El otro día me quedé con ganas de que me psicoanalizaran un poco más mis amigas psicoanalistas durante la comida que tuvimos en la Plaza de Oriente, y un par de días después me tomé un café en el barrio con la psicóloga y poeta Silvia Ramos, ya que somos vecinos. Confieso que nunca he tenido complejos de ningún tipo, ni traumas o problemas en la niñez. No me considero un hombre castrado, ni un histérico y seductor. No escribo, como dije a Silvia, para sacar un demonio interior ni desde luego como catarsis (qué cosas decía Aristóteles), sino como una forma de conocimiento, de expresar el conocimiento. Creo en la ciencia y en las humanidades porque creo en Dante, Da Vinci, Miguel Ángel, la Ilustración, Madame Curie y los agujeros negros, sin ir más lejos. Y por supuesto en el progreso de los seres humanos y el desarrollo tecnológico (en esto siempre me gusta llevar la contraria a Ortega).
Dicho eso, no sé si no me gustaría tener el complejo de Edipo con alguna poeta durante un rato. Así me podría tumbar tan a gusto en el diván y empezar a contar historias, que es lo que más me gusta. Luego me levantaría y me cogería un avión para el Central Park, y me pondría a bailar como Fred Astaire, vestido con mi traje de lino blanco de todos los veranos.
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