jueves, 29 de abril de 2021

"Del primer hombre, la desobediencia".

Es una frase de Milton y la hice mía desde que tengo uso de razón. Otras dos palabras que me gustan son libertad e individualismo, es decir, tres de los fundamentos del Romanticismo. También es cierto que siempre me he dedicado a intentar comprender el mundo tanto desde la ciencia, estudiando matemáticas, economía o física, como desde la literatura, el arte y la música.
 
Este cuadro es "El primer beso", de Salvador Viniegra (Cádiz, 1862-Madrid, 1915). "El paraíso perdido", de John Milton es una creación esencial de la literatura universal, un poema narrativo con más de 10.000 versos. Ayer me preguntó mi hijo sobre el libro, y la idea de si Adán y Eva tenían ombligo, algo que había salido a colación en su clase de dibujo y por lo que había preguntado una chica. Le dije que el ombligo es la huella del nacimiento, y si no lo tenían era debido a su origen divino. Fueron hijos de un parto que no experimentaron, y aunque eran humanos no tenían huella del pecado original. Desde entonces el pecado original es parte de la naturaleza humana. En el instante en que Adán transgredió la ley, condenó a la humanidad al estado de mortales por su insolencia. ¿Quién encarna al mal? Eva ofrece el fruto prohibido a Adán, los pecados del mundo, una forma de sucumbir al gozoso pecado. 
 
Y he comentado que no podría vivir sin música, por ejemplo esta:
 

miércoles, 28 de abril de 2021

"La escritora Idoia Arbillaga y la Cábala en el Café Gijón".

Idoia Arbillaga me dijo el otro día que le hubiera gustado escribir mi libro sobre Murakami, y a mí no me hubiera importado haber escrito su libro de poemas sobre la Cábala, "Creación y vacío", del que nos habló ayer por la tarde en la tertulia on line del Café Gijón. Hubo una época en que pensé escribir algo parecido, tras estudiar la obra de Walter Benjamín y conocer su final en Port Bou, y pasear varios veranos con Paqui por el barrio judío de Girona, uno de los lugares que más me gustan de España.

Cecilia Quílez, que también tuvimos como invitada hace un tiempo en la tertulia presencial, dijo que me agradecía que diera visibilidad a autores que se caracterizan "por un criterio exquisito y objetivo dentro del galimatías de panorama de la cultura donde ya vale casi todo". Y ese es uno de los motivos por los que mantengo la tertulia literaria después de 25 años ininterrumpidos, pues para mí tampoco vale todo. El haber contado, por ejemplo, con la presencia de José Luis Sampedro para explicarnos cómo pensaba sus novelas, la estructura complejísima de libros que parecen sencillos como "La vieja sirena" o "La sonrisa etrusca", es una satisfacción y un motivo de aprendizaje, lo mismo que tener a Idoia Arbillaga para explicar el delicado y pensado fundamento de su libro sobre la mística judía y sobre la vida. Determinados acontecimientos en esa vida le llevaron a estudiar el mundo sefardí, y así se apercibió de que los españoles poseemos el doble de genes judíos que de árabes, aunque la gente piense lo contrario. Ya en la introducción el profesor Vallina dice del libro que se acerca a lo inefable y ambiciona una dicción singular en sus intersecciones expresivas. La meditación aporta claves sobre la voluntad creadora a través de cinco libros que despliegan en sus breves poemas imágenes cuajadas de simbología, evocaciones de la memoria y pensamientos que asumen la materia conceptual de la Cábala, moldeada desde la incertidumbre y la extrañeza.
 
Los 5 libros son:
 
- La gran creación: universo y poesía.
- La creación humana: Nákel, la gran concepción.
- La creación artificial: la ciudad y sus perfiles.
- La creación de la muerte: Guilgul, el hombre del mar.
- La creación desde dentro.
 
