sábado, 31 de julio de 2021

"Una aventura que empezó en el aeródromo de Cuatro Vientos".

Ayer me perdí en mi propia ciudad, cosa que me ocurre a menudo, y sin apenas darme cuenta pasé de la M-30 a la M-40, me hice un lío en torno a Pozuelo, Aravaca y Prado del Rey -donde se encuentra la vieja sede de RTVE- y terminé en Cuatro Vientos, en la carretera de Extremadura. Detuve el coche frente a la puerta de la base aérea, y en ese instante recordé que desde aquel lugar partió, en avioneta, la "Expedición Samarcanda" de la que formé parte en el verano del año 2005 y siguió en varios coches por Turquía, Irán, Turkmenistán y Uzbekistán, para llegar a Samarcanda, en medio de Asia y donde todavía existe un barrio que se llama Madrid. La idea era celebrar los 600 años del viaje de Ruy González de Clavijo como embajador de Castilla a la corte de Tamerlán. Convertí aquel viaje en un cuento y luego en un capítulo de mi novela "Las mentiras inexactas" (2012) donde, casualmente, aparece un tipo que se llama Justo Sotelo, que es cliente de la librería de la Plaza Santa Ana.

Ahora me tomo el primer café de esta preciosa mañana de verano y recuerdo que he subido una vez en globo, en la región de los lagos del norte de Inglaterra, muy cerca de Grasmere, aquel lugar verde y lluvioso donde está enterrado el autor de las "Baladas líricas" con las que nace el Romanticismo inglés, William Wordsworth, el poeta de la película de Elia Kazan "Esplendor en la hierba" (1961) y la voz y el rostro enamorado de una jovencísima Natalie Wood: "Aunque nada pueda hacer / volver la hora del esplendor en la hierba, / de la gloria en las flores, / no debemos afligirnos, / porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo". 
 
Y como no quiero bajarme de otra avioneta a Samarcanda, ya que para eso soy escritor, me meto en una película y apuro el café mientras escucho una música sobre la sabana de Kenia, cuando ella dice que "Denys me había dado una brújula, para seguir el rumbo, pero más tarde comprendí que navegábamos con rumbos distintos. Quizá él sabía, aunque yo no, que la tierra fue creada redonda para que no podamos ver el final del camino". 
 
Luego ella me lavará el pelo o se lo lavaré yo:
 
 



 
 
 

"Dos veranos unidos por un puente".

En el verano de 1965 se enamoraron Francesca Johnson y Robert Kincaid, y en una tarde del verano de 2021 yo pensé en su historia de amor mientras leía "El viento entre los juncos" (1889) del poeta irlandés W. B. Yeats. Este escritor siempre me recuerda mis veranos en Dublín, en Connemara en busca de "El hombre tranquilo", de las islas de Arán que están a un paso de Galway y un poco más arriba de los acantilados de Moher y el "Ring of Kerry" de Doolin y "La hija de Ryan". Al llegar al final del poema del libro de Yeats "La canción de Ængus vagabundo", me vino a la cabeza la relación sentimental y sexual que se establece durante unos días entre una ama de casa del profundo Estados Unidos (Iowa) y un fotógrafo de la "National Geographic". El marido y sus dos hijos están fuera por asuntos de negocios, y aparece Clint Eastwood conduciendo una camioneta. Le han encargado que haga un reportaje fotográfico sobre los famosos puentes de Madison y le pide a Meryl Streep que le indique dónde encontrarlos. 
 
Dice Yeats o la voz poética:
 
"Y alguien me llamó por mi nombre: / Se había convertido en una joven de sutil resplandor / Con flores de manzano en su cabello / Que me llamó por mi nombre y corrió / Y se desvaneció en el claro aire.
 
"Y besaré sus labios y tomaré sus manos; / Y caminaré a través del largo y jaspeado césped, / Y arrancaré hasta el fin de los tiempos / Las plateadas manzanas de la luna, / Las doradas manzanas del sol".
 
Dice Robert:
 
- Francesca, ¿crees que lo que nos ha pasado le pasa a cualquiera? Ahora puede decirse que no somos dos personas, sino una sola. Y algunas personas se pasan la vida buscando esto sin encontrarlo, y otras ni siquiera creen que exista. ¿Vas a decirme que lo que vamos a hacer es lo correcto? 
 
En uno de los finales más románticos y tristes de la historia del cine moderno, Robert pide a Francesca que se marche con él, pero ella decide, bajo la lluvia y con el corazón destrozado, quedarse con su familia. Aunque solo hayan sido unos días, sabe que ha conocido el verdadero Amor, y eso le basta. 
 
Después, en mi tarde de verano, sonaron John Coltrane y Johnny Hartman, y eso también me bastó a mí:
 

jueves, 29 de julio de 2021

"Wagner y los veranos de mi adolescencia".

