El otro día María José Muñoz Spínola se fue al Mar Mediterráneo y en cuanto llegó se lanzó al mar. Es una mujer inteligente, arquitecta, hermosa, tertuliana del Café Gijón desde este año y tan profunda y compleja como la fotografía. La acompañó con un texto del que voy a reproducir algunos párrafos mientras me tomo el primer café de la mañana y pienso sobre su significado simbólico.
"Me gusta bucear. Es más, me apasiona. Puedo vivir sin ello aunque sé que un minuto en las profundidades es un minuto de felicidad para mí. Inmersiones largas, gracias a un ritmo (muy) pausado en la respiración entrenado durante años, y que siempre han inquietado a quienes me rodean. ¿Qué me pasa para sentir semejante pasión por estar bajo el agua?"
Cuando leí este párrafo en seguida pensé en el proceso de escribir una novela. Esa sensación de vivir en las profundidades es similar al hecho de lanzarme a lo más profundo del lenguaje para extraer el conocimiento, gracias a mi mente.
Ella dice después:
"La pasión por la exploración de los entornos desconocidos es una cualidad del ser humano. En la relación "espacio/ sujeto" fuera de los márgenes establecidos por nuestro medio natural, ¿construye el sujeto al espacio o el ejercicio ontológico es inverso si hablamos de explorar un medio que no podemos habitar? Si la identidad -pienso en Bajtín.- es el hilo narrativo de los recuerdos referenciales que se experimentan en espacios concretos, en donde el sujeto reconoce la historia de su vida, el océano es generador de identidad para mí. Amplía mi horizonte del mundo. Desde otro prisma descubro lo que está oculto para algunos, otros paisajes asombrosos y diferentes, y seres tímidos o curiosos, historias de vidas imaginadas alrededor de los pecios. Es un acto de entrega, en términos de confianza, en el Otro -a quien desconozco siempre-, que se entrega y confía en mí en la misma medida".
Veo a Bajtín como uno de los creadores del moderno discurso de la novela y el Carnaval como fuente de vida y expresión humana, y lo veo en las palabras de María José que se mueven entre los pecios para encontrar la "palabra".
Añade:
"Me encanta la sensación de ingravidez mientras vuelo sobre rocas, crestas, praderas submarinas, y sobrevuelo montañas y abismos. Si la inmersión es nocturna, casi puedes sentirte dando un paseo por el Universo. Y lo más importante para mí es que hay pocos lugares donde el mundo sea tan silencioso. Es por ello por lo que hablamos de "el Mundo del silencio" en referencia a Jacques Cousteau (...) A veces ocurre, como en la imagen, que en la inmersión superficial, la marea y las corrientes hacen que todo se vea turbio y necesitamos profundizar, para sentir la claridad de la quietud. Descendemos y la mente se aquieta, los sentidos se agudizan y el poder del silencio te abraza. Llegar a esa "profundidad del silencio", en lo externo y en lo interno, es una de las experiencias más increíbles que conozco. El océano no es mi medio, y no trato de conquistarlo. Sólo me dejo abrazar por él sintiendo las palabras de Luis Cernuda: "El mar es un olvido, una canción, un labio; el mar es un amante, fiel respuesta al deseo..."
Apuro el café y escucho una canción, que le dedico a ella. Todavía, a mis años, me gusta que me hagan pensar:
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