martes, 31 de marzo de 2020

"Volveremos a París".

Tú serás Audrey Hepburn y yo Cary Grant, te tomarás un helado por la orilla del Sena y yo haré el tonto, que es lo que mejor se me da hacer. Entonces Stanley Donen moverá suavemente la cámara como si estuviera cantando y bailando bajo la lluvia y Henry Mancini escribirá una música romántica. Y te enseñaré dónde se besaron él y ella mientras cenaban aquella noche en un bateau mouche a su paso por la torre Eiffel. 

Aunque quizá lo mejor sea que nos besemos tú y yo mientras el camarero sirve el champán.

lunes, 30 de marzo de 2020

"En la muerte del compositor polaco Krzysztof Penderecki".

Estoy agotado emocionalmente con lo que estamos viviendo en el mundo, además de perplejo, supongo que como todos. Los que me conocéis sabéis que no suelo escribir para quejarme, ni para criticar lo que no me gusta. Me gusta destacar la belleza de la vida, de la vida en sí misma. Creo que si algo puede justificar espiritualmente a la humanidad es el arte, la espiritualidad en el arte, como dirían dos rusos de los que he aprendido muchas cosas, el pintor Vasily Kandinsky y el director de cine Andréi Tarkovski. Ayer falleció el compositor polaco Krzysztof Penderecki, con 85 años, uno de los últimos genios de la música culta. A media mañana me escribió para decírmelo el joven compositor y pianista Jorge Cabello (Jorge Meck). Es paradójico que ayer mismo yo hablara de la obra maestra de Olivier Messian y hoy lo haga de Penderecki. Sin embargo, no quiero hablar de la muerte, sino de la vida, es decir, de la obra, de lo que queda y nos hace un poco inmortales. Jorge me comentó que él había formado parte del coro en la Séptima Sinfonía del compositor, "Las puertas de Jerusalén", en una bella versión de la Orquesta Sinfónica de Praga. 

Y me envió el video de Youtube con la grabación:

https://www.youtube.com/watch?v=l055c5lJMt4

En el año 1995 Penderecki recibió el encargo de Israel para componer una obra que conmemorase el tercer milenio de la ciudad de Jerusalén. Decidió concebir su obra como una sinfonía coral, al estilo de la inmortal Novena de Beethoven, y le adjudicó el número Siete, aunque aún no había compuesto la Sexta. La obra es de una gran exigencia y los textos poseen una enorme belleza (la octava puerta de la ciudad, dorada, se reserva según la tradición judía para la llegada del Mesías) y están extraídos del Antiguo Testamento y son cantados en latín, excepto el sexto que se recita en hebreo. En él se narra la visión del profeta Ezequiel de la resurrección, en clara referencia a la resurrección del pueblo judío tras el holocausto nazi.
Esta es la versión completa de la obra, junto al texto, y así fue mi tarde de domingo, en busca de lo espiritual en el arte:

https://www.youtube.com/watch?v=vaGqGEr2-dE

http://www.kareol.es/…/cancionesp…/lassietepuertas/texto.htm



domingo, 29 de marzo de 2020

"Cuarteto para el final de los tiempos".

Uno de los problemas que he tenido siempre en mi vida (en realidad no sé si es un problema) es que lo intento entender todo, intelectualizar todo lo que ocurre a mi alrededor. Ayer me pasé parte del día en la terraza mirando al cielo, a los pájaros, pensando en lo que sentiría Olivier Messiaen cuando compuso esta obra de cámara tan importante para la música del siglo XX. Se encontraba prisionero en el campo de concentración de Görlitz, escribió el cuarteto en 1940 y allí mismo realizó la primera audición de la obra, el 15 de enero de 1941 ante cientos de prisioneros. Fue liberado meses después, volvió a Paris y comenzó a dar clases de armonía en el Conservatorio, en el que tuvo como alumnos a los que llegarían a ser destacados compositores como Pierre Boulez, la pianista y su segunda mujer Yvone Loriod o el propio Karlheinz Stockhausen. Empiezas con la liturgia de cristal, entre las tres y las cuatro de la mañana, que es cuando despiertan los pájaros, por ejemplo un mirlo solitario o un ruiseñor expectante ante el silencio de la noche. Y continúas con el ángel que anuncia el final de los tiempos, que tiene un pie en el mar y el otro en la tierra, lo que te lleva al abismo de los pájaros, del tiempo, con su tristeza y su cansancio. El violoncelo se expresa lentamente -es la palabra de Jesús-, hasta que llega la danza de la furia, de las siete trompetas. Es la música de la piedra, el sonido del granito que nos conduce a la red de arcoíris, cuando el ángel anuncia de nuevo el fin de los tiempos. Ahora un solo de violín de apodera del silencio. Es Jesús hecho hombre, la palabra hecha carne, la inmortalidad que se levanta para comunicarnos la vida.