Las tardes de los veranos siempre las llenan las óperas de Wagner. Antes de ayer escuché "Tannhäuser" en Radio 2 desde Bayreuth, la colina verde, en una edición reducida a causa de la pandemia. En su día escribí una serie de artículos sobre algunas de las óperas, sobre todo la "Tetralogía". Los publiqué en la Revista Tarántula y mi blog, y voy a recuperarlos ahora para el libro que estoy escribiendo lenta y gozosamente, como siento que hay que escribir cada libro que sale de mi mente. En este primer artículo, que reproduzco al final, relato cómo empezó mi historia de amor con la música de Wagner, es decir, con todo lo bello que me asombra y siento la necesidad de recordar.
 
Y ahora, ¿cómo no escuchar el coro de los peregrinos mientras me tomo el primer café de la mañana?
 

miércoles, 28 de julio de 2021

"Rick es la idea del hombre que tienen las mujeres".

"Es que tú eres muy Bogart, también", escribió el otro día por aquí la profesora y poeta murciana Idoia Arbillaga, que nos acompañó no hace mucho en la tertulia del Gijón para hablarnos de su último libro de poemas, "Creación y vacío", una joya (por cierto, el título ha sido elegido como uno de los posibles nombres que podría llevar una estación del Metro de Madrid). 
 
Ahora me tomo el primer café de esta preciosa mañana de verano y releo un texto que escribí hace poco sobre Rick. Quizá no le guste a más de un hombre -esos machos alfa que aún tenemos en España- y a alguna mujer, pero me importa un bledo, como diría Rett Butler a Scarlette O´Hara al final de "Lo que el viento se llevó":
"Antes de empezar con mis clases por videoconferencia y mientras me tomo el primer café de este día primaveral, me apetece escribir algo sobre Rick Blaine, el protagonista de "Casablanca", la película más mítica de la historia. Toda mi vida me han comparado con este personaje, y eso que yo nunca he dicho a nadie aquello de "Here´s Look At You, Kid", una frase que dice Rick a Ilsa en tres ocasiones y es considerada por el American Film Institute como la quinta cita o frase de película más célebre de la historia. Lo más curioso es que en los doblajes al español se ha traducido de forma distinta: "toda la suerte, Ilsa", "por ti, pequeña" y "ve con él, Ilsa" (la despedida en el aeropuerto bajo la niebla) y ha pasado mucho más desapercibida que aquellas otras de "siempre nos quedará París" o "atrapen a los sospechosos habituales". Es la expresión cariñosa y coloquial que le decía Humphrey Bogart a Ingrid Bergman en los descansos a la vez que le enseñaba a jugar al póker. Por otra parte, la frase con la que he encabezado el texto aparece en un documental de Garci sobre la película. Y la verdad es que, si lo pensamos bien, Rick no es un tipo que inspire un amor confortable y hogareño, sino, muy al contrario, una relación inesperada, arriesgada y apasionada, de las que tal vez dejan una huella imborrable. A todo esto habría que añadir que es el hombre más seguro de sí mismo que se ha visto en una pantalla. Si las mujeres se enamoran de Rick, los hombres nunca han dejado de imitarle. Es todo un héroe existencial que no necesita guardar las apariencias; su rostro es el de la lealtad, la entereza y la esperanza. Rechaza la cobardía y lo mediocre, pero, de alguna manera, acepta la falta de escrúpulos de Renault o Ferrari. Con su máscara humana contra las heridas, Rick siempre será admirado, ya que físicamente, además, no es un adonis inalcanzable.
 
Y ahora el brindis con el champán de la foto, en París. Y la música, porque no se puede vivir sin música:
 
 
"Mírame, aquí estoy, pequeña".
 

 

 

martes, 27 de julio de 2021

"Escribir como bucear en las profundidades del mar".

El otro día María José Muñoz Spínola se fue al Mar Mediterráneo y en cuanto llegó se lanzó al mar. Es una mujer inteligente, arquitecta, hermosa, tertuliana del Café Gijón desde este año y tan profunda y compleja como la fotografía. La acompañó con un texto del que voy a reproducir algunos párrafos mientras me tomo el primer café de la mañana y pienso sobre su significado simbólico.
 
"Me gusta bucear. Es más, me apasiona. Puedo vivir sin ello aunque sé que un minuto en las profundidades es un minuto de felicidad para mí. Inmersiones largas, gracias a un ritmo (muy) pausado en la respiración entrenado durante años, y que siempre han inquietado a quienes me rodean. ¿Qué me pasa para sentir semejante pasión por estar bajo el agua?"
 
Cuando leí este párrafo en seguida pensé en el proceso de escribir una novela. Esa sensación de vivir en las profundidades es similar al hecho de lanzarme a lo más profundo del lenguaje para extraer el conocimiento, gracias a mi mente.
 
Ella dice después:
 
"La pasión por la exploración de los entornos desconocidos es una cualidad del ser humano. En la relación "espacio/ sujeto" fuera de los márgenes establecidos por nuestro medio natural, ¿construye el sujeto al espacio o el ejercicio ontológico es inverso si hablamos de explorar un medio que no podemos habitar? Si la identidad -pienso en Bajtín.- es el hilo narrativo de los recuerdos referenciales que se experimentan en espacios concretos, en donde el sujeto reconoce la historia de su vida, el océano es generador de identidad para mí. Amplía mi horizonte del mundo. Desde otro prisma descubro lo que está oculto para algunos, otros paisajes asombrosos y diferentes, y seres tímidos o curiosos, historias de vidas imaginadas alrededor de los pecios. Es un acto de entrega, en términos de confianza, en el Otro -a quien desconozco siempre-, que se entrega y confía en mí en la misma medida".
 
