viernes, 6 de agosto de 2021

"Yo solo cumplo películas".

Anouk Aimée fue su gran amor. Como reconoció en el documental que le dedicó Garci en 1980, todo hombre tiene un "tipo" de mujer, y el suyo era la actriz francesa de "Un hombre y una mujer". En los festivales de cine sobornaba al camarero para que le sentaran junto a ella, que se sorprendía por esa coincidencia, pero él le decía que era el destino. El encuentro no pasaba del postre. En un festival ella se percató de cómo daba la propina al camarero y no dejó de reír en un buen rato. Mientras me tomo el primer café de la mañana miro la foto de los dos juntos en el Festival de San Sebastián y me parece que él se da un aire a Picasso. Alfonso Sánchez fue el primer crítico de cine que vi en la televisión. Me fijé en él tal vez por su voz nasal y su sentido del humor. En esa época yo iba todas las semanas a la Filmoteca Nacional de la calle López de Hoyos. Gracias a Alfonso Sánchez empecé a fijarme en el hecho de que las películas no eran de John Wayne, Gary Grant y Clark Gable, sino de John Ford, Alfred Hitchcock y Frank Capra. Y ya que escribo un libro de relatos sobre el cine y la literatura, sé que debo dedicar al menos una página a un crítico como Alfonso Sánchez, alguien que valoraba el talento más que el genio de los directores, la caja de cerillas que le regalaron en una tienda de Montecarlo después de ver la sombra de Greta Garbo antes de subirse al coche y desaparecer de su vista para siempre, la reproducción en miniatura de la espada del Cid o una baraja de cartas que le regaló Buster Keaton.
 
Porque él no cumplía años, tan solo películas:
 
 
Alfonso Sánchez también habría querido ser Jean-Louis Trintignant para tenerla en sus brazos, al menos durante una película:
 
 

 
 
 

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