domingo, 4 de diciembre de 2011

Un mundo posible (I)

Éste es el principio de mi "speech" en la defensa de la tesis titulada "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami" que realicé en la Complutense (Filología A) el Jueves 1 de Diciembre. Lo copio de la publicación en el Diario Progresista del día siguiente.

Un mundo posible es algo que no es real, pero que existe. Dentro de la literatura, es el texto el que crea ese mundo posible, y no al revés. Se podría hablar de dos tipos de textos. Un texto (R) que representa al mundo ya existente (por ejemplo, una investigación, un estudio, una tesis doctoral) y un texto (C) que crea el mundo. Ese mundo posible nace gracias al texto.

El origen conceptual del mundo posible se encuentra en algunas aportaciones de Leibniz y de una serie de filósofos suizos del siglo XVIII, entre los que estarían Bodmer, Breitinger y Baumgarten. Gracias a ellos cobró sentido la idea de lo real maravilloso, o incluso de lo “heterocósmico”, esas ficciones que son imposibles en el mundo real pero que adquieren sentido gracias a la literatura. Doležel recuperó sus aportaciones como una forma de dar cabida a los textos poco miméticos, o decididamente antimiméticos, entre los que se encontrarían los de Kafka, Rulfo, García Márquez, Calvino o el propio Murakami.

Sin embargo, para desvincular la idea de mundo posible de su carácter ontológico, y, a su vez, para no quedar convertido en un conjunto de simples metáforas, es necesario establecer una serie de principios de los mundos ficcionales dentro de los mundos posibles, así como de características propias de los mundos de la literatura dentro de los mundos ficcionales.

Entre ellas cabría citar el hecho de que los mundos posibles sean conjuntos de cosas que no son reales (como ya se dijo), pero que existen; también que son mundos ilimitados, y que hay canales semióticos que permiten el acceso a los mismos. Y, más en concreto, dentro de la literatura esos mundos son incompletos (nunca se sabrá cuántos hijos tuvo Lady Macbeth, por ejemplo, o si Madame Bovary nació con una mancha en la espalda), tampoco son semánticamente homogéneos (o al menos no lo son siempre) y además son construcciones que adquieren sentido en el texto. Por ese motivo es necesario analizar la teoría del texto ficcional.

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