Veo a Bajtín como uno de los creadores del moderno discurso de la novela y el Carnaval como fuente de vida y expresión humana, y lo veo en las palabras de María José que se mueven entre los pecios para encontrar la "palabra".
 
Añade:
 
"Me encanta la sensación de ingravidez mientras vuelo sobre rocas, crestas, praderas submarinas, y sobrevuelo montañas y abismos. Si la inmersión es nocturna, casi puedes sentirte dando un paseo por el Universo. Y lo más importante para mí es que hay pocos lugares donde el mundo sea tan silencioso. Es por ello por lo que hablamos de "el Mundo del silencio" en referencia a Jacques Cousteau (...) A veces ocurre, como en la imagen, que en la inmersión superficial, la marea y las corrientes hacen que todo se vea turbio y necesitamos profundizar, para sentir la claridad de la quietud. Descendemos y la mente se aquieta, los sentidos se agudizan y el poder del silencio te abraza. Llegar a esa "profundidad del silencio", en lo externo y en lo interno, es una de las experiencias más increíbles que conozco. El océano no es mi medio, y no trato de conquistarlo. Sólo me dejo abrazar por él sintiendo las palabras de Luis Cernuda: "El mar es un olvido, una canción, un labio; el mar es un amante, fiel respuesta al deseo..."
 
Apuro el café y escucho una canción, que le dedico a ella. Todavía, a mis años, me gusta que me hagan pensar:
 

lunes, 26 de julio de 2021

"Una cuestión de estética".

En ocasiones la vida tan solo consiste en irte a tomar un chocolate con churros una mañana de verano al Escorial. Incluso no hace falta sentarte en un sitio elegante, como en la terraza del Hotel Miranda Suizo, que tanto te gusta. Puedes aparcar el coche en la puerta de la pequeña churrería que está cerca de la librería y usar como mesa uno de los bancos de piedra. Sabes que este lugar se levanta sobre el granito de la Sierra de Guadarrama.
 
Después sí, ya puedes pensar en otras cosas mientras paseas por unas calles empedradas donde has vivido tantas historias a lo largo de tu vida, historias de amor y literatura que mezclan la poeticidad, la ficcionalidad y la expresividad como, por ejemplo, aquella vez en que estuviste dando una conferencia en sus cursos de verano (en la tercera foto) o escuchaste hablar de la Teoría de la sentimentalidad occidental, que nació con Platón Aristóteles, a tu profesor Antonio García Berrio (en la cuarta foto). Aquella mañana de verano examinó con su elegancia habitual las propiedades poéticas que dan sentido a la obra intemporal. Así aparecen los universales estéticos desde la idea de convertir la expresión en expresividad e intentar leer la vida desde el arte y la literatura. Es la universalidad antropólogica según los conceptos, simbolos y categorias a priori más profundos y más generalizados de los sujetos de la comuni­cacion literaria. Al final todo se reduce a si queremos enviar un "mensaje" poético que sirva para representar el mundo. 
 
El camino de vuelta lo llenó el adagio de la Séptima de Bruckner, un milagro de la creación artística:
 
Ahora me tomo el primer café de la mañana y observo con detalle la fotografía en la que estoy hablando en esos cursos de verano, y me veo con la pajarita y mi traje de lino blanco de todos los veranos. Y pienso que a lo mejor me quise convertir, casi inconscientemente, en objeto ficcional mientras hablaba, en busca de la expresividad y la poeticidad, con el permiso de Kant.
 




 

domingo, 25 de julio de 2021

"Escribir un libro es como cortar el pelo".

Asegura ella, y añade que un buen corte de pelo puede cambiar la imagen de una persona, hacerle sentir más a gusto y aumentar su autoestima. Él sonríe y se piensa la respuesta unos instantes. Él se llama Clément, es un joven escritor y profesor de filosofía, y lo han destinado a Arrás, una pequeña ciudad que se encuentra a hora y media en tren desde París, para dar clase de filosofía en el instituto. Tiene la innegable arrogancia del parisino culto, rodeado por libros a todas horas y acostumbrado a moverse entre conciertos, óperas, restaurantes y fiestas con personas tan refinadas como él. Su visión del amor se podría considerar como "líquida", según la definición de Bauman que tanto me gusta. En París deja algunos amores con los que no ha querido comprometerse, consciente de que el futuro no existe y solo tiene sentido amar desde el presente. Nada más llegar, una profesora del instituto se fija en él, aunque está casada, y alaba sus libros, lo que le deja indiferente. Y luego está ella, Jennifer, una atractiva peluquera de treinta y tantos años, lista e inteligente, sin gran cultura. Tiene un hijo, está divorciada, los hombres -digamos normales- se fijan en seguida en ella y se pasa los fines de semana cantando canciones de amor con sus amigas en un karaoke. Ambos se conocen una tarde en que él entra en la peluquería y ella le corta el pelo. Empiezan a verse y él le habla de libros, como "El idiota" de Dostoyevski (por cierto, una de las novelas de mi vida), la literatura de Zola y la filosofía de Kant. Saben que sus mundos son distintos, pero se atraen físicamente. Ella se sabe guapa y también que puede gustar más a unos hombres que a otros. Él se aprovecha de estas palabras para decir que ella es una "peluquera kantiana", ya que ha diferenciado entre lo universal y lo particular en Kant.
 
