Antes de ayer escribí un post sobre mi tesis de Haruki Murakami, y unos días antes sobre Joyce Carol Oates, y mencioné de pasada lo que cuesta que les den a ambos el Nobel de literatura. Mi comentario era, básicamente, retórico, como es lógico. Algunos amigos mostraron su rechazo a los premios e incluso me pidieron que opinara sobre el tema.
Hablar de estos asuntos siempre me da pereza e intento no perder demasiado el tiempo en ello. Me gusta mucho releer a Dante, Shakespeare, Cervantes, Juan de la Cruz o Laurence Sterne, por ejemplo, que, obviamente, nunca recibieron el Nobel, ni ningún premio comercial. Con el paso de los siglos esos autores han logrado su propio lugar.
Los premios de cualquier cosa no son más que un subproducto del sistema capitalista que vivimos, sin que puedan aportar ningún valor añadido cultural de cierto interés. Detrás de los importantes siempre se encuentran los lobbies habituales, como en cualquier otra actividad económica. Sin embargo, hay algo inmaterial en la verdadera obra artística, que imposibilita que se pueda medir por su precio.
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