Parece ser que algunos prisioneros lloraron cuando acabó la obra. Estaban a varios grados bajo cero y afuera nevaba. Hoy es 29 de marzo de 2020, y tengo tanto que aprender y que entender:

https://www.youtube.com/watch?v=QAQmZvxVffY



sábado, 28 de marzo de 2020

"Ernestina de Champourcin, la última poeta del 27" (va por todos nuestros mayores que están sufriendo en silencio).

Albertina Duarte es un personaje de mi novela "Las mentiras inexactas" que tiene cerca de 90 años y creé con mucho cariño. Los lectores de la novela siempre la definen como una mujer dulce y entrañable, como me han dicho las personas que la están leyendo estos días. Este personaje está inspirado en la poeta Ernestina de Champourcin, una de las llamadas "sinsombrero", las mujeres pensadoras y escritoras del 27. La mayoría vivieron, estudiaron y desarrollaron su obra en Madrid. Yo era un joven profesor cuando uno de mis alumnos se enteró de que también era escritor y me dijo que le gustaría presentarme a su querida tía abuela, Ernestina de Champourcin, que fue la única mujer, junto a Josefina de la Torre, que Gerardo Diego incluyó en la segunda edición de su antología de poesía española, del año 1934; con ello consagró la pertenencia de estas dos mujeres a la Generación del 27. En la primera fotografía se encuentra el grupo al completo. De alguna manera mi novela también ha pretendido ser el reflejo de la generación de escritores y artistas que yo he conocido. 

Ernestina nació en Vitoria en 1905 en el seno de una familia aristocrática y a los diez años se trasladó a Madrid. Su educación fue culta y refinada. Su maestro y amigo fue Juan Ramón Jiménez y su marido el también poeta Juan José Domenchina, secretario de Manuel Azaña. Se exiliaron durante la Guerra Civil y terminaron en México en 1939. Domenchina murió pronto, en 1959, y ella regresó a España en 1972. Murió en 1999, casi en silencio.

Han pasado muchos años, pero todavía recuerdo cuando me tomé con ella el último chocolate con picatostes. Recuerdo bien sus ojos cansados, que continuaban siendo rebeldes, increíblemente creyentes en Dios. Y recuerdo cada una de las arrugas de su rostro y su tímida sonrisa. Y me parece que aún recuerdo su alma.

"Tú solo. Nada más.
Tú solo. Nada menos.


–Tu presencia en mi alma
y la ausencia en mi cuerpo
de lo que no eres Tú.
¡Qué trueque de silencios!
Silencio tuyo en mí
y silencio secreto
de todos los vacíos
que Tu mano va abriendo.
Entre tanto callar
qué marcha hacia lo eterno".


("El nombre que me diste", 1960).

Leamos a Ernestina de Champourcin y exaltemos la vida con esta selección de su obra poética:

https://www.poesi.as/indewech.htm



viernes, 27 de marzo de 2020

Una velada literaria, cinematográfica y musical en casa.

Ayer por la tarde invité a casa a tomar el té con leche a Stefan Zweig, Max Ophüls y Franz Liszt. Además Lang Lang estuvo tocando el viejo piano de finales del XIX construido en Barcelona.

Estuvimos hablando de "Carta de una desconocida", la historia de aquella mujer enamorada de un hombre que nunca se acordará de ella. Según nos contó Zweig ella le dijo que únicamente quería hablar con él, decírselo todo por primera vez. Tenía que conocer toda su vida, que siempre fue la suya, aunque nunca lo supiera. No obstante, solo él sabría su secreto, cuando ya estuviera muerta y ya no tuviese que darle una respuesta; cuando esto que ahora le sacudía con escalofríos fuese de verdad el final. Ophüls nos habló entonces de la forma en la que rodó la película cuando adaptó la novela al cine. Zweig y yo sabíamos que pocos directores han movido la cámara con la elegancia, la naturalidad y el conocimiento del director alemán, siguiendo aquí a Joan Fontaine y Luis Jourdan. Y en la película el escritor de la novela es un músico que no deja de tocar "el suspiro" de Liszt, pero la historia no cambió. Al principio de la novela y de la película el escritor o músico recibe en su casa una misteriosa carta que le remite una mujer desconocida. Le confiesa su amor, un amor que resistió el paso del tiempo y el desdén del propio escritor, que no se percató de su existencia. La mujer nos revela así los momentos más relevantes de su vida, condicionada por ese amor desde que por primera vez cruzó su mirada con la del escritor, cuando ella no era más que una niña. Zweig y Ophüls sabían, como también lo sé yo, que es el eterno tema del amor, un amor sin límites y sin tiempo. Ese amor enfermizo de una niña que crece y envejece alimentada por una esperanza que no se cumplirá. 

