martes, 14 de septiembre de 2021

"Una poética del exilio. Hannah Arendt y María Zambrano".

Olga Amarís Duarte (Madrid, 1979) es amiga desde hace tiempo en esta red social, y hoy quiero hablar de su último libro publicado, a la vez que me tomo el primer café del día. Olga es doctora en Filosofía y traductora, y ha estudiado en la Universidad Complutense y en la Ludwig Maximilian de Múnich. Después de escribir su tesis doctoral sobre el exilio de Arendt y Zambrano, ha imaginado en Port Bou un encuentro entre ellas, que es casi como hacerlo entre sus maestros Heidegger y Ortega. Lo ha publicado la editorial Herder este 2021. Hace unos días se presentó en Málaga, y hoy martes Olga hablará en Bilbao sobre Zambrano con la filósofa Marifé Santiago Bolaños, con la que casualmente comparto editoriales, ya que ambos hemos publicado libros con Bartleby y Huso.
 
Aparte de leer con sumo agrado los textos breves que Olga escribe por aquí, me gustó saber que ese encuentro sucediera en Port Bou, un lugar importante en la vida de tantos españoles exiliados tras la Guerra Civil, pues por la frontera de Girona salieron de España miles de personas como Antonio Machado y su madre, que fueron a morir a escasos kilómetros de allí, y también salió mi padre, como cuento de alguna forma en mi novela "Entrevías mon amour". En Port Bou he estado muchos veranos, pensando, intentando entender cosas, y leyendo algún libro de Walter Benjamin, otro exiliado que además murió allí.
El segundo motivo de agradecimiento a Olga es animarme a releer a María Zambrano, lo que he hecho durante los últimos días. Uno de sus primeros libros que leí fue "Claros del bosque" (1977), y desde el primer instante comprendí que estaba ante un texto tan filosófico como poético, realmente esencial. Zambrano (1904-1991) habla del "no-lugar", del paraíso perdido. Se refiere a un lugar que es anterior al tiempo, donde todos podemos recuperar la unidad primigenia. La pensadora malagueña propone así una regresión originaria donde la filosofía, la poesía, la música y la mística nos indican el camino para recordar "el sentir" y rescatar las cosas y los seres de la confusión de la vida.
 
Otro exiliado, en este caso músico, Salvador de Bacarisse, escribió una música a la que ya me he referido en alguna ocasión que evoca, admirablemente, la nostalgia y la sensación de pérdida del paraíso perdido. Yo nunca me he sentido apartado de nada, por aquello de "saberme" ciudadano del mundo, como dijo Ortega, y recuerdo los veranos en Port Bou llenos de amor y felicidad, desnudo en aquella cala azul y perdida del Mediterráneo, rodeada de pinos.
 
Aun así esta música me resulta irresistible:
 

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