Mónica Ivulich, una crítica literaria nacida en el país de Cortázar,
compara mi novela "Entrevías mon amour" con "Rayuela" y "Bonjour
tristesse".
Ivulich es una de las responsables de la revista
cultural argentina GUKA, de la que es codirectora en Argentina, México y
Europa. Piensa escribir una crítica más convencional, pero ayer
adelantó por este medio las siguientes palabras sobre mi novela:
"Cuando tenía 7 años tuve un sarampión impresionante, me picaba dentro de las orejas,
entre los dedos de los pies, debajo y dentro de los párpados, el cuero
cabelludo… mis padres habían oído que debían darme calor para que la
erupción fuera rápida y curara lo más pronto posible, así que, además de
la estufa, el pañuelo rojo en el cuello y las mantas, a mi padre se le
ocurrió darme una pequeñísima copa de fernet, si… y puro.
Era la primera vez que permitían que yo probara alcohol. Cuando papá se
fue a trabajar mi madre vino y vio que yo sorbía apenas el fernet y lo
dejaba. Me dijo: -si no te gusta no te obligues a beber…- La miré
sorprendida y respondí: - ¡al contrario! ¡Bebo de a poquito para que no
se gaste!
Es lo que me ha pasado con la novela de Justo Sotelo “Entrevias, mon amour”. Leo un capítulo por día y me detengo a saborearlo. Por sus figuras literarias, las situaciones en que se ven comprometidos los protagonistas, las personalidades de cada uno, los recuerdos, historias, reflexiones…
Podría haberlo leído en uno o dos días, pero decidí conscientemente no hacerlo. Voy al paso y de la mano de Teo o de Judith, de cada personaje vestido o desnudado magistralmente por Justo.
Pronto terminaré y me dará pena abandonar esta trama, el lugar y a los amigos que he conocido en Entrevías…
Creo que, desde mi temprana juventud, cuando leí Rayuela o Bonjour tristesse, no había disfrutado tanto. En un par de días haré la nota en forma menos emocional y más seria, formal, pero, de todas maneras, estaré melancólica habiendo cerrado un libro extraordinario".
Es lo que me ha pasado con la novela de Justo Sotelo “Entrevias, mon amour”. Leo un capítulo por día y me detengo a saborearlo. Por sus figuras literarias, las situaciones en que se ven comprometidos los protagonistas, las personalidades de cada uno, los recuerdos, historias, reflexiones…
Podría haberlo leído en uno o dos días, pero decidí conscientemente no hacerlo. Voy al paso y de la mano de Teo o de Judith, de cada personaje vestido o desnudado magistralmente por Justo.
Pronto terminaré y me dará pena abandonar esta trama, el lugar y a los amigos que he conocido en Entrevías…
Creo que, desde mi temprana juventud, cuando leí Rayuela o Bonjour tristesse, no había disfrutado tanto. En un par de días haré la nota en forma menos emocional y más seria, formal, pero, de todas maneras, estaré melancólica habiendo cerrado un libro extraordinario".
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