viernes, 20 de agosto de 2021

"Deborah".

Me sé la historia de dos niños a los que les gustaban los pasteles, y se querían. Me la contó Justo Sotelo, un escritor de Madrid al que le gusta mucho la música, y también los pasteles.
 
"Érase una vez en América".
 
"El niño lo observaba con los ojos de par en par mientras el hombre lo envolvía.
 
Lo miraba de la misma forma que a su madre cuando le daba las buenas noches, con la cara risueña de las caricias interminables a su perro Barba, como cuando aquella chica le dijo que le gustaba un poco y accedería a quitarse la ropa si le regalaba un pastel de nata. 
 
Ella le esperaba enfrente de la calle, sentada en el bordillo.
 
¿Lo has traído, le preguntó con una voz dulce? Sí, es el merengue que tú querías.
 
Echaron a andar cogidos de la mano. Antes de subir a la casa de ella, se detuvieron para escuchar a un músico callejero que tocaba la flauta. Les gustó tanto la melodía que se sentaron en el suelo a escucharla. Ninguno de los dos sabía que era la música de una película, ni quién era Morricone, solo que el tiempo parecía haberse detenido sin ninguna justificación. En el instante en que sonaba “Amapola” decidieron comerse el pastel allí mismo y pensaron que no sería mala idea acercarse a comprar otro.
 
Se levantaron, echaron a correr, entraron risueños en la panadería, pidieron que les envolvieran otro pastel y regresaron al lugar de la música.
 
Tardaron tres años en subir a la habitación de ella".
 
("Cuentos de los otros", 2017, Bartleby, p. 50).
 
Esta es la canción que te regalé ayer al mediodía y ahora vuelvo a escuchar mientras apuro el café. Solo te pido que sigas mirándome con esos ojos, con esa mirada:
 

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