Ayer pasé por delante del café "Puro Teatro", de mi amigo Mariwan Shall, que tuvo que cerrar por la crisis y donde celebré mis tertulias varios años. Mi hijo sacó esta fotografía y, como acaba de terminar la carrera de Maestro, estuvimos hablando de la trascendencia de los maestros en la vida de la gente. Estos días ha leído "Historia de una maestra", de Josefina Aldecoa, y está terminando "La soledad del profesor de fondo", de Apuleyo Soto. Nos dirigíamos a un centro de fisioterapia, ya que hace unos meses me hice un esguince leve en la rodilla y por fin he decidido a ir al médico. Mi fisioterapeuta se llama María y desde el principio de las sesiones de onda corta y de ultrasonido hemos hablando mucho. Ella tiene treinta y tantos años, es de Orense, lleva varios años en Madrid y su madre siempre quiso que fuera maestra. Doña Emilia, su madre, ha sido maestra toda la vida en varias zonas rurales de Galicia, y ayer me dijo María que no podía haber sido otra cosa. Sus alumnos se hacen mayores, pero la continúan escribiendo y llamando por teléfono, y esto no sucede en casi ninguna otra profesión. Y de regreso por la calle José Abascal hablé a mi hijo de doña Emilia, y también de don Gregorio. Su vida se la sabe de memoria porque desde pequeño ha visto varias veces la película en casa, una historia que nació en las mentes de Manuel Rivas, Rafael Azcona y José Luis Cuerda (el director que pasará a la historia de nuestro cine por "Amanece, que no es poco"). Es ella se habla de la buena educación, que se encuentra en el néctar de las flores y su historia de amor con la lengua de las mariposas:
Y también de la mala educación de los que creen que el mundo les pertenece:
No hay comentarios:
Publicar un comentario