Vamos desde el útero donde se entremezclan la percepción onírica y la realidad (el entorno donde todo empieza y alumbra la ausencia como centro esencial de la palabra), pasando por la génesis de una presencia nominal, Nákel, que es una crepitación interior (como el misterio que une la muerte con la vida) hasta que se abre la ciudad como contexto asimétrico que unifica el centro y los suburbios. Es el momento del amor, como en el poema "Vertical en la intemperie", o la evocación de algunos lugares geográficos concretos de Toledo, marco de la memoria donde resuenan las voces desaparecidas. El término "guilgul" alude en el cuarto libro al balanceo transmigratorio de las almas y al concepto de reencarnación. De esta forma acaba el poema X: "El hielo de la verdad ha mojado tus ganas / y extiendes tu fulgor sobre las piedras del río. / El mar absorberá tu sombra. / No debes cerrar las alas, padre, / otro cuerpo te espera". Con ello el yo verbal puede definir la quietud para escuchar las voces interiores del quinto libro. Son signos invisibles que alientan un proceso de retorno al origen y a la liberación del alma. 
 
Lo demás fue una tertulia apasionante, casi de mujeres, como si fuera desde el útero, con Almudena Mestre, Presina Pereiro, María José Muñoz Spínola, María G. Buendía, Sol Genafo, y algún hombre como Mariwan Shall, Javier del Prado y, al final, Javier Fernández Vallina, que salía de clase. 
 
Después de todo a Idoia Arbillaga se le abrió el alma por dentro desde la primera vez que leyó a los místicos cristianos, judíos y sufíes.
 





 
 
 

martes, 27 de abril de 2021

"El catedrático de literatura Javier del Prado también ha escrito su reseña de mi novela "Poeta en Madrid".

 La ha publicado en la revista argentina del escritorAntonio Tello, "El Corredor Mediterráneo, y en la línea editorial Tello dice lo siguiente sobre mi libro: "Esta novela del autor madrileño es un canto a la literatura, un acto luminoso de resistencia de imaginación y poesía frente al adocenamiento de la creación literaria generalizado por la industria editorial".

Este es el texto de Javier del Prado (para que se lea mejor):
 
1. Si algún lector de ECM leyera lo que en estos días se escribe por los medios virtuales en España y escuchara lo que dicen algunas editoriales, podría creerse que Justo Sotelo en un novato en esto de publicar libros con intención literaria: felicitaciones efusivas, gritos de alegría, celebraciones que más parecen de amigos que de gente acostumbrada a leer literatura nueva y buena, y, lo que es más sorprendente, leer a este autor ya casi consagrado.
 
Justo Sotelo no es un novato, ni mucho menos; y a algunos no nos sorprende tanto como pudiera parecer la calidad y originalidad de su último libro. Justo Sotelo es un autor afirmado y confirmado desde hace años y un profesional de la Teoría Económica y la Teoría Literaria que, si sorprende, es por la calidad de sus escritos y la seguridad con la que se mueve en los diferentes ámbitos que toca, la creación o el juicio crítico.
 
Dejando de lado sus libros de economía (no es este el lugar y no soy yo quién para hablar de ellos), Justo Sotelo ha publicado ya novelas como “La muerte lenta”, “Vivir es ver pasar”, “La paz de febrero”, “Entrevías mon amour” y “Las mentiras inexactas”, y dos deliciosos libros de cuentos teñidos de poeticidad, fruto indirecto de su colaboración diaria en Facebook, “Cuentos de los viernes” y “Cuentos de los otros”.
 
¿Qué tiene de nuevo, pues, este último libro que los lectores disfrutan de boca en boca y de corazón en corazón? 
 
Tiene, en primer lugar, el título que es ya una declaración de intenciones. Quien enuncia en voz alta “Poeta en Madrid”, recupera, necesariamente, el título de Lorca, “Poeta en Nueva York”; y los que somos algo más viejos ese “poeta en New York” que es la parte central del libro de Juan Ramón Jiménez, “Diario de un poeta recién casado”. Y, para mí, juanramoniano, el Madrid que nos ofrece Justo Sotelo está más cerca del New York del poeta de Moguer, por su sencillez, su realismo irónico y su toma de conciencia objetiva de la ciudad (sobre todo en los poemas en prosa) que el lorquiano, presa deliberada del patetismo metafórico que convierte el inframundo de la ciudad moderna en una alegoría permanente del yo conflictivo del poeta.
 
