Esta foto es de un mes de julio de hace un tiempo en el comedor de profesores del edificio B de la Universidad Complutense, y hoy me la recuerda esta red social. Pilar Azorín-Albiñana, Sonia Arranz y yo quedamos a comer con el catedrático de literatura Antonio Garrido Domínguez -me dio clase de varias asignaturas y codirigió mi tesis sobre Murakami-, para hablar de uno de sus libros, "Aspectos de la novela en Cervantes" (2007, Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares). Antonio me enseñó a "estudiar" una novela, incluidas las mías, a partir de una idea que también se pone de manifiesto en el libro que nos enseña Pilar en la foto: la novela en Cervantes entra en relación directa y dialógica con una doble tradición, la novela de "su" tiempo, es decir, la creación novelesca y los géneros históricos del Renacimiento, y con la reflexión en torno a la propia novela por la naturaleza metaficcional de sus obras más relevantes. El modelo cervantino es la novela de pruebas (como nos dice Bajtín), la épica cómico burlesca en prosa (Pavel) o la novela patético humorística y sus manifestaciones renacentistas, pastoril, morisca, sentimental, de caballerías y picaresca, entre romance y novel (Riley). Además el esquema compositivo de la novela de pruebas aparece en todas las obras novelescas de Cervantes, desde la primera, "La Galatea", a la última, el "Pérsiles", pasando por el "Quijote".
De
todo esto hablamos en aquella comida, y ya que hemos llegado al
Quijote, me tomo el primer café de la mañana escuchando la obra canónica
sobre nuestro personaje en forma del ballet de Petipa y Minkus. La
primera vez que vi esta obra fue en el Pompidou de París, ese templo de
la posmodernidad.
Está claro que todo me lleva siempre a París, includo don Quijote:
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