Ahora suena Liszt en una ciudad en silencio:

https://www.youtube.com/watch?v=Qe5kTui3nqc




jueves, 26 de marzo de 2020

"Dante Alighieri: La estructura moral de la Divina Comedia".

El hombre de la segunda foto es uno de los mejores profesores de literatura que he tenido nunca, Ángel García Galiano, doctor en Filología Hispánica de la Complutense. Durante dos años me enseñó las asignaturas de Teoría de la Literatura y Lenguaje Literario (I) y (II). Luego nos hicimos amigos, estuvo varias veces en mi tertulia y ayer me envió por Wasap una conferencia que ha dado hace unos días en la Universidad Bolivariana, de Colombia, dentro de la Cátedra Álvaro Mutis. Ángel es un nuevo Virgilio, como en la Comedia, y nos lleva de la mano a lo largo de los versos del que tal vez sea el mayor poeta que ha habido en la historia de la literatura. Su apasionado paseo es sobre el amor, sobre la búsqueda de Beatrice, aquella mujer a la que Dante conocerá cuando los dos tienen nueve años. Y es cuando surgirá el famoso triángulo esencial del arte: poeta o poesía, amor y Beatrice. Ella es el amor a la poesía, la poesía es el amor a Beatrice y, entonces, el amor es la poesía sobre Beatrice. Así nos enfrentamos ante la belleza de la mujer amada, que es el encuentro con el amor, con Dios, que Dante crea en la "Vita Nova" y desarrolla en la Comedia hasta sus últimas consecuencias, y que acaba con este verso: "el amor que mueve el sol y las demás estrellas". Es el amor, y son las estrellas y el movimiento, es decir, la emoción.

Ángel siempre decía en clase que yo era un seductor de la palabra, pero a su lado no le llego ni a la suela de los zapatos, como se puede comprobar durante una hora, en la que explica la belleza y los secretos de una de las cimas de la literatura de todos los tiempos:

https://www.youtube.com/watch?v=YL08Vbc81hQ



miércoles, 25 de marzo de 2020

"Las bodas de Fígaro", de Mozart, en Lisboa.

Ayer hablé de mi primer viaje a Lisboa para conocer a Fernando Pessoa en persona. En realidad ese primer viaje fue para ver "Las bodas de Fígaro" de Mozart en el Teatro de San Carlos (tercera fotografía). A veces he pensado escribir la novela de aquel viaje. Sucedieron cosas curiosas, incluso vivimos de cerca un problema con la policía. Lo que más hubo fue literatura y amor. ¿Debería haber otra cosa en esta vida? En aquel viaje se quedaron algunas cosas en mi cabeza, y las conté muchos años más tarde en "Las mentiras inexactas". 

El Teatro de San Carlos es rosa por dentro, como lo es la belleza, y Mozart, Stein, Bécquer y Juan Ramón Jiménez lo sabían. Por eso nació una de las óperas más hermosas y representadas de la historia, basada en la obra de teatro de Beaumarchais y que provocó desde su estreno en el París del año 1784 una polémica enorme, hasta el punto de que su autor fue encarcelado por ello, al criticar los valores decadentes de la aristocracia. En la obra un conde actuaba de rival amoroso de su propio sirviente, y perdía el juego. El emperador José II, hermano de María Antonieta, prohibió la obra en Austria. Aun así Mozart y su amigo libretista Lorenzo da Ponte (colaboraron también en las posteriores "Don Giovanni" y "Così fan tutte", que vi hace poco en el Teatro Real de Madrid con una escenografía prodigiosa del director de cine austriaco Michael Haneke) iniciaron en secreto su composición en el verano de 1785. Junto a la belleza de la música, el libreto es realmente perfecto, al desarrollarse en un mismo día, en cuatro momentos distintos, dentro de un palacio de Sevilla, cuyo interior viene a representar el mundo, con nobles y sirvientes.

Esta versión de la ópera completa se desarrolla en la "House for Mozart" de Salzburgo, y me parece que está muy bien. Aunque me gusta ver la ópera en le teatro, como es lógico, tampoco me importa verla y escucharla así, ya que ante este tipo de monumentos de la creación humana no me puedo negar. 

Ayer llenó toda mi tarde:

https://www.youtube.com/watch?v=rnoBVXN_5lY



martes, 24 de marzo de 2020

Escuchando el "Fado lisboeta" en la Tasca do Chico.