Para los que estamos acostumbrados a leer y discutir con el novelista, a unos les puede sorprender que aparezca, como central en el título, la palabra “poeta”. Él se define como narrador y, cuando algunos le acusamos de poeta (yo en el estudio que he hecho de “Cuentos de los otros”), él se revela y se burla amigablemente del espacio de la poesía. Y este espacio es central en el texto que vamos a leer (evito como véis, la palabra novela u obra teatral).
 
Existen, pues, dos pórticos, llamativos, para entrar en la obra que tenemos en las manos, a punto de abrirla, y de meternos por sus vericuetos estructurales.
 
2. Un “texto”. Sí; como defendería Jean Pierre Richard, contra Gerard Genette (en el Epílogo de la “Introduction à l’architexte”), empeñado este último en etiquetarlo con alguna palabra perteneciente al organigrama de los géneros. Un “texto” en el que, dentro de un marco que se parece al de la teatralidad escénica, subdividido en “escenas”, emerge la narratividad de una intriga en “capítulos”, intriga por la que se va dibujando la vida del protagonista, Gabriel Relham, ligada a sus posibles amores pasados con Elvira y a las relaciones/diálogos (siempre problemáticos) que este autor teatral, no muy afortunado, mantiene con sus editores, los dueños del teatro, y un personaje que aparece, iniciada ya la intriga, “el payaso”, apodado como Bufón. Este personaje irá tomando cada vez más importancia, sobre todo como portavoz y portacuerpo crítico, frente a las opiniones y acciones de los demás personajes. Pero luego diré unas palabras al respecto. 
 
Esta trama teatralizada que podía haber bastado para crear una novela teatral que nos recordaría al “Le Neveu de Rameau”, de Diderot, y nos llevaría al final de la vida de Gabriel, en esta trama irrumpe, sin razón narrativa alguna, primero un texto que nos vemos obligados a leer como un largo, sorprendente, hermoso y desorientador poema en prosa, que emerge de una voz ajena y que tenemos que considerar extradiegética: ¿es el autor, Justo Sotelo, el que de hurtadillas se ha metido en el texto, ¿sin que venga a cuento?, o ¿tenemos que leer el poema como un ejemplo práctico de la teoría literaria que, en pequeñas dosis, van supurando los diálogos que sostienen los personajes la intriga? Del mismo modo, la dinámica teatral es cortada, un poco más tarde por voces (TIEMPO SIN VOZ y VOZ DEL TIEMPO) que continúan, cada una a su modo, un nuevo poema en prosa, que inicia la escena tres del capítulo dos, a través de Alejandro, personaje secundario que estaría presente en el escenario. 
 
Del mismo modo, la dinámica aparente del texto se quiebra en el CAPÍTULO V, con “escena única”, en la que Gabriel escribe o “tal vez sueña”, la vida de un trabajador al que se le ha estropeado la calefacción; vida o sueño que es como una puesta en abismo simbólico de la totalidad del texto o, más bien, como un metadiscurso narrado (aquí sí, triunfa la pura narratividad, en el que el autor (¿Gabriel/Sotelo) va desgranando todos los nombres esenciales que componen su canon literario, en especial Joyce y Borges con “El aleph”.
 
Uno podría pensar que estos tres textos, el gran poema onírico (de un onirismo en imágenes y palabras muy calculado), los poemas del TIEMPO y de la VOZ y el cuento soñado podrían haberse bastado a sí mismas para decirnos lo esencial que el autor nos quería decir. Es posible. Podría haberlos liberado de “su carpintería teatral” (como hubiera dicho, de nuevo, Juan Ramón) ofreciéndose al lector en su pureza poética (el poeta Justo Sotelo que siempre juega a esconderse) y en su pureza narrativa de cuento borgiano o a lo Cortázar, teñido de poeticidad, como casi todos los cuentos de los libros que he mencionado (esa coherencia interna que todo autor que escribe “porque sí” lleva dentro). Podría haber sido, pero, a lo mejor, no era pertinente si se quería dar al texto de POETA EN MADRID esa aire de farsa medieval (es decir postmoderna) que la obra que estamos leyendo nos ofrece.
 
