El martes 15 de enero reanudamos la tertulia, a las 18.30, en la taberna del Café
Gijón, calle Almirante 30, y he pedido a los tertulianos que hablemos de
lo que cada cual haya leído estas últimas semanas.
Entre mis
lecturas ha estado Kazuo Ishiguro. La primera vez que lo leí pensé que
había dado con un escritor inteligente. Era "Nunca me abandones". Poco
después leí dos novelas suyas más, "Un artista del mundo flotante" y
"Los restos del día". En este último caso
entendí por qué James Ivory había hecho su mejor película. Los Reyes
Magos han dejado en casa su primera novela, "Pálida luz de las colinas",
y un libro de relatos, "Nocturnos", y he vuelto a pensar lo mismo que
la primera vez, a pesar de que el año pasado le hayan dado el Nobel.
Ishiguro escribe bien. En su literatura hay música, una cierta tristeza
por el paso del tiempo, mucha imaginación y grandes dosis de
desarraigo. Es japonés nacionalizado británico y eso se nota en sus
personajes, que parecen ser de ninguna parte. No obstante, observo un
enorme cariño por esos personajes. Tengo la impresión de que este tipo
escribe porque es feliz, como me ocurre a mí.
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