"Sigo con el libro "Las mentiras inexactas" de Justo Sotelo, profesor virtual al que admiro profundamente. Lectora principiante de sus libros, continúo dentro de la librería donde Nora conoció a Sergio, el librero, cuando entró en busca de un libro que necesitaba para su trabajo. Ya se conocían desde una conferencia que Nora dio sobre los amores imposibles de Borges, pero sin saberlo. Aparece Amorós, un gran amigo de Nora, y recuerdan a Borges y Girondo, "dos caras de la misma moneda", dice Amorós. Y sigue el texto, "pensándolo bien no había tantas diferencias con las ideas que defendían Amorós y Sotelo". Hay un personaje que me apasiona y se llama Albertina Duarte, que es asidua a la librería y fuma a pesar de que el médico se lo ha prohibido. Aparece María José, amiga de Sergio, con unas entradas para el Carnaval. Entonces Albertina dice: "Los disfraces podían servir para ocultar la verdad, pero a veces la verdad y la realidad eran incompatibles". Justo Sotelo, gracias por todas las reflexiones que haces en un libro de intenso contenido".

El texto y la primera foto son de María Mercedes Muñoz, y las ha publicado en esta red social desde el Puerto Banús. Como me gusta tomar el primer café de cada día escuchando música, busco en Youtube uno de los fados de la banda sonora de mi novela, cuando la acción se traslada a Lisboa, al igual que hice yo la primera vez para ver si nos tropezábamos por la Baixa con Fernando Pessoa y nos tomábamos un café con el poeta sentados en "A Brasileira". 

Terminamos en la Tasca do Chico (de ahí son las otras dos fotografías), en el Barrio Alto, bebiendo vino blanco y escuchando fados: 

https://www.youtube.com/watch?v=jAPKmBgy-kA



lunes, 23 de marzo de 2020

"Moon river".

Esta noche he tenido un sueño. Éramos dos vagabundos que recorríamos el mundo convencidos de su inmensidad. Atravesábamos ríos y desiertos, subíamos montañas y dormíamos en lo más alto. Escribíamos todo lo que veíamos en cuadernos de colores, y lo que no veíamos lo guardábamos en lo más profundo del corazón. Y juntos llegábamos hasta el final del arcoíris, donde nos esperaba una sonriente Judy Garland, que acababa de recorrer su camino de baldosas amarillas. Ahora, al buscar en Youtube la canción de Mancini para escucharla mientras me tomo el primer café de esta hermosa mañana de primavera, y antes de empezar a dar un montón de clases por videoconferencia, he encontrado una bellísima versión para coro y orquesta interpretada en mi Auditorio Nacional de Música de Madrid. Parece ser que la idea del concierto era ayudar a financiar una escuela para 200 niñas en Uganda. Lo primero que he pensado, mientras apuraba la taza de café, es que seguro que a Holly y a Audrey les gustaría. 

¿Me das la mano para seguir recorriendo el mundo?

https://www.youtube.com/watch?v=3rmXWVZMrak

domingo, 22 de marzo de 2020

"El cuento de las arenas", cuento tradicional sufí.

Ayer fue el "Día de la Poesía" y el poeta y sacerdote de Zaragoza Fernando Vallejo Ágreda compartió por este medio dos fotos en las que estoy con él y Javier del Prado en el "Café Gijón", después de una tertulia. Ayer dediqué varias horas a releer poesía sufí y compararla con la obra de Horacio, por el que siento especial predilección (es como encontrarte con Aristóteles y Platón a la vez). Siempre que vuelvo a la facultad de Filosofía y Literatura de la Complutense me cruzo con la estatua de Omar Khayyam, el matemático y poeta persa, que está casi en la puerta. Y leí una hermosa historia que se conserva gracias a la tradición verbal de muchas lenguas y circula entre los derviches y sus discípulos. Fue transcrita en la obra "La Rosa Mística del Jardín del Rey", de Sir Fairfax Cartwright, publicada en Gran Bretaña en 1899. La versión que leí es de Awad Afifi el Tunecino, que murió en 1870.

No quiero ponerme cursi y mucho menos moralista (estoy en los antípodas de todo ello), pero si el ser humano sigue sin comprender que nos necesitamos los unos a los otros es que jamás entenderá a las arenas del desierto.

"Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaban a estas. Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y, sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo, le susurró: "el viento cruza el desierto, y así puede hacerlo el río".

El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y esa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.

"Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino".

¿Pero cómo podría suceder esto? "Consintiendo en ser absorbido por el viento".

Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo, él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. "¿Y, una vez perdida esta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?"

"El viento, dijeron las arenas, cumple esta función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río".

"¿Cómo puedo saber que esto es verdad?"

"Así es y, si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano, y aún eso tomará muchos, pero muchos años; y un pantano ciertamente no es la misma cosa que un río".

"¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?"

"Tú no puedes en ningún caso permanecer así", continuó la voz. Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial".

Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él, ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó, ¿o le pareció?, que eso era lo que realmente debía hacer, aun cuando no fuera lo más obvio.

Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó: "Sí, ahora conozco mi verdadera identidad".

El río estaba aprendiendo, pero las arenas susurraron: "Nosotras conocemos porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras, las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña".

Y es por eso por lo que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las arenas".




sábado, 21 de marzo de 2020

"Los trenes en mi vida".

