sábado, 31 de julio de 2021

"Dos veranos unidos por un puente".

En el verano de 1965 se enamoraron Francesca Johnson y Robert Kincaid, y en una tarde del verano de 2021 yo pensé en su historia de amor mientras leía "El viento entre los juncos" (1889) del poeta irlandés W. B. Yeats. Este escritor siempre me recuerda mis veranos en Dublín, en Connemara en busca de "El hombre tranquilo", de las islas de Arán que están a un paso de Galway y un poco más arriba de los acantilados de Moher y el "Ring of Kerry" de Doolin y "La hija de Ryan". Al llegar al final del poema del libro de Yeats "La canción de Ængus vagabundo", me vino a la cabeza la relación sentimental y sexual que se establece durante unos días entre una ama de casa del profundo Estados Unidos (Iowa) y un fotógrafo de la "National Geographic". El marido y sus dos hijos están fuera por asuntos de negocios, y aparece Clint Eastwood conduciendo una camioneta. Le han encargado que haga un reportaje fotográfico sobre los famosos puentes de Madison y le pide a Meryl Streep que le indique dónde encontrarlos. 
 
Dice Yeats o la voz poética:
 
"Y alguien me llamó por mi nombre: / Se había convertido en una joven de sutil resplandor / Con flores de manzano en su cabello / Que me llamó por mi nombre y corrió / Y se desvaneció en el claro aire.
 
"Y besaré sus labios y tomaré sus manos; / Y caminaré a través del largo y jaspeado césped, / Y arrancaré hasta el fin de los tiempos / Las plateadas manzanas de la luna, / Las doradas manzanas del sol".
 
Dice Robert:
 
- Francesca, ¿crees que lo que nos ha pasado le pasa a cualquiera? Ahora puede decirse que no somos dos personas, sino una sola. Y algunas personas se pasan la vida buscando esto sin encontrarlo, y otras ni siquiera creen que exista. ¿Vas a decirme que lo que vamos a hacer es lo correcto? 
 
En uno de los finales más románticos y tristes de la historia del cine moderno, Robert pide a Francesca que se marche con él, pero ella decide, bajo la lluvia y con el corazón destrozado, quedarse con su familia. Aunque solo hayan sido unos días, sabe que ha conocido el verdadero Amor, y eso le basta. 
 
Después, en mi tarde de verano, sonaron John Coltrane y Johnny Hartman, y eso también me bastó a mí:
 

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