El otro día, después de hacerme esa fotografía al lado de casa con las señales de tráfico que iban en varias direcciones, me vino una película a la cabeza sobre otro tipo de cruce de caminos. Recuerdo que me marcó de pequeño cuando la vi en televisión. Durante años fue una película de Henry Fonda, hasta que entendí que en realidad lo era de John Ford, una de sus muchas obras maestras. Y todavía tuvieron que pasar varios años hasta leer la novela original. Ante la persistente sequía y la presión de los bancos, los Joad, una familia de granjeros de la Oklahoma empobrecida de los años treinta que pronto me recordaría a las familias de William Faulkner, emprenden un éxodo a través de la carretera 66 para buscar trabajo y una vida digna en California. Si dejan atrás los campos asolados por el polvo, en el camino tan solo encuentran penuria, hambre, hostilidad en los pueblos por los que pasan. No obstante, ni las advertencias de los que regresan, pobres y desengañados, ni la muerte y la progresiva desintegración de la familia, bastan para que olviden su empeño. En su afán de supervivencia, conservan la entereza y la dignidad frente a la miseria moral de quienes se aprovechan de la miseria real. Tal vez haya que huir del infierno para descubrir que no existe la tierra prometida. En una época de crisis, los más desfavorecidos son los primeros estafados. El patriarca de los Joad sabe que debe vender muchas de sus pertenencias a precio más bajo del que las compró. ¿De quién es la culpa? La escena, magistral en la película de Ford, también lo es en el episodio V del libro de Steinbeck. La depuración de responsabilidades, una constante en cualquier crisis económica (ya sea en la del crack del 29 o las crisis de los 70 y 2008), pasa por las dos fases que describe "Las uvas de la ira". En principio no se quiere reconocer, ya que se piensa que la culpa es de los demás; pero al final los culpables son deshumanizados y desplazados por la abstracta figura de los Bancos o los Mercados. La necesidad de trabajar facilita la precariedad en la contratación laboral. Otro de los momentos de pura literatura es la advertencia que reciben los Joad a mitad de camino ante esa promesa de “trabajo seguro” en la meta de su viaje. Un desconocido describe cómo el patrón va a ofrecer un número de plazas determinado, pero ante el exceso de mano de obra, al final buscará a los más hambrientos y les ofrecerá el sueldo más miserable posible. Los jornaleros, acuciados por la necesidad y confiando en que tendrán un trabajo fijo que no llegará, aceptarán. En el siglo XXI esto lo llamo en la Universidad pasar del proletariado al precariado. Y si te atreves a criticar la situación, como ocurre en esta historia, te llamarán "agitador" e incluso tendrás a los agentes de la ley en tu contra, que llegarán a mentir sobre los destrozos de mobiliario, tenencia de armas y heridas graves a los ciudadanos. Lo más curioso es que ahora los "enemigos" ya no son el empresario, el mercado o el banco, sino otro tipo como tú que te puede "quitar" el trabajo a cambio de un sueldo miserable.
"Las uvas de la ira" subvierte el llamado "sueño americano" y es un claro ejemplo de para qué pueden servir también la literatura y el cine.
El cine es Ford:
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