Patrick Toumba Haman
Universidad de Maroua, Camerún
Dios, en todas las literaturas en general, se manifiesta a través de varias figuras y reviste de muchos atributos. Puede evocar un deseo, una espera, una esperanza o simplemente orientar la conducta de un personaje o constituirse en el árbitro, si se atiende a su carácter omnisciente. Dios es manifestación y silencio a la vez. A veces no se le nombra de manera directa. En la literatura española contemporánea, reflejo de la época posmoderna en la que encaja el texto que nos proponemos analizar, sigue algo presente la imagen de Dios a pesar del interés cada vez menos importante que se le dan. En palabras de Juan Rubio (2013), ‘Evidentemente no está [Dios] presente como en las obras del Padre Coloma. […] Dios está presente en la novela contemporánea, pero está con su silencio’ (Lo que decía ayer José Miguel Espinosa Sarmiento, cuando hablaba de Rafael Matesanz Martín según quien el siglo XX es un triste siglo del Dios silenciado, por el fuerte crecimiento del ateísmo). Este estado de cosas se debe entonces a que la postmodernidad es la crítica de la modernidad que es, a su vez, la crítica del cristianismo tradicional.
La presente reflexión se centra en la primera novela de Justo
Sotelo, La muerte lenta (1995), con
la finalidad de entender cómo se puede leer este ente supremo en el recorrido,
los deseos y esperas del protagonista intradiegético. En este sentido,
demostraremos cómo se manifiesta Dios, partiendo de la función titulógica, en
relación con el corpus, y sobre todo a través de la presencia constante del
número tres, cifra harto significativa a la hora de captar el sentido de Dios
en la doctrina cristiana. Es de notar que no se tratará de llevar a cabo un
estudio sistemático sobre Dios, por el carácter difícilmente asequible de los
textos postmodernos, por lo que solo nos detendremos en lo que nos parezcan las
huellas de la lectura de la presencia de este ser supremo.
Señalemos de pasada que el
narrador está preocupado por su salvación ya que cree en Dios (‘yo tenía un año
y aún no creía en Dios’), y su salvación parece estar supeditada a los
recuerdos que tiene de su amigo, nacido un 25 de diciembre, cuando apunta: ‘Tú
serías para mí el mismísimo Jesucristo’ (Sotelo, 1995: 15). Son constantes los
diálogos entre ambos personajes, a modo de soliloquio. ‘Te fuiste, pero no pude
olvidarte, jamás podré’ (Sotelo, 1995: 35).
El trabajo se basa en la
semiótica como método de análisis e interpretación del texto, que es la novela
que nos interesa aquí. El método semiótico como el apropiado aquí no solo por
su transdisciplinariedad, sino también y sobre todo porque se basa la
comunicación en el signo como construcción real de la inteligencia, y
específicamente en el símbolo convencional, la cifra tres, que puede entonces
tratarse desde varias miradas científicas. Esta comunicación no es del todo
puramente religiosa ni tiene la intención de serlo ya que me apoyo en el
mencionado corpus literario, pero de vez en cuando aludiremos a algún hecho
bíblico para mostrar las huellas de la presencia de Dios en el texto a analizar.
Se divide en tres apartados: primero, la justificación del título de la
comunicación y segundo la búsqueda de la presencia de Dios a través de la cifra
tres y el lenguaje. Por fin, si me da tiempo, intentaré hacer una lectura
social de la obra de Justo Sotelo.
I-
DE LA JUSTIFICACIÓN DEL TÍTULO DE ESTA COMUNICACIÓN Y DE LA FUNCIÓN TITULÓGICA
DEL CORPUS ANALIZADO
¿Por qué el título de la
presente comunicación, ‘Presencia ausente o ausencia presente de Dios en La muerte lenta…? ‘Presencia ausente’
porque existen signos textuales que dan cuenta de su presencia poco
significativa que en realidad no se ve sino a través de una operación de
análisis e interpretación. Desde otro ángulo, ‘ausencia presente’ porque a
pesar de su silencio, se intuye su presencia. El vocablo que nos une aquí,
‘Dios’, viene muy pocas veces en toda la novela, una decena de veces, exactamente doce veces (p.15 dos veces, p.