3. Aire de farsa medieval. Y lo digo con el mayor respeto y la mayor conciencia historicista. Farsa (y todo texto teatral se construye a partir de la esencia de la farsa – superchería de identidades) Medieval (y texto que se va haciendo, que se va rellenando con elementos dispares), porque la construcción de este texto, en particular, salvada la intriga lineal, se compone de un conjunto de elementos fragmentarios y heteróclitos que la progresión de la escritura consigue integrar en un todo coherente, en el nivel total, simbólico, del texto, cobrando su relativismo esencial todo su valor con la presencia y la palabra del “Bufon”. “Le fou” o “boufon” de las farsas medievales francesas: sujeto de la crítica que da sentido a la obra y objeto de escarnio y de maltrato que asume la desconsideración social para con el artista. Desde su libertad social, él dice las verdades y el sufre las consecuencias. 
 
Sería interesante, en una lectura más meticulosa, ver la superposición que se lleva a cabo del campo semántico de estas tres palabras que son esenciales en el texto: frente al campo semántico del “editor” y del “dueño”, el del “autor”, el del “actor” y el “bufón”, cuyas superposiciones (las de los tres últimos) son evidentes y que nos devuelven de nuevo a la farsa medieval. Claro está, a una farsa medieval cuyo ambiente sería el de un Woody Allen y una Susan Sontag en una corte medieval de la Baja Borgoña.
Este carácter de farsa que podemos (si queremos) proyectar sobre el texto de Justo Sotelo le permite, por un lado, ser un compendio de textos acumulados (en nombres de autores de la escritura y de la música, en títulos reales e imaginaros y en citas y presencias intertextuales) que construyen una trama de intertextualidad densa y rica de posibles lecturas, audiciones y visionados ofrecidos al lector. Escrituras, músicas, sobre todo; no olvidemos que Gabriel (el mensajero de la palabra divina, el que anuncia que la palabra se hará carne) se apellida Relham, el decir Mahler; el músico que mejor ha compendiado, en unidad cósmica musical, todas las sabidurías del siglo XIX, el siglo musical por excelencia. 
 
La farsa nos remite a lo medieval; pero lo medieval, por un juego de bumerán, al que nos tiene acostumbrados el mundo de la cultura, nos devuelve a la postmodernidad: fragmento, relleno textual, unidad conseguida por aglomeración de elementos heteróclitos y no por una construcción unitaria respetuosa, temática y formalmente, de la noción de sistema; con la emergencia y triunfo final de la risa: el bufón, como en la farsa medieval, dirigiéndose a los espectadores/lectores, tiene la última palabra de absolución y de condena, en latín y en francés: las dos lenguas que nos han legado la palabra FARSA: del latín, “farcire”, rellenar – rellenar un pollo, “farcir un poulet”, con restos más o menos valiosos recogidos de los espacios más variados que nos son familiares. 
 
4. Heredero de la “crítica de profundidades” no podía, yo, por menos que echar una ojeada a la presencia, en el interior de la obra, del yo extradiégético, un señor llamado Justo Sotelo que ha sido capaz de componer, paso a paso y sabiamente, esta obra de teatro-novela con nombre de texto lírico. No lo voy a buscar apoyándome en cómo lleva a cabo el “pacto autobiográfico” (Philippe Lejeune”) entre el yo sociohistórico y Gabriel Relhan, el autor de la ficción dentro de la ficción; el creador que, a la pregunta ¿y qué estás escribiendo? (la extraña aventura del texto que leemos), podría contestar, como contesta el personaje de la “sotie” medieval de André Gide, PALUDES, “J’écris ‘Paludes’”. “Escribo ‘Isabel de Gide” (la farsa que vamos a intentar representar) hubiera sido y, más bien es, su respuesta.
No lo voy a buscar, de momento, en cómo hay un espejo interior al texto que nos repite en cada momento la imagen deformada, en personaje de farsa, de Sotelo convertido por exceso de amor y de imitación en Relhan. Tampoco lo voy a buscar en los intertextos, ya conocidos por todos su lectores, (atmósfera literaria en cuyo interior vive Julio Sotelo, ese señor). Intentaría buscarlos en las acotaciones escénicas que son una parte esencial del texto.
 
