Anoche me dormí releyendo "Los gallinazos sin plumas", un cuento de
Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), el escritor peruano que se encuentra
entre mis autores favoritos.
Si Vargas Llosa no hubiera escrito
el año 1962 "La ciudad y los perros" (lo hizo en Madrid, por cierto, en
un bar que está cerca del Retiro"), "La casa verde", en 1965, y, por
supuesto, su obra maestra absoluta, "Conversación en la Catedral", en
1969, diría que es el escritor peruano que más aprecio, junto a César Vallejo.
Dos niños huérfanos, Efraín y Enrique, son explotados por don Santos,
su abuelo. Quiere que consigan, diariamente, latas o alimentos podridos
para su cerdo Pascual. El cuento tiene una temática social, como es
obvio, pero no cae en la demagogia. El abuelo representa a la sociedad
de consumo del capitalismo salvaje y los hermanos a todos los pobres
explotados del mundo. Es una metáfora de la América del Sur en esa
época, con un lenguaje que oscila entre las narraciones de Maupassant y
Borges, expresivo y lleno de metáforas.
El cuento de Ribeyro da título a su primer libro, que escribió en París el año 1958, adonde había ido para redactar una tesis en literatura francesa en la Sorbona. Vivió en el Barrio Latino, como dios manda. También lo hizo en Barcelona, Madrid, Amberes, Berlín y Hamburgo.
En fin, literatura, como diría Cortázar.
El cuento de Ribeyro da título a su primer libro, que escribió en París el año 1958, adonde había ido para redactar una tesis en literatura francesa en la Sorbona. Vivió en el Barrio Latino, como dios manda. También lo hizo en Barcelona, Madrid, Amberes, Berlín y Hamburgo.
En fin, literatura, como diría Cortázar.
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