jueves, 30 de septiembre de 2021

"Rebelde sin causa".

Ayer me encontré esta foto en esta red social. La puso la ejecutiva madrileña Marisa Corrales Ruyra, que escribió lo siguiente:
 
"Por contrariedades domésticas no he podido ir a la feria del libro este año, pero ya me ha llegado el pedido de lecturas para este otoño. Aviso a mis queridos amigos Justo Sotelo y José Luis Gracia Mosteo; encontraré el momento para que me firméis en cualquier página".
 
Mientras me tomo el primer café de una mañana de otoño que aún parece primavera, y antes de irme a dar clase, pienso en una forma sencilla para agradecer este bonito gesto. Sé que la ciudad de las estrellas es los Ángeles, y Madrid solo tiene unas cuantas estrellas en el suelo de la calle Martín de los Heros, a la altura de los cines Golem y Renoir. Siempre he pisado esta acera para ver películas y comer o cenar (antes o después) en cualquiera de los restaurantes de alrededor de la Plaza de los Cubos. Por ese motivo, me viene a la cabeza una canción. Es el baile entre Mia y Sebastián dentro del Observatorio de los Ángeles de una de mis películas preferidas, un homenaje a "Rebelde sin causa", de Nicholas Ray, con James Dean y Natalie Wood.
 
Después de todo siempre he tenido mucho de rebelde sin causa:
 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

"Retrato de escritor descansando sobre fondo verde".

Seguro que Picasso (el mayor artista plástico del siglo XX, autor del "Retrato de la mujer de perfil sobre fondo verde") tampoco hubiera dudado en tomarse un mojito en la hermosa terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid, junto a la diosa Minerva, mientras comienza el otoño.
 
Esta red social me recuerda hoy esta foto de antes de la pandemia, que espero repetir pronto. Y ya que el mojito es originario de Cuba, me parece que únicamente nos falta la música, como este "Amor verdadero", como tu Amor:
 

"El leopardo".

El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masai, "Ngáje Ngái" o "la Casa de Dios". Cerca de la cima se encuentra el esqueleto helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse qué estaba buscando por aquellas alturas.
 
Ernest Hemingway se preguntaba en este relato por el sentido del escritor o tan solo de la propia vida. Y lo hacía sugiriendo, más que mostrando, con espacios en blanco que debía rellenar el lector. Es la teoría del iceberg o de la omisión que aprendí de él y que aplico cuando escribo incluso un post en Facebook. Tal vez por eso es de los escritores con los que me iría de copas para hablar de literatura. También me iría con Woody Allen, quien después de todo se quedó con su nieta Tracy en la ficción en "Manhattan", aquella película que podría ver cientos de veces sin cansarme, como me sucede con la "Rhapsody in Blue" de George Gershwin. Y no me importaría pasear con Bertrand Tavernier para charlar de cine, mientras escuchamos a Dexter Gordon en "Alrededor de la Medianoche" y vemos cómo se derrite la nieve del Kilimanjaro.
 
Lo sé porque el leopardo soy yo:
 

martes, 28 de septiembre de 2021

"Adio Kerida", es una dulce y melancólica canción sefardí de los Balcanes.

Ayer el poeta y editor conquense Carlos Morales del Coso (1959), en la segunda foto, escribió sobre mi última novela: "Me ha gustado "Poeta en Madrid", a la que veo, más que como una novela, como la trama de una obra de teatro en la que un hombre se enfrenta a sus vivos y a sus muertos para armar un texto que le excede y que no es otra cosa que su propia identidad. Lo tomo como un placer privado, un gesto orquestal y, al mismo tiempo, como un libro para aprender los misterios de la escritura, en todos sus registros. Después de concluir mis cosas espinosas con el Holocausto, su lectura ha obrado en mí el milagro de la descompresión espiritual. Es lo único que le pedía a Justo Sotelo, y el escritor me lo ha dado. No sé si me dará tiempo a conocerlo, o si las circunstancias me permitirán coincidir con él en algún lugar de la Corte. Así que, en la distancia, me limito ahora a quitarme el sombrero para verlo pasear por ese Madrid afable donde cunden la libertad, el dolor, la generosidad y la belleza".
 
Y yo le doy las gracias por su labor de recopilación como editor de la poesía de la Shoah.
 