Primero, en los lugares en los que están los protagonistas de la obra que alternan, muy postmodernamente, la supuesta buhardilla de todo escritor que se aprecie, con los lugares, bares y restaurantes más ‘chic’ de Madrid, objetos del deseo de tanto bohemio madrileño: Lhardy, Ambassy, El Café de los Artistas., El Nuevo Madrid.
 
Segundo en el desfile, este sí es desfile de verdad, de marcas de modas con las que se visten algunos de los protagonistas., sin olvidar “el jersey polo negro”: Future Casual, Cerruti, Nina Pomellato, Valentino, Chanel, MakusHuemer, Custo, Jil Sanders, Francisco Valiente, Hugo Boss, Costume Nacional, Jeremy Scott (del que Ruth llevaba “un vestido dorado con cuello sideral y tejido metálico”, etc., etc. ) Y no me puedo apartar de la vista a este Alejandro que “aparecerá con un jersey polo negro y unos pantalones de seda blancos. Todo es de Noaki Takizawa”.
 
Se dice que el hábito no hace al monje, pero el ambiente que respiran y la moda que contemplan, aunque sólo sea en revistas, sí construyen el cuerpo y el decorado de autor. Aunque en este autor, en esta obra ese decorado (cuerpos de verdad, hay poco cuerpos, sólo dos, el cadáver del Gabriel y el cuerpo macerado del Bufón, lo que aumenta la sensación de farsa) sea una visión estética de la realidad: en su parte cosmética, para el juego social, y en su parte estética, literaria y musical, en la parte espiritual – curioso, como en la “Recharche du temps perdu” echamos de menos al “poeta”, en “Poeta en Madrid” echamos de menos al pintor, pero no al pintor de la vida post moderna, estilista o modisto.
 
(Y ya que Javier cita a Rameau y a su sobrino en su texto, y yo no puedo vivir sin música, y ha hablado de lo posmoderno que soy escribiendo, algo bastante evidente, me voy a clase escuchando el famoso rondó de Rameau en una versión posmoderna de la ópera de París:
 

"La leyenda del santo bebedor".

Hace unos días esta red social me recordó una fotografía de 2017, paseando por la calle Fuencarral de Madrid, con el filósofo kurdo Mariwan Shall. Él tuvo un local en la calle Manuela Malasaña y allí hice mis tertulias varios años, antes de llevármelas al Café Gijón (su dueño es un ex alumno mío). Mariwan y yo nos conocemos desde hace más de 10 años, y quizá podríamos habernos conocido antes, ya que los dos íbamos a ver las mismas películas a los cines Golem (antes Alphaville) y Renoir de la Plaza de España, como por ejemplo las del director italiano Ermanno Olmi, del que hemos hablado en más de una ocasión.

"La leyenda del santo bebedor" (1939) es el testamento literario del escritor austriaco Joseph Roth, en forma de historia de Andreas, un vagabundo que duerme bajo los puentes de París y al que se acerca un día un anciano y le ofrece 200 francos para que se los ofrende a Santa Teresa de Lisieux en cierta iglesia. Olmi la llevó al cine (ya era conocido con "El árbol de los zuecos", uno de los mejores ejemplos de cine antropológico que he visto nunca) y ganó el León de Oro en Venecia. Es una película de apacible tristeza, nada exagerada, con breves flashbacks que muestran sin palabras el pasado de Andreas, delicadamente interpretado por Rutger Hauer (fue mucho más que el replicante de "Blade runner"). Las tiendas parisinas, los hoteles, las calles nocturnas, los cafés y las tabernas tienen algo de onírico, de sueño pintado donde se suman los personajes que acompañan a Andreas en sus últimos días, la mujer de la que se enamoró y causó su desgracia, el boxeador amigo de la infancia, aquel compañero de trabajo en la mina, el sastre que le da trabajo y le paga 200 francos (precisamente), la joven bailarina que le acompaña durante dos días con sus noches. La larga secuencia del final en una taberna permite comprender a los espectadores el frío que sienten los personajes. Y su soledad, y el calor de la estufa mientras una pareja de ancianos devuelve a Andreas la imagen de sus padres a la vez que este les muestra el reloj que le dieron al irse de casa.
 
