantener vivo su mundo. ¿Acaso podía considerarse una de sus amigas? ¿Qué podía aportarle a esas alturas de su vida? ¿No sería para él un sucedáneo de su padre, o de esa madre de la que le daba miedo hablar? Entonces, ¿por qué le había besado y acariciado? Era deseo, por supuesto, todavía podía despertar deseo en un hombre... La librería era el centro del mundo para un grupo de personas, y empezaba a serlo para ella por culpa de un muchacho de veintitantos años. Todo ello saltando de una casilla a otra en el juego. Sergio Barrios, Miguel Ángel Andés, Raúl Torres, Albertina Duarte, María José Castillo, Pepe Utrera, Elena Estrada, Dominic Yanes, Magda Rubio, Anselmo Xiles (...) ¿En qué casilla de la rayuela colocarían Oliveira, o Cortázar, ese interés por recuperar la alegría? ¿Ella también podría ser feliz por encima de todo? Ser feliz con la pasión agitando sus sentidos. Pero, ¿qué sabía ella de Sergio? Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estoqueada en mitad del patio... ¡Estoqueada en mitad del patio! Como si ella tuviera derecho a reprocharle nada a nadie, ni siquiera a Cortázar. Podía repetir la edad de los filósofos griegos. Sócrates había vivido sesenta años, Aristóteles lo había hecho sesenta y tres, Anaxágoras setenta y dos, Pitágoras ochenta o noventa, Platón ochenta y uno, Diógenes noventa, Demócrito cien o ciento nueve... Su inocencia se perdía en un día interminable en compañía de un crío (...) 

("Las mentiras inexactas", 2012, Izana, Madrid, pp. 106-109. Nora Acosta es una profesora de literatura de la Complutense de cincuenta y tantos años que se enamora de su alumno Sergio Barrios, un librero de la plaza Santa Ana de Madrid. Es el único capítulo de la novela sin puntos y aparte. La foto es de la presentación en las Cuevas de Sésamo de Madrid, que hicieron el crítico del Cultural del ABC Juan Ángel Juristo y la escritora y profesora Fanny Rubio que me dio clase de poesía contemporánea en la Complutense). 
 
 
 

martes, 17 de octubre de 2017

"Ser profesor".

"Ser profesor".

Me gusta estudiar, escribir y dar clase.

Dar clase es lo que más me gusta. A jóvenes españoles, franceses, ingleses, holandeses, italianos, alemanes, irlandeses y norteamericanos (que son los últimos que he tenido como alumnos) y de cualquier parte del mundo. Me gusta encontrármelos en el supermercado después de clase y que te sonrían y que los sonrías y que te cuenten su vida en Berlín o Amsterdam o Dublín o Nueva York. 

Y que te digan que se han enamorado de Madrid en apenas unos días, no del profesor, claro.

(La foto y el texto son de hace justo un año -como me recuerda Facebook-, en el campus de la Universidad Rey Juan Carlos de Aranjuez, donde hablé de Keynes y el lado humano de la economía. Estoy con Antonio Franco, amigo íntimo desde hace más de un cuarto de siglo, catedrático de Estadística y mi óptico particular, y Paco Rabadán, que fue mi alumno y pronto se convirtió en mi amigo).

lunes, 16 de octubre de 2017

"Las 4 últimas canciones de Richard Strauss o el capítulo final de la literatura lírica posromántica".

"Leerte a ti, Justo, es lo mismo que escuchar a Richard Strauss. Poco a poco participamos de lo bello y tomamos parte de ese clima que solo vosotros podéis crear".

Estas palabras que escribió ayer en mi muro de Facebook el pintor leonés Javier Rueda fueron la excusa perfecta para volver a escuchar una de mis obras preferidas. De Strauss me gusta todo, desde sus poemas sinfónicos -que tanto han influido en la música del cine- hasta sus óperas, pero reconozco que su canto del cisne, que escribió en 1948 con 84 años, poco antes de morir, me parece un monumento a la belleza, la sensibilidad y el buen gusto. Por otro lado, Javier Rueda es un tipo majísimo al que conocí en Alicante. Además estuve en una de sus exposiciones de esa ciudad hace dos o tres años. Si eso fuera poco es el tío de la encantadora escritora y amiga Marta Muñiz Rueda.