Hace unos años vi "No es mi tipo" (2014), una película franco-belga dirigida por Lucas Belvaux, con una pareja de actores en estado de gracia, el actor y director de teatro francés Löic Corbery (Comédie Française) y la maravillosa actriz belga Émilie Dequenne que debutó en la deliciosa "Rosetta" (1999), de los hermanos Dardenne (están en la fotografía). Anoche volví a verla en el canal Sundance, y pensé lo mismo que la primera vez. Por una parte, es una de las películas más románticas e inteligentes que he visto en los últimos años (algo impensable en el actual cine norteamericano). Y también me hice la misma pregunta. ¿Es posible una relación de pareja cuando existe tanta diferencia cultural? 
 
Ahora me tomo el primer café de esta hermosa mañana de verano y pienso en el hecho de que Clément tan solo daba clase de lunes a miércoles en el instituto de Arrás y se volvía a París. Y Löic Corbery se cambiaba de ropa y de papel, y aprovechaba para entrar en el viejo edificio de la Cómedie Française a interpretar a Shakespeare. Unos metros más allá, en la misma calle que termina en la Ópera de París, te encuentras un hotel con nombre de rey donde a veces me he quedado.
 
Es un hotel muy literario, como mi forma de ver la vida.
 

 

sábado, 24 de julio de 2021

"Manhattan en Madrid".

 

La verdad es que un viernes de verano en Madrid se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo, desayunar en una cafetería de la calle Juan Bravo, caminar por el Parque del Oeste y sentarte un rato en la Rosaleda antes de aspirar el aroma de una flor, tomar el vermú en la terraza de un antiguo hotel de la Plaza de Santo Domingo, mientras recibes en el móvil una fotografía de Rosa con tu última novela que acaba de llegar a Granada, un instante antes de enviar a Johana un Wasap para felicitarla por su cumpleaños. Y escuchar la música de George Gershwin en el coche pues vas de un sitio para otro. Como le ocurre a Woody Allen con Nueva York yo también adoro la ciudad de Madrid. Empecemos. Capítulo 1. Madrid es una ciudad romántica que yo puedo ver en blanco y negro a la vez que suena la "Rapsodia en blue". Bueno, creo que mejor empiezo de nuevo. Capítulo 1. Soy muy romántico, respecto de Madrid y de todo lo demás, y por eso mismo me parece que Madrid es una ciudad llena de mujeres bellas y hombres experimentados que parecen conocer todos los ángulos. En realidad todo esto suena demasiado banal, así que comenzaré de nuevo. Capítulo 1. Adoro Madrid, una ciudad que representa la decadencia del mundo contemporáneo, la misma falta de integridad individual que hace que la gente tome siempre el camino fácil. Pero, puntualicemos, lo que también quiero es vender libros como Woody Allen. Qué difícil es convivir en una cultura marcada por las drogas, la música estridente, la televisión, la basura y la delincuencia. No, esto es muy negativo. Empezaré de nuevo por el Capítulo 1. Yo soy tan duro y romántico como la ciudad que amo. Detrás de mis gafas de pasta vive el poder sexual de un felino. Eso es, me ha quedado muy bien, como a Woody Allen al principio de "Manhattan". Hay que ser optimista, desde luego. ¿Por qué vale la pena vivir, se pregunta él en su película? Hay ciertas cosas que yo también creo que valen la pena mientras me tomo el primer café de esta mañana de verano, como que hayan existido Groucho Marx y Woody Allen, el segundo movimiento de la sinfonía Júpiter, Louis Armstrong, "La educación sentimental", Marlon Brando, Frank Sinatra, las increíbles manzanas y peras de Cezanne, las sinfonías de Mahler, la filosofía de Platón y Kant, la ciudad de Madrid.

Y tu rostro, sobre todo cuando me miras y sabes que te miro:
 

viernes, 23 de julio de 2021

"Cuando la literatura suspira en un 700 aniversario".

Este soneto de Dante dedicado a Beatriz ("Vita Nuova", 1292-1293) es un suspiro, un susurro, un pestañeo, una luz blanca, una especie de duermevela. Esos acentos en la 4ª y la 8ª (Tanto gentile e tanto onesta pare), la sensualidad, el maravilloso verso 5º con las "eles" y las "eses". Esto es literatura, esto es un poema, y eso que tiene más de 700 años. Lo leo mientras me tomo el primer café de la mañana, y escucho una cantata del compositor Nicola Piovani, que ha escrito también música para películas como "La vida es bella". En ella sigue el libro de Dante con sus 42 capítulos donde se alternan la poesía y la prosa. El sentido del título viene dado por la renovación vital que experimenta el poeta al enamorarse de su amada. Recuerdo que me examiné de Dante en la facultad y no quería entregar el examen al profesor (del que después me hice buen amigo) para no perder su magia.
 