Es, en definitiva, una obra sobre la redención más íntima y personal, la segunda oportunidad para los abandonados de sentirse personas y disfrutar, en apenas unos días, de lo que no debería negársele a nadie, tanto religiosa como místicamente.
 
Esta es la película completa, un cine que ya no se hace, que ya no se hacía cuando se rodó en 1988:
 

lunes, 26 de abril de 2021

"Crítica literaria de la escritora Marta Muñiz Rueda a Poeta en Madrid, en el Correo Cultural".

"Poeta en Madrid” es, probablemente, la obra más transgresora, arriesgada y valiente de Justo Sotelo. Lo es por crear un nuevo lenguaje, por dejar que su voz se exprese libremente, sin miedo a lo que el mundo pueda ver en él. Creo necesario resaltar este coraje, la grandeza de todos los librepensadores que aún existen y que no permiten que nada ni nadie les impida decir lo que piensan".

Lo dice la escritora Marta Muñiz en otra reseña larga, inteligente y cuidada sobre mi novela. La ha publicado el pasado 20 de abril en la revista el Correo Cultural (Arte de Vanguardia):

https://correocultural.com/.../poeta-en-madrid-de-justo.../

También dice cosas como estas:

"No le tiembla el pulso a la hora de ser ‘políticamente incorrecto’, denunciando la hipocresía moral de la sociedad de esta época, la corrupción, el desgaste de los valores, la contaminación de la cultura, la ausencia de Quijotes que defiendan la libertad, la pasividad de un mundo que no es capaz de quitarse de los ojos la venda que le impide ver una realidad cambiante que ya no puede controlar, desbocada por el capitalismo atroz y las tiranías encubiertas".

La foto de Marta es de cuando vino a Madrid en 2018 para tocar el piano en el Retiro durante la presentación del ensayo de Almudena Mestre sobre mi obra literaria. No recuerdo lo que tocó entonces, pero me apetece escuchar con ella esta transcripción al piano del célebre adagietto de la Quinta de Mahler, al que cita Marta en la reseña, como es lógico. Mahler escribió esta canción de amor para el amor de su vida y a mí no me hubiera importado haberlo hecho para el mío:

https://www.youtube.com/watch?v=MUOoN2lFP8Q

 


 

"Tertulia del Café Gijón el 26 de abril con la escritora y profesora Idoia Arbillaga".

"La mística judía de la Cábala en la tertulia on line del Café Gijón de mañana martes con la escritora y profesora Idoia Arbillaga, a las 18.30 como siempre".

Nacida en Cartagena en 1974, es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Crítica literaria, Teoría y Literatura Comparada. Entre los años 1997 y 2003 fue profesora de la Universidad de Alicante, y de Secundaria desde 2006. Ha colaborado en La Razón (2007-2012) y desde 2016 también en Radio de Murcia. Como crítica literaria ha escrito "Estética y Teoría del libro de Viaje" (Universidad de Málaga, 2005) y "La Literatura china traducida en España" (Universidad de Alicante, 2003). En 2017 fue finalista en el Ateneo de Sevilla con la novela "En el fondo, un crimen". Como poeta ha publicado: "Pecios sin nombre" (Prólogo de Prieto de Paula, Amargord, 2012), "Los Márgenes del Agua" (Prol. de Manuel Rico, Tigres de Papel, 2014) y "Creación y Vacío" (Colección Rayo Azul de Huerga y Fierro, 2020), que es del que me apetece que nos hable en la tertulia. 
 
"Creación y vacío" lleva un prólogo de Esther Bendahan, directora de cultura del Centro Sefarad-Israel de Madrid y la introducción de uno de mis profesores de Teoría de la Literatura de la Complutense, Fernández Vallina, que me enseñó muchas cosas interesantes de La Biblia (Faulkner decía que no se podía escribir bien sin haber leído antes ese libro). Es director del departamento de Estudios Hebreos y Arameos de la Facultad de Filología de la Complutense y también nos acompañará en la tertulia.
 