Y se lo agradezco escuchando una canción sefardí interpretada por el dúo Metha. Conocí a los hermanos Rocío y Jorge Cabello a través de uno de mis grandes amigos, José María Lancho. Y los invité a la tertulia presencial del Café Gijón en febrero del año pasado. Llevan años reinvindicando la memoria de las víctimas del Holocausto y el papel humanista de la música. Como siempre, hicimos la tertulia en la cripta, donde Rocío tocó el violín, pero terminamos en la parte de arriba (primera foto), mientras Jorge tocaba el piano de cola y Rocío cantaba "Adio Kerida":
 
Y me regalo una propina de este dúo mientras me tomo el primer café de la mañana:
 

lunes, 27 de septiembre de 2021

"El escritor modelo".

Umberto Eco buscaba un "lector modelo", ese lector fiel e ideal, un lector "in fabula" que siguiera leyendo su obra tras las primeras 100 páginas, como explica en su breve texto "Apostilla a El nombre de la rosa". Ayer se me ocurrió hacer de "escritor modelo", a propósito de la imagen que me atribuye tanta gente, y me hice estas fotografías en algún lugar del norte de la provincia de Madrid de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque allí nació un personaje esencial de la historia de España, que además llegó a cardenal. A esa misma hora, se inauguraba la temporada de la Orquesta Nacional de España en el Auditorio de Príncipe de Vergara, algo que me llevó a recordar el último día en el que estuvimos allí, en febrero de 2020, poco antes del confinamiento. Entonces se interpretaron dos obras de Elgar y Schumann, y ayer casualmente del propio Schumann y de Sibelius. Lo estuve escuchando en el coche y mientras lo hacía mi mente se trasladó a otro auditorio, el Albert Hall de Londres, cuando escuché otra obra de Jean Sibelius, su Segunda Sinfonía, que con el tiempo daría lugar a uno de mis "Cuentos de los otros". No sé si "mi" lector modelo o ideal estará de acuerdo con el escritor modelo, al buscar que el final de la sinfonía y mi cuento fueran la misma cosa:
 
"Sibelius en el Albert Hall".
 
"Llevaste un canapé a su boca y ella te ofreció a cambio un trozo de empanada. Se había arrodillado en un costado de la cama y sus pechos subían y bajaban frente a tus ojos mientras la comida penetraba en tu garganta. 
 
Cuéntame otra vez la historia de ese concierto de Londres, dijo acariciando tus labios. Ya sé que eras muy joven y viajabas por primera vez a esa ciudad. También quiero que me digas que te alojaste en una residencia de estudiantes de la Universidad, al lado de Hyde Park. Que veías el edificio de la orquesta a todas horas y por fin sacaste las entradas para un concierto con obras de Respighi y Sibelius. Y que estuviste tumbado y sentado en el patio de butacas porque los Proms son así. Dime que aquella música te cambió la vida y que fuiste capaz de apreciar la belleza que existe en ese vacío inefable del Universo del que nace el arte como una delicada rosa en primavera. ¿Sabes por qué te amo? Voy a decírtelo. Porque representas la belleza humana y la felicidad.
 
No se me ocurre otra mejor manera de pasar la tarde que con ella en la cama, le digo por mi parte tras pasar el brazo por su espalda y acariciar el lunar de su cuello, comiendo canapés y escuchando la Segunda Sinfonía de Sibelius, con las trompetas y los violines repitiendo sin descanso la misma frase del final.
 
Hasta que llega al orgasmo entre mis brazos".
 
"Cuentos de los otros", 2017, Bartleby, p. 21).
 




 

domingo, 26 de septiembre de 2021

"Un beso de película".

Miras hacia la lámpara encendida y me dices que te recuerda a una chimenea. Ahora está apagada, pero ha debido de arder hace algún tiempo. El tiempo no es una constante, añades, sino que depende de la velocidad. La leña se ha tenido que quemar lentamente, pero ni la ceniza ni los gases emitidos habrán pesado ya lo mismo, estás segura. Lo esencial es que haya surgido el calor de la combustión, es decir, la energía.
 
Te giras hacia mí y me miras. Y me dices que te gusta que sea el personaje de una película, aunque dudas entre dos:
 
Y luego me besas.
 
¿Recuerdas aquel beso?
 
Como dijo el poeta, somos los besos que hemos dado.
 

