domingo, 29 de octubre de 2017

"Lágrimas en la lluvia".

Vivimos una época de tal celeridad que todo se convierte en pasado casi sin darnos cuenta. 

El otro día una región española se hizo republicana durante un rato. Después se convocaron elecciones en ese lugar, de lo que se hablará hasta que haya elecciones en otra parte. Los turistas recorren el mundo sin bajarse del avión; por fin se ha realizado el sueño del aguerrido turista con dinero. Las personas conocen, fácilmente, a otras personas a través de Facebook, Twitter, Meetic, eDarling, etcétera, y se enamoran para toda la vida, hasta que vuelvan a enamorarse para toda la vida. Las noticias de los telediarios se vuelven viejas de un día para otro y algo similar le ocurre al cine. Como me dijo una vez una alumna, "a mí me gusta mucho el cine antiguo, sobre todo el que se hace desde el año 2000".

Es una época apasionante, desde luego, muy diferente de las anteriores, a caballo entre la tercera y la cuarta revolución industrial, como suelo explicar a mis alumnos. Y por eso me interesa analizarla, escribir sobre ella y, sin duda, disfrutarla, entre otras cosas porque es la mía.

Aunque quizá lo importante sea otra cosa, siempre es otra cosa. Como se dice en la película de Ridley Scott de 1982, "Blade Runner" -en uno de los finales más bellos y famosos de la historia del cine-, los seres humanos no somos más que lágrimas en la lluvia, incluidos los que aspiran a ser seres humanos. Esa frase la incluyó por su cuenta el replicante Roy Batty que interpreta Rutger Hauer, un tipo francamente inteligente, de esos actores que leen. Sus palabras estaban inspiradas en "El barco ebrio", de Arthur Rimbaud.

En el fondo quizá sea maravilloso ser solo "lágrimas en la lluvia", sobre todo si esas lágrimas saben amar y ser amadas. 

Lo esencial es que las palomas blancas sigan volando en libertad:

https://www.youtube.com/watch?v=qKpMFMiRkBI

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