Arbillaga trata de paliar cierta carencia histórica dentro de la lírica castellana en el pensamiento judío. La cultura hispano-judía, con un pensamiento filosófico de gran hondura, dio lugar a obras maestras como "El Zohar", un texto que ha influido en el mundo judío de todo el planeta y que fue escrito en el medievo español por un leonés. El libro versa sobre cuestiones vitales y temas universales que parten de la individualidad de la propia autora: la no maternidad, la muerte del padre, el vacío existencial, etcétera, y a ello le ha superpuesto el ropaje conceptual del pensamiento místico judío. Hay precedentes en cuanto a la inclusión de referentes judíos en Valente, Gelman o Mestre, pero, hasta la fecha, nunca había sido publicado un libro entero determinado conceptualmente por dicho pensamiento judío sefardita.
 
En este video se puede ver la presentación del libro en marzo en la Casa Sefarad de Madrid, un placer para el intelecto, con la poeta, Vallina y la directora del centro:
 
 

 

domingo, 25 de abril de 2021

"Poeta en Madrid y El holandés errante".

Una nueva reseña sobre mi novela "Poeta en Madrid" publicada por Mariwan Shall en The Citizen, un periódico estilo tabloide surgido en Sudáfrica y que también se distribuye en Madrid.

En ella se habla de las voces interiores de los artistas y se citan los nombres de Beckett, Hesse, Barthes, Joyce, Macedonio, Goethe, Allen, Schiller, Dante, Sócrates, Nietzsche, Kierkegaard, Antonioni, Pessoa o Heine. 
 
Me fijo en el último nombre, uno de los grandes poetas románticos alemanes, y escucho la obertura de "El holandés errante", la ópera que Wagner escribió a partir de la obra de Heine "Las memorias del señor de Schnabelewopski":
 
Esta es la reseña publicada el 7 de abril:
 

¿Con mi Poeta en Madrid se puede pecar?

"Lluvia, olor a tierra mojada, un buen libro y... si es este, " Poeta en Madrid" de Justo Sotelo, ¿será pecado? Placer asegurado".
 
Es lo que escribió en su muro el otro día la extremeña y gran lectora Noelia Carmona Lambea. Hace unos meses ya se leyó mi ensayo de Murakami (está en la tercera foto). Al leer sus palabras sonreí, como es lógico. Noelia estudió Magisterio de Educación Primaria, tiene 4 hijos y disfruta ayudando a los niños que están en riesgo de fracaso escolar. Esto lo sé porque acabo de leerlo en una página de Internet mientras me tomo el primer café de esta mañana de primavera (casi no hablo con nadie por Messenger porque me parece que la vida privada de la gente es sagrada, empezando por la mía. No pretendo ligar, como es obvio, ni lograr favores de nadie. No me gusta utilizar a nadie para nada). Además a Noelia le apasiona la gestión cultural, y por eso dice que "Trabajando como gestora cultural descubres la causa efecto de las decisiones adaptándote al cambio, tomando elecciones importantes en contextos informales como puede ser la biblioteca de tu ciudad, y a través de actividades de trabajo en equipo que desarrollé, en contacto con niños y adultos de todas las edades, es como me descubrí a mí misma. Pones de relieve pequeñas necesidades de nuestra ciudad siendo necesario abordar nuevos retos como es promover la cultura específicamente en adolescentes y preadolescentes, y fomentar la lectura en niños de contextos desfavorables". 
 
Apuro el café y me viene a la cabeza una canción de una extremeña de adopción. 
 
Va por ti, Noelia, y por todas las mujeres independientes, seguras de sí mismas, todas las mujeres que leen, piensan, quieren ayudar a los demás y saben vivir.
 
Quizá sea verdad que se puede pecar con la cultura y la literatura:
 

sábado, 24 de abril de 2021

"Estoy volando porque soy el rey del mundo".

A veces paro el coche debajo de la torre del BBVA del Paseo de la Castellana que proyectó Sáenz de Oiza, donde trabajé varios años, siendo muy joven, como titulado del Servicio de Estudios. Fui bróker algún tiempo y me comí el mundo desde la planta 22, como ocurrió con Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en "Titanic".
 
Fue entonces cuando te conocí y cogí tu mano. Y tú cerraste los ojos y te acercaste a la barandilla y abriste los ojos:
 
Lo demás es la película de nuestra vida:
 

"Poeta en Madrid o la novela de la creación".