 

sábado, 25 de septiembre de 2021

"La culpa fue del cha cha cha".

El sueño del escritor es que lo relean. Ya lo pensaba cuando leía en alto de adolescente mis relatos a mis padres, frente a la chimenea de la casa de campo. Y lo curioso es que con el paso del tiempo me lo han dicho muchas veces. "En realidad, te releo, Justo". El otro día se lo escuché decir a la barcelonesa Su March, y podría seguir con otros nombres y fotografías como la de Su. Podría decir que escribo para ser famoso, ganar dinero y hacerme rico, para tener cientos o miles de "likes" en las redes sociales, para que se enamoren de mí o para pasar a la posteridad, pero no sería verdad. Lo conté de otra forma hace un tiempo:
 
"El libro subrayado".
 
"Cuando un lector subraya el libro que está leyendo, en realidad está hablando en voz baja con el escritor. 
 
Umberto Eco investigó la idea de ficción durante buena parte de su vida y relacionó el texto narrativo con un bosque cuyos senderos se bifurcan, en alusión a Borges, para volver a encontrarse en el territorio onírico del duermevela.
 
La experiencia humana toma sentido en la literatura a través del tiempo y el espacio, como diría Ricoeur. El lector llena los huecos que deja el escritor de manera consciente, todo eso que no se dice ni se escribe, algo que yo defiendo en la literatura contemporánea.
 
Considero que es más importante lo que no se dice que lo que se dice.
 
Por eso resulta esencial que el escritor y el lector “hablen” continuamente, por ejemplo, a la luz de la lámpara de la mesilla de noche, mientras todo el mundo duerme en casa y solo ellos están despiertos. De esa forma la literatura sería la verdadera causa de la infidelidad de las parejas. Las demás causas son necesidad de poder, de sexo, de protección, de dinero, es decir, poca cosa".
 
("Cuentos de los otros", 2017, Bartleby, p. 128).
 
Esto de las infidelidades es un asunto controvertido, claro, me digo mientras me tomo el primer café de esta bonita mañana. Por eso espero que nadie se enfade conmigo. Después de todo ya se sabe de quién es la culpa:
 

viernes, 24 de septiembre de 2021

"Dos sirenas en el mar de libros de Madrid".

Me refiero a la escritora y profesora murciana Idoia Arbillaga, y a la arquitecta sevillana María José Muñoz Spínola (en este caso sirena más bien del Guadalquivir). Las dos estuvieron en la Feria del Libro de El Retiro el sábado pasado. María José me acompañó un rato en mi caseta y más tarde me encontré por el Paseo de Coches a Idoia, junto a Milagros López, una escritora también de Murcia. Ambas se conocieron en la tertulia on line del Gijón cuando invité a Idoia para hablarnos de su magnífico libro de poemas "Creación y vacío", que se inspira en la Cábala. Idoia dijo de María José: "Es una arquitecta amante de las Humanidades que escribe mejor que muchos autores reputados. Es una mente brillante y un encanto de persona". Por mi parte, de la obra de Idoia escribí en su momento que determinados acontecimientos en su vida le llevaron a estudiar el mundo sefardí, y así se apercibió de que los españoles poseemos el doble de genes judíos que de árabes, aunque la gente piense lo contrario. Ya en la introducción de su libro el profesor Fernández Vallina dice del texto que se acerca a lo inefable y ambiciona una dicción singular en sus intersecciones expresivas. La meditación aporta las claves sobre la voluntad creadora a través de cinco libros que despliegan en sus breves poemas imágenes cuajadas de simbología, evocaciones de la memoria y pensamientos que asumen la materia conceptual de la Cábala, moldeada desde la incertidumbre y la extrañeza.

Los 5 libros son:
 
- La gran creación: universo y poesía.
- La creación humana: Nákel, la gran concepción.
- La creación artificial: la ciudad y sus perfiles.
- La creación de la muerte: Guilgul, el hombre del mar.
- La creación desde dentro.
 
