martes, 8 de diciembre de 2020

"Estamos hechos de la misma materia de los sueños".

En agosto de 1956, Duke Ellington ofreció una serie de conciertos dentro del "Stratford Shakespearean Festival", de Ontario (Canadá). Esto le inspiró para su siguiente disco, como un homenaje al inglés nacido en Stratford-upon-Avon, el escritor más grande de la historia de la literatura. El resultado fue un álbum conceptual, "Such Sweet Thunder" (segunda foto), con los retratos musicales a ritmo de jazz de Julio César, Lady Macbeth, Romeo y Julieta, Hamlet o Antonio y Cleopatra. 
 
También se conoce como "Suite Shakespeare". 
 
El otro día paseaba cerca de casa y me fijé en el cartel dedicado al jazz que estaba colgado en una farola (primera fotografía). En todo el día no se me fue el nombre de Duke Ellington de la cabeza, hasta el punto de tararear algunas de sus melodías mientras daba clase. Quizá porque sus discos andaban por casa cuando yo era pequeño. Ayer por la tarde vi en el canal de estrenos de Movistar una bella y melancólica película de 2018 de Kenneth Branagh sobre los últimos años de la vida de Shakespeare, "All is true" (tercera foto) que no se estrenó en los cines españoles. ¿Por qué en España no amamos la cultura? Es algo que me pregunto casi desde que tengo uso de razón, y estuve a punto de darme a la bebida y olvidar que Francia no es España, ni tampoco Madrid es París, pero me lo pensé mejor. La película recrea el periodo comprendido entre 1613 y 1616, es decir, el año en que Shakespeare dejó de escribir tras el incendio del Teatro Globo de Londres donde trabajó, y el año de su muerte (el mismo que Cervantes). En "La tempestad" (1611), una de sus últimas grandes obras, el padre de Miranda dice la mítica frase que he recordado al principio sobre la significación de los sueños. Mientras me tomo el primer café y relaciono estas ideas, pienso en "La escritura de Dios", un cuento de Borges incluido en "El Aleph" sobre el sueño de Tzinacán, que es un sueño dentro de otro sueño, que a su vez se encuentra en otro sueño. En "Las ruinas circulares", que Borges incluyó en "El jardín de senderos que se bifurcan", un hombre pretende soñar a otro hombre, y descubre que él también es la imagen de otro sueño. Lo que me interesa es el hecho de que en ambos cuentos, Borges sugiere la posibilidad de que la realidad no sea más que un sueño. 
 
Borges, Shakespeare, Ellington y mis paseos por las calles de un Madrid casi en invierno: 
 
https://www.youtube.com/watch?v=D6N3IDUah9g&list=PLmm-O67ELCXq-DVwBCUtPvV6o9CZ9Efoy
 




 
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