Eva García Madueño, una amiga
malagueña de Facebook a quien todavía no conozco personalmente, escribió
el otro día lo siguiente en su muro, y puso estas fotos:
"Mi momento de relax antes de dormir llega con la lectura de "Cuentos de los otros".
Los "Cuentos de los otros" de Justo Sotelo te atrapan desde el primer
momento. Ninguno de ellos te deja indiferente. Todos conllevan una
experiencia vital, una enseñanza. En ellos el lector contempla sus
sentimientos más profundos reflejados en los "otros" encontrándose a sí
mismo en el espejo de los personajes de cada una de las historias.
"Cuentos de los otros" ofrece en su conjunto una lectura amena y exquisita estableciendo un diálogo interno con el autor, que nos hace partícipes de sus reflexiones y nos invita -a través del mundo del arte- a la búsqueda de nuestra identidad.
Os dejo. Me están llamando. Felices sueños".
Hasta aquí las palabras de Eva.
Además eligió un cuento, "El fuego", que tiene una importancia central en el libro, a partir del poema del grandísimo Salvatore Quasimodo. Lo empecé a escribir frente a una chimenea, hace ahora un año aproximadamente. Afuera hacía frío.
"El fuego".
Ella apaga la lámpara de la cocina y enciende el fuego de la chimenea mientras yo recito unos versos de Quasimodo. “Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra / traspasado por un rayo de sol: / y de repente la noche”.
Las polillas revolotean junto a la ventana húmeda. Se las ve felices, tranquilas, seguras en el calor del hogar. Afuera hace frío; ha llegado el invierno y los animales corren a resguardarse en los porches y los cobertizos. Ella me responde con otro poema. Apenas lo susurra. Es como si lo estuviera viviendo por dentro y sus labios tan solo fueran una distracción. Observo cómo desaparecen las imperceptibles arrugas de su rostro. Su mirada llena el Universo, lo atrapa.
Es la forma en que me mira.
Y de repente la noche".
"Cuentos de los otros" ofrece en su conjunto una lectura amena y exquisita estableciendo un diálogo interno con el autor, que nos hace partícipes de sus reflexiones y nos invita -a través del mundo del arte- a la búsqueda de nuestra identidad.
Os dejo. Me están llamando. Felices sueños".
Hasta aquí las palabras de Eva.
Además eligió un cuento, "El fuego", que tiene una importancia central en el libro, a partir del poema del grandísimo Salvatore Quasimodo. Lo empecé a escribir frente a una chimenea, hace ahora un año aproximadamente. Afuera hacía frío.
"El fuego".
Ella apaga la lámpara de la cocina y enciende el fuego de la chimenea mientras yo recito unos versos de Quasimodo. “Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra / traspasado por un rayo de sol: / y de repente la noche”.
Las polillas revolotean junto a la ventana húmeda. Se las ve felices, tranquilas, seguras en el calor del hogar. Afuera hace frío; ha llegado el invierno y los animales corren a resguardarse en los porches y los cobertizos. Ella me responde con otro poema. Apenas lo susurra. Es como si lo estuviera viviendo por dentro y sus labios tan solo fueran una distracción. Observo cómo desaparecen las imperceptibles arrugas de su rostro. Su mirada llena el Universo, lo atrapa.
Es la forma en que me mira.
Y de repente la noche".
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