Vamos desde el útero donde se entremezclan la percepción onírica y la realidad (el entorno donde todo empieza y alumbra la ausencia como centro esencial de la palabra), pasando por la génesis de una presencia nominal, Nákel, que es una crepitación interior (como el misterio que une la muerte con la vida) hasta que se abre la ciudad como contexto asimétrico que unifica el centro y los suburbios. Es el momento del amor, como en el poema "Vertical en la intemperie", o la evocación de algunos lugares geográficos concretos de Toledo, marco de la memoria donde resuenan las voces desaparecidas. El término "guilgul" alude en el cuarto libro al balanceo transmigratorio de las almas y al concepto de reencarnación. De esta forma acaba el poema X: "El hielo de la verdad ha mojado tus ganas / y extiendes tu fulgor sobre las piedras del río. / El mar absorberá tu sombra. / No debes cerrar las alas, padre, / otro cuerpo te espera". Con ello el yo verbal puede definir la quietud para escuchar las voces interiores del quinto libro. Son signos invisibles que alientan un proceso de retorno al origen y a la liberación del alma. 
 
Como Ulises escapado de Circe y Calipso, me llevo esta fotografía y me voy a clase con Leopold Bloom, tras tomarme el primer café de la mañana y escuchar esta canción. 
 
Es lo que tienen las sonrisas de las sirenas:
 

"Dos nadadores en la Feria del Libro de Madrid".

Ned Merrill pretende volver nadando a su casa de piscina en piscina en las lujosas urbanizaciones de clase alta de Connecticut. En casa le esperan su mujer y sus cuatro hijas, quizá jugando al tenis. Por el camino se encontrará con varias de las mujeres que formaron parte de su vida, una apasionada adolescente que está a punto de dejar de serlo, una ex amante despechada, la sensual esposa de un viejo amigo. Y como en el cuento de John Cheever que Burt Lancaster interpretó en el cine, uno de los mayores relatos de la literatura del siglo XX publicado en "The New Yorker" en 1964, Javier Del Prado y yo ayer por la tarde fuimos de caseta en caseta de libros. Me había recogido con un taxi en la puerta de Casa Manolo, y llegamos hasta la puerta de El Retiro en Ibiza. Primero nos detuvimos en la caseta de Huso, donde pudimos saludar a mi editora Mayda Bustamante y Merche Medina, que me dio el cartel de mi firma que no me llevé el sábado pasado. A continuación nos bañamos con Pepo Paz Saz, en la caseta de Bartleby (Pepo también es mi editor) y charlamos con él y con el poeta Miguel Sánchez Gatell, hijo de mi recordada poeta Angelina Gatell. En tercer lugar llegamos hasta la caseta de Huerga y Fierro, donde hicimos muchas fotos con los tinerfeños Charo Alonso Panero y Javier De la Rosa, junto a los editores Charo Fierro y Antonio Benicio. Después de reírnos un buen rato y hablar de la cátedra de Panero, nos fuimos a la caseta de Milenio, donde Javier firmaba su libro "Voluntad de horizonte y añoranza de Morada", en la Universidad de Lleida. Javier nunca me dio clase directamente en la Facultad de Filología, pero sí lo hicieron varias de sus discípulas, que aparecieron por allí, al igual que Isabel Montero (su marido nos sacó una foto), Mariwan, Yolanda y Richard.
 
La vida de algunos puede ser ir de piscina en piscina o de caseta en caseta:
 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

"Instinto básico".

Ayer por la tarde me fui a dar un paseo para despejar la cabeza tras haberme pasado un buen rato entre ecuaciones de matemáticas. En cierto momento, me senté en un banco y leí los comentarios al post que había escrito sobre "la música del antihéroe", personificado en Travis, el taxista de Scorsese interpretado por de Niro, y contesté a algunos (espero que nadie se enfade cuando no respondo a todos, pero tan solo tengo una vida). Me salieron las fotos que el tertuliano Abel Jara se hizo en la Feria de El Retiro (hoy lo escribo bien porque si no uno de mis íntimos amigos, el profesor de historia Luis Pérez Montero, que siempre lee estos posts aunque no diga nada, como tanta gente, me echa la bronca en privado) con un libro de poemas. Y también me fijé en el movimiento de mi fotografía de perfil, lo que no hacía en mucho tiempo. No había respondido al comentario de la periodista Mabel Málaga Alonso, de cinco semanas atrás. Decía que me parecía a un actor americano, pero no recordaba su nombre. Yo aproveché para decirle que disculpara el retraso en responderle, y en todo caso me habían comparado siempre con Al Pacino, incluso con Stallone (lo han hecho también con otros actores, pero no me extendí). "Disculpa porque acabo de ver tu comentario, intervino la encantadora Lakmé Calleja, que vive en Alcoy, cerca de la sierra de Alicante, un lugar por el que siento gran cariño, pero más quisieran los dos, parecerse a ti, tú eres mucho más guapo". Y añadió que con gafas de sol en esa foto me sacaba un parecido con Michael Douglas.
 