"Tan gentil, tan honesta, en su pasar,
es mi dama cuando ella a alguien saluda,
que toda lengua tiembla y queda muda
y los ojos no la osan contemplar.
 
Ella se aleja, oyéndose alabar,
benignamente de humildad vestida,
y parece que sea cosa venida
un milagro del cielo acá a mostrar.
 
Muestra un agrado tal a quien la mira
que al pecho, por los ojos, da un dulzor
que no puede entender quien no lo prueba.
 
Parece de sus labios que se mueva
un espíritu suave, todo amor,
que al alma va diciéndole: suspira.
 
(Traducción de Eleonora Daniel).
 
"Tanto gentile e tanto onesta pare
la donna mia, quand’ella altrui saluta,
ch’ogne lingua devèn, tremando, muta,
e li occhi no l’ardiscon di guardare.
 
Ella si va, sentendosi laudare,
benignamente d’umiltà vestuta,
e par che sia una cosa venuta
da cielo in terra a miracol mostrare.
 
Mostrasi sì piacente a chi la mira
che dà per li occhi una dolcezza al core,
che ‘ntender no la può chi no la prova;
 
e par che de la sua labbia si mova
un spirito soave pien d’amore,
che va dicendo a l’anima: Sospira".
 
El cuadro se llama "Dante y Beatriz", de Henry Holiday, 1884, y se puede ver en la Walker Art Gallery de Liverpool.
 
Esta es la cantata de Piovani, desde Ravenna, aunque ya sé que se interpretó en Madrid, en el Auditorio, en marzo de este año 2021. La pequeña orquesta -con algunos instrumentos amplificados- se deja guiar por la voz de un narrador que declama los versos dantescos y por la soprano que vocaliza los suspiros que suscita un "spirito soave pien d’amor":
 
Nadie debería pasarse la vida sin leer la "Vita Nuova" de Dante, es decir, sin saber lo que es el Amor.
 

 

jueves, 22 de julio de 2021

"Un particular complejo de Edipo".

El otro día me quedé con ganas de que me psicoanalizaran un poco más mis amigas psicoanalistas durante la comida que tuvimos en la Plaza de Oriente, y un par de días después me tomé un café en el barrio con la psicóloga y poeta Silvia Ramos, ya que somos vecinos. Confieso que nunca he tenido complejos de ningún tipo, ni traumas o problemas en la niñez. No me considero un hombre castrado, ni un histérico y seductor. No escribo, como dije a Silvia, para sacar un demonio interior ni desde luego como catarsis (qué cosas decía Aristóteles), sino como una forma de conocimiento, de expresar el conocimiento. Creo en la ciencia y en las humanidades porque creo en Dante, Da Vinci, Miguel Ángel, la Ilustración, Madame Curie y los agujeros negros, sin ir más lejos. Y por supuesto en el progreso de los seres humanos y el desarrollo tecnológico (en esto siempre me gusta llevar la contraria a Ortega). 
 
Dicho eso, no sé si no me gustaría tener el complejo de Edipo con alguna poeta durante un rato. Así me podría tumbar tan a gusto en el diván y empezar a contar historias, que es lo que más me gusta. Luego me levantaría y me cogería un avión para el Central Park, y me pondría a bailar como Fred Astaire, vestido con mi traje de lino blanco de todos los veranos. 
 
El coche de caballos correría de mi cuenta:
 
 

 

miércoles, 21 de julio de 2021

"Cuando Hitler robó el conejo rosa".

Lo mío es una continua historia de amor entre el cine y la literatura, con música de fondo y a veces en primer plano. En realidad, mi vida es una historia de amor que tú contemplas en primer plano, en esa butaca de color rojo de la sexta o séptima fila, al lado del pasillo, en el centro de la ciudad.
 
Sé que la escritora Judith Kerr (Berlín, 1923 - Londres, 2019) había publicado libros de literatura juvenil, y había muerto recientemente. Hace unos días la conocí un poco mejor gracias a la película que la directora alemana Caroline Link ha rodado en 2020 sobre el primer volumen de su trilogía "Out of Hitler Time". Ya me había gustado su película del año 2001 "En un lugar de África", con una temática muy similar, la historia de una familia judía que debe emigrar a Kenia en la Segunda Guerra Mundial con el fin de huir de la persecución de los nazis. Al día siguiente de ver la película fui a la Casa del Libro de la Gran Vía y compré el libro, que leí en dos tardes. 
 
Ahora ha empezado a leerlo mi hijo. 
 
