Parece que los músicos callejeros estén esperando a que yo pase para
tocar la música que más me gusta. Eso ocurrió el otro día con un
trompetista que estaba en medio de una calle que tenía las casas
pintadas con los colores del arcoíris. Audrey Hepburn tal vez fuera de
mi mano, pero no nos dirigíamos a Nueva York -que es una ciudad que está
muy bien-, sino a París. En la isla de Francia desayunamos un "café au
lait" con los cruasanes más ricos del
mundo sin necesidad de acercarnos a Tiffany, antes de caminar lentamente
por la orilla del río, que es la única forma en la que se debe caminar,
mientras inventábamos el Sena entre los dos.
La trompeta callejera sonaba más o menos así: https://www.youtube.com/watch?v=HzOXmfsEkFg. Al terminar la música, despertamos. No estábamos en París, pero seguíamos cogidos de la mano.
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