Para escribir las canciones, Strauss eligió tres poemas de Hermann Hesse y uno de Joseph von Eichendorff. Y mi disco favorito es el de Elisabeth Schwarzkopf.

Pocas veces he escuchado una voz tan maravillosa como la de la soprano alemana Elisabeth Schwarzkopf, 1915-2006 (en las fotos se observa su belleza y su clase, tanto de joven como de mayor). La obra es insuperable, pero cuando llega a la tercera canción -a partir del minuto 9- se me corta el aliento; no hay una sola vez en que no suceda.


"Primavera".
En la gruta crepuscular
soñé largamente
tus árboles tus aires embriagadores
tus olores y el cantar de tus pájaros.
Ahora yaces descubierto
con tus ornamentos resplandecientes
pleno de luz
como un milagro ante mí.
Me reconoces de nuevo
me atraes dulcemente,
mis miembros tiemblan
tu bienaventurada presencia.

"Septiembre".
En el jardín enlutado
cae gélida la lluvia sobre las flores.
El verano se estremece
mansamente esperando su final.
Goteo dorado de hoja
en hoja de la gran acacia.
El verano sonríe asombrado y abatido
en el jardín agonizante.
Moroso junto a las rosas
se entretiene, buscando la calma.
Lentamente, cierra
sus cansados ojos.

"Al irme a dormir".
Cansado del día
debe recibir mi añoranza ansiosa
amigablemente la noche
como al niño fatigado.
Manos, dejad los quehaceres,
Cabeza, olvida todo pensamiento,
todos mis sentidos
desean hundirse en el sueño.
Y el alma sin vigilancia,
desea colgándose de libres alas,
vivir profunda e intensamente
en el circulo mágico de la noche.

"En el crepúsculo".
Hemos atravesado necesidad y felicidad
cogidos de la mano;
descansamos del camino
en el campo silencioso.
Alrededor, se inclinan ya los valles
oscureciendo el día
mientras dos alondras se alzan
ensoñadoramente en el éter.
Ven y déjalas correr
pronto es hora de dormir
y así no nos perderemos
en esa soledad.
Lejana, calmada paz
tan profunda en el crepúsculo.
Cuan cansados estamos del camino,
¿es esto quizás la muerte?"




domingo, 15 de octubre de 2017

"Y de repente la noche".

Eva García Madueño, una amiga malagueña de Facebook a quien todavía no conozco personalmente, escribió el otro día lo siguiente en su muro, y puso estas fotos:

"Mi momento de relax antes de dormir llega con la lectura de "Cuentos de los otros".

Los "Cuentos de los otros" de Justo Sotelo te atrapan desde el primer momento. Ninguno de ellos te deja indiferente. Todos conllevan una experiencia vital, una enseñanza. En ellos el lector contempla sus sentimientos más profundos reflejados en los "otros" encontrándose a sí mismo en el espejo de los personajes de cada una de las historias.

"Cuentos de los otros" ofrece en su conjunto una lectura amena y exquisita estableciendo un diálogo interno con el autor, que nos hace partícipes de sus reflexiones y nos invita -a través del mundo del arte- a la búsqueda de nuestra identidad.

Os dejo. Me están llamando. Felices sueños".

Hasta aquí las palabras de Eva. 

Además eligió un cuento, "El fuego", que tiene una importancia central en el libro, a partir del poema del grandísimo Salvatore Quasimodo. Lo empecé a escribir frente a una chimenea, hace ahora un año aproximadamente. Afuera hacía frío.

"El fuego".

Ella apaga la lámpara de la cocina y enciende el fuego de la chimenea mientras yo recito unos versos de Quasimodo. “Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra / traspasado por un rayo de sol: / y de repente la noche”.

Las polillas revolotean junto a la ventana húmeda. Se las ve felices, tranquilas, seguras en el calor del hogar. Afuera hace frío; ha llegado el invierno y los animales corren a resguardarse en los porches y los cobertizos. Ella me responde con otro poema. Apenas lo susurra. Es como si lo estuviera viviendo por dentro y sus labios tan solo fueran una distracción. Observo cómo desaparecen las imperceptibles arrugas de su rostro. Su mirada llena el Universo, lo atrapa.

Es la forma en que me mira. 

Y de repente la noche".



sábado, 14 de octubre de 2017