36, 46, 47, 50 dos veces, 71, 105, 107, 132 y 141), cifra también muy
significativa en relación al tema de Dios. A pesar de esta poca presencia,
podemos hacer una lectura de la misma en la obra. Primero, el narrador cree en
Dios, como es observable entre el ‘yo tenía un año y aún no creía en Dios’ (15)
y el ‘Salomé [novia de su amigo Enrique y nombre tan significativo] no pudo
hablar más conmigo, a ella también había que enseñarle a creer en Dios’ (132). Del
mismo modo, el lector se da cuenta del sometimiento del propio narrador casi
siempre que él habla de Dios, a través de esta fórmula constante y repetitiva
que aparece tres veces: ‘como Dios manda’ (15, 47, 71).
Tras recorrer esta misma
novela, no aparece de manera nítida la presencia de Dios, según ya queda
señalado. Esta dificultad de aprehenderla es también y sobre todo lo que motiva
esta reflexión, ya que, como en palabras de otro narrador de Sotelo (2017:
128), ‘Considero que es más importante lo que no se dice que lo que se dice’.
En cualquier caso, que sea la presencia ausente o la ausencia presente de Dios,
que es esencialmente imagen, espíritu, luz y amor, cualquier lector preparado
de La muerte lenta se percataría de
modo rápido del carácter fluido y transparente de este ente supremo en esta
novela, de Sotelo, que se inscribe dentro de una dinámica universal. A lo
mejor, para entender el carácter etéreo de Dios, conviene recurrir a la opinión
del crítico postmoderno Zygmunt Bauman (2002) según quien Dios está relegado al
pasado, y que se ha hecho líquido en la posmodernidad. La propia presencia
indirecta de Dios en el título de la novela, La muerte lenta, tiene entonces que ver en parte con el que donde
no haya muerte, poco se hablaría de Dios, porque en varios casos Dios suele
entrar en las vidas de los seres humanos cuando se ponen a pensar en el final,
el más allá.
¿Por qué una aproximación
semiótica? Porque la reflexión se centra en el lenguaje, complejo por su
esencia como ya queda señalado. También y sobre todo porque el signo que
analizamos se inscribe dentro de la postmodernidad que, en palabras de Vattimo
(2004), marca el ‘ocaso de Occidente’ donde ya no existe la Verdad sino
verdades o donde a falta de grandes relatos, nos encontramos, en términos del
narrador de La muerte lenta, con ‘la
falta de grandes pensadores en la actualidad’ (Sotelo, 1995: 66). En este
sentido, los resultados a los que llegaremos solo serían una verdad y una
mirada entre tantas otras. Ya que, como afirma Todorov (1993: 256), ‘La obra de
arte no es más que conexiones’.
Según las herramientas narratológicas, se puede acceder a
la significación profunda de una novela a partir de sus coordenadas
estructurantes (espacio, tiempo, personajes…), del análisis anomástico de la
misma (la antroponimia, la toponimia…) o de su título. A primera vista, el
título de la novela que analizamos, La
muerte lenta, puede hacer referencia a la muerte de Cristo, por la pasión,
lenta por los sufrimientos del Hijo del Hombre, si se supone que según las
creencias del cristianismo ha muerto antes de resucitar. Además, en este artículo asimilamos a Jesús con Dios, enfocándonos
en sus dichos y actos ya que según parece, él fue más que un simple hombre.
Sólo por limitarnos en unos pocos detalles, la Sagrada Biblia (2012) deja transparentar que Jesús afirmó ser Dios
o ser igual a Dios (Colosenses 2, 9). Él declaró tener el poder de Dios. Tuvo
el poder de perdonar pecados (Marcos 2, 5-7) o de levantar a las personas de entre los muertos
(Juan 5, 25-29). Operó muchos milagros invirtiendo así las leyes de la
naturaleza. Vivió una vida sin pecado… Para reforzar esta idea de asimilación
de ambas entidades, nos apoyamos en Julia Kristeva (1986: 62) según quien ‘este
Dios, como para acercarse más al lugar del hombre que lo invoca, es un “señor
Jesucristo, el Hijo único de Dios”. Engendrado por Dios, comparte su esencia,
le es “consustancial”, lo que queda especificado por la distinción “engendrado
y no creado”, ya que la criatura, en tanto creada, no podría ser idéntica al
Creador’.
La cifra tres está presente
en toda la vida de Jesús. Y existen también muchas relaciones entre la propia
muerte, lenta, de Jesús y el número tres, cifra en la que nos detendremos
luego: se colocó a Jesús en la cruz en la tercera hora del día, murió a la hora
novena, la oscuridad cubrió la tierra durante tres horas, resucitó al tercer
día o tres mujeres, María, María Magdalena y Salomé acudieron a su sepultura.
En este caso, La muerte lenta, título
de la obra por el que se puede leer a Jesús, es un trampolín que nos conduce a
Dios ya que como el misterio de la trinidad, está constituido este título (La muerte lenta) de tres palabras. De la
misma forma, a modo de paralelismo, aparece Jesús, como se ha visto en el
título de la novela de Sotelo, como parte fragmentada y constituyente de la
Trinidad de la que está formado Dios y en definitiva como la propia metáfora de
Dios.
II- DEL SIGNIFICADO
DEL NÚMERO TRES EN LA MUERTE LENTA
Fundamentalmente, el número
tres es lo que da sentido a nuestra reflexión en el marco de esta comunicación.
Es, en gran medida, lo que nos lleva a deducir la presencia de Dios en la
novela que analizamos. De modo general, se ha estudiado el número tres en
muchos ámbitos de las ciencias. Es sin duda uno de los números con mayor
significación y determinación en nuestras vidas y creencias. Para Platón, el
número tres simboliza la imagen del Ser Supremo en sus tres personalidades
(Material, Espiritual e Intelectual) y en Aristóteles determina la Unidad del
Hombre y contiene en sí al Principio, al Medio y al Fin.
De los estudios llevados a
cabo en la Biblia, el número tres aparece más de 450 veces. Es el primero de
los cuatro números espiritualmente perfectos (los tres otros son el 7, 10 y
12). El número tres es entonces lo que nos lleva a acercar esta reflexión a la
imagen de Dios, a la presencia ausente o ausencia presente de Dios en la novela
analizada. Porque el propio Dios es Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo),
Dios como ser ‘tres’, no, trascendente es el que es, el que era y el que ha de
ser.
Una de las mayores
preocupaciones del narrador de La muerte
lenta es su salvación. Esta pasa por el pasado o la memoria, realidad que
busca constantemente. Pero esta salvación se lee a través del número tres que
está muy presente en la novela, si por analogía se supone que Jesús murió a los
treinta y tres años para resucitar al tercer día de su muerte-. Aparece el
número tres desde el íncipit, cuando apunta el narrador que tiene poco más de
treinta años, edad que se asimilaría con la de Jesús a su muerte: ‘Hay tres
cadáveres en mi vida: mi juventud, Van Gogh y Enrique Espejo’ (1995: 13). Si en
realidad lo que denomina cadáveres lo son por situarse ya en su pasado, es
importante mencionar que siguen obsesionando al narrador hasta el punto de
condicionar sus vivencias. Está preso de su pasado, de lo que simboliza su
personalidad artística y su apego a su confidente Enrique. Conforme nos
adentramos en la novela, hay una sensación de que el número tres ocupa un sitio
de interés en la estructura de la novela que va presentando el narrador, como
son el círculo familiar de su amigo Enrique así como el entorno del banco donde
trabaja. Por ejemplo, dirigiéndose indirectamente a su amigo, dice: ‘Ya estaba
en tu casa tu hermano Antonio, tres años mayor que tú; después vendría, en
cabal consonancia, tu hermano Ángel, tres años menor que tú’ (16-17). Además,
como menciona el narrador, el padre de Enrique ‘nació ansiosamente a la vida
con más de treinta años’ (1995: 17).
Existen más referencias
textuales donde está presente la cifra tres: ‘como dicen que no existen dos sin
tres, quiero referirme en ese momento, si me sigues escuchando, a la tercera
idea que nos quiso transmitir el excesivo’ (32); ‘Los tres sentíamos pero yo
sentía más, porque sentía la música dentro de mí y porque no la sabía explicar’
(37); ‘En dos o tres meses me había cambiado el aspecto físico’ (45);
‘Realmente en Rosa tampoco pude apreciar a una mujer –Tenía tres años más que
yo– (49); ‘A través de la Universidad recibí dos o tres propuestas de empleo
que me hicieron perder mi ya escasa inocencia (49); ‘¿se sitúa el treinta por
ciento la tarifa impositiva del impuesto de sociedades? (50); ‘Como apoderado,
durante tres años, de la oficina bancaria me sentía enormemente feliz’ (54);
‘pero me convertí de la noche a la mañana en la segunda persona más relevante
del equipo que coordinaba la tercera parte de oficinas –quince en concreto– del
Banco en Madrid’ (61); ‘Algunos sábados quedaba con dos o tres compañeros de la
facultad para tomar unas copas’ (63); ‘a pesar de su edad [Leonor], sólo había
conocido, y de refilón, a tres hombres’ (74); ‘Una hora antes de que el
destartalado tren de cercanías rompiera mis oídos, y los de tres o cuatro
personas más, me encontraba…’ (75); ‘Y la última resaca se llenó de este tiempo
inexistente, del tuyo, de las treinta monedas y del mío, sobre todo del mío’
(86); etc. Si la importancia de Enrique para el narrador está suficientemente
demostrada, cabe recordar que Antonio también le facilita el contacto con el
pasado, una vez que llega al lugar de la adolescencia, alquilándole espacios
para recapacitarse. Y en última instancia, el nombre Ángel es harto
significativo y corre pareja con la idea de la salvación a la que hemos aludido
anteriormente.
Por lo que se refiere al
banco donde trabaja, el narrador introduce la figura de tres mujeres empleadas,
Susana, Irene y Marga a las que presenta como mujeres que quieren convencerle a
que abandone a su propia esposa, Leonor y se case con ellas (88). También en el
medio profesional, el narrador, para buscar una solución en relación a una
oferta pública de adquisición de acciones, recurre a los servicios de una joven
estudiante, Carmina quien piensa poder solicitar el apoyo de otra compañera de
clase y dice entonces: ‘quizás entre los tres…’ (116). De este trío, es decir,
el narrador, Carmina y Rosa María, esta última, Rosa María, es tres años mayor
que el narrador. Además, el mismo narrador, al aludir al momento en que se le
propone a Arturo Rey introducirle en el instituto, precisa que la mujer de este
está embarazada de tres meses (73).
Según indicamos
anteriormente, la novela está plagada de referencias textuales, de citas de
autores y en una de ellas, que es de Adriano y Yourcenar, leemos: ‘Como todo el
mundo solo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana:
el estudio de mí mismo, la observación de los hombres y los libros’ (142). Para
terminar, hacia el final del texto, cuando en el soliloquio, el narrador se dirige
a Enrique diciéndole que Figueroa ha escrito tres artículos en los que le
denuncia por su involucración en el tráfico de estupefacientes (149).
Como el íncipit, ‘Hay tres
cadáveres en mi vida’ (13), también aparece el número tres en el éxcipit, cuando
pregunta el narrador: ‘¿De qué me sirven ya las treinta monedas?’ (155),
palabras que recuerdan la traición de Jesús por Judas, asimilable en la obra
con el propio narrador protagonista. Ambas oraciones dejan transparentar un
tono de desesperanza del narrador por un pasado que se le escapa y que, en
definitiva, no ha conseguido conciliar.
Otro rasgo, quizá de menor importancia, por el que se
puede captar las huellas de Dios se sitúa a nivel del lenguaje. Como sabemos,
por la influencia de la nueva novela hispanoamericana muchos cambios se
operaron en la novela española a partir de la década de los 50 del pasado
siglo. Uno de estos cambios es observable a nivel del acto de narrar. Como bien
subraya Gutiérrez Carbajo (2013: 262), ‘Junto a la primera y a la tercera
persona narrativa, se introduce también el uso de la segunda, ensayado
magistralmente por Michel Butor y Carlos Fuentes entre otros’. En La muerte lenta, el narrador, además de
la primera persona, utiliza mucho la segunda persona para dirigirse a su amigo
Enrique a quien considera su Jesucristo. Con él, físicamente ausente, entabla
un diálogo como uno entablaría un diálogo con Dios en una plegaria. A lo largo
de las páginas que constituyen la novela, el narrador utiliza entonces el ‘tú’,
aunque sabe que no va a recibir ninguna respuesta directa por parte de su interlocutor
que no existe sino en sus innumerables e indelebles recuerdos.
III- DE LA CLAVE
INTERPRETATIVA DE LA MUERTE LENTA
Este tercer apartado,
que sirve de conclusión de esta comunicación, se interesa por el mensaje
subyacente que se puede leer en La muerte
lenta. Se trata de la clave
interpretativa del texto analizado ya que como señala Eco (1992: 29),
interpretar supone fidelidad y libertad. Por lo tanto, mediante esta operación
queremos buscar en el texto lo que quería decir el autor y a la vez lo que dice el propio texto,
independientemente de las intenciones de su autor. ¿Cómo captar el sentido
profundo del número tres en la novela analizada? Tal interrogación es la que
sustenta este último apartado. En efecto, no vamos a perder de vista el que la
novela es, en parte, el reflejo de la personalidad de su autor. Incluso, a
veces, como opina Ezquerro, el texto es capaz de producir más sentido de lo
esperado por su conceptor. Por otra parte, afirma Ernesto Sábato (2014: 88) que
‘la literatura de hoy no se propone la belleza como fin (…). Más bien es un
intento de ahondar en el sentido general de la existencia, una dolorosa
tentativa de llegar hasta el fondo del misterio’. En los análisis previos,
hemos llegado a la conclusión según la cual La
muerte lenta está muy relacionada con la salvación de su protagonista, de
ahí la fuerte presencia del número tres, símbolo de Dios, en el misterio de la
trinidad, tema complejo. Ya que en palabras de Pérez B. (2012: 132), ‘Expresar
el pensamiento que la posmodernidad posee sobre Dios, no es una cuestión del
todo sencilla’. Además, como ya se ha señalado, una de las mayores características de los textos
postmodernos- y de la propia postmodernidad- es su ambigüedad y sus
contradicciones. Ello resulta del que el fin de la modernidad, acentuado por la
crisis postestructuralista, ‘aboga por el relativismo e, incluso, por la
destrucción del significado: nos enseña que no es posible fijar un significado
único, estable y central en los textos, que la palabra escrita está inmersa en
un proceso pragmático que anula la posibilidad de comprensión única y la
inserta en un juego indefinido de semiosis, en la polisemia inestable e
indefinida’ (Lozano Mijares, 2007: 81). A la luz de los hechos analizados
anteriormente, llegamos a deducir que del texto de Sotelo, se puede sacar fundamentalmente
la lectura de la moral.
De entrada, al presentar el
panorama social de Occidente a finales del siglo XX, dice Gilles Lipovetsky
(1994: 208): ‘Las grandes proclamas moralistas se borran, la ética resurge, la
religión de la obligación se vacía más que nunca de su esencia, el «suplemento
de alma» está a la orden del día: «El siglo XXI será ético o no será»’. A
través del número tres, del que está obsesionado el protagonista de la obra
analizada, símbolo muy en relación con la imagen de Dios, se lee en filigrana
cierta denuncia del amor desordenado, propio a los protagonistas de nuestro
autor, y un ideal a la vuelta a los valores cristianos y al pasado, propia a la
postmodernidad, a imagen de su protagonista obsesionado por su propia juventud.
El hecho de que haya quedado desconocido el nombre del narrador protagonista
puede significar que podría ser el comportamiento de cada uno de nosotros aquí,
lo que critica sin duda Justo Sotelo quien estará abogando por una vida sexual
más responsable del hombre posmoderno. La desordenada vida del protagonista es
un trampolín para acceder a este ideal. La
muerte lenta, título de la obra y polo opuesto de lo que sería ‘La vida
rápida’, entonces relacionable con el carácter donjuanesco e insaciable del
protagonista, presto a ir de flor en flor, lo que no sería sin consecuencias
para la sociedad.
A partir del elevado grado
de ocurrencias del número tres, en La
muerte lenta, símbolo de la perfección en la Biblia, se puede captar las
preocupaciones de Justo Sotelo en una sociedad en que aparentemente, van
desapareciendo los valores tradicionales de la moral cristiana. De esta manera,
Sotelo plasma los hechos de manera fría, mira la realidad presente desde cierta
distancia y la critica mediante cierta ironía. Recurre al pasado, a través de
sus personajes propensos a la nostalgia y muy volcados hacia los recuerdos de
su infancia. Por lo que la obra aboga indirectamente por la vuelta a esta moral
cristiana. Esto se lee a través del comportamiento donjuanesco del protagonista
que presenta Sotelo para que cualquier lector pueda percibir la urgencia de una
educación sentimental. Por las fluctuaciones entre presencia ausente o ausencia
presente de Dios, como se ha observado, La
muerte lenta representa a la vez el símbolo de la ausencia del Dios de la
Ilustración y el fracaso de la modernidad, así como un ideal de la vuelta a los
valores morales premodernos.
Desde un enfoque semiótico es importante reflexionar sobre la demostración que realiza Patrick Toumba Haman respecto a la presencia de Dios en la obra "La muerte lenta", partiendo de del número tres que invita a los lectores a entrar de lleno en sus disertaciones filosóficas y metafísicas. Según el patrón narratológico que presenta la comunicación de Patrick Toumba Haman, se percibe como denominador común o motivo principal, la representación filosófica-teológica en todas sus acepciones, es decir, la presencia o la ausencia de un Dios supremo hecha realidad en toda la ponencia del autor a lo largo de la primera novela publicada de Justo Sotelo. En su trabajo late el método hipotético-deductivo planteando desde un principio el origen y los motivos del título del mismo. Este planteamiento implica un pensamiento lógico muy organizado que mantiene el autor, incluso a modo de silogismo. Parte de un origen y su discurso coherente y perfectamente estructurado va entretejiendo la aproximación semiótica, las herramientas narratológicas con el fin de aportar bases sólidas científicas y religiosas al número tres en la novela de Justo Sotelo.Todo su análisis literario está justificado y perfectamente definido a través de rasgos textuales de la novela y referencias literarias. Dentro del paradigma de la posmodernidad el autor se detiene en Zygmunt Bauman Brasil donde expresa el cambio y la transitoriedad del hombre y su relación con Dios. Una estructura flotante a modo de estructura rizomática según Gilles Deleuze y Guattari en medio de la liquidez o fluidez del pensamiento que late en el S.XXI y que Patrick Toumba Haman de modo audaz nos introduce en él. Aparecen expresadas en la ponencia las múltiples ocurrencias del número tres de la Biblia en la novela aunque no queden reflejadas de ese modo pero sí son símbolo de ese número tres con enfoque religioso. Te felicito amigo Patrick Toumba Haman por el trabajo bien hecho y esta ponencia tan acertada y veraz y del mismo modo a Justo Sotelo, por rodearse de personas que le aprecian y le quieren mucho al tiempo que son grandes críticos y estudiosos de su obra literaria. Un beso y enhorabuena a los dos.
ResponderEliminarLa sintáctica, la semántica y la pragmática de mi novela. Como se ve que conoces de sobra mi obra. Un placer teneros a Patrick y a ti.
EliminarUn abrazo escritor
EliminarUn estudio en profundidad que demuestra que también en África hay investigadores de primer nivel, yo diría incluso que de más nivel que en este país de periódicos de los domingos, fotos con poses en las redes sociales y una preocupante falta de respeto por la inteligencia y los textos bien escritos.
ResponderEliminarCristina, en la universidad española hay mucho nivel, pero la gente suele estar más callada, estudiando y dando clase. Gracias, de todas formas.
Eliminaraunque no soy un especialista de la semiotica, esta comunicacion es muy interesante.
ResponderEliminarNo sé quién eres, pero te lo agradezco.
EliminarEstoy emocionado de vuestro trabajo que es de una cualidad soberbia.... Leyéndolo,eso me da placer...sois grandes figuras de la literatura...de veras es un grandísimo placer para yo de conecer a los expertos literarios que sois...larga vida a vosotros y bendiciones
ResponderEliminarMe alegran tus palabras. Patrick Toumba vale mucho.
EliminarEs un grandísimo placer ver a los talentosos de la literatura que sois...de veras la literatura es algo que quiere desarrollarse y que siempre da revelaciones...sois mejores y nada más OS deseo larga vida llena de salud y de prosperidad...bendiciones
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