sábado, 6 de enero de 2018

Cuentos bajo la lluvia.

El año gira, pero mis cuentos siguen de viaje por el mundo. Y de nuevo llegan a Buenos Aires.
 
Elvira Mercedes, una enfermera argentina amante de Borges y Cortázar, está decidida a leer toda mi obra. Ya leyó mi novela "Las mentiras inexacta y ahora ha encargado en su librería favorita, que se llama Guadalquivir, los "Cuentos de los otros".

Ayer fue a por el libro y dijo:

"Nuevamente un libro tuyo llega a casa. Así irán llegando todos tus libros como las estrellas que iluminan la mente, el saber. Hoy llueve por aquí, así que iré leyéndote. El primer cuento del libro, "Ofelia", me ha llevado varias horas".

"Ofelia".

"Llegaba tarde a mi conferencia y corrí por el vestíbulo observando que el tren salía del túnel. Entré jadeando en el vagón y miré a ambos lados por si había algún asiento libre. Me quedé de pie, apoyado en una de las puertas interiores.

Me sumergí mentalmente en los cuadros de los “prerrafaelitas”, de los que tenía que hablar en la sala de conferencias del Museo del Prado, en particular de la Ofelia de Millais, una de mis obsesiones desde que estudié literatura en la Complutense.

En cierto momento miré hacia el fondo del vagón. Me observaba una mujer. Era joven y hermosa, tenía el pelo largo y llevaba un traje de chaqueta con minifalda. Las estaciones pasaban y la gente entraba y salía del vagón. La muchacha seguía mirándome como si me conociera. Aunque no suelo hablar con desconocidos, me acerqué a ella y le pregunté si nos habíamos visto antes.

Debería echarme a llorar, me dijo con una expresión extraña. No te comprendo, dije por mi parte encogiéndome de hombros. Y yo tampoco a ti, añadió mirando para otro lado.

Llegamos a una nueva estación y dijo que tenía que marcharse. Se dirigió a la puerta sin mirar atrás. El tren volvió a arrancar. Pensé en el personaje de Shakespeare y en el tránsito entre la vida y la muerte que había pintado Millais. El cuerpo de Ofelia se pierde entre las flores y el agua. Esa mirada vacía y a la vez hermosa. El sauce y las ortigas que hablan de dolor mientras las margaritas lo hacen de inocencia y fidelidad. Y están la virginidad del lirio y la sexualidad de las orquídeas.

No quedaba ningún asiento libre. El ordenanza apagó las luces y la figura de Ofelia apareció en la pantalla. Al verla recordé que la mujer del Metro se llamaba Sonia. Fue la primera chica que besé en mi vida.

Ella tenía 13 años y yo 15".

(Observando las fotos de Elvira, la verdad es que me dan ganas de pasear por las calles por donde paseó Borges, bajo la lluvia, con la hermosa portada de Johana Roldán en las manos).







.

No hay comentarios:

Publicar un comentario