Nos la hicimos el viernes, como ocurre siempre que se termina una asignatura cuatrimestral. Es verdad que esta vez es diferente y que pregunté a mis alumnos si pensaban que merecía la pena que nos la hiciéramos con la mascarilla. Me respondieron que por supuesto, que sería un recuerdo estupendo a pesar de todo.
Suelo fijarme siempre en los rasgos de los rostros de mis alumnos; durante varios meses al año nuestras vidas se encuentran y eso es algo realmente hermoso que nos permite compartir tantas horas de conocimiento. Este año mi imaginación se ha dedicado a reconstruir la otra mitad de la cara que no veía de mis alumnos, con los rasgos de otros alumnos (he podido tener 15.000 alumnos a lo largo de mi vida). Obviamente, lo convierto todo en literatura y hasta le pongo música. De todas formas hay una cosa que la mascarilla es incapaz de ocultar, las ganas de reír que teníamos todos los días, aunque fueran las 8.30 de la mañana.
Y es que la vida es como vivir entre los versos de un poema o de una canción:
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