Douglas es un actor que siempre me ha parecido bueno, aunque a años luz del carisma de su padre, y pensé en su película que más me hubiera gustado. Seguramente su mejor interpretación sea la de "Wall Street", y ya que yo conocí bastante bien el mundo financiero -cuando la zona de Orense de Madrid pretendió convertirse en otra City de Londres-, pensé escribir algo de esa película. No obstante, recordé que Douglas participó en una de las películas más famosas de los 90, "Instinto básico". Él está correcto, pero Sharon Stone se come la pantalla. El crítico de EL PAÍS Ángel Fernández Santos, que escribió nada menos que los guiones de "El espíritu de la colmena" y "El sur", es decir, el mejor cine español de la historia) dijo en su día lo siguiente sobre Stone: Anótese esta tremenda réplica, oída de sus labios: "No he tenido éxito hasta tan tarde en Hollywood porque tengo mucha inteligencia. Y en Hollywood ser rubia y estar bien hecha es algo incompatible con la inteligencia. Me he pasado hasta ahora mi carrera rodando películas con cretinos, y lo único que he aprendido ha sido por mi propia cuenta. Hasta que un cineasta de verdad, como Verhoeven, creyó en mí".
 
Después de eso cruzo las piernas, me quedo tranquilo sabiendo que los cretinos solo están en Hollywood, y me tomo el primer café de la mañana escuchando esta música:
 

martes, 21 de septiembre de 2021

"La música del antihéroe".

Es un solo de saxo que no tiene piedad. Lo escuchaba anoche, a lo largo de ese instante efímero de la existencia en que todo el mundo duerme y yo me meto en el interior de una fotografía que acabo de sacar a oscuras, en busca de un sentido a las páginas que escribo y siento a través de la música de mis pisadas. Es una forma de seguir recorriendo el asfalto mojado de la ciudad a bordo de un taxi en la madrugada. Es la selva de cemento vacía, una espiral que no llega al centro, un impacto emocional que te deja sin aliento. Somos los hombres huecos, los hombres rellenos.
 
Y yo escribo, yo sigo escribiendo.
 
¿Qué otra cosa puedo hacer ante los sonidos que miro y las luces que toco con la yema de los dedos del ordenador, ante la realidad teñida por el misterio de la noche, a oscuras, del último taxi del que se bajan un hombre y una mujer que no he tardado en reconocer, en algún momento? (...) Dime algo. ¿Por qué nunca me dices nada? Habla. ¿En qué piensas? Nunca sé en qué estás pensando. Piensa. ¿Qué es ese ruido? El viento por debajo de la puerta. ¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué hace el viento? Nada, otra vez nada. ¿No sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas nada?
 
Es como si quisieran contarme una historia, su historia mientras el solo de saxo susurra imágenes para mí.
 
 

 

lunes, 20 de septiembre de 2021

"Una foto en el Círculo de Bellas Artes con música del Dúo Dinámico".

Acabo de leer que Pilar Díez-Alegría estuvo tres horas en la cola de la Feria del Libro del Retiro para llevarse mi "Poeta en Madrid", y al final lo logró, aunque no conseguimos vernos. No nos vemos desde hace 7 años, y casualmente esta red social me recuerda hoy la foto de aquella ocasión. Fue en la terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid, tomando algo en la esquina más bonita de este mundo, entre las calles Alcalá y Gran Vía. En ella también se encuentran Sol Genafo y Helena Del Valle. Al día siguiente nos volveríamos a ver en la exposición de fotografía de Sofía Alvarez (Sofía Santaclara), otra amiga común, en la Galería Espacio Foto de la calle Viriato. A Sofía tampoco la veo desde hace años, cuando estuvo en la tertulia para hablarnos de su obra.
 
Los libros siempre son un buen motivo para reencontrarse, aunque el escritor y el lector solo se vean a través de sus páginas.
 