Hubo una época en la que cogía muchos trenes, por eso cada vez que paso por la estación de Atocha recuerdo algunas de las escenas más literarias de mi vida. Me parece que los trenes que se van por las vías hacia el horizonte representan la despedida perfecta para las historias de amor imposible. Yo siempre he vivido historias de amor "posible" en los trenes. Los besos que he dado y recibido apasionadamente en los artísticos vagones que imitaban a las habitaciones de París y Londres del siglo XIX me han sabido a fresas y champán, aunque a lo mejor es que estábamos dentro del hotel. Más tarde quizá el tren cogiera una curva para doblar la montaña o las orillas del lago, y se reflejaba el cabello de ella en los cristales, como si se alejara de pronto de mis manos y volviera en un instante para ser atrapado por la ansiedad de los dedos. También se veía el reflejo de su cara y de la mía a través del cristal y de un beso, ese que no dejábamos de darnos desde el primer beso y nos hacía más perfectos. Luego, en algún momento, ella podía bajarse del tren y echar a correr, o a lo mejor lo hacía yo. Las despedidas no dejan de ser románticas. A veces los amores posibles son imposibles.

Aunque quizá todo esto sea mentira. 

Solo soy un escritor de novelas y cuentos, y a lo mejor nunca me he subido a un tren. Lo que sí me gustan son los finales literarios y cinematográficos, con música de piano.

Eso ya lo sabe la mirada de tus ojos:

https://www.youtube.com/watch?v=zmFOghquoBg

viernes, 20 de marzo de 2020

"De tres continentes distintos, pero de un mismo mundo".

Ayer por la tarde -después de dar una clase por videoconferencia- apareció misteriosamente en mi ordenador esta foto de hace unos años donde estoy vestido de blanco casi de arriba abajo junto a Xiaori Yu y Patrick Toumba, estudiantes como yo del Máster de Literatura Española en el Edificio E de la Universidad Complutense. Unos meses antes había terminado la carrera de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en el mismo sitio. Observo la fotografía con curiosidad mientras me tomo el primer café de esta mañana y se me ocurre pensar en algunas cosas. Aunque hacía varios años que ya era catedrático de economía y había publicado varios libros tanto de ficción como científicos, necesitaba continuar aprendiendo. Sabía de sobra que me iban a hablar de algunos autores, libros, estilos y paradigmas literarios que conocía, pero me daba igual. Me apetecía conocer opiniones distintas a las mías, así como a profesores especialistas en Mitología, Lenguaje Literario, Crítica Literaria, la Biblia, Dante, y de los grandes libros de la historia, como la Odisea, Las metamorfosis, la Comedia, el Quijote (llegué a estudiar cinco asignaturas sobre él, una incluso sobre la ropa y la comida de su época). Y es que resulta gratificante hablar de Hugo, Galdós, Joyce, Proust, Góngora, Lope, Kafka, Faulkner, Dickinson, Wordsworth, Eliot, Woolf, García Márquez. Tal vez por eso conocí entre aquellas paredes a algunos de los mejores escritores de este país, a médicos de cerca de ochenta años deseosos de aprender literatura, a arquitectos que estaban fascinados con la poesía de Miguel Ángel, a jóvenes pintoras que querían dominar las palabras y que yo les hablara de Mahler y Cortázar y de la forma en que los había incorporado a mis novelas (sin que me enterara, una de aquellas jóvenes escribió varias frases que dije en una exposición que tuve que hacer como alumno sobre "Rayuela", las pasó a una cartulina, la plastificó y un tiempo después me la regaló tomando un café).

Y lo más importante. Cuando te rodeas de todo tipo de personas aprendes a no discriminar a nadie por su sexo y su género, por su religión y el color de su piel.

jueves, 19 de marzo de 2020

La diferencia entre "te mo" y "te amo".

¿Cómo se hace para vivir una vida vacía, una vida llena de nada? Hacía un tiempo que no veía la obra maestra del cine argentino contemporáneo. Y lo hice ayer por la noche. La verdad es que no la esperaba, reapareció en mi vida sin pedir permiso en una TV de cine clásico, y además como me gusta que aparezcan las cosas, por casualidad. Esta película es un policiaco, una crítica a una dictadura, al poder que todo lo corrompe y todo lo contamina. Pero sobre todo es una película de personajes solitarios que no dejan de buscarse con la mirada, sin encontrarse. La cámara se detiene en los ojos de cada personaje. El primero que sabe mirar es el director, en estado de gracia, y antes lo ha hecho el novelista en que se basa la película. Está ese joven que, cuando matan a su mujer, es como si se quedara inmovilizado en el tiempo, en la fotografía sonriente y enmarcada en blanco y negro de ella. Está el chico enamorado de la misma joven desde que eran pequeños, que aparece continuamente en las fotos mirándola sin ser visto. Está el amigo que se pasa la vida bebiendo y esperando su aprobación, y que al final se sacrifica por él. Y están ellos dos, capaces de construir una de las historias de amor más tristes que he visto nunca en el cine porque ninguno de ellos sabe decirle al otro "te amo". He puesto un fotograma donde él y ella (como en mis "Cuentos de los viernes") permanecen con los ojos cerrados. Los dos se pasan la vida tomando decisiones que los separan, encerrándose en el trabajo para convencerse de que no están ciegos y casándose con las personas equivocadas. 

