martes, 28 de diciembre de 2021

"El que no es romántico es porque no quiere".

Ya sé que yo no podría vivir en otro lugar que no fuera el centro de Madrid o París o Londres o Berlín o Nueva York. Por eso me gustan las calles, los edificios de varias plantas, los rascacielos, los coches y los autobuses, el Metro, el ruido y el jaleo. Un poco más lejos todo está lleno de hormigas y otros bichitos, como diría Woody Allen. No obstante, un lunes por la tarde te puedes ir al campo, y tomarte un Baileys frente a una chimenea en un Café que se parece a la cabaña romántica que se encuentra al final del arcoíris. Y eso que acabas de estar en el fisio durante una hora, un joven de barba que te ha hecho soltar lágrimas con sus masajes, no precisamente de alegría. (Los agujeros del pantalón son otra cosa; eso es para estar a juego con la ropa de mis jóvenes alumnos).
 
Pero suenan el acordeón y una guitarra, y una voz melosa te recuerda que podrías estar en París:
 
En realidad siempre estoy donde quiero; para eso soy escritor.
 


 

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