viernes, 27 de marzo de 2020

Una velada literaria, cinematográfica y musical en casa.

Ayer por la tarde invité a casa a tomar el té con leche a Stefan Zweig, Max Ophüls y Franz Liszt. Además Lang Lang estuvo tocando el viejo piano de finales del XIX construido en Barcelona.

Estuvimos hablando de "Carta de una desconocida", la historia de aquella mujer enamorada de un hombre que nunca se acordará de ella. Según nos contó Zweig ella le dijo que únicamente quería hablar con él, decírselo todo por primera vez. Tenía que conocer toda su vida, que siempre fue la suya, aunque nunca lo supiera. No obstante, solo él sabría su secreto, cuando ya estuviera muerta y ya no tuviese que darle una respuesta; cuando esto que ahora le sacudía con escalofríos fuese de verdad el final. Ophüls nos habló entonces de la forma en la que rodó la película cuando adaptó la novela al cine. Zweig y yo sabíamos que pocos directores han movido la cámara con la elegancia, la naturalidad y el conocimiento del director alemán, siguiendo aquí a Joan Fontaine y Luis Jourdan. Y en la película el escritor de la novela es un músico que no deja de tocar "el suspiro" de Liszt, pero la historia no cambió. Al principio de la novela y de la película el escritor o músico recibe en su casa una misteriosa carta que le remite una mujer desconocida. Le confiesa su amor, un amor que resistió el paso del tiempo y el desdén del propio escritor, que no se percató de su existencia. La mujer nos revela así los momentos más relevantes de su vida, condicionada por ese amor desde que por primera vez cruzó su mirada con la del escritor, cuando ella no era más que una niña. Zweig y Ophüls sabían, como también lo sé yo, que es el eterno tema del amor, un amor sin límites y sin tiempo. Ese amor enfermizo de una niña que crece y envejece alimentada por una esperanza que no se cumplirá. 

Ahora suena Liszt en una ciudad en silencio:

https://www.youtube.com/watch?v=Qe5kTui3nqc




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