En fin, empieza a hacer un poco de fresco y habrá que ir pensando en ponerse una chaqueta. Es el final del verano y me tomo el primer café de la mañana escuchando una canción emblemática en la vida de tantos españoles y españolas:
 
 
 

 

domingo, 19 de septiembre de 2021

"La fiesta de los libros del Retiro el 18 de septiembre de 2021".

Pasear por el Retiro es una de mis aficiones favoritas desde que me acostumbraron mis padres de pequeño, incluso para celebrar en la Rosaleda mi Primera Comunión. Y montar en barca en el Estanque o charlar en las escaleras de la estatua de Alfonso XIII, donde siempre se reunían los jipis y los bohemios a tocar, como hice ayer antes de que abrieran las casetas a las 5 de la tarde. Moverme entre libros es como bailar un vals, algo así como hacerlo entre los buenos amigos como Mayda Bustamante, mi editora, Merche Medina, al frente de la caseta de la editorial Huso, mi hijo y su gran amigo Alejandro, María Victoria Huertas, Maria Perez, Silvia Ramos, Chema Menéndez y su hijo, Françoise Mascaraque, Almudena Baanante y su marido, María José Muñoz Spínola, Jacinto Bruggera, mis alumnos María Eugenia, Alejandro, Elisa y Claudia, con su parecido a la actriz Kelly McGillis (más otro montón de alumnos que me escribieron para decirme que llevaban esperando dos horas en la gigantesca cola que llegaba a la Puerta de Alcalá y decidieron marcharse sin que les firmara el libro), y algunos agradables encuentros con Pepo Paz Saz, Idoia Arbillaga y Milagros López.
 
Llevo un cuarto de siglo firmando libro en el Retiro, y de nuevo me gustó ver a tantos niños y jóvenes pasearse por este recinto, ahora tan restringido por las medidas de seguridad. Pero, en realidad, a mí lo que más me gusta es escribir y bailar un vals. O ser León Tolstói y Ana Karénina a la vez:
 

sábado, 18 de septiembre de 2021

"El libro, ese amigo, en la Feria del Libro de Madrid".

Esta tarde, de 17 a 19 h., firmaré mi "Poeta en Madrid" en la caseta 149 de Huso. En la caseta 182, de Bartleby editores, se encontrará mi novela "Entrevías mon amour" y los dos libros de cuentos que he publicado. En la caseta 209, de Huerga y Fierro, está el ensayo que Almudena Mestre escribió sobre mi obra literaria. Las otras casetas del Paseo de Coches del Retiro también están llenas de libros de amigos escritores.
 
Será cuatro días antes de que llegue el otoño.
 
Cuatro días o cuatro siglos.
 
Cuatro siglos antes de Cristo, Platón y Aristóteles ya hablaron de la mezcla entre la acción de hacer algo y el hecho de hacerlo, como el tránsito que conduce al ser a partir de la inexistencia. Veinticuatro siglos después, Heidegger se refirió a una luz, instante metafísico en el que florece una flor de la nada o la nieve se derrite y se inicia el río del arte intemporal. El ritmo de mis palabras procede de algún lugar donde habita la música. Yo aprieto el bolígrafo de la "poiesis", es decir, de las miles de lecturas y vivencias, de ese mirar continuo a los ojos de las personas que me rodean y a las huellas de sus zapatos.
 
Quizá escribir también sea eso, seguir la música de los zapatos de la gente por la calle, como una balada, cuatro días antes de que empiece el otoño y vuelva a cantar Serrat:
 

viernes, 17 de septiembre de 2021

"La parcela", una novela de Alejandro Simón Partal, y una canción de Rocío Sáiz.

Es la primera novela de Alejandro, un poeta. Lo conocí hace 10 años en un máster de literatura española en la Complutense. Nos hicimos amigos, vino a mi tertulia mientras estuvo en Madrid, y luego se fue a Estepona, Málaga, donde nació en 1983, y continuó escribiendo y sobre todo estudiando. Volvió a Madrid para leer su tesis doctoral, y yo estuve en su tribunal. Alejandro es un romántico que da clase en Zaragoza, en la República Checa, y sigue estudiando y viviendo. Y ahora ha publicado su primera novela en "Caballo de Troya" con el apoyo del editor de este año, Jonás Trueba. Y ayer estuvo sentado en la FNAC de Callao con el joven director de cine y con la música, escritora y otras muchas cosas Rocío Sáiz, y yo lo estuve al lado del profesor de Teoría Literaria del CSIC José Luis García Barrientos, a la vez que charlaba sobre este mundo, sobre todos los mundos. Es uno de los tipos que más sabe de teatro en este país, y añadiría que en todas partes. Nos habló hace poco en la tertulia on line del Café Gijón de su último libro y pronto volverá para hablarnos del próximo.
 