Él escribe la novela de todas estas vidas con una máquina de escribir a la que le falta la letra "a".

Al final se da cuenta.

(No puedo dejar de poner su música: https://www.youtube.com/watch?v=Ij8bk0I1MpM)

miércoles, 18 de marzo de 2020

"Eso de que también cierren las peluquerías".

Es triste y dura la situación que vivimos, por supuesto. Dejando de lado los aspectos más graves que, como es lógico, afectan a la salud y la economía, y que me preocupan como a todo el mundo, hoy quiero hablar del problema que tengo con mi pelo, mientras escucho un aria de ópera y me preparo el primer café de esta mañana que no deja de ser realmente bonita. El caso es que el pelo me crece rápida y vertiginosamente, y si no me lo corto una vez al mes se me pone como al mismísimo rey de la selva. Casi siempre lo he llevado corto, a maquinilla por los lados y un poco en punta por arriba. Es lo que me sugirió, cuando era joven, el mítico Llongueras en su peluquería de la calle Claudio Coello, casi enfrente del lugar donde se produjo el atentado a Carrero Blanco. Algunas veces me he dejado melena y me la he recogido en una coleta. La verdad es que ahora empiezo a verme ya como Sansón. Y hablando de este personaje bíblico, el músico francés Camille Saint-Saëns compuso una ópera, "Sansón y Dalila", que tiene un aria célebre. La versión que estoy escuchando en este momento, por parte de unos espléndidos Elīna Garanča y Roberto Alagna, transcurre en un cuarto de baño, con una romántica bañera en medio del escenario.

He pasado unas cuantas horas de mi vida en bañeras del mismo estilo, solo o acompañado, cantando o más bien susurrando "Mon cœur s'ouvre à ta voix":

https://www.youtube.com/watch?v=Y3so7EIhJxA

martes, 17 de marzo de 2020

"La subversión de Beti García", de José Avello.

Esta tarde no habrá tertulia en el "Café Gijón". No obstante, quiero contar una historia que me ha sucedido en ella este año. Hace un par de meses se incorporó la economista Milagros Gonzalvo (se encuentra a mi izquierda en la tertulia del martes pasado). Tras seguirme en esta red social, me dijo que quería conocerme. El otro día me regaló una novela. Era de José Avello, un escritor fallecido en 2015 (en la segunda fotografía). Como nunca pregunto a nadie por su vida privada, salvo que me la quieran contar, desconocía que Avello había sido su marido. Nació en Cangas del Narcea en 1943. Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo y la Complutense. Dio clase de Teoría de la Comunicación y Sociología de la Cultura en la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Solamente escribió dos novelas, "La subversión de Beti García" (1983), que fue finalista en el Nadal y que es la que me entregó Milagros, y "Jugadores de billar" (2001), que leí en su día tras ser finalista del Nacional de Narrativa. La recuerdo bien. Es la historia de cuatro amigos aficionados al billar que cada noche se van al bar Mercurio, en la calle Mon, y a partir de las continuas conversaciones que mantienen mientras juegan recrean la ciudad de Oviedo y en realidad de todo el mundo por metonimia, como hizo Clarín con "La Regenta". Desde que la leí pensé que era una de las grandes novelas españolas de los últimos tiempos.

Anoche empecé a leer la historia de la familia de Beti García, una mezcla de Clarín y Pérez de Ayala, que Avello estuvo escribiendo diez años y que llegó a tener 1000 páginas, hasta quedar reducida a la cuarta parte. Ni que decir tiene que esta es la literatura que me gusta, la que no nace del escritor profesional, sino que surge en un momento determinado porque tenía que hacerlo, y ahí se queda.

Siempre he creído que el mundo está lleno de cosas que merecen la pena, y me gusta encontrarlas. O que me encuentren a mí.


lunes, 16 de marzo de 2020

"Soy todas las caricias que he recibido".

Siento el sufrimiento de tanta gente, por lo que ocurre ahora y por lo que sucede en otros momentos. Sin embargo, solo sé contrarrestar todo esto escribiendo. Y haciéndolo con una sonrisa, aunque a veces tenga que ser forzada, con la música, los libros, la solidaridad, la continua búsqueda del bien común.

Y con el amor, con el que tengo ahora y con el que he tenido siempre. Soy todas y cada una de las caricias que he recibido en mi vida. Por eso me he considerado, desde que nací, el hombre más feliz del mundo.

Hoy también va a ser otro día de sol:

https://www.youtube.com/watch?v=qLaiPBaTP3o

domingo, 15 de marzo de 2020

Hoy quiero tomarme el primer café de este extraño y silencioso domingo con mi cura favorito.

Había quedado en acercarme a su misa de todos los domingos a la que voy a veces solo porque la imparte él, yo, que no soy más que un "santo laico", como me define Javier. Y para comer después a su lado en ese restaurante donde termina el autobús (me gusta acercarme a los sitios donde terminan las cosas, al último faro de Finisterre, a la última playa del Mediterráneo y el Cantábrico, a la isla rodeada por el Océano y, por supuesto, al lugar donde terminan los besos de ella para que vuelvan a comenzar). Esta mañana me apetece estar con Javier Ruiz de Arcaute, aunque no pueda estar con él, y volverme a poner ese sombrero de la fotografía y hacer el tonto, algo que se me da como hongos. Javier es una de las personas más buenas que he conocido, con las que más me he reído en mi vida y a las que más quiero. Siempre ha estado a mi lado cuando lo he necesitado, y yo siempre junto a él.

¿He dicho alguna vez que lo que más me gusta es reírme, hacer el tonto, querer a las buenas personas y besar?

sábado, 14 de marzo de 2020

"Y cómo es él".

Como he contado tantas veces, una de las cosas que más me gustan en el mundo es pasear, lentamente, distraídamente, como esperando que nunca ocurra nada, quizá porque siempre ocurre. Vivimos tiempos en que apenas se puede pasear por ningún sitio, pero sé que es algo temporal; muy pronto volverán los paseos de la misma manera en que pronto llegará la primavera. Lo harán los niños de la mano de sus abuelos, el padre y la madre también de la mano, los novios flotando de tanto amor como les desborda el pecho. Paseando el otro día por mi querido Madrid me encontré con un viejo Café que continúa llamándose "moderno", al igual que ocurre en otras ciudades españolas. Me dio tiempo a ver un hostal que me recordó a un cantante de mi juventud, y entonces me vino a la cabeza su canción más conocida. Y la estuve tarareando durante un buen rato.

Porque quién no se ha preguntado alguna vez en qué lugar se enamoró de ti.

https://www.youtube.com/watch?v=XBA5J0B2Llg


viernes, 13 de marzo de 2020

"La poesía se salva por los pequeños detalles", dijo la poeta polaca Wislawa Szymborska.

Ayer estuve leyendo el libro de poemas "El arca de Wislawa" (Torremozas, 2017) de la escritora mallorquina Lluïsa Lladó, afincada en Castellón, y que tuvo la amabilidad de enviarme hace unas semanas. A través de este libro expresa su amor y admiración por la poeta polaca, premio Nobel de 1996, y lo hace llenando el metafórico arca del título de hermosos detalles. Parece ser que su poesía caló en ella el día de su fallecimiento, que coincidió con su cumpleaños. Fue una época gris que gracias al influjo y la conexión con Szymborska fue remontada a través de viajes y el estudio de su obra desde un punto espiritual e intelectual. Lladó es una escritora culta, profunda y detallista de lo más cotidiano, seria e irónica, que ha leído y escrito mucha literatura antes de publicar, como se observa en el poema que se denomina "Soberanía", donde puede leerse: "Brindemos por la faz. / Por este o-este, / por Poe, Fuertes y Dante, Wislawa y Rodoreda, / por una noche de verano / con mangueras a chorro limpiando las aceras / y la oropéndola rugiendo tras las caras..." Al leer el nombre de la oropéndola me quedé pensando en ello un buen rato, y en su hermoso canto aflautado, símbolo de alegría y despreocupación en la más pura tradición. Así, por ejemplo, los chinos casi siempre confunden el canto de la golondrina con el canto de la oropéndola, al ser considerados ambos pruebas de alegría, felicidad y matrimonio feliz. Junto a ello, el simple hecho de que las crías no abandonen el nido paterno antes de volar hacia países mucho más cálidos durante los largos meses de invierno, hizo de la oropéndola el símbolo de la armonía familar y la dulzura del hogar. 

Leamos el interesante diálogo que se establece entre Wislawa Szymborska y Lluïsa Lladó a través de este libro, dos mujeres que hablan del mundo, la sociedad, el amor, la ecología y los pequeños detalles. 

Hacerlo es como escuchar el canto de la oropéndola.





jueves, 12 de marzo de 2020

"Ensayo sobre la ceguera", de Saramago.

"Confío en que nos veamos en cuanto pase esta crisis, que nos reforzará como humanidad. Corren tiempos para rememorar a tu querido Camus y a mi querido Saramago, o viceversa".

Es parte de un mail que me envió ayer una querida amiga. "El entranjero" y "La peste" de Camus son dos de mis obras preferidas y pertenecen a mi adolescencia. "Ensayo sobre la ceguera", de Saramago, lo leí mucho más tarde. De alguna forma las tres novelas hablan de lo mismo.

Ruth González Montero es una abogada de Aranjuez (en realidad de Ocaña, que está al lado) a la que quiero mucho. Fue mi alumna en una asignatura de Libre Elección que impartí varios años y se llamaba "Los grandes libros de la literatura universal". "Ensayo sobre la ceguera" es la obra maestra de José Saramago. Comienza con un hombre parado ante un semáforo en rojo que se queda ciego de repente. Es el primer caso de una "ceguera blanca" que se expande con una increíble rapidez. En una cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos deberán enfrentarse con lo más primitivo que existe en el ser humano, la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. "Ensayo sobre la ceguera" es la ficción de un autor que alerta sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron". Saramago nos obliga a parar, cerrar los ojos y ver. El hecho de recuperar la lucidez y rescatar el afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es igualmente una reflexión sobre la ética del amor y la solidaridad. "Hay en nosotros una cosa que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos", declara uno de los personajes. Tal vez el deseo más profundo del ser humano sea poder darse a sí mismo, un día, el nombre que le falta.

Por aquella época invité a Saramago a mi tertulia, lo que aceptó con sumo agrado después de decirle que acababa de estar José Luis Sampedro. Al final no pudo venir, y lo arreglé incluyendo su fantasma y el de Sampedro en "Las mentiras inexactas", la novela que he dedicado a poner un nombre a las cosas de la literatura.



miércoles, 11 de marzo de 2020

"Una tertulia en el Café Gijón con el escritor uruguayo Rafael Courtoisie que casi me pareció uno de los cuentos de El Decamerón".

Boccaccio terminó de escribir "El Decamerón" en 1353. Diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) se refugian en una villa en las afueras de Florencia para huir de la epidemia de peste bubónica (negra) que golpeó Florencia en 1348. Con el fin de entretenerse, cada uno cuenta una historia en cada una de las diez noches que pasan en la villa. Y así surgirá uno de los libros más influyentes de la literatura universal, que habla de la inteligencia humana, la fortuna y el amor. Ayer faltaron varios de los tertulianos habituales, debido a un virus posmoderno que quiere apoderarse del mundo, pero aparecieron nuevos rostros, como David Pérez Vega, un enorme crítico literario, y otras personas de las que ya iré hablando. Nuestro Boccaccio particular fue un encantador Rafael Courtoisie. Hablar con él (los tertulianos le hicimos todo tipo de preguntas sobre teoría literaria y la situación actual de la mismísima literatura) es un absoluto placer, y más aún escucharle hablar de su propia obra (novelas, libros de poemas y ensayos) y por extensión de la literatura universal. Rafael es profesor universitario y eso se nota en su manera de expresarse, además de ser uno de los principales escritores uruguayos de la actualidad. 

Y hablamos de todo.

El tiempo y el espacio, Rubén Darío, García Márquez, Vargas Llosa, Vallejo, Gómez de la Serna, el Poema del Mío Cid, Crimen y castigo, la influencia de los espacios público, privado e íntimo en la narrativa tradicional, a los que tendríamos que añadir el espacio virtual de Internet que de alguna forma se está apoderando de todo (Rafael y yo somos amigos virtuales en esta red social desde hace tiempo) y debe plasmarse en la literatura de esta época. Y la forma de mirar. La forma en la que el poeta mira la vida y la manera en que lo hace el narrador. Es curioso que Rafael insistiera en el hecho de que yo miro la vida como un poeta, cuando siempre repito que no soy poeta gracias a Dios. En fin, yo seguía con mi afonía y no pude hablar todo lo que hubiera querido. Por eso escuché mucho, y miré también mucho. Miré en busca de la mirada poética de Rafael Courtoisie.

Es la mirada poética de la vida.




martes, 10 de marzo de 2020

"Tiendas de chuches".

Hace un momento esperaba en un semáforo para cruzar la calle de la foto. Junto a mí un niño tiraba de la chaqueta de su padre para que se acercaran a la tienda y le comprara unas chuches. Una bolsa de caramelos y otra de gominolas, unas barritas de regaliz, chicles, palomitas, patatas fritas y todo eso. Los médicos insisten en que son malas para la salud; provocan caries, obesidad y malos hábitos en los niños. Mientras cruzaba la calle pensé en otros niños que estaban lejos de allí. He leído que algunos se autolesionan para llamar la atención de su vida precaria y otros incluso llegan al suicidio cuando les separan de sus padres y sus raíces, y todo lo que ven y esperan es desolación y miseria.

Desconozco si en los campos de refugiados como el de Moria, en la isla de Lesbos, habrá tiendas de chuches.