Esta nueva película adapta la historia semi autobiográfica de Judith Kerr, cuando con sus padres y su hermano deben emigrar a Suiza y después a París y Londres huyendo del ascenso de Hitler, por ser judíos y porque el padre fue un periodista y dramaturgo crítico con el régimen fascista (su madre fue compositora de ópera). Volvió a Berlín, contra su voluntad, en la posguerra para ayudar a su madre, que había intentado suicidarse debido a la presión nazi. Ella trabajó para la Cruz Roja durante la guerra y logró una beca en la Escuela de Artes y Oficios. Allí conoció a su marido, el escritor manés Nigel Kneale, que le animó a conseguir un puesto de guionista en la BBC. Comenzó a escribir cuando sus dos hijos aprendían a leer, y publicó su primer libro a los 45 años. Cuando su hijo tenía ocho años vio la película "Sonrisas y lágrimas" y dijo a su madre: "Ahora ya sabemos cómo eran las cosas cuando mamá era pequeña". Entonces Judith quiso que conociera cómo fueron realmente las cosas y se puso a escribir. 
 
Me tomo el primer café de esta bonita mañana de verano y me voy al lugar donde el hijo de Judith situó la infancia de su madre:
 
Escribir, para mí, siempre es una historia de amor que tú no vas a dejar de leer.
 

 

martes, 20 de julio de 2021

"Ayer me sometí al juicio sumarísimo de tres psicólogas, y eso que faltaba la cuarta".

Quedamos a almorzar en la terraza del Café de Oriente, al lado del Teatro Real, donde están poniendo la "Tosca" de Puccini, y enfrente del Palacio Real y, aunque nos faltaba la extremeña María Rodríguez Velasco, me reuní con la mallorquina Maria Elena Gayan (que hizo la reserva y venía de Marbella camino de su casa), la onubense Silvia Ramos y la madrileña Almudena Mestre. El pasado enero las cuatro prepararon una tertulia on line del Café Gijón donde relacionaron la psicología con la creación literaria, y ayer me psicoanalizaron entre copas de vino blanco. Freud, Jung y Lacan salieron a relucir en esta conversación, así como todas mis represiones, mi papel como típico hombre "castrado", el "histerismo" de todo seductor y el papel que ocupa el "ello" en mi vida. Por supuesto, todo esto desde un punto de vista científico. En particular me interesó mucho el concepto de Jacques Lacan "sujeto supuesto saber" que utilizó Elena y después me explicó Slvia en el taxi. Es como define Lacan al psicoanalista porque dice que el paciente le supone un saber sobre sí mismo. En realidad el paciente fantasea que el psicoanalista lo sabe todo de él, cuando es más bien al contrario. Es el paciente quien tiene el saber sobre sí mismo y el psicoanalista tan solo el medio que facilita que la persona llegue a ese saber. Después de levantarme del cómodo y metafórico diván, no tuve más remedio que acabar con un sorbete helado de mandarina y champán.
 
Hablamos de muchas cosas porque son personas encantadoras e inteligentes, y en cierto momento Elena leyó un poema que cantaba Georges Brassens, "Les passantes" o las transeúntes (dedicado a las mujeres que hemos amado). Es de 1911 y fue publicado en 1918 por el poeta francés Antoine Pol en "Émotions poétiques". Brassens lo popularizó tras descubrirlo en 1942 en una librería de segunda mano, y aquí lo canta Francis Cabral:
 
Quizá la vida no sea otra cosa más que tomarse contigo un sorbete de mandarina y champán.
 

 

lunes, 19 de julio de 2021

"Mignon y el río Manzanares de la vida".

Soy absolutamente de ciudad, pero a veces necesito mimetizarme con la Naturaleza, mientras escucho un lied de Hugo Wolf según un poema de Goethe, por ejemplo, y entonces se detiene el tiempo. De esta forma aparecen unas fotografías del río Manzanares, como los ríos del Renacimiento de los que nos hablaba Garcilaso. La primera es de hace un tiempo, donde nace el río, y las otras dos son de ayer a su paso por El Pardo. Wolf escribió un lied para voz y piano, y eso me permite escuchar todos los colores del alma humana. Mignon es un personaje del Wilhem Meister de Goethe, su segunda novela tras Werther, una historia de aprendizaje de la mano de Shakespeare, en la que el protagonista persigue olvidar el mundo burgués dominado por los negocios de su familia. Schopenhauer la consideraba una de las cuatro grandes novelas de la historia, junto al Quijote, la Julia o la nueva Eloísa de Rousseau y el Tristram Shandy. Ahora encuentro, como me ocurrió ayer, al personaje de Mignon, mientras me tomo el primer café de esta mañana de verano, una niña huérfana llevada a Alemania contra su voluntad y que recuerda su país con añoranza, tras ser adoptada por Wilhem Meister. Y canta "Conoces la Tierra", uno de los poemas más famosos de la lengua alemana, mientras yo escucho fluir al río Manzanares:
 
"¿Conoces la tierra donde florecen los limoneros,
las doradas naranjas relucen entre sombrías hojas,
donde una suave brisa sopla bajo el cielo azul,
y se encuentra el silencioso mirto y el frondoso laurel?
¿La conoces acaso?
¡Hacia allí, hacia allí
quisiera andar junto a ti, amado mío!
 
¿Conoces la casa? Sobre columnas descansa su techo,
la sala resplandece, el aposento brilla
y los bustos de mármol me miran y preguntan:
¿Qué te han hecho, pobre criatura?
¿La conoces acaso?
¡Hacia allí, hacía allí
quisiera andar junto a ti, mi protector!
 
