domingo, 22 de marzo de 2020

"El cuento de las arenas", cuento tradicional sufí.

Ayer fue el "Día de la Poesía" y el poeta y sacerdote de Zaragoza Fernando Vallejo Ágreda compartió por este medio dos fotos en las que estoy con él y Javier del Prado en el "Café Gijón", después de una tertulia. Ayer dediqué varias horas a releer poesía sufí y compararla con la obra de Horacio, por el que siento especial predilección (es como encontrarte con Aristóteles y Platón a la vez). Siempre que vuelvo a la facultad de Filosofía y Literatura de la Complutense me cruzo con la estatua de Omar Khayyam, el matemático y poeta persa, que está casi en la puerta. Y leí una hermosa historia que se conserva gracias a la tradición verbal de muchas lenguas y circula entre los derviches y sus discípulos. Fue transcrita en la obra "La Rosa Mística del Jardín del Rey", de Sir Fairfax Cartwright, publicada en Gran Bretaña en 1899. La versión que leí es de Awad Afifi el Tunecino, que murió en 1870.

No quiero ponerme cursi y mucho menos moralista (estoy en los antípodas de todo ello), pero si el ser humano sigue sin comprender que nos necesitamos los unos a los otros es que jamás entenderá a las arenas del desierto.

"Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaban a estas. Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y, sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo, le susurró: "el viento cruza el desierto, y así puede hacerlo el río".

El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y esa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.

"Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino".

¿Pero cómo podría suceder esto? "Consintiendo en ser absorbido por el viento".

Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo, él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. "¿Y, una vez perdida esta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?"

"El viento, dijeron las arenas, cumple esta función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río".

"¿Cómo puedo saber que esto es verdad?"

"Así es y, si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano, y aún eso tomará muchos, pero muchos años; y un pantano ciertamente no es la misma cosa que un río".

"¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?"

"Tú no puedes en ningún caso permanecer así", continuó la voz. Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial".

Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él, ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó, ¿o le pareció?, que eso era lo que realmente debía hacer, aun cuando no fuera lo más obvio.

Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó: "Sí, ahora conozco mi verdadera identidad".

El río estaba aprendiendo, pero las arenas susurraron: "Nosotras conocemos porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras, las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña".

Y es por eso por lo que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las arenas".




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