jueves, 14 de octubre de 2021

"La vida es como el jazz".

"Nunca dejes de escribir", dijo ayer la escritora Almudena Mestre, "ni de sonreír".
 
Como soy obediente, transcribo estas palabras de Almudena antes de irme a dar clase a la Universidad. Y escribo algo más con un café caliente en los labios, y mirándome en el espejo. A veces me canso de que me llamen guapo y de que me digan lo bien que escribo. Es cierto que todas esas comparaciones que me hacen con actores de cine me parecen muy cariñosas y literarias. He de reconocer que no estoy nada amargado con mi vida, ni creo tener ningún trauma que me lleve a tumbarme en el diván del psicoanalista (un lugar que, por otra parte, también veo poético y simpático). Me gusta vivir en un país demócrata como es España, dentro del viejo mundo demócrata de la Unión Europea, y en concreto en Madrid, pero también podría hacerlo en mi querida isla de Tenerife -como hago en ocasiones-, y en realidad en cualquier parte de este mundo donde exista cultura, ya sea en París, Londres o Nueva York, porque el mundo me gusta hacerlo a mi manera. Me gusta beber vino y champán y montar en bicicleta y nadar y hablar y hacer el tonto, sobre todo esto último, y encontrar por el camino fotografías de mis libros, como esta que he compartido de José Arias Garrido desde Salamanca. Y además me gusta improvisar en la vida, en la Universidad y en el amor, algo que no pueden hacer los robots ni los ordenadores. Es la improvisación, realizada desde el conocimiento, que encuentro siempre en el jazz. La primera foto la saqué en una sala mítica de jazz en el centro de París, a un paso de la plaza de Saint Michel, donde estuve hace un tiempo, y la tercera es de Woody Allen con su banda de jazz en el Café Carlyle de Nueva York. (Y como acabo de decir en su muro al escritor y profesor Javier Del Prado Biezma, el mayor experto que conozco en Mallarmé y todos aquellos simbolistas franceses, un día me lo tengo que llevar de vinos o nos ponemos a hacer botellón en el Parque del Oeste, que lo tenemos al lado de casa).
 
La vida puede ser tan romántica y divertida como escuchar jazz en Madrid, París, Londres o Nueva York:
 

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