¿Conoces la montaña y su sendero entre las nubes?
La mula busca el camino a través de la niebla;
en cavernas habita la antigua raza de los dragones;
¡al abismo se arroja la roca y sobre ella el torrente!
¿La conoces acaso?
¡Hacia allí, hacia allí
se dirige nuestra senda! ¡Oh, padre, vayamos!"
 
(Un grito final de "Dahin! Dahin!" sale de los labios de Mignon antes de que ruegue vayamos allí. Tras haberse dirigido a Wilhelm Meister como "amor" y "protector", finalmente lo llama "padre". Wenders, el director de mis adoradas "Cielo sobre Berlín" y "Paris. Texas" dirigió una trilogía sobre este camino de la vida, donde se incluye "The Wrong Move", adaptando el Wilhem Meister de Goethe. Con planos largos y cuidadosamente compuestos característicos de su forma de hacer cine, la historia sigue los vagabundeos del joven aspirante a escritor, mientras explora su país natal, se encuentra con su gente y comienza a definir su vocación). 
 
La música, el cine y la literatura, como los veranos de mi infancia de la mano de mi padre por la ribera del río de la vida.
 



 
 
 

domingo, 18 de julio de 2021

"La rodilla de Clara".

Las rodillas que se ven en la foto podrían ser las de Clara, como en la película de Eric Rohmer, pero son de una arquitecta que se llama María José, con la que tomé ayer un café porque quería contarme sus proyectos. Yo tampoco soy Jerome, ese escritor y diplomático que quiere conquistar en las vacaciones de verano (las películas de Rohmer suceden en verano) a Clara, una joven de 17 años que tiene novio y que es la hija del dueño de la residencia de Jerome. Y María José no es Aurora, la novelista italiana que le anima a seguir con la operación de seducción que tiene bastante de afirmación personal, aunque la veo como un personaje de su cine. Yo me veo más como Rohmer, un artista celoso de su intimidad personal y coherente con su idea del arte. "Si el precio a pagar a cambio del éxito tiene que ser la quiebra de mi libertad o mi intimidad, entonces lo considero caro e inasumible", comentó en una carta al director de un festival de cine al que no quiso acudir a pesar de su insistencia. "La rodilla de Clara" (1970) es uno de los seis "Cuentos morales". Existe una cosa que me gusta en particular de su cine, el análisis objetivo de la subjetividad de sus personajes, que nunca dejan de hablar. Rohmer no juzga y se limita a desvelar su complejidad. En su cine se puede encontrar el "efecto Gauguin", como en esta historia de la que estoy hablando, con los colores uniformes de la ropa y las montañas lisas y azules sobre el lago de Annecy, al este de Francia. Situado entre las cumbres alpinas y gracias a sus efectos de luces, este lago ha despertado siempre interés en los pintores. El cuadro emblemático es "El Lago Azul", de Paul Cézanne. Los traslados en barca a motor, los días claros que se alternan con la bruma, una fuerte tempestad y ese aire alpino de montaña buscan un efecto dramático, no solo físico, en los espectadores.
 
Mientras regresaba a casa pensé que no me importaría darme una vuelta por el este de Francia en busca del cuadro de Cézanne y el efecto Gauguin.
 
Ahora me tomo el primer café de este bonito domingo de verano y escucho un recientísimo disco de jazz, del baterista de Miranda de Ebro Gonzalo del Val, donde pone música a los cuentos de Rohmer. Ayer le comenté a María José que yo ni siquiera busco el arte y la literatura, ni por supuesto me preocupo si en ocasiones me olvido de ellos (como a menudo se me olvidan tantas cosas), simplemente porque son parte orgánica de mi vida:
 

sábado, 17 de julio de 2021

"El poder fascinante de ser escritor".

Es algo que solo lo encuentro comparable a ser profesor o médico. Lo pensaba anoche después de irme a los cines Verdi a ver "Sueños de una escritora en Nueva York", del canadiense Philippe Falardeau, del que he visto, precisamente, una estupenda y entrañable película sobre la educación, "El profesor Lazhar", del año 2011. Esta película, estrenada hace unas semanas, se basa en la novela autobiográfica "Mi año con Salinger", de la norteamericana Joanna Rakoff, nacida en Nyack, cerca de Nueva York, en 1972, y que, por cierto, es amiga en esta red social. Estudió filología inglesa en el Oberlin College de Ohio, y decidió irse a Londres para hacer un máster en Artes en la UCL. 
 
