domingo, 20 de octubre de 2019

"Presencia ausente o ausencia presente de Dios en La muerte lenta (1995) de Justo Sotelo: una aproximación semiótica".




Patrick Toumba Haman

Universidad de Maroua, Camerún

 

           
Dios, en todas las literaturas en general, se manifiesta a través de varias figuras y reviste de muchos atributos. Puede evocar un deseo, una espera, una esperanza o simplemente orientar la conducta de un personaje o constituirse en el árbitro, si se atiende a su carácter omnisciente. Dios es manifestación y silencio a la vez. A veces no se le nombra de manera directa. En la literatura española contemporánea, reflejo de la época posmoderna en la que encaja el texto que nos proponemos analizar, sigue algo presente la imagen de Dios a pesar del interés cada vez menos importante que se le dan. En palabras de Juan Rubio (2013), ‘Evidentemente no está [Dios] presente como en las obras del Padre Coloma. […] Dios está presente en la novela contemporánea, pero está con su silencio’ (Lo que decía ayer José Miguel Espinosa Sarmiento, cuando hablaba de Rafael Matesanz Martín según quien el siglo XX es un triste siglo del Dios silenciado, por el fuerte crecimiento del ateísmo). Este estado de cosas se debe entonces a que la postmodernidad es la crítica de la modernidad que es, a su vez, la crítica del cristianismo tradicional. 
 

     La presente reflexión se centra en la primera novela de Justo Sotelo, La muerte lenta (1995), con la finalidad de entender cómo se puede leer este ente supremo en el recorrido, los deseos y esperas del protagonista intradiegético. En este sentido, demostraremos cómo se manifiesta Dios, partiendo de la función titulógica, en relación con el corpus, y sobre todo a través de la presencia constante del número tres, cifra harto significativa a la hora de captar el sentido de Dios en la doctrina cristiana. Es de notar que no se tratará de llevar a cabo un estudio sistemático sobre Dios, por el carácter difícilmente asequible de los textos postmodernos, por lo que solo nos detendremos en lo que nos parezcan las huellas de la lectura de la presencia de este ser supremo.  
 
Señalemos de pasada que el narrador está preocupado por su salvación ya que cree en Dios (‘yo tenía un año y aún no creía en Dios’), y su salvación parece estar supeditada a los recuerdos que tiene de su amigo, nacido un 25 de diciembre, cuando apunta: ‘Tú serías para mí el mismísimo Jesucristo’ (Sotelo, 1995: 15). Son constantes los diálogos entre ambos personajes, a modo de soliloquio. ‘Te fuiste, pero no pude olvidarte, jamás podré’ (Sotelo, 1995: 35). 
 
El trabajo se basa en la semiótica como método de análisis e interpretación del texto, que es la novela que nos interesa aquí. El método semiótico como el apropiado aquí no solo por su transdisciplinariedad, sino también y sobre todo porque se basa la comunicación en el signo como construcción real de la inteligencia, y específicamente en el símbolo convencional, la cifra tres, que puede entonces tratarse desde varias miradas científicas. Esta comunicación no es del todo puramente religiosa ni tiene la intención de serlo ya que me apoyo en el mencionado corpus literario, pero de vez en cuando aludiremos a algún hecho bíblico para mostrar las huellas de la presencia de Dios en el texto a analizar. Se divide en tres apartados: primero, la justificación del título de la comunicación y segundo la búsqueda de la presencia de Dios a través de la cifra tres y el lenguaje. Por fin, si me da tiempo, intentaré hacer una lectura social de la obra de Justo Sotelo.         


