viernes, 20 de marzo de 2020

"De tres continentes distintos, pero de un mismo mundo".

Ayer por la tarde -después de dar una clase por videoconferencia- apareció misteriosamente en mi ordenador esta foto de hace unos años donde estoy vestido de blanco casi de arriba abajo junto a Xiaori Yu y Patrick Toumba, estudiantes como yo del Máster de Literatura Española en el Edificio E de la Universidad Complutense. Unos meses antes había terminado la carrera de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en el mismo sitio. Observo la fotografía con curiosidad mientras me tomo el primer café de esta mañana y se me ocurre pensar en algunas cosas. Aunque hacía varios años que ya era catedrático de economía y había publicado varios libros tanto de ficción como científicos, necesitaba continuar aprendiendo. Sabía de sobra que me iban a hablar de algunos autores, libros, estilos y paradigmas literarios que conocía, pero me daba igual. Me apetecía conocer opiniones distintas a las mías, así como a profesores especialistas en Mitología, Lenguaje Literario, Crítica Literaria, la Biblia, Dante, y de los grandes libros de la historia, como la Odisea, Las metamorfosis, la Comedia, el Quijote (llegué a estudiar cinco asignaturas sobre él, una incluso sobre la ropa y la comida de su época). Y es que resulta gratificante hablar de Hugo, Galdós, Joyce, Proust, Góngora, Lope, Kafka, Faulkner, Dickinson, Wordsworth, Eliot, Woolf, García Márquez. Tal vez por eso conocí entre aquellas paredes a algunos de los mejores escritores de este país, a médicos de cerca de ochenta años deseosos de aprender literatura, a arquitectos que estaban fascinados con la poesía de Miguel Ángel, a jóvenes pintoras que querían dominar las palabras y que yo les hablara de Mahler y Cortázar y de la forma en que los había incorporado a mis novelas (sin que me enterara, una de aquellas jóvenes escribió varias frases que dije en una exposición que tuve que hacer como alumno sobre "Rayuela", las pasó a una cartulina, la plastificó y un tiempo después me la regaló tomando un café).

Y lo más importante. Cuando te rodeas de todo tipo de personas aprendes a no discriminar a nadie por su sexo y su género, por su religión y el color de su piel.

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