Estamos en el Nueva York de los años 90. Joanna es una joven que quiere ser escritora, pero se considera muy poco preparada, tanto en la literatura como en la vida. Consigue su primer trabajo en una agencia literaria como ayudante de Margaret, la agente literaria del mítico J.D. Salinger, al menos en el mundo anglosajón, pues me ha parecido curioso que se haya omitido su nombre en la distribución en España. Es posible que los distribuidores hayan pensado que en este país ya no se lee a Salinger (o a Pynchon, que también aparece citado en la película) o que saben que solo leen las mujeres, de ahí el título que le han puesto. Joanna debe responder a las numerosas cartas que envían los fans de todo el mundo a Salinger. Pero como Joanna quiere ser escritora, y no una agente literaria que se dedica a vender los textos a otros, y publicar en The New Yorker, empieza a personalizar las respuestas y a sentir que se está convirtiendo en verdadera escritora gracias a la voz de un gran escritor. Esta parte de la película está lograda, pues los autores de las cartas se ponen a hablar con la propia Joanna, expresando sus deseos por hacerlo con Salinger y ser ellos también escritores. Sigourny Weaver es la agente y resulta convincente, entre otras cosas porque nunca actúa mal (hace esfuerzos por apartarse de la Miranda Priestley de Meryl Strepp en "El demonio viste de Prada", ya que encuentro puntos en común). Margaret Qualley es la joven Joanna, la Anne Hathaway de esta película. Se dio a conocer en la última película de Tarantino, y su sonrisa llena la pantalla. 
 
Este es el tráiler:
 
Como dice la escritora en una escena de la película a través de la sonrisa de la actriz que la interpreta, yo no quiero ser común, quiero ser estraordinaria.
 

 
 
 

viernes, 16 de julio de 2021

"El portal de Elche".

Es una plaza que está en el centro de Alicante, y esta red social me recuerda que estuve allí sentado un día parecido al de hoy de otro mes de julio. De la ciudad de Alicante me gustan muchas cosas, el puerto con un barco pirata y el tiovivo donde se suben los niños, el Paseo de la Explanada, ese hotel tan alto desde cuya última planta se divisa todo. La plaza tiene cuatro parterres, un quiosco de estilo modernista con un bar donde ponen música mientras te tomas un café y unos ficus de gran tamaño. No recuerdo qué estaba leyendo o escribiendo en el móvil esa mañana, pero no me extrañaría que fuera uno de mis "Cuentos de los viernes". 
 
Hoy también es viernes:
 
"El tiovivo".
 
"El mar se encontraba en calma, caía la noche y envolvía el tiempo y el espacio, y los animales de madera y de colores se preparaban para revivir la constante aventura de cinco minutos.
 
Ellos se acercaron midiendo el tiempo que los unía. Se miraban a los ojos, como si el mundo no existiera. Cuando hacían el amor era como si la evolución de la humanidad no tuviera otro sentido que reunirlos en un espacio sin coordenadas ni música. Ojalá no nos parásemos nunca, dijo ella. Y él asintió y buscó su mano, y la besó, mientras su beso daba la vuelta a las aceras, a la playa, a la ciudad aún despierta. Los niños y sus padres nos están mirando, aseguró él señalando con la mano hacia el espacio comprendido entre su tiempo y el tiempo de los demás. No veo a nadie, seguía ella acariciándolo con la mirada. No distingo las casas ni las luces, añadió, solo creo en tu presencia cuando siento que me libero de mis recuerdos y los errores de mi vida.
 
En el instante en que los caballos dejaban de correr, ellos supieron que nunca podrían bajarse de allí".
 
("Cuentos de los viernes", Bartleby, 2015, p. 14).
 
Ahora me tomo el primer café de la mañana y escucho una canción que una vez pusieron en aquel quiosko modernista de "El portal de Elche". Siempre me ha gustado subir las escaleras que me llevan al cielo:
 

jueves, 15 de julio de 2021

"Historias de maestros".

Ayer pasé por delante del café "Puro Teatro", de mi amigo Mariwan Shall, que tuvo que cerrar por la crisis y donde celebré mis tertulias varios años. Mi hijo sacó esta fotografía y, como acaba de terminar la carrera de Maestro, estuvimos hablando de la trascendencia de los maestros en la vida de la gente. Estos días ha leído "Historia de una maestra", de Josefina Aldecoa, y está terminando "La soledad del profesor de fondo", de Apuleyo Soto. Nos dirigíamos a un centro de fisioterapia, ya que hace unos meses me hice un esguince leve en la rodilla y por fin he decidido a ir al médico. Mi fisioterapeuta se llama María y desde el principio de las sesiones de onda corta y de ultrasonido hemos hablando mucho. Ella tiene treinta y tantos años, es de Orense, lleva varios años en Madrid y su madre siempre quiso que fuera maestra. Doña Emilia, su madre, ha sido maestra toda la vida en varias zonas rurales de Galicia, y ayer me dijo María que no podía haber sido otra cosa. Sus alumnos se hacen mayores, pero la continúan escribiendo y llamando por teléfono, y esto no sucede en casi ninguna otra profesión. Y de regreso por la calle José Abascal hablé a mi hijo de doña Emilia, y también de don Gregorio. Su vida se la sabe de memoria porque desde pequeño ha visto varias veces la película en casa, una historia que nació en las mentes de Manuel Rivas, Rafael Azcona y José Luis Cuerda (el director que pasará a la historia de nuestro cine por "Amanece, que no es poco"). Es ella se habla de la buena educación, que se encuentra en el néctar de las flores y su historia de amor con la lengua de las mariposas:

Y también de la mala educación de los que creen que el mundo les pertenece: