Es el equilibrio interior, algo anterior a la palabra,
a la propia existencia de la belleza y la luz. La paz no te la dan el
poder, el dinero y la fama, ni siquiera el amor.
Quizá tenga que
ver con la ensimismada contemplación del propio interior, como este
amanecer sobre el mar que observo ahora mismo, mientras me tomo un café y
alguien canta una canción:
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