domingo, 29 de marzo de 2020

"Cuarteto para el final de los tiempos".

Uno de los problemas que he tenido siempre en mi vida (en realidad no sé si es un problema) es que lo intento entender todo, intelectualizar todo lo que ocurre a mi alrededor. Ayer me pasé parte del día en la terraza mirando al cielo, a los pájaros, pensando en lo que sentiría Olivier Messiaen cuando compuso esta obra de cámara tan importante para la música del siglo XX. Se encontraba prisionero en el campo de concentración de Görlitz, escribió el cuarteto en 1940 y allí mismo realizó la primera audición de la obra, el 15 de enero de 1941 ante cientos de prisioneros. Fue liberado meses después, volvió a Paris y comenzó a dar clases de armonía en el Conservatorio, en el que tuvo como alumnos a los que llegarían a ser destacados compositores como Pierre Boulez, la pianista y su segunda mujer Yvone Loriod o el propio Karlheinz Stockhausen. Empiezas con la liturgia de cristal, entre las tres y las cuatro de la mañana, que es cuando despiertan los pájaros, por ejemplo un mirlo solitario o un ruiseñor expectante ante el silencio de la noche. Y continúas con el ángel que anuncia el final de los tiempos, que tiene un pie en el mar y el otro en la tierra, lo que te lleva al abismo de los pájaros, del tiempo, con su tristeza y su cansancio. El violoncelo se expresa lentamente -es la palabra de Jesús-, hasta que llega la danza de la furia, de las siete trompetas. Es la música de la piedra, el sonido del granito que nos conduce a la red de arcoíris, cuando el ángel anuncia de nuevo el fin de los tiempos. Ahora un solo de violín de apodera del silencio. Es Jesús hecho hombre, la palabra hecha carne, la inmortalidad que se levanta para comunicarnos la vida.

Parece ser que algunos prisioneros lloraron cuando acabó la obra. Estaban a varios grados bajo cero y afuera nevaba. Hoy es 29 de marzo de 2020, y tengo tanto que aprender y que entender:

https://www.youtube.com/watch?v=QAQmZvxVffY



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