I- DE LA JUSTIFICACIÓN DEL TÍTULO DE ESTA COMUNICACIÓN Y DE LA FUNCIÓN TITULÓGICA DEL CORPUS ANALIZADO

¿Por qué el título de la presente comunicación, ‘Presencia ausente o ausencia presente de Dios en La muerte lenta…? ‘Presencia ausente’ porque existen signos textuales que dan cuenta de su presencia poco significativa que en realidad no se ve sino a través de una operación de análisis e interpretación. Desde otro ángulo, ‘ausencia presente’ porque a pesar de su silencio, se intuye su presencia. El vocablo que nos une aquí, ‘Dios’, viene muy pocas veces en toda la novela, una decena de veces, exactamente doce veces (p.15 dos veces, p. 36, 46, 47, 50 dos veces, 71, 105, 107, 132 y 141), cifra también muy significativa en relación al tema de Dios. A pesar de esta poca presencia, podemos hacer una lectura de la misma en la obra. Primero, el narrador cree en Dios, como es observable entre el ‘yo tenía un año y aún no creía en Dios’ (15) y el ‘Salomé [novia de su amigo Enrique y nombre tan significativo] no pudo hablar más conmigo, a ella también había que enseñarle a creer en Dios’ (132). Del mismo modo, el lector se da cuenta del sometimiento del propio narrador casi siempre que él habla de Dios, a través de esta fórmula constante y repetitiva que aparece tres veces: ‘como Dios manda’ (15, 47, 71).   
 
Tras recorrer esta misma novela, no aparece de manera nítida la presencia de Dios, según ya queda señalado. Esta dificultad de aprehenderla es también y sobre todo lo que motiva esta reflexión, ya que, como en palabras de otro narrador de Sotelo (2017: 128), ‘Considero que es más importante lo que no se dice que lo que se dice’. En cualquier caso, que sea la presencia ausente o la ausencia presente de Dios, que es esencialmente imagen, espíritu, luz y amor, cualquier lector preparado de La muerte lenta se percataría de modo rápido del carácter fluido y transparente de este ente supremo en esta novela, de Sotelo, que se inscribe dentro de una dinámica universal. A lo mejor, para entender el carácter etéreo de Dios, conviene recurrir a la opinión del crítico postmoderno Zygmunt Bauman (2002) según quien Dios está relegado al pasado, y que se ha hecho líquido en la posmodernidad. La propia presencia indirecta de Dios en el título de la novela, La muerte lenta, tiene entonces que ver en parte con el que donde no haya muerte, poco se hablaría de Dios, porque en varios casos Dios suele entrar en las vidas de los seres humanos cuando se ponen a pensar en el final, el más allá. 
 
¿Por qué una aproximación semiótica? Porque la reflexión se centra en el lenguaje, complejo por su esencia como ya queda señalado. También y sobre todo porque el signo que analizamos se inscribe dentro de la postmodernidad que, en palabras de Vattimo (2004), marca el ‘ocaso de Occidente’ donde ya no existe la Verdad sino verdades o donde a falta de grandes relatos, nos encontramos, en términos del narrador de La muerte lenta, con ‘la falta de grandes pensadores en la actualidad’ (Sotelo, 1995: 66). En este sentido, los resultados a los que llegaremos solo serían una verdad y una mirada entre tantas otras. Ya que, como afirma Todorov (1993: 256), ‘La obra de arte no es más que conexiones’.  
  
Según las herramientas narratológicas, se puede acceder a la significación profunda de una novela a partir de sus coordenadas estructurantes (espacio, tiempo, personajes…), del análisis anomástico de la misma (la antroponimia, la toponimia…) o de su título. A primera vista, el título de la novela que analizamos, La muerte lenta, puede hacer referencia a la muerte de Cristo, por la pasión, lenta por los sufrimientos del Hijo del Hombre, si se supone que según las creencias del cristianismo ha muerto antes de resucitar. Además, en este artículo asimilamos a Jesús con Dios, enfocándonos en sus dichos y actos ya que según parece, él fue más que un simple hombre. Sólo por limitarnos en unos pocos detalles, la Sagrada Biblia (2012) deja transparentar que Jesús afirmó ser Dios o ser igual a Dios (Colosenses 2, 9). Él declaró tener el poder de Dios. Tuvo el poder de perdonar pecados (Marcos 2, 5-7) o de  levantar a las personas de entre los muertos (Juan 5, 25-29). Operó muchos milagros invirtiendo así las leyes de la naturaleza. Vivió una vida sin pecado… Para reforzar esta idea de asimilación de ambas entidades, nos apoyamos en Julia Kristeva (1986: 62) según quien ‘este Dios, como para acercarse más al lugar del hombre que lo invoca, es un “señor Jesucristo, el Hijo único de Dios”. Engendrado por Dios, comparte su esencia, le es “consustancial”, lo que queda especificado por la distinción “engendrado y no creado”, ya que la criatura, en tanto creada, no podría ser idéntica al Creador’. 
 