Una nueva reseña de mi novela, donde la comparan con el "Ulises" de Joyce y la "Alicia" de Carroll.
 
Es de la escritora malagueña Presina Pereiro (la fotografía del libro también es de ella). Al final me mete en un cuadro de Renoir, y por esas cosas de la asociación de ideas mi mente se traslada a aquella época para escuchar a las manos de Martha Argerich:
 
Esta es la reseña publicada a finales del mes pasado:
 
 



 
 

martes, 20 de abril de 2021

"Tertulia on line del Café Gijón con el profesor José María Paz Gago".

Del profesor Paz Gago leí en su día un libro de teoría literaria sobre el Quijote. Y ayer por la tarde salió a relucir en la tertulia on line del Café Gijón.

Su maestro fue Umberto Eco y el mío Antonio García Berrio, dos genios. Ayer José María Paz Gago nos dijo que siempre había leído los libros de nuestro tertuliano Javier del Prado Biezma en Cátedra, y yo dije lo mismo. Y salieron los nombres de Genette, Albaladejo, Barthes, Derrida, Dolezel.
 
Se trataba de hablar de la novela de José María "Desventuras de un seductor".
 
Y de seducir.
 



 
 
 

"Entre el experimento y la metaliteratura".

Es el título de la crítica literaria que ha publicado Manuel Rico en la revista Zenda sobre "Poeta en Madrid". Se publicó el lunes pasado:
 
 
Rico menciona a Alma Mahler en su reseña. Su sombra está latente en mi novela y casi daría para otra narración, algo que he pensado escribir más de una vez (aparece citada en mi novela "Las mentiras inexactas"). Estas son las 16 canciones que nos han quedado de ella:

viernes, 2 de abril de 2021

Ayer por la tarde en el Ojo Crítico de Radio Nacional unos minutos con mi "Poeta en Madrid".

La novela se la ha leído la periodista Ángela Núñez y ha elaborado un curioso montaje entre los minutos 23 y 27. Como decía el lord Henry de "El retrato de Dorian Grey" de Oscar Wilde, lo importante es que hablen:
 

jueves, 1 de abril de 2021

"Tu "Poeta en Madrid" me recuerda "8 1/2" de Fellini".

Es lo que opina la médica y escritora italiana Matilde Tricarico de mi novela (es miembro de la tertulia del Café Gijón desde hace un par de años). Me lo ha dicho varias veces, y anoche quise volver a ver una de las películas más fascinantes del cine, y responderle algo inteligente. 

Y se me ocurrió la idea de escribir yo mismo una especie de "auto reseña" a partir de las palabras de Matilde. ¿Quién no ha visto esta película alguna vez?, me pregunté. ¿Qué creador no ha pensado en ella cuando está escribiendo? Recuerdo que un profesor nos la explicó en el colegio después de que la pusieran en la tele, y desde entonces viene en muchas ocasiones a mi cabeza. Al personaje de Mastroianni /Fellini no le gusta la realidad y toda la película la llena de fantasía, que es la propia realidad del cine de Fellini. Lo lúdico es su manera de superar la confusión de esta vida. Nos encontramos ante un monólogo lírico donde se mezclan la verdad, la realidad, los sueños, los recuerdos y la fantasía. La idea es expresar la confusión del mundo mental del personaje interpretado por Mastroianni y para conseguirlo la cámara de Fellini se mete literalmente en su interior, como supongo que Matilde habrá visto con mi personaje de Gabriel Relham. Y así se avanza por la mente del director de cine como se avanza por la mente de mi escritor madrileño a la hora de ver sus fobias, manías, obsesiones y sueños. Si Fellini no se conformó con hacer cine, y también quiso ser "el cine", quizá Matilde haya querido decir que yo también he querido ser "la literatura" con mi poeta en Madrid. Después de todo, como dijo Proust, cada lector cuando lee se convierte en el propio lector de sí mismo. Además, la vida es una fiesta y los seres que nos rodean merecen nuestro cuidado, respeto y absoluta devoción.

 Y ahora sí, me marcho al mundo de Federico Fellini con la música de Nino Rota:

 https://www.youtube.com/watch?v=nWqC6kRCLjI