viernes, 25 de mayo de 2012

Economía y Literatura (VIII)

En "La de Bringas", Rosalía no tiene excesivas posibilidades económicas, pero aun así presta dinero a la marquesa. Las convenciones sociales poseen más importancia que los problemas económicos de cada día.

En la página 191 de la edición de Hernando (1975) se puede leer que: “No hay felicidad que no tenga su pero, y el de la felicidad de la marquesa era que para completar la suma hacían falta unos cinco mil… Porque sí, estaba pendiente una cuentecilla…” Y esto pudo hacerlo porque había estado registrando en la “caja fuerte” de su marido. Así, en la página 188 el narrador expone que  Rosalía “revolvió, contó y recontó todo lo que había en el doble fondo, pasmándose del caudal allí guardado. Su marido tenía mucho más de lo que ella sospechaba; era un capitalista. Había cinco billetes de cuatro mil reales, que componían mil duros, y después un pico en billetes pequeños que sumaban más de tres mil setecientos”.

Francisco Bringas es denominado “capitalista”, un término que se había puesto de moda en esa época -como se ha comentado en anteriores artículos, y por eso, unos párrafos más adelante se otorga sentido al significado real del capitalismo clásico, cuando el narrador se introduce en el pensamiento de Rosalía y afirma que “guardar dinero de aquel modo, sin obtener de él ningún producto, ¿no era una tontería? ¡Si al menos lo diera a interés o lo emplease en cualquiera de las sociedades que reparten dividendos…!

También es cierto que el destino ayuda a Rosalía para convertirse en prestamista y entrar, de alguna forma, en el engranaje del sistema capitalista. Francisco pierde la vista temporalmente y ella será, desde entonces, la “capitalista” de la familia, un hecho que influirá en la paulatina transformación de su carácter, y que Galdós describe con maestría.

Ese tipo de asuntos abundan en Lo prohibido, una novela que profundiza más en ellos, como ya se ha comentado.

Para empezar, en el capítulo II el protagonista se refiere a las “indispensables noticias de mi fortuna, con algunas particularidades acerca de la familia de mi tío y de las cuatro paredes de Eloísa”. Este es el título del capítulo, lo que otorga evidente importancia a los aspectos económicos. José María da cuenta de su capital, y con ello se sitúa a la misma altura que las grandes fortunas de la época, es decir, Larios, de Málaga, López, de Barcelona, Misas, de Jerez, y Céspedes, Murgas y Urquijos, de Madrid.

En seguida expone con complacencia (página 68 de la edición de Castalia, 1971): “Al desaparecer del mundo comercial la casa que giraba con mi firma, celebré un convenio con los “Hijos de Nefas”, que se hicieron cargo de todos mis negocios mercantiles, para unirlos a los de su casa, quedando, además, encargados de liquidar los asuntos pendientes. Según mi cuenta, la liquidación arrojaría unos cuarenta mil duros a mi favor… Las viñas arrendadas podían capitalizarse en otros cuarenta mil duros. Lo que obtuve de las vendidas, de las existencias cedidas a diferentes casas y de créditos realizados, subía a más de cien mil, que iría recibiendo en Madrid, según convenció, en los plazos trimestrales y en letras sobre Londres. Pensaba emplear este dinero, conforme lo fuera cobrando, en valores públicos o en inmuebles urbanos.”

(Publicado en el Diario Progresista el 25 de Myo dse 2012)

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