sábado, 9 de febrero de 2013

Para qué debería servir la política económica (4)

Desde estas páginas defendemos la necesidad de una Constitución democrática, como no podía ser de otra manera; pero una Constitución inamovible también puede ser perjudicial para la democracia.

Dentro del estado constitucional de derecho (con las excepciones del estado legislativo), y a partir de una visión realista y normativa, la propia Constitución, y su aplicación por parte de los jueces, se ha convertido en un problema si en ella se incluyen como inamovibles los derechos establecidos por una generación de hombres y mujeres que cree firmemente en ellos, pero limitan las oportunidades a las generaciones futuras para modificarlos o incluir nuevos derechos.

Con el fin de proteger a la democracia, la Constitución puede transformarse en un “enemigo” de la propia democracia, como una especie de coto vedado que, además, debe ser interpretado por jueces que evalúan el alcance de su contenido a partir de su tarea interpretativa y que, incluso, provocan divergencias en sus consideraciones política y humanista (y sociológica).

Todo ello debería ser analizado a partir de las distintas visiones de la democracia, desde la comunitaria de Rousseau hasta la estadística de Schumpeter, y por tanto desde las ideas del autogobierno y la voluntad general -con la regla de la mayoría que busca más democracia y menos liberalismo-, hasta la pragmática y su idea de la representación de la mayor parte de las personas.
Igualmente tendrían que estudiarse las características de la democracia en sus posiciones intermedias hasta llegar a la llamada “paradoja de la democracia”. Es preciso reivindicar una postura adecuada frente a la necesidad de libertad e igualdad, así como el hecho de insistir en el resbaladizo concepto de “ciudadanía.

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