La cifra tres está presente en toda la vida de Jesús. Y existen también muchas relaciones entre la propia muerte, lenta, de Jesús y el número tres, cifra en la que nos detendremos luego: se colocó a Jesús en la cruz en la tercera hora del día, murió a la hora novena, la oscuridad cubrió la tierra durante tres horas, resucitó al tercer día o tres mujeres, María, María Magdalena y Salomé acudieron a su sepultura. En este caso, La muerte lenta, título de la obra por el que se puede leer a Jesús, es un trampolín que nos conduce a Dios ya que como el misterio de la trinidad, está constituido este título (La muerte lenta) de tres palabras. De la misma forma, a modo de paralelismo, aparece Jesús, como se ha visto en el título de la novela de Sotelo, como parte fragmentada y constituyente de la Trinidad de la que está formado Dios y en definitiva como la propia metáfora de Dios.                 

II- DEL SIGNIFICADO DEL NÚMERO TRES EN LA MUERTE LENTA

Fundamentalmente, el número tres es lo que da sentido a nuestra reflexión en el marco de esta comunicación. Es, en gran medida, lo que nos lleva a deducir la presencia de Dios en la novela que analizamos. De modo general, se ha estudiado el número tres en muchos ámbitos de las ciencias. Es sin duda uno de los números con mayor significación y determinación en nuestras vidas y creencias. Para Platón, el número tres simboliza la imagen del Ser Supremo en sus tres personalidades (Material, Espiritual e Intelectual) y en Aristóteles determina la Unidad del Hombre y contiene en sí al Principio, al Medio y al Fin. 
 
De los estudios llevados a cabo en la Biblia, el número tres aparece más de 450 veces. Es el primero de los cuatro números espiritualmente perfectos (los tres otros son el 7, 10 y 12). El número tres es entonces lo que nos lleva a acercar esta reflexión a la imagen de Dios, a la presencia ausente o ausencia presente de Dios en la novela analizada. Porque el propio Dios es Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), Dios como ser ‘tres’, no, trascendente es el que es, el que era y el que ha de ser. 
 
Una de las mayores preocupaciones del narrador de La muerte lenta es su salvación. Esta pasa por el pasado o la memoria, realidad que busca constantemente. Pero esta salvación se lee a través del número tres que está muy presente en la novela, si por analogía se supone que Jesús murió a los treinta y tres años para resucitar al tercer día de su muerte-. Aparece el número tres desde el íncipit, cuando apunta el narrador que tiene poco más de treinta años, edad que se asimilaría con la de Jesús a su muerte: ‘Hay tres cadáveres en mi vida: mi juventud, Van Gogh y Enrique Espejo’ (1995: 13). Si en realidad lo que denomina cadáveres lo son por situarse ya en su pasado, es importante mencionar que siguen obsesionando al narrador hasta el punto de condicionar sus vivencias. Está preso de su pasado, de lo que simboliza su personalidad artística y su apego a su confidente Enrique. Conforme nos adentramos en la novela, hay una sensación de que el número tres ocupa un sitio de interés en la estructura de la novela que va presentando el narrador, como son el círculo familiar de su amigo Enrique así como el entorno del banco donde trabaja. Por ejemplo, dirigiéndose indirectamente a su amigo, dice: ‘Ya estaba en tu casa tu hermano Antonio, tres años mayor que tú; después vendría, en cabal consonancia, tu hermano Ángel, tres años menor que tú’ (16-17). Además, como menciona el narrador, el padre de Enrique ‘nació ansiosamente a la vida con más de treinta años’ (1995: 17). 
 
Existen más referencias textuales donde está presente la cifra tres: ‘como dicen que no existen dos sin tres, quiero referirme en ese momento, si me sigues escuchando, a la tercera idea que nos quiso transmitir el excesivo’ (32); ‘Los tres sentíamos pero yo sentía más, porque sentía la música dentro de mí y porque no la sabía explicar’ (37); ‘En dos o tres meses me había cambiado el aspecto físico’ (45); ‘Realmente en Rosa tampoco pude apreciar a una mujer –Tenía tres años más que yo– (49); ‘A través de la Universidad recibí dos o tres propuestas de empleo que me hicieron perder mi ya escasa inocencia (49); ‘¿se sitúa el treinta por ciento la tarifa impositiva del impuesto de sociedades? (50); ‘Como apoderado, durante tres años, de la oficina bancaria me sentía enormemente feliz’ (54); ‘pero me convertí de la noche a la mañana en la segunda persona más relevante del equipo que coordinaba la tercera parte de oficinas –quince en concreto– del Banco en Madrid’ (61); ‘Algunos sábados quedaba con dos o tres compañeros de la facultad para tomar unas copas’ (63); ‘a pesar de su edad [Leonor], sólo había conocido, y de refilón, a tres hombres’ (74); ‘Una hora antes de que el destartalado tren de cercanías rompiera mis oídos, y los de tres o cuatro personas más, me encontraba…’ (75); ‘Y la última resaca se llenó de este tiempo inexistente, del tuyo, de las treinta monedas y del mío, sobre todo del mío’ (86); etc. Si la importancia de Enrique para el narrador está suficientemente demostrada, cabe recordar que Antonio también le facilita el contacto con el pasado, una vez que llega al lugar de la adolescencia, alquilándole espacios para recapacitarse. Y en última instancia, el nombre Ángel es harto significativo y corre pareja con la idea de la salvación a la que hemos aludido anteriormente. 
 
Por lo que se refiere al banco donde trabaja, el narrador introduce la figura de tres mujeres empleadas, Susana, Irene y Marga a las que presenta como mujeres que quieren convencerle a que abandone a su propia esposa, Leonor y se case con ellas (88). También en el medio profesional, el narrador, para buscar una solución en relación a una oferta pública de adquisición de acciones, recurre a los servicios de una joven estudiante, Carmina quien piensa poder solicitar el apoyo de otra compañera de clase y dice entonces: ‘quizás entre los tres…’ (116). De este trío, es decir, el narrador, Carmina y Rosa María, esta última, Rosa María, es tres años mayor que el narrador. Además, el mismo narrador, al aludir al momento en que se le propone a Arturo Rey introducirle en el instituto, precisa que la mujer de este está embarazada de tres meses (73). 
 
Según indicamos anteriormente, la novela está plagada de referencias textuales, de citas de autores y en una de ellas, que es de Adriano y Yourcenar, leemos: ‘Como todo el mundo solo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, la observación de los hombres y los libros’ (142). Para terminar, hacia el final del texto, cuando en el soliloquio, el narrador se dirige a Enrique diciéndole que Figueroa ha escrito tres artículos en los que le denuncia por su involucración en el tráfico de estupefacientes (149).  
 
Como el íncipit, ‘Hay tres cadáveres en mi vida’ (13), también aparece el número tres en el éxcipit, cuando pregunta el narrador: ‘¿De qué me sirven ya las treinta monedas?’ (155), palabras que recuerdan la traición de Jesús por Judas, asimilable en la obra con el propio narrador protagonista. Ambas oraciones dejan transparentar un tono de desesperanza del narrador por un pasado que se le escapa y que, en definitiva, no ha conseguido conciliar. 
 
Otro rasgo, quizá de menor importancia, por el que se puede captar las huellas de Dios se sitúa a nivel del lenguaje. Como sabemos, por la influencia de la nueva novela hispanoamericana muchos cambios se operaron en la novela española a partir de la década de los 50 del pasado siglo. Uno de estos cambios es observable a nivel del acto de narrar. Como bien subraya Gutiérrez Carbajo (2013: 262), ‘Junto a la primera y a la tercera persona narrativa, se introduce también el uso de la segunda, ensayado magistralmente por Michel Butor y Carlos Fuentes entre otros’. En La muerte lenta, el narrador, además de la primera persona, utiliza mucho la segunda persona para dirigirse a su amigo Enrique a quien considera su Jesucristo. Con él, físicamente ausente, entabla un diálogo como uno entablaría un diálogo con Dios en una plegaria. A lo largo de las páginas que constituyen la novela, el narrador utiliza entonces el ‘tú’, aunque sabe que no va a recibir ninguna respuesta directa por parte de su interlocutor que no existe sino en sus innumerables e indelebles recuerdos.  
     

III- DE LA CLAVE INTERPRETATIVA DE LA MUERTE LENTA

Este tercer apartado,  que sirve de conclusión de esta comunicación, se interesa por el mensaje subyacente que se puede leer en La muerte lenta.  Se trata de la clave interpretativa del texto analizado ya que como señala Eco (1992: 29), interpretar supone fidelidad y libertad. Por lo tanto, mediante esta operación queremos buscar en el texto lo que quería decir el autor  y a la vez lo que dice el propio texto, independientemente de las intenciones de su autor. ¿Cómo captar el sentido profundo del número tres en la novela analizada? Tal interrogación es la que sustenta este último apartado. En efecto, no vamos a perder de vista el que la novela es, en parte, el reflejo de la personalidad de su autor. Incluso, a veces, como opina Ezquerro, el texto es capaz de producir más sentido de lo esperado por su conceptor. Por otra parte, afirma Ernesto Sábato (2014: 88) que ‘la literatura de hoy no se propone la belleza como fin (…). Más bien es un intento de ahondar en el sentido general de la existencia, una dolorosa tentativa de llegar hasta el fondo del misterio’. En los análisis previos, hemos llegado a la conclusión según la cual La muerte lenta está muy relacionada con la salvación de su protagonista, de ahí la fuerte presencia del número tres, símbolo de Dios, en el misterio de la trinidad, tema complejo. Ya que en palabras de Pérez B. (2012: 132), ‘Expresar el pensamiento que la posmodernidad posee sobre Dios, no es una cuestión del todo sencilla’. Además, como ya se ha señalado, una de las mayores características de los textos postmodernos- y de la propia postmodernidad- es su ambigüedad y sus contradicciones. Ello resulta del que el fin de la modernidad, acentuado por la crisis postestructuralista, ‘aboga por el relativismo e, incluso, por la destrucción del significado: nos enseña que no es posible fijar un significado único, estable y central en los textos, que la palabra escrita está inmersa en un proceso pragmático que anula la posibilidad de comprensión única y la inserta en un juego indefinido de semiosis, en la polisemia inestable e indefinida’ (Lozano Mijares, 2007: 81). A la luz de los hechos analizados anteriormente, llegamos a deducir que del texto de Sotelo, se puede sacar fundamentalmente la lectura de la moral.   
 
De entrada, al presentar el panorama social de Occidente a finales del siglo XX, dice Gilles Lipovetsky (1994: 208): ‘Las grandes proclamas moralistas se borran, la ética resurge, la religión de la obligación se vacía más que nunca de su esencia, el «suplemento de alma» está a la orden del día: «El siglo XXI será ético o no será»’. A través del número tres, del que está obsesionado el protagonista de la obra analizada, símbolo muy en relación con la imagen de Dios, se lee en filigrana cierta denuncia del amor desordenado, propio a los protagonistas de nuestro autor, y un ideal a la vuelta a los valores cristianos y al pasado, propia a la postmodernidad, a imagen de su protagonista obsesionado por su propia juventud. El hecho de que haya quedado desconocido el nombre del narrador protagonista puede significar que podría ser el comportamiento de cada uno de nosotros aquí, lo que critica sin duda Justo Sotelo quien estará abogando por una vida sexual más responsable del hombre posmoderno. La desordenada vida del protagonista es un trampolín para acceder a este ideal. La muerte lenta, título de la obra y polo opuesto de lo que sería ‘La vida rápida’, entonces relacionable con el carácter donjuanesco e insaciable del protagonista, presto a ir de flor en flor, lo que no sería sin consecuencias para la sociedad.
 
A partir del elevado grado de ocurrencias del número tres, en La muerte lenta, símbolo de la perfección en la Biblia, se puede captar las preocupaciones de Justo Sotelo en una sociedad en que aparentemente, van desapareciendo los valores tradicionales de la moral cristiana. De esta manera, Sotelo plasma los hechos de manera fría, mira la realidad presente desde cierta distancia y la critica mediante cierta ironía. Recurre al pasado, a través de sus personajes propensos a la nostalgia y muy volcados hacia los recuerdos de su infancia. Por lo que la obra aboga indirectamente por la vuelta a esta moral cristiana. Esto se lee a través del comportamiento donjuanesco del protagonista que presenta Sotelo para que cualquier lector pueda percibir la urgencia de una educación sentimental. Por las fluctuaciones entre presencia ausente o ausencia presente de Dios, como se ha observado, La muerte lenta representa a la vez el símbolo de la ausencia del Dios de la Ilustración y el fracaso de la modernidad, así como un ideal de la vuelta a los valores morales premodernos.
                      

10 comentarios:

  1. Desde un enfoque semiótico es importante reflexionar sobre la demostración que realiza Patrick Toumba Haman respecto a la presencia de Dios en la obra "La muerte lenta", partiendo de del número tres que invita a los lectores a entrar de lleno en sus disertaciones filosóficas y metafísicas. Según el patrón narratológico que presenta la comunicación de Patrick Toumba Haman, se percibe como denominador común o motivo principal, la representación filosófica-teológica en todas sus acepciones, es decir, la presencia o la ausencia de un Dios supremo hecha realidad en toda la ponencia del autor a lo largo de la primera novela publicada de Justo Sotelo. En su trabajo late el método hipotético-deductivo planteando desde un principio el origen y los motivos del título del mismo. Este planteamiento implica un pensamiento lógico muy organizado que mantiene el autor, incluso a modo de silogismo. Parte de un origen y su discurso coherente y perfectamente estructurado va entretejiendo la aproximación semiótica, las herramientas narratológicas con el fin de aportar bases sólidas científicas y religiosas al número tres en la novela de Justo Sotelo.Todo su análisis literario está justificado y perfectamente definido a través de rasgos textuales de la novela y referencias literarias. Dentro del paradigma de la posmodernidad el autor se detiene en Zygmunt Bauman Brasil donde expresa el cambio y la transitoriedad del hombre y su relación con Dios. Una estructura flotante a modo de estructura rizomática según Gilles Deleuze y Guattari en medio de la liquidez o fluidez del pensamiento que late en el S.XXI y que Patrick Toumba Haman de modo audaz nos introduce en él. Aparecen expresadas en la ponencia las múltiples ocurrencias del número tres de la Biblia en la novela aunque no queden reflejadas de ese modo pero sí son símbolo de ese número tres con enfoque religioso. Te felicito amigo Patrick Toumba Haman por el trabajo bien hecho y esta ponencia tan acertada y veraz y del mismo modo a Justo Sotelo, por rodearse de personas que le aprecian y le quieren mucho al tiempo que son grandes críticos y estudiosos de su obra literaria. Un beso y enhorabuena a los dos.

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    1. La sintáctica, la semántica y la pragmática de mi novela. Como se ve que conoces de sobra mi obra. Un placer teneros a Patrick y a ti.

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  2. Un estudio en profundidad que demuestra que también en África hay investigadores de primer nivel, yo diría incluso que de más nivel que en este país de periódicos de los domingos, fotos con poses en las redes sociales y una preocupante falta de respeto por la inteligencia y los textos bien escritos.

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    1. Cristina, en la universidad española hay mucho nivel, pero la gente suele estar más callada, estudiando y dando clase. Gracias, de todas formas.

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  3. aunque no soy un especialista de la semiotica, esta comunicacion es muy interesante.

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  4. Estoy emocionado de vuestro trabajo que es de una cualidad soberbia.... Leyéndolo,eso me da placer...sois grandes figuras de la literatura...de veras es un grandísimo placer para yo de conecer a los expertos literarios que sois...larga vida a vosotros y bendiciones

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  5. Es un grandísimo placer ver a los talentosos de la literatura que sois...de veras la literatura es algo que quiere desarrollarse y que siempre da revelaciones...sois mejores y nada más OS deseo larga vida llena de salud y de prosperidad...bendiciones

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