Sé que hoy tenía que anunciar mi firma de mañana por la tarde en el Retiro de mi novela "Poeta en Madrid", pero no me apetece; prefiero hacerlo de Alejandro y del disco que saca, precisamente hoy, ahora mismo, mientras escribo estas palabras, Rocío Sáiz. Lo escucho a la vez que me tomo el primer café de un bonito día y me pongo un traje para irme a dar clase.
 
El mundo está lleno de mundos, afortunadamente, y al menos "te habré dicho que te quiero", como hago todos los días, como hago todas las mañanas del mundo:
 

"El melómano y el rapero".

Estos días tengo muchas clases en la Universidad, un máster, varios TFG que dirigir y bastante jaleo, pero pude hacerme un hueco para conocer físicamente a Miguel Ángel Yusta, este poeta de Zaragoza que me cae muy bien y que forma parte de la tertulia del Café Gijón desde hace un año. (Son tantos los amigos a los que me apetecería dar un abrazo en esta Feria del Libro tan especial en el parque del Retiro que casi podría instalarme allí, y les pido perdón por irme en seguida. Este mismo sábado estaré yo firmando. Mañana pondré el cartel que me envió mi editora). El caso es que siempre que pienso en Miguel Ángel me viene a la cabeza otra escritora de Zaragoza, a la que ambos admiramos, Ana María Navales, que nos dejó pronto y a la que dediqué una novela. Escribió los "Cuentos de Bloomsbury", sobre el mundo de Woolf, uno de los mejores libros de cuentos que he leído.
Admito que me veo fatal en la foto, con kilos de más y un corte de pelo casi de rapero. El sedentarismo ocasionado por esta pandemia me ha hecho engordar demasiado, aunque no sé que hacer porque la gimnasia está prohibida por mi religión, y lo de sudar tampoco es que me vaya demasiado. Por otra parte, ayer venía de la peluquería y Luis, mi querido peluquero de tantos años, se ensañó con mi linda cabellera. Miguel Ángel me firmó su libro sobre la copla y me regaló otro más, ambos editados por Lastura. Nos reímos un rato con sus editoras y me preguntó si iba a ir al Real a ver una ópera de Rossini. Esta es otra de las cosas que nos unen, nuestro amor por la música clásica y la ópera. Ahora me tomo el primer café de esta mañana y, aunque él está muy elegante en la foto, casi de cantante de ópera estilo Kraus, yo me veo más cantando con Eminem y Dido mientras me voy a la Universidad.
Es la historia de un fan que se llama Stanley. Tuvo tanto éxito en su día que incluso el diccionario de Oxford incluyó la expresión "stan" entre sus páginas para designar a los fans obsesionados con su cantante favorito.
 
¿Existirán también los "stan" en el mundo de la literatura?
 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

"En el Thyssen con Magritte".

Ayer caminaba despacio por el Paseo del Prado, pensando en unas ideas que quiero contar en clase a mis alumnos, cuando se puso a llover con fuerza. Me mojé en apenas unos minutos de arriba abajo, así que decidí meterme en el Thyssen para secarme, ya que estaba al lado. Casualmente, en ese preciso momento se inauguraba una exposición del pintor belga René Magritte (1898-1967), algo que no sucedía en Madrid desde 1989 en la Fundación March (su director, Javier Gomá, se refirió a ella en una de sus visitas a la tertulia). Me fui secando mientras daba una vuelta por sus siete secciones y los cerca de 100 cuadros.
Hice las fotografías y me dirigí a la cafetería para tomarme un café con leche y una rebanada de pan con aceite y tomate, y empecé a recordar algunas cosas que ya sabía. Magritte estudió pintura en la Real Academia de Bellas Artes de Bruselas y durante varios años su pintura osciló entre el cubismo y el futurismo. Un buen día el poeta Marcel Lecomte le mostró el cuadro "La canción de amor", 1914, del pintor metafísico Giorgio de Chirico, y al verlo no pudo reprimir la emoción: "Fue uno de los momentos más conmovedores de mi vida, dijo después. Mis ojos fueron capaces de observar un pensamiento por primera vez en la vida". Chirico había hecho algo extraordinario, un cuadro donde una esfera verde y una locomotora rodeaban una pared en la que estaba clavada una escultura griega junto al guante de cirujano de grandes proporciones. Una obra tan visionaria como para ser surrealista muchos años antes de que existiera este mismo movimiento. Dos décadas después el belga que había llorado ante "La canción de amor" transformaría un paisaje puramente quimérico en una obra de arte, y volvería a hablar sobre conceptos imposibles registrados con una mirada: "La concepción de un cuadro, es decir, la idea, no es visible en el cuadro, porque una idea no se podrá ver con los ojos. Lo que se representa en un cuadro, lo que es visible con los ojos, es la cosa o las cosas de las que hemos de tener la idea". 
 
Ahora me tomo el primer café de esta mañana y, antes de irme a la Universidad, escucho una música que Alban Berg compuso "para la memoria de un ángel", es decir, para Manon Gropius, hija que Alma Mahler tuvo con su segundo marido, el arquitecto Walter Gropius, el creador de la célebre Bauhaus, 1919. El primer marido de Alma fue Mahler, un músico, el segundo Gropius, un arquitecto, y el tercero Franz Werfel, un novelista. Uno de sus amantes más conocidos fue el pintor Oskar Kokoschka. De esto me hago eco, de alguna forma, en mi novela "Poeta en Madrid":
 
Somos ideas, la representación de esas ideas.
 




 

martes, 14 de septiembre de 2021

"Una poética del exilio. Hannah Arendt y María Zambrano".

Olga Amarís Duarte (Madrid, 1979) es amiga desde hace tiempo en esta red social, y hoy quiero hablar de su último libro publicado, a la vez que me tomo el primer café del día. Olga es doctora en Filosofía y traductora, y ha estudiado en la Universidad Complutense y en la Ludwig Maximilian de Múnich. Después de escribir su tesis doctoral sobre el exilio de Arendt y Zambrano, ha imaginado en Port Bou un encuentro entre ellas, que es casi como hacerlo entre sus maestros Heidegger y Ortega. Lo ha publicado la editorial Herder este 2021. Hace unos días se presentó en Málaga, y hoy martes Olga hablará en Bilbao sobre Zambrano con la filósofa Marifé Santiago Bolaños, con la que casualmente comparto editoriales, ya que ambos hemos publicado libros con Bartleby y Huso.
 
Aparte de leer con sumo agrado los textos breves que Olga escribe por aquí, me gustó saber que ese encuentro sucediera en Port Bou, un lugar importante en la vida de tantos españoles exiliados tras la Guerra Civil, pues por la frontera de Girona salieron de España miles de personas como Antonio Machado y su madre, que fueron a morir a escasos kilómetros de allí, y también salió mi padre, como cuento de alguna forma en mi novela "Entrevías mon amour". En Port Bou he estado muchos veranos, pensando, intentando entender cosas, y leyendo algún libro de Walter Benjamin, otro exiliado que además murió allí.
El segundo motivo de agradecimiento a Olga es animarme a releer a María Zambrano, lo que he hecho durante los últimos días. Uno de sus primeros libros que leí fue "Claros del bosque" (1977), y desde el primer instante comprendí que estaba ante un texto tan filosófico como poético, realmente esencial. Zambrano (1904-1991) habla del "no-lugar", del paraíso perdido. Se refiere a un lugar que es anterior al tiempo, donde todos podemos recuperar la unidad primigenia. La pensadora malagueña propone así una regresión originaria donde la filosofía, la poesía, la música y la mística nos indican el camino para recordar "el sentir" y rescatar las cosas y los seres de la confusión de la vida.
 
Otro exiliado, en este caso músico, Salvador de Bacarisse, escribió una música a la que ya me he referido en alguna ocasión que evoca, admirablemente, la nostalgia y la sensación de pérdida del paraíso perdido. Yo nunca me he sentido apartado de nada, por aquello de "saberme" ciudadano del mundo, como dijo Ortega, y recuerdo los veranos en Port Bou llenos de amor y felicidad, desnudo en aquella cala azul y perdida del Mediterráneo, rodeada de pinos.
 